Mario Mirkow, un triestino en Colombia

Cuentan que el corazón de Mario Mirkow siempre estaría dividido, entre esa dulce melancolía por la Costa Adriática efecto de las ráfagas del bora y el encanto de la altiplanicie campesina cundiboyacense; entre el afecto hacia su familia colombiana y la nostalgia dolorosa por su madre, su hermano y Trieste, esa ciudad portuaria fronteriza del noreste italiano, codiciada por imperios y estados en los últimos siglos por ser puente y camino hacia los Balcanes.

Cuentan que el corazón de Mario Mirkow siempre estaría dividido, entre esa dulce melancolía por la Costa Adriática efecto de las ráfagas del bora y el encanto de la altiplanicie campesina cundiboyacense; entre el afecto hacia su familia colombiana y la nostalgia dolorosa por su madre, su hermano y Trieste, esa ciudad portuaria fronteriza del noreste italiano, codiciada por imperios y estados en los últimos siglos por ser puente y camino hacia los Balcanes.

Sus raíces. Este triestino de ascendencia rusa y croata, nacería en el hogar de Vittoria Tavagna y Stefano Mirkov (*1), el miércoles 2 de diciembre de 1903, en el gran puerto comercial e industrial del Imperio Austrohúngaro. Momentos históricos vividos durante su infancia y su juventud en esa especie de ciudad estado marcarían para siempre su visión del mundo: él rápidamente comprendería que en el juego del poder de las grandes potencias el único perdedor es el ciudadano del común.

La Trieste del Imperio. Su niñez transcurriría en el esplendor de esa Trieste foco de arte y cultura, con intelectuales que brillaban con luz propia como los triestinos Italo Svevo y Umberto Saba y el irlandés James Joyce, a quien la ciudad adoptaría como a uno de los suyos. Para Mario era habitual en mundo infantil, que sus vecinos hablaran como él en italiano y dialecto triestino, o en alemán, esloveno, serbio y croata o que fueran católicos, ortodoxos o judíos practicantes.

La Gran Guerra. Pronto la tormenta que desataría la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en Europa, alcanzaría a ese pequeño territorio y su sociedad multicultural donde residía el jovencito Mario, quien además de los horrores de la contienda, sabría de la falta de pan en la mesa, la inflación que cuadruplicaba los precios y el bloqueo de alimentos en el puerto, mientras recorría las calles con periódicos atados a sus pies.

Mario, un súbdito italiano. Mario presenciaría el enfrentamiento encarnizado de dos vecinos, Austria e Italia, por ese rincón oriental de la península, la desintegración del Imperio y la incorporación de Trieste al Reino de Italia (1920) para completar esa unidad nacional que buscarían los ´irredentistas´ desde el siglo XIX, con territorios de mayoría italiana (*2). El mapa del mundo cambiaría y Mario, su familia y los triestinos obtendrían la nacionalidad italiana.

Fascismo de frontera. En el puerto él se haría maquinista naval, aprendería el entramado mecánico de las estructuras de aquellos gigantes que echaban amarras o zarpaban hacia otros mundos. Y sería su profesión la que le permitiría dejar atrás a esa nueva ciudad rota por dentro, a la cual no le llegaría la paz después de la guerra porque con el ascenso al poder de Benito Mussolini se extremarían las políticas de italianización forzada del fascismo de frontera contra la población de origen no italiano.

Exilio voluntario. Un buen día Mario se despediría de los suyos como muchos triestinos, y partiría hacia la América en un buque mercante de bandera italiana en un destierro voluntario y sin retorno. Tocaría tierra en el puerto de Veracruz (México) y después en la Habana (Cuba), donde obtendría la visa para viajar a Colombia.

Cambio de apellido. Entre la tramitología de la expedición de un nuevo pasaporte y su cédula de extranjería y los sellos de aduanas de ingresos y salidas de varios puertos americanos, Mario Mirkov se convertiría en Mario Mirkow por cuenta de algún escribiente que no entendería la pronunciación de su apellido.

La Bahía de la Buena Ventura. A inicios de los treinta, lo primero que Mario divisaría del territorio colombiano serían el faro y las aguas tranquilas de la Bahía de la Buena Ventura, en el corazón del Pacífico. Desembarcaría con un grupo de paisanos en el muelle de  Buenaventura (*3), una ciudad puerto con poca infraestructura, pero con gran movimiento de mercancías europeas, asiáticas y norteamericanas, el cual se fortalecía gracias a la construcción del Ferrocarril del Pacífico, la ruta de salida de los productos de exportación del país, la quinua, el tabaco y el café del Viejo Caldas (*4). 

La región cafetera. Mario Mirkow se adentraría por los caminos de esa Colombia rural, desde la nueva Estación del Ferrocarril de Buenaventura del arquitecto turinés, Vicente Nasi (*5), para llegar hasta Manizales con parte de ese colectivo de extranjeros que apoyaría a lo largo de una década, las obras de reconstrucción luego de los tres incendios desatados (6*) en los años veinte que destruyeron parte considerable de esta población levantada en bahareque.

Mario quien venía de esa Trieste cosmopolita y de recorrer la vida de los puertos, se encontraría con una élite cafetera muy ´pudiente´ y una sociedad bastante conservadora en esa una pequeña capital regional con alrededor de 60 mil habitantes. Eso sí una población en efervescente desarrollo urbanístico y arquitectónico y con una agitada actividad comercial, agrícola e industrial ante el auge del café en los mercados internacionales y la modernización de los diferentes sistemas de transporte.

Solidaridad austríaca. Sería la madre superiora del convento y del Colegio San Inés, recién abierto sobre la Avenida Cervantes (*7), quien le tendería la mano a Mario, esta religiosa franciscana austriaca le permitiría alojarse en las instalaciones y al conocer su oficio de mecánico, lo nombraría conductor del autobús para realizar el recorrido con las señoritas estudiantes del prestigioso plantel. Pronto él compraría su propio bus y adquiriría más buses para prestar el servicio de transporte entre varias poblaciones de Caldas.

Teresa Ospina. Para esa época este triestino, quien era ya un próspero y reconocido empresario del transporte en la capital caldense, conocería a Teresa (8*), una de las 9 hermanas Ospina que le quitaría el sueño. Esta joven de 27 años era la quinta hija de la gran familia que habían conformado en Dosquebradas y Santa Rosa de Cabal, Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía (9*) , una pareja de origen campesino, descendiente de arrieros antioqueños que hacía pocos años habían trasladado a Manizales su casa familiar y su negocio de compra y venta de café.

El Clan Ospina. Eso sí a Mario no le bastaría con demostrar su decencia y solvencia económica al momento de pedir la mano de Teresa, su suegro le solicitaría el certificado expedido por el párroco de Trieste que demostrará que era soltero. Él debería transitar el mismo camino que habían andado para casarse en 1928, Camila Ospina y el constructor Antonio Bernardi (10*), quien con el humor socarrón que lo caracterizaba, le advertía con sus otros concuñados, Aristides Ocampo y Julio Martín Restrepo, lo que significaría emparentar con este tradicional clan acostumbrado a reunirse en todos los cumpleaños, entierros, vacaciones de verano y fiestas de fin de año.

La familia Mirkow Ospina. Esta pareja italocolombiana se casaría en 1935 en Manizales y allá nacería su primer hijo, el 24 de septiembre de 1937, quien sería bautizado como Italo Mirkow Ospina. Se dice que buena parte de los triestinos llamarían por esos años Italo o Italia a sus hijos e hijas para rearfirmar su italianidad tan cuestionada a lo largo del siglo XX. Mario no sería la excepción.

El derrumbe del patrimonio. Los buenos tiempos para este matrimonio llegarían a su fin.A las 9:24 de la fría noche del 4 de febrero de 1938, cuando las familias Ospina Mejía y Mirkow Ospina se preparaban para conciliar el sueño, se sentiría uno de los tembloresmás fuertes registrados en Manizales, el Sismo del Gran Caldas, que dejaría alrededor de 40 heridos y destruiría y averiaría muchas edificaciones y negociones. El techo de los garajes donde Mario parqueaba los buses intermunicipales se derrumbaría y todos los automotores quedarían destruidos. Así perdería su patrimonio este transportador.

Serían días difíciles para los Mirkow Ospina no solo ante la precariedad de sus finanzas sino porque desde Europa llegarían noticias con un panorama muy sombrío para la familia radicada en Trieste al iniciar la Segunda Guerra Mundial y también para los dos concuñados italianos, Mario Mirkow y su buen amigo Antonio Bernardi, en un país que declaró enemigos de Estado a todos los ciudadanos de los países del Eje radicados en Colombia.

Fuentes citadas. *Gracias a la narración de mi primos Italo y Frank Mirkow, de mi madre y mi tía Regina e Italia Bernardi y de mi prima Iris Lobo se han reconstruido las vivencias Mario Mirkow y la familia Mirkow Ospina en Colombia.Archivo fotográfico de las familias Bernardi Ospina.

(*1) Padres de Mario Mirkow: Vittoria Tavagna y Stefano Mirkov (Nace en 1853, en Split, ciudad que primero le perteneció a Austria y ahora está en Croacia) (2*) Movimiento de opinión activo en Italia a finales del siglo XIX que surgió a raíz de la unificación de Italia y que propendía por la unión de los territorios poblados de mayoría italiana. (3*) Buenaventura, puerto sobre el Oceano Pacífico ubicado en el departamento del Valle del Cauca en Colombia. (4*) Viejo Caldas, departamento de Colombia que existió entre 1905 y 1966. (*5) La antigua Estación del Ferrocarril de Buenaventurafue construida por el arquitecto turinés, Vicente Nasi, hoy es la Escuela Taller de Buenaventura. (*6)  Los tres incendios de Manizales fueron el 19 de julio de 1922, el 3 de julio de 1925 y el 20 de marzo de 1926. (7*) El convento y el Colegio Santa Inés de Manizales fueron fundados por tres hermanas austriacas que llegarían en 1926, empezaría a funcionar el 7 de marzo de 1927 en su sede sobre la Avenida Cervantes, hoy Avenida Santander.

(8*) Teresa Ospina de Mirkow: octubre 7 de 1907 –  febrero 14 de 1993 Bogotá. (9*) Luis María Ospina Arcila, ´papá Luis´: 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá y Ana Joaquina Mejía Gutiérrez, ´mamá Anita´: 1877 Pacora – julio 22 de 1963 Manizales. (10*) Antonio Bernardi de Fina constructor italiano nacido en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno (6-10-1900). Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). Su esposa y hermana de Teresa, Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970).

En este artículo está tambièn la historia y orígenes de la Familia de Teresa Ospina Mejía.

Historias de inmigrantes italianos en el Pacífico sur

El puerto fluvial de Barbacoas tuvo fuerte afluencia de inmigrantes europeos en el siglo XIX; quienes atraídos por la riqueza aurífera del río Telembí, llegaron a forjar un patrimonio económico, sólido como el oro de 18 quilates que extraían de sus minas. Se destacaron las familias italianas: Escruceri Andreotti, Rosasco Dallorso, Manosalva, Valente, Manzi Gallo, Solari y Cosanostra. Estos empresarios del precioso metal hacían sus exportaciones de lingotes por los puertos de Iscuandé y Tumaco (Nariño). Tres anécdotas de italianos a quienes en Tumaco les decían Bachiches.

Por Oscar Seidel*. Erozione idraulica. El puerto fluvial de Barbacoas tuvo fuerte afluencia de inmigrantes europeos en el siglo XIX; quienes atraídos por la riqueza aurífera del río Telembí, llegaron a forjar un patrimonio económico, sólido como el oro de 18 quilates que extraían de sus minas.

Se destacaron las familias italianas: Escruceri Andreotti, Rosasco Dallorso, Manosalva, Valente, Manzi Gallo, Solari y Cosanostra. Estos empresarios del precioso metal hacían sus exportaciones de lingotes por los puertos de Iscuandé y Tumaco. Con el correr del tiempo, entablaron buenas relaciones con las familias Márques y Benítez, cuyos antepasados habían nacido en Barbacoas, y quienes debido al auge comercial que tenía el puerto marítimo decidieron trasladarse de la selva al mar. Fue así como se dio la segunda ola inmigratoria de los italianos, quienes lograron abrir casas comerciales de fuertes nexos con Europa.

Pero no todos los ascendientes de italianos quisieron dedicarse al comercio, y más bien, algunos jóvenes sugirieron a sus padres que los enviasen a estudiar al país de sus abuelos. Uno de estos jóvenes fue Giacomo Manosalva, quien se decidió por los estudios de medicina en la Universidad de Palermo, y viajó hasta ese puerto del mediterráneo en el buque El Durazzo, que cada tres meses viajaba de Tumaco hacia Europa.

En el año 1926, se propagó en Tumaco la pandemia del paludismo o malaria, enfermedad tropical que casi diezma la población nativa, ya que no existían médicos ni antibióticos en el pueblo, y el incipiente hospital no daba abasto para atender la epidemia. Aprovechando que Giacomo Manosalva ya había terminado sus estudios de medicina, debieron comunicarse con él a través del famoso telegrama Marconi, para que regresara de urgencia al puerto y ayudara con sus conocimientos a disminuir el flagelo.

Cierto día, estando en su consultorio el doctor Manosalva tuvo la visita de su prima Gina Cosanostra, quien manifestó que su problema no era la malaria, sino la disfunción eréctil de su marido, el boyacense Parmenio Siachoque, personaje del altiplano que había llegado al puerto como auditor de la Aduana Nacional. Confesó Gina Cosanostra que, su marido echaba la culpa de su caída sexual al fuerte calor y al abundante espagueti que comían todos los días. No demoró mucho la consulta, puesto que el médico recetó a la prima que suministrara al marido todos los días un vaso de agua antes de acostarse, y eso sería santo remedio de La Madonna, puesto que la “preziosa” se pondría erguida como un riel del ferrocarril de Nariño. Terminó recomendando mucho juicio, y que al día siguiente le informara el resultado del tratamiento.

Amaneció. Muchos estaban esperando que hubiese noticias positivas, dado que el pueblo entero estaba enterado de la receta formulada. A eso de las nueve de la mañana, y en vista de que Gina Cosanostra no se presentó al consultorio del médico Manosalva, éste decidió ir hasta su casa. Cuando arribó al domicilio, encontró al par de esposos trasnochados y compungidos. No tardó el médico en preguntar qué había pasado. Ella tuvo que narrar que la noche anterior, tratando de asegurar una buena faena conyugal, había dado de beber a Parmenio una jarra completa de agua, y no el vaso de agua formulado, y como consecuencia, él no había tenido erección alguna, por estar orinando en el baño hasta el amanecer.

La noticia se propagó muy rápido por el puerto. Los tres personajes fueron la burla de toda la comunidad, y sus enemigos ingleses repartieron un panfleto que los involucraban con la invención de la falsa “erozione idraulica”. Para evitar el escarnio público, las dos familias decidieron irse a vivir a Italia. En la primera oportunidad que se presentó, emprendieron la tercera ola inmigratoria italiana, en el buque El Cérigo, que por esos días estaba anclado en la bahía.

La nacional è stata salvata. Era una opípara fiesta, tal como acostumbraban los italianos a celebrar el fin de año en Tumaco. De un momento a otro, Bruno – el primo camorrero – cayó de bruces al suelo, y se armó la algarabía. Yo, Salvatore, estaba mirando el mar por la ventana, puesto que la fiesta era de los mayores. Mi hermano Giacomo -quien cursaba tercer semestre de medicina en la Universidad Nacional- también estaba ausente revisando el libro de Anatomía que iba a utilizar en el próximo periodo.

Algunos alarmados comentaron que Bruno ingirió demasiada lasaña con salsa blanca y leche entera, y raviolis de requesón con tomate seco; otros de la familia especularon que era un cólico miserere o un vahído, producto de haber ingerido un vino añejo Vigna la Miccia de la Sicilia, y los más audaces se atrevieron a vaticinar que el primo se estaba haciendo el muerto para que las chicas se le acercaran.

Como el primo no despertaba, mi padre me alcanzó a ver recostado en la ventana, y gritó: “Salvatore ve a llamar a Giacomo, para que atienda esa masa informe tirada en el suelo”.

Quería además mi padre comprobar qué tanto mi hermano había aprendido en la universidad, y si la plata invertida en los estudios no era en vano. De manera diligente mi hermano se caló las gafas con lentes de aumento, se colgó el estetoscopio que mis padres le habían regalado de Navidad, y con toda la solemnidad de un galeno se puso a revisar al paciente. Le tomó la presión arterial y estaba bien, le dio algunos masajes al corazón y alcanzó a escuchar unos latidos, pero Bruno no despertaba…

La tensión empezó a aumentar en la fiesta; mi padre ya estaba desanimado porque Giacomo no reanimaba a Bruno, cuando el prospecto de médico se iluminó e hizo voltear el cuerpo, le hundió el estómago con las dos manos, y de manera inmediata se escuchó “un fuerte pedo con olor a mozzarella”. Mío caro tío Francesco que estaba pendiente de la experticia de mi hermano, como buen abogado que era, además de poseer un humor mordaz, sólo atinó a exclamar “Se salvó La Nacional”.

La fiesta continuó en medio de música napolitana, especialmente La Dona e Mobile y Funiculi Funiculà; gritaron fuertes vivas a Giacomo por el milagro realizado, y jamás volví a ver tan contento a mi padre como aquel fin de año.

Pieno Di Scarafaggi. La primera vez que el doctor Michael escuchó que su joven primo Benito estaba “lleno de cucarachas” fue en una reunión familiar de los Malatesta. Todos en la casa eran de ideas liberales, no comulgaban con los sermones de los curas, aborrecían la santa inquisición de los godos, y estaban alejados de las ideas fascistas del Duce Mussolini. Formaban parte de esa generación de jóvenes con ancestro italiano, que llegaron al Pacifico nariñense entre 1925 y 1970, unos a ejercer su profesión, y otros a manejar el negocio de la madera, con apellidos como Bernardi, Bornacelli, Montini, Minervini, Natale y Maglioni.

El refinado Benito había estudiado en el colegio de los jesuitas en Pasto, y su formación casi rayaba entre lo divino y lo perfecto. Para él no había suplicio mayor que su mamá lo llevara a pasar la Semana Santa a la finca de Bocagrande, pues no soportaba la falta de cultura del tío Gabriel, quien con dos tragos incorporados le daba por hablar de billar, y echarles vivas al partido liberal. Tampoco toleraba que se comentara sobre la pedofilia de los curas, y su costumbre de desayunar con “pollo sudado”.

El doctor Michael quien hizo sus estudios de Medicina en Guayaquil, quedó intrigado por el supuesto problema de su joven primo, y sin preguntar nada ni consultar con alguien de los Malatesta quiso sanarlo por el lado clínico, y no por el aspecto sociológico. Empezó investigando el área de la infectología, para ver si era compatible que una cucaracha viviera dentro del organismo humano sin causarle daño. Encontró que los áscaris se reproducían al interior del intestino, y que fácilmente podían vivir mucho tiempo, pero que al final causaban enfermedades parasitarias leves como anemia, y prurito anal.

Leyó libros de farmacología clínica para diagnosticar si podía darle porciones mínimas de Bórax mezcladas con agua de coco, puesto que dadas sus propiedades diuréticas le harían expulsar todos los bichos. Pero desistió de tratarlo de esa manera, porque el boticario local le aconsejó que le pudiera generar retortijones, ahogo, y secar el estómago, y allí si sería peor.

Esta inquietud de sacar las cucarachas también le fue consultada por el doctor Michael al pariente Samuel, músico de oído, quien dio una recomendación genial: “Pongamos a Benito cerca de un equipo de música, le hacemos sonar al lado de la barriga el disco de rock and roll de los años 50 de Elvis Presley, puesto que las vibraciones de las guitarras eléctricas imprimen histeria en los seres vivos, y ésta hará salir en estampida a las cucarachas”. Sin embargo, desecharon esta receta, porque en el único almacén de discos de Tumaco no encontraron existencias de este género musical, sólo había música antillana a la “tutti plen”.

Desesperado el doctor Michael por no encontrar remedio alguno, decidió consultar la última opción con el tío Francesco, quien era un abogado izquierdoso de la Universidad de Nariño. Éste le aconsejó que no “perdiera su tiempo” tratando de sanarlo por el lado clínico, dado que la solución era enviar a estudiar al refinado Benito a Bogotá, y que en cinco años verían cómo se le habían ido las cucarachas de la cabeza.

Toda la familia se puso de acuerdo. Los padres de Benito, cansados de su rigidez mental, decidieron que el hijo tenía que ser armónico con las ideas liberales, y lo matricularon en la facultad de Derecho de la Universidad Libre, cuyos postulados eran masónicos, pero, que ellos los desconocían. Al cabo del tiempo, regresó graduado de abogado al puerto, y en la reunión de bienvenida que le hicieron, se despachó con toda la doctrina Rosacrucista, explicando el significado de las columnas del templo de Salomón, la Cábala, y la expresión “entre escuadra y compás”. Habló, además, de los hijos de la viuda, sobre la vida de los grandes maestros grado 33, y que ojalá estuviera vivo el ex presidente Olaya Herrera para que arreglara este país de godos y bandoleros; lo que hizo espantar a todos los Malatesta de la reunión.

El tío Francesco, quien se había quedado libando vino con su hermano Gabriel y el doctor Michael, sólo vociferaba que habría sido mejor dejarle las cucarachas adentro de la cabeza del “iniciado” Benito, y no tener en la familia un personaje de estos que denigraba de su clásico espíritu liberal, y que había hecho pacto con Luzbel al cambiar el pensamiento jesuita por el de la masonería.

Foto de portada. Mariana Arias

*Oscar Seidel. La obra literaria de este escritor tumaqueño ha sido publicada en diferentes diarios. Tiene una columna de opinión en el periódico virtual PÁGINA10.COM de Pasto.

Algunos italianos en Pasto (I)

Pese a las dificultades algunos europeos llegaron a Pasto. En julio 1º de 1949 vivían en esa región de Colombia: 50 alemanes, 2 austríacos, 30 españoles, 38 suizos, 6 franceses, 10 ingleses, 1 húngaro, 16 italianos, 1 portugués, 3 polacos y 5 rumanos. Estos son algunos de los italianos que llegaron después de la Primera Guerra Mundial.

Apartes del texto publicado en 2000, por Manuel Zarama Delgado, miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia *.

¨Hasta hace algunos años que difícil era llegar y que difícil era salir de Pasto. Difícil salir porque el comportamiento cordial y generoso de los pastusos subyugaba a los forasteros. Difícil llegar porque la naturaleza lo impedía. Al norte lo obstaculizaba el Patía, que era sinónimo de insolación, paludismo, carencia de agua. Jorge Ricardo Vejarano lo llamó ¨el Valle de la muerte¨ y ¨pestífero e infernal¨.

Cordovez Maure, refiriéndose al camino que unía a Pasto con Popayán dice: ¨las veredas o caminos que debíamos transitar se hallaban en el mismo mal estado en que las dejaron los españoles, con el aditamento de la carencia de víveres y demás recursos indispensables al viajero¨.

Y luego el Juanambú, donde la verticalidad de los abismos los convierte en murallas infranqueables. Al Oriente estaba la montaña del Tábano, con sus lluvias constantes y sus bosques inconquistables. Difícil llegar por el occidente por un bosque tropical húmedo, infestado de culebras y toda clase de alimañas donde el invierno es la única estación que rige todo el año¨.

En julio 1º de 1949 vivían en esta sección de Colombia: 50 alemanes, 2 austríacos, 30 españoles, 38 suizos, 6 franceses, 10 ingleses, 1 húngaro, 16 italianos, 1 portugués, 3 polacos y 5 rumanos. De acuerdo al censo de población levantado en 1951 vivían en Nariño 281 europeos, de los cuales 149 eran hombres y 132 mujeres, discriminados de la siguiente manera: 76 alemanes, 4 austríacos, 39 italianos

Entre los italianos que llegaron después de la Primera Guerra Mundial, figuran:

Emili Perini Girardi, nació en Lario de Grumes, provincia de Trento el 17 de octubre de 1906. Los estudios secundarios y superiores los realizó en el Instituto Técnico Salesiano de Verona, donde se graduó como ingeniero mecánico. En 1925 llegó a Bogotá por convenio con la comunidad salesiana como profesor del Colegio León XIII. En 1931 llegó a Pasto contratado por gobierno departamental. Algún tiempo después fundó los Talleres Industriales Asea, donde construyó gran cantidad de elementos agrícolas. Igualmente colaboró en la instalación de la hidroeléctrica del río Bobo, para la que fabricó e instaló la tubería de conducción. Se casó en Pasto con doña Laura Rodríguez, de cuyo matrimonio nacieron: Francisco, Ana, Jorge, María Cristina, Carmen, Emilio, Jesús, Gloria, José Luis. Don Emilio fue condecorado por el gobierno de italiano con la Cruz de Caballero de la República de Italia en el año 1960…

Familia de Emilio Perini Giraldi (albúm familiar)

A mediado de los años 30 vivió en Pasto el ingeniero Libio Chavenato; su esposa Adela Sepúlveda afirmaba que era la marquesa de la Cruz de Chavenato. Tenían dos hijas: Teresa y Angelita. Fue profesor de varias materias en la Universidad de Nariño, así como del colegio Javeriano. Diseñó el aula máxima de la Universidad y la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en Catatumbo.

Mariano y Pedro Lugari. Quienes se refieren a los hermanos Lugari, los recuerdan con simpatía. El doctor Mariano dirigió una granja, que en los años treinta tenía el departamento en la hacienda Santa Rosa, en el municipio de Imués. Investigó algunas variedades de trigo, siendo el africano el que logró mayor adaptación y rendimiento en la campiña surcolombiana. Además logró la adaptación del tomate y del comino. Fue Mariano Lugari el primero que en nuestro medio fabricó la salsa de tomate. Su hermano Pedro también vivió en Pasto. Radicados en Popayán se casaron con dos hermanas Castrillón. El director del Centro Experimental Gaviotas, Paolo Lugari, es hijo de don Pedro.

Domenico Barbato. Natural de Nápoles, comerciante; llegó a Pasto en abril de 1930 y a partir del negocio de sombreros logró un buen capital. Estableció la primera fábrica de sombreros que funcionó en Pasto, localizada en La Compuerta, hoy calle 18 con carrera 20. Como técnicos trajo a sus sobrinos Gaetano Barbato, Doménico y Angelo Nocera, que regresaron a Francia de donde habían venido en 1933. Casado con Graciella Yafullo, tuvieron a Angelo que llegó a Colombia en 1946 y siguió los pasos de su padre en el comercio; casado con Rosa Stornaiuolo, tuvieron a Carmen Pía, Rosa, Santina y Angelo que fue cónsul de Italia en Pasto. Otro hijo de Dómenico fue Norberto casado con Sofía Hinestrosa y que tuvieron a Sofía Helena, Ana Isabel, Aura Inés, Mónica Lucía y Norberto José.

Nació en Vevey el 18 de junio de 1905 y murió en Pasto el 11 de septiembre de 1980, Batista Gabusi llegó a Colombia como experto en ferrocarriles. Vivió un tiempo en República Dominicana. Se estableció en Pasto donde se dedicó al comercio y también actuó como árbitro de boxeo. Murió soltero.

Antonio Brando. Por 1910, se estableció en Pasto, este relojero de profesión quien contrajo matrimonio con Isabel Solís y tuvieron por hijos a Paulina, excelente violinista de concierto quien se casó con el músico Eduardo Narváez.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, llegó desde Nápoles el técnico en la elaboración de pastas alimenticias, Francisco Sansebiero, luego del conflicto vinieron su esposa Rosa Brigante y su hija Carmelina. En Pasto nacieron: Franco y Rosalba. Años más tarde facilitó la entrada al país de su hermano Rafael, comerciante, y buen señor, ya fallecido.

En marzo de 1953 llegó Andrés Randazzo, oriundo de Sicilia, gracias a su hermano el capuchino Cósimo Randazzo, quien en ese entonces vivía en Pasto. Andrés, al igual que su hermano Antonio, lograron amasar una notable fortuna gracias al comercio. Casado con Anita Córdoba, tuvieron los siguientes hijos: Giuseppe, Giovanni, Liliana, Santina, Álvaro Andrés. Andrés fue miembro del Club Rotario ¨Pasto¨ murió repentinamente en diciembre de 1983, desaparición que fue muy sentida dado el señorío, el civismo y la pulcritud moral que lo caracterizó toda su vida.

Pedro Mario Caseta Ferrari, que nació en Caserta y en Pasto se dedicó al comercio de textiles. Casado con Luz María Vodniza, tuvieron los siguientes hijos: Pedro Mario, casado con  Sofía Belalcázar; Vicente casado con Dora Muñoz; Antonio; José; María Luisa, casada con Guillermo Ramos; Ayda, casada con Franco Martínez; Fanny, casada con Franco Martínez; Fanny, casada con Guillermo Centeno; Gloria, casada con Julio Paz. Don Pedro, hombre sencillo y bonachón, murió en 1968.

En los años treinta se estableció en Pasto el comerciante napolitano Vicente Stornaiulo, quien se casó con Jesusita Valencia y tuvo las siguientes hijas: Gloria casada con Jaime Dulce; y Doris soltera.

María Barbato y Cósimo Nocera, llegaron a Pasto poco después de su matrimonio en 1947. Sus hijos son: Josefina casada con Edgar Villareal; Doménico con la quiteña María Sol Jijón; Graciela casada con Edgar Martínez; Damián casado con Beatriz García Montalvo; Sabina casada con el general Guillermo de la Cruz; Ana María Goretti casada con José Manuel Arroyo; Patricia casada con Gerardo Santander.

Cósimo que tenía un gran parecido con el torero Manolete fue persona cordial y buen amigo, falleció en 1978. Facilitó la llegada al país de su hermano Luis, comerciante que llegó en 1954 y murió en 1975. De su matrimonio con Marina Santacruz nacieron: Luis, casado con Carmen Alicia Pérez; Maribel; y Liliana.

En octubre de 1947 llegó Angelo Stornaiulo, personaje popular en Pasto, dedicado al comercio y soltero irreductible. En 1954 llegó a Pasto Pascual Barbato, quien inicialmente se dedicó al comercio y más adelante a la agricultura. En noviembre de 1958 se casó con Marta Zarama Delgado, de cuyo matrimonio nacieron María Annunziata, María Teresa, Andrés y Martha Lucía. Mario Bruschi, de profesión mecánico y más tarde comerciante, arribó a Pasto en 1955. Está casado con Ruth Zarama, y tuvieron dos hijos: Mario ya fallecido y Pier Paolo¨.

*Manual de Historia de Pasto: (Tomo IV, 2000) Estos son algunos apartes del artículo Algunos europeos en Pasto publicado en el año 2000, que además de italianos también informa sobre otros europeos en Nariño, como españoles, franceses, suecos, holandeses, ingleses, rusos, suizos, yugoslavos y alemanes.

Agradecimiento a la familia Zarama Rincón por su autorización para publicar varios de los textos escritos por el doctor Manuel Zarama Delgado (Pasto, 1931-2020).

Fue miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia, autor del libro: Nuestros años dorados, Pasto, su historia y sus personajes, (2017) y de numerosos capítulos de libros publicados en los Manuales de Historia de Pasto sobre: El trigo en nuestra comarca (Tomo III, 1999); Algunos europeos en Pasto (Tomo IV, 2000); Algunos europeos en Pasto (Tomo V, 2002); Algunos europeos en Pasto III, parte (Tomo VI, 2003); La carrera 27 o calle de Popayán, I parte, (Tomo VII, 2006); La carrera 27 o calle de Popayán, I parte (Tomo IV, 2006); La carrera 27 o calle de Popayán, II parte (Tomo VIII, 2006); Las guerras del día y el padre Arístides (Tomo X, 2009);  La aviación en  nuestra comarca (Tomo XIII, 2012); Monseñor Antonio María Pueyo de Val, CMF: obispo constructor de Pasto, (Tomo XVI, 2015); José Félix «El Vate» Castro: Editor, poeta y pastuso, orgulloso de su estirpe (Tomo XX, 2019); y otros capítulos de libros y artículos publicados en diversas revistas de Colombia y Ecuador .