Los mares de la luna de Juan Fernando Merino

El escritor colombiano, Juan Fernando Merino, quien obtenido varios premios literarios colombianos, una beca nacional de novela y ganado siete concursos de cuento en España, nos presenta este año su cuarta obra de relatos de la editorial Seix Barral.

Después de veinticinco años de presentar su primer libro cuentos Las visitas ajenas, el escritor caleño, Juan Fernando Merino, lanza su cuarta obra de relatos, en esta ocasión editada por Seix Barral. Este es el texto de presentación de Los mares de la luna.

Prólogo del poeta y cuentista antioqueño Elkin Restrepo

La carta en la que a Juan Fernando Merino le anunciaban hace algunos años que había ganado un premio de cuento en España estuvo viajando seis meses por cinco países, antes de dar con él en Nairobi, Kenia. Era 1983 y en ese entonces Merino combinaba sus recorridos por los países de África del Este con la traducción de manuales agrícolas y el estudio del swahili, un estilo de vida raro, sino extravagante, en cualquier otro escritor diferente a él.

Tales hechos, me parece, lo definen muy bien.

Que desde muy joven, en lugar de quedarse en casa, Merino haya decidido moverse por el mundo, recorriendo Europa, Asia Menor, África y América, de Ohio al Amazonas y de Estambul a Gibraltar, explica cómo el nomadismo y, por supuesto, el cosmopolitismo, se confunden con su vida a partir de cierto momento, y cómo el poliglotismo —Merino habla cinco idiomas— ha sido el benéfico resultado de esa larga errancia.

Leyendo sus cuentos se advierte hasta dónde esta compleja circunstancia influye en su escritura, permitiéndole con la mayor naturalidad, no solo concebir tramas y personajes en geografías y escenarios tan ajenos y distantes como Rusia, Malawi, Brasil, Dar es Salam o Nueva York,  sino también ofrecerles una característica común a todas sus historias.

Quizás por esto, dentro de nuestra todavía provinciana literatura colombiana, Merino sea dueño de un claro y particular sentido de la realidad, que podríamos llamar excéntrico, ajeno a toda pedantería, y que les da un valor aparte, bien significativo, a sus relatos. A sus bellos relatos.

Sus personajes, aunque se parecen a nosotros, son sus oficios y acciones, su actuar en el mundo, lo que de repente los pone a sobrellevar una suerte salida de todo parámetro y a cargar frente a los demás con esa difícil diferencia. Con ese inacostumbrado infierno.

Agreguémosle a esto el placer de una escritura que toma forma sin dificultades, nada ampulosa, que atiende con precisión, fluidez y naturalidad a los presupuestos del relato contemporáneo, sobre todo el norteamericano, del cual —no sobra decirlo— Merino ha traducido al español una selección de los autores más recientes, bajo el título Habrá una vez, un libro imprescindible si se quiere.

Después de vivir diez años en Nueva York ejerciendo el periodismo y la traducción literaria, Merino ha regresado a Cali, su ciudad natal, sumándose al vigoroso grupo de narradores que allí escribe: Tim Keppel, Umberto Valverde, Harold Kremer, José Zuleta, Pilar Quintana, Julio César Londoño, Paola Guevara, Humberto Jarrín, Medardo Arias, Margarita Londoño, etc.

Si bien los relatos están situados en diferentes geografías de Europa, África y las Américas y los personajes son muy variopintos —desde un sexador de pollos hasta un banderillero retirado en un paisaje invernal; desde una excéntrica escritora neoyorquina hasta un atormentado personaje anclado en un enigmático albergue para marineros en tierra— las historias suelen tener como elemento en común momentos cruciales en una relación de familia o de pareja, o bien momentos intensos de comprensión íntima. Estos momentos son de alguna manera reflejos en nuestro microcosmos humano de aquellos tremendos impactos de los meteoritos sobre la superficie de la luna, que causaron los cráteres que los astrónomos de la antigüedad erradamente  tomaron por mares.

Los mares de la luna aparece veinticinco años después de su primer libro de cuentos, Las visitas ajenas, un tiempo lo suficientemente amplio para medir hasta dónde, para bien, la vida ha hecho de su literatura y de él otra clase de escritor. Un escritor único en un país con tantos autores obsesionados por parecerse y jugarse la carta de ser iguales.

Y que ahora nos deleita con esta serie de narraciones inolvidables.

Voces. Cuento de Juan Fernando Merino

Las voces de los grandes tenores no mueren. Nos quedamos por ahí, errantes, a la espera.

Las voces de los grandes tenores no mueren. Nos quedamos por ahí, errantes, a la espera.

            En cada siglo y cada continente son muy contados los hombres dotados de las cuerdas vocales, la caja torácica y el espíritu incandescente requeridos para darnos el albergue temporal que precisamos y el alto vuelo que ansiamos.

            Y cuando al fin se produce el hallazgo y se aproxima el momento de la confluencia, casi siempre nos eluden. Nos desmerecen. Nos repudian. Se nos escapan cuando los teníamos casi atrapados. O ellos a nosotras.

            Después de tener la ventura de convergir por un breve espacio en el cuerpo magro y el espíritu incandescente del mío caro Enrico Caruso, he vuelto aquí, a este espacio insondable, en los confines entre el extravío y la esperanza, donde las voces de los grandes tenores aguardamos el tiempo que sea preciso para regresar.

  Atentas.

Vigilantes.

Al acecho.

Juan Fernando Merino. Ha obtenido varios premios literarios colombianos y una beca nacional de novela. En España ha ganado siete concursos de cuento. Sus textos han aparecido en antologías o colecciones de cuento en Colombia, México, Estados Unidos, España y Francia. Es autor de varios libros de relato.