¡Recordando a mi Puerto del Alma…!

Hoy el periodista Álvaro Miguel Mina, popularizado como el ‘negro’ Mina, ha querido escribir en estilo costumbrista, la historia de uno de los pueblos negros de Colombia, la de su terruño Puerto Tejada y lo hace como solo él podría plasmarlo mostrándonos las vivencias de su tierra natal pletóricas de jocosidad y picardía: escribe en el prólogo de la obra el músico, compositor, escritor y representante de la Orquesta Guayacán ‘Nino’ Caicedo Córdoba.

Hoy el periodista Álvaro Miguel Mina, popularizado como el ‘negro’ Mina, ha querido escribir en estilo costumbrista, la historia de uno de los pueblos negros de Colombia, la de su terruño Puerto Tejada y lo hace como solo él podría plasmarlo mostrándonos las vivencias de su tierra natal pletóricas de jocosidad y picardía: escribe en el prólogo de la obra el músico, compositor, escritor y representante de la Orquesta Guayacán ‘Nino’ Caicedo Córdoba.

Estos son algunos apartes de los textos escritos por Álvaro Miguel ‘El Negro’ Mina en esta obra editada en 2020 – 2021.

Puerto Tejada (Cauca). Paraíso terrenal bañado por los ríos Palo y Paila, en cuyas caudalosas aguas se hicieron famosas las noches luminosas del río Palo, en el mes de agosto durante las fiestas patronales, que nos congregaban en la Caseta La Tremenda del extinto Pascual Balanta. Este territorio en el año de 1897 es reconocido como corregimiento de Caloto y luego en 1912 como municipio, fundado por el General Manuel Tejada.

Esta es una historia forzada por los negros que a brazo entero, permitían el remo de las ‘balsadas’ repletas de alimentos de nuestra bella tierra bañada por los caudales y la abundancia de nuestros ríos tutelares para luego transportarlas a las plazas de mercado donde igual llegaban las matronas con su rodete en la cabeza llevando los atados de leña y las hierbas del patio de sus casas fincas; básicos para aliñar el tradicional sancocho dominical, de gallina, res, pescado o colita de marrano, acompañado de la tradicional ensalada rusa, a base de ‘papa y mayonesa’, además de la limonada o agua-fresca para alcalinizar el cuerpo.

Imposible no recordar las estaciones obligadas de las madrugadas de bohemia, donde Doña Visitación Lizcano, ‘Lauro’, los fríjoles con huevo donde Doña Ofelia; el pescado frito, las papas aborrajadas de Mabilia y Raquel en la esquina de la ‘Reforma’ con un ají que picaba está vida y la otra, las rellenas de Doña Carmen en el matadero municipal y las de ‘Misia Justina’, en la galería.

Las viandas populares y el mercado. Al igual que las comideras instaladas a orillas del río Palo, entre ellas la ‘Dominicana’, con sus famosas hojaldras y los inigualables mojados de 200 pesos, ‘arroz con guiso’ y tajada de maduro. El consomé y la gallina sudada de ‘La Negra Mery’, y a Doña Virginia, la mamá de Harold ‘Masa’ y Pablo ‘Bajo’, donde los trasnochadores saboreamos el tradicional ‘Diosmío’ que era un crocante bofe ahumado, acompañado de ‘terlenka’ o ‘cachaco’ (plátano). Los domingos cuando se llegaba al mercado en la galería, la primera parada, era con ‘Chilito’ y seguíamos donde ‘Cancha’, de la cual se pensó que era dengue lo que tenía, pero según Álvaro del Castillo (excantante del Grupo Niche) se trataba de un niño que venía en camino, como lo dice en su composición musical.

A pocos metros antes de llegar a los bancos de carne de ‘Fabio Puerca’, Salomón ‘Picahueso’, ‘Caruso’, ‘El Gordo’ Moisés Córdoba, o donde ‘Pollo Ronco’, Carlos Grillo y Ómar ‘Campanita’, había que hidratarse con el champús de maíz pergamino del amigo Toracio y de ‘tas tas’ una ‘cuca’ negra, del canasto de ‘La Coja’ Elodia, de la cual decían las malas lenguas, cargaba su ladrillo para nivelar las pasiones.

Eso sí, en ese recorrido era obligado el encuentro con ‘Las Rucas’, ‘La Simple’ y ‘La Sabrosa’, mujeres de lengua viperina y reservada para el chisme fresco, sobre todo de las muchachas embarazadas del momento y los matrimonios a punto del divorcio, por falta del rastrillo en la cajita de fósforos.

Claro que los lunes eran del bolero y del famoso arroz atolla’o donde ‘Daniel Lenta’, ahí según los ‘gotereros’, encargados de sumar y restar el monto de la cuenta, dicen que ese servicio era con clavija incluida; y el sábado, los inigualables tamales de doble nudo de la señora Eva, sobre la Calle Central del pueblo, sitio en el que también se encontraban los chicharrones de ‘ocho patas’. Vaya el reconocimiento con sonido de “Gong”, para la amiga Narcisa, la mamá de Raúl Bururú, el de la casa de chance, con su humeante sancocho de gallina saraviada con plátano de las Vegas de Padilla comprado a Rosalino Mina, el popular ‘Pujo Gordo’ o donde Rufino Mina Reyes, en la vereda Las Cosechas.

La hora del ‘murrio’. A las once y media de la mañana, sonaba el pito de ‘La Nueva Ola’, en el Parque Central, un furgón rojo, conducido por Don Pedro ‘Huevo’, donde se transportaban los portacomidas y meriendas hasta el Ingenio Bengala, donde laboraba Don Chucho Gómez, esposo de la tía Itsmenia y a quien le llevábamos las apetitosas viandas preparadas con mucho amor. A él, mil gracias por su valioso aporte para alimentos, formación y vestido.

En esas labores, obligado reconocimiento al popularísimo ‘Chichi’, el hombre de ‘La joroba’, encargado del cuidado de los alimentos. Claro que el viejo ‘Chichi’, para certificar la calidad de los lípidos, con carita de gato, de manera ‘esquiniada’ y muy reservada sin que se notará de a mucho, se sacaba de a tajada madura y cocido por vianda… ja-ja-ja-ja. Como no recordar a ‘Las Pan con Hoyo’, a Elvia ‘Culito’ con sus famosas rellenas en hojas de plátano ‘suazadas’ (asadas ligeramente), en un platón sobre su cabeza, a la negra Bertilda, la de rutilantes caderas, entallada con brasieres de copa.

El precursor del viagra. Honores para ‘Danielito’ Balanta, el hombre que se le adelantó al Viagra; según sus clientes con dos copas de la botella curada que preparaba, les permitía salir a hombros al término de las agotadoras, candentes y fogosas faenas de amor con nuestras ‘Dulcineas del Toboso’. Luego había que recargar baterías con los chuzos de carne pecho o de cumbamba de ganado, donde Carlos ‘El Manicero’; y los famosos consomés de menudencias de Yolanda, en ‘El Guadualito’ y del ‘Flaco’ Alejandro, enseguida de la casa de don Arturo Serrano, donde trabajaba Aleida ‘Moñito’.

Mención dorada para ‘La Polola’ y su platón con alcohol, alcanforina y limón en cruz, en el habitáculo # 3 del ‘Montuno’ del ‘Tuerto’ Alirio, camino obligado de los jóvenes porteños ávidos de la certificación testicular y sonrisas amorosas.

Álvaro Miguel Mina es un periodista que ha dejado huella no sólo en el Valle del Cauca sino también en el resto del país, por su alma de reportero y por ser un contador de historias cotidianas que expresa con gran sencillez, en el lenguaje de la clase popular. Es aquella clase que lo acogió como suyo y lo puso en el escalafón del periodista de la gente, reconociéndolo como ‘El Negro Mina’.

Este hombre, nacido en el barrio Las Dos Aguas de Puerto Tejada, Cauca, el 10 de abril de1956, aprendió a plasmar la noticia con el bagaje que le ha aportado el oficio de periodista y su amor por la lectura, pero también de la vida. Con orgullo asegura que su estilo surge de su repentismo, sumados al olfato periodístico y el gran sentido del humor, lo que aprendió de doña Ana, su señora madre.

Por su trasegar y aporte al periodismo colombiano, ha sido exaltado por el Congreso de la República de Colombia; la Gobernación del Valle y el Concejo de Cali. Fue elegido como, el periodista afrodescendiente del año 2017, otorgado por El Espectador y la Fundación Color de Colombia.