Miércoles, 17 de junio. Tiempo de cambios

Ahora podemos salir en Dinamarca con precaución. He cambiado tanto en este período de confinamiento que me he acostumbrado a esta vida. Ahora tengo que volver a empezar la nueva vida “después del confinamiento”.

Desde Dinamarca, ese delicioso país que sirve de ´puente’ entre muchas culturas, nos escribe Patricia Caroc, para contarnos cómo la suma de pequeñas cosas elabora en estos tiempos una nueva cotidianidad, gracias, Patricia.  Cuídate mucho al lado de los tuyos. También ustedes, amigos lectores. No olviden escribirnos y contarnos cómo pasan estos días y qué reflexiones hacen en torno a ellos.

Tiempo de cambios. Por Patricia Caroc.

El año pasado había decidido que en los primeros seis meses del año 2020 iba a hacer SOLAMENTE lo que me gusta, por ejemplo, enseñar español, viajar, leer mucho, escribir y, por supuesto, compartir más tiempo con mi marido y el resto de la familia.

Entonces llegó el confinamiento. Y tuve que empezar a “reinventar mi vida”. Esto toma tiempo, es difícil cambiar, pero he aprendido que SI ES POSIBLE CAMBIAR NUESTROS HÁBITOS, NUESTRA ESTRUCTURA DE VIDA.

Lo mejor de este tiempo de confinamiento es que tengo mucho tiempo. Si el tiempo es oro, entonces soy millonaria. Estoy aprendiendo a “llenar el calendario” de otra forma.

Estoy muy agradecida de estar junto con mi marido, un danés, y la razón por la cual estoy aquí, en Dinamarca.

Pienso que ayudar a los demás me da mucha energía. Hablo por teléfono con familia y amigos.

Trato de no preocuparme. La preocupación es una emoción inútil, pero a veces es difícil dejarla. Pienso que hay que ocuparse, no preocuparse. Eso le digo siempre a mi madre, pero creo que el mensaje es más para mí que para ella.

Hago gimnasia virtual, a veces con la familia, juntos pero cada uno por su lado.

Leo mucho, he retomado algunos libros que tenía en la lista de “leer más tarde, cuando tenga tiempo”.

Estudio historia. Alguna historia, cada día. Nunca había tenido tanto conocimiento de mi propia ignorancia.

Y escribo. Me gusta escribir artículos especialmente relacionados con historia, los comparto con mi familia y con los participantes de mi salón de español en Dinamarca.

¿Los retos? Volver a la vida de antes del coronavirus. O quizás no. Pienso que la vida ya no será la misma de antes, ahora somos más sabios. En estos últimos dos o tres meses he aprendido mucho. He aprendido que somos frágiles y vulnerables y que debemos aceptar que no podemos cambiar, controlar o manipular todo como quisiéramos.

He aprendido que si se puede vivir a pesar de la incertidumbre. He aprendido a hacer un uso más eficiente de las tecnologías de información y comunicación. He aprendido a apreciar lo que tengo, lo que es importante en la vida, y sobre todo, a agradecer a Dios por la familia y los amigos que tengo.

Ahora podemos salir en Dinamarca con precaución. Puedo ir a la iglesia reservando por anticipación un lugar, puedo ir a la biblioteca, al gimnasio, puedo ir al cine, al parque y visitar a los amigos. Pero ya no quiero salir. He cambiado tanto en este período de confinamiento que me he acostumbrado a esta vida. Ahora tengo que volver a empezar la nueva vida “después del confinamiento”.

Viernes, 5 de junio. Llegar a casa

Una simple actividad como tomar una foto puede proporcionarnos momentos de esplendor y admiración. Esos pequeños detalles hacen que nos demos cuenta que el oxígeno es muy importante y aún los gobiernos no lo cobran

Como cada uno de nosotros, Weimar mira la actual cuarentena desde su propia perspectiva. Y si nos guiamos por las fotos que comparte, ese ángulo es envidiable. Al fin y al cabo, tener contacto permanente con la naturaleza se ha convertido en lujo. Gracias Weimar por compartir sus reflexiones y cuídese mucho, al lado de los suyos.

Hace poco más de dos meses nuestros días transcurrían incólumes, invadidos por una cotidianidad enquistada bajo la promesa efímera de una renovación que nunca llegaba. Así, venía a casa después de una larga jornada de trabajo, reuniones, audiencias y un cúmulo de ocupaciones diarias que nos distrajeron de esos pequeños detalles que le dan sentido a la vida.  

El arribo no era más que una acción mecanizada y frívola al no advertir los innumerables y maravillosos recursos alrededor de esa llegada que pueden recargarnos de energía y buena vibra al momento de ser recibidos en casa. Quedamos inmersos en lo rutinario, aplazando iniciar ese tan anhelado curso de manualidades, desarrollar el hobby en torno a la lectura, tañer un instrumento y un sin número de cosas que durante toda la vida hemos querido hacer y siempre postergamos. Eso, sin mencionar la gran cantidad de tiempo que nos quita la tecnología al adentrarnos en la visualización de redes sociales y otros, mermando de sobremanera los momentos en familia, los abrazos filiales, los juegos de mesa, hasta llegar al punto que la comunicación tendría que ser por whatsapp.

El aislamiento ante la inmensa inactividad obligatoriamente me llevó a detenerme y hacer una reflexión de por qué siempre aplazaba mi renovación. Fue ahí cuando me detuve en la inmensidad que nos proporciona el universo en el diario vivir, tan solo, llegar a casa y dedicar el tiempo mínimo para advertir los detalles de la naturaleza, la misma que apreciamos en publicaciones ajenas sin darnos cuenta de que la tenemos al alcance de nuestro tacto y mirada.

Me di cuenta que sólo teníamos dos alternativas – regocijarnos o lamentarnos –  fue así, como escogí lo primero y  he dedicado tiempo a hacer las fotografías que les comparto, dándome cuenta lo bendecidos que estamos para afrontar esta calamidad, mientras que la mayoría pasa sus días en apartamentos y hogares que no van más allá de las cuatro paredes, con vista a una jungla de cemento. Nosotros en cambio gozamos de un ambiente natural y desde donde adquiere significado la frase aquella que dice “Felicidad se encuentra en los detalles más pequeños”, haciendo referencia que una simple actividad como tomar una foto puede proporcionarnos momentos de esplendor y admiración. Esos pequeños detalles hacen que nos demos cuenta que el oxígeno es muy importante y aún los gobiernos no lo cobran, y que cada día en el mundo mueren miles de personas por falta del mismo, y otras tantas están conectadas ahora mismo a respiradores artificiales luchando por su vida.

De todo ello concluyo que la cuarentena ha tocado nuestras fibras más sensibles, como también hemos mejorado la comunicación en nuestro entorno. Hay solidaridad, respeto y trabajo mancomunado para mejorar nuestro Conjunto. Por eso, no bajemos la guardia para que el hecho de superar este suceso no converja en devolvernos a las costumbres anteriores, explotemos las once virtudes que según Aristóteles debemos practicar para llegar a la felicidad. Aprovechemos pues este entorno, teniendo en cuenta que la obra maestra de la naturaleza es la familia, dediquemos el tiempo para fortalecer los lazos y demos gracias a Dios por todas las cosas que pone en nuestro camino, siendo más las buenas. Al final verán que saldremos adelante y con paso firme de esta pandemia.