Por María Teresa Hurtado*. Beati gli italiani Beati loro! Bendecidos los italianos con la península itálica a su disposición para gozarla a todo momento, con sus mares de fábula y ciudades costeras que enamoraron a los antiguos romanos.
La historia de esta estación se remonta a la festividad instituida por el emperador Augusto en el año 18 a.C. y su nombre, Ferroagosto, se deriva de la locución latina Feriae Augusti, vacaciones de Augusto.
La reina Teodolinda (c. 570-628), conocida como La Longobarda y quien convirtió al pueblo lombardo al catolicismo, vagaba buscando termales desde San Giuliano, San Maurizio al Lambro y las regiones nórdicas célticas.
Los etruscos dejaban la Etruria, en búsqueda del goce de la época calda de agosto, para llegar hasta las playas de Fregene y Ostia con su puerto y enorme playa para darse un baño.
Feria (vacaciones) d’Agosto, como se denominó «Ferragosto» pagano o no, es Fiesta Nacional en Italia, creada para desplazarse hacia los mares azules de la península, sencillamente se piensa y se va a gozar de esta costumbre milenaria del pobre al rico, del joven al viejo que reservaba la pensione, l’albergo o la casetta al mare o la casetta in montagna con gli amici o famiglia, para gozarse esos días a partir del 15 de agosto.
Es toda una obligación andare al mare a broncearce «e prendere la tintarella d’estate«, una costumbre que hay que gozarla y vivirla después de todas las actividades laborales de mitad de año.
*Desde el Canadá.