Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Las relaciones diplomáticas y los lazos de amistad entre Italia y Colombia tan cordiales hoy en día, han sido una historia de amores y desamores con múltiples tropiezos, que se remonta a los siglos XIX y XX.
Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Las relaciones diplomáticas y los lazos de amistad entre Italia y Colombia tan cordiales hoy en día, han sido una historia de amores y desamores con múltiples tropiezos, que se remonta a los siglos XIX y XX.
Un recuento de la huella en nuestro país de los primeros inmigrantes de origen italiano en las épocas de la Colonia e Independencia, pasando por el legado de personajes como Agustín Codazzi, gestor de la Comisión Corográfica (1850-1859) y Oreste Sindici, quien musicalizó el Himno Nacional en 1887, hasta los motivos de Colombia parano incentivar en los últimos dos siglos, la migración extranjera a , a diferencia de otras naciones latinoamericana.
Anécdotas sobre cómo Gabriel García Márquez descubriría su vocación por el cine en su pueblo, Aracataca, en el Cine Olympia instalado por el comerciante calabrés, don Antonio Daconte Fama, en el patio de su casa en Las cuatro esquinas.
Los detalles del caso Cerruti y los 26 años de crisis diplomática entre los Estados Unidos de Colombia y el Reino de Italia entre 1885 y 1911, cuando las dos jóvenes naciones vivieron una crisis diplomática de grandes proporciones que se convertiría en un lío del derecho internacional privado, en el que estuvieron involucrados el rico comerciante piamontés garibaldino, Ernesto Cerruti y las autoridades del Estado Soberano del Cauca; y como mediadoras las dos potencias de la época: España y Estados Unidos.
Conferencia de historia dictada el 8 marzo de 2021, por invitación del Club Campestre de Cali.
Palmira (1*) se embarcó en la aventura más grande de su vida con su pequeño hijo Américo, el 18 de mayo de 1933 en el puerto de Trieste, para buscar a su amor, al joven Reynaldo Cavalet (2*), su esposo, quien había viajado hacía más de un año a la Argentina profunda.
¨No importa si te mojas al caminar, es agua bendita, no tienes por qué correr, solo camina siempre¨, palabras que pronunciaba ella cuando llovía y en las que se condensan la grandeza y la simplicidad de esta joven de la Italia rural que, con la fuerza de sus montañas y el arrojo de la juventud y del amor, emigró de Ponte Nelle Alpi (Belluno), la Italia Fascista y la dura Europa de entre guerras, en la búsqueda del propio territorio.
La séptima hija de Teodoro Bernardi y Regina De Fina (3*) se despidió, a sus 24 años, de sus afectos de infancia, su madre viuda, y de Paluc, la finca familiar enclavada en las Dolomitas, escenario de sus amores con el vecino picapedrero tímido, honesto y trabajador con el que se casó. Y partió a hacer la América, como en su momento lo hicieron sus hermanos mayores Virgilio, mi abuelo Antonio (4*), Mainardo y María Bernardi De Fina.
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1.María y Palmira Bernardi, con sus hijos Antonio Piai y Américo Cavalet. 2 Paluc, la finca de la familia Bernardi.
Emigrantes. Desde que se subieron al tren en la estación de Ponte, Palmira y su hijo Américo (5*) -nombre premonitorio-, se convirtieron en dos emigrantes transoceánicos más, mientras recorrían ese camino hasta el puerto de Trieste en el Adriático y, luego, durante la larga travesía a bordo del trasatlántico Neptunia (7*) rumbo a América del sur, el continente que dio la mano a tantos europeos para crear una nueva vida.
Esa joven madre y esposa albergaría sentimientos encontrados: el dolor de las separaciones y el miedo de las distancias; los recuerdos de una infancia vivida entre la orfandad temprana de padre y esa guerra, la del ´14´ (8*), que dejó un territorio devastado y en la ruina económica y una generación marcada, la de su Reinaldo, quien narraría a sus nietos argentinos con una risa dolorosa y el miedo a que se repitiera esa historia, del hambre de todos los días: ¨a mis diez años caminando por ahí encontré, con uno de mis hermanos, una casa abandonada, y en una alacena una torta de polenta, dura y llena de moho verde, que raspamos y comimos¨.
Palmira,
dura y sólida. Impresionante como las Dolomitas, las rocosas que rodean los parajes de Ponte, así era esta mujer que dio pelea a las
dificultades. Ella era ¨cómo
los pilares en los cuales se asientan las
fortalezas,
siempre miró hacia adelante¨, y así
debió mirar con la ilusión de reunirse con su esposo, cuando el Neptunia, ese
gigante de vapor se deslizó por las aguas del río de la Plata, al último de sus
puertos, y divisó la multitud que se agolpaba para darle la bienvenida a los
viajeros, entre ellos un porcentaje grande de parientes y paisanos ´tanos´.
Neptunia
Argentina. Buenos Aires fue el gran
receptor de la diáspora italiana en las últimas décadas del siglo XIX hasta la
mitad del XX en Argentina, un país que se preparó con tierras, trabajo duro,
salarios y leyes para recibir a los inmigrantes del mundo. Y los ´tanos´ del
norte, del sur, obreros, campesinos, cultivadores, panaderos, albañiles y
profesores, fueron la comunidad más representativa al momento de poblar y crear
la identidad argentina actual.
Reencuentro familiar. Muchos de los inmigrantes del Neptunia se quedarían en la capital que ya contaba con más de 2 millones de personas, pero otros seguirían. Palmira se adentró a la Provincia de San Luis para reencontrase con Reinaldo, quien laboraba en las canteras con un tipo de piedra muy particular, granito azul y negro, un oficio artesanal transmitido por generaciones en Ponte. Ahí, con la familia junta, Palmira laboró como muchas mujeres, preparando la comida para los obreros de la cantera. Y en Naschel nacería su segunda hija, Rensa Cavalet.
3.Rensa, Palmira, Américo y Reinaldo. 4. Palmira y Reinaldo.
Los Cavalet Bernardi en Mar del Plata. Luego saltaron hastaUnquillo (Córdoba), con sus hermosas sierras y magnífico clima, y a Tolosa, fuente de provisión de piedras para la construcción de ese populoso suburbio de La Plata, hasta llegar a Mar del Plata. Y en esa joven ciudad balneario que empezaba a brillar como destino turístico a finales de los treinta, donde estaba en auge la construcción de los tradicionales ´chalets Mar del Plata´, a partir de la materia prima extraída de las canteras que la rodean, Reinaldo, Palmira, Américo y Rensa echarían raíces, mientras al otro lado del Atlántico su familia italiana empezaba a vivir la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial (*7).
1946. Los Cavalet Bernardi en las escalinatas de la Rambla. Al fondo el Hotel Provincial y el Casino Central del Mar del Plata.
Piedra a piedra. Y en medio de ese
paisaje atravesado por las sierras que se abandonan en las aguas justo en Mar
del Plata, la joven pareja con sus propias manos y el
corazón, tallaría con el cincel esas piedras que son únicas por su diversidad
de tonos y colores, para levantar su casa en Primera Junta, un barrio despoblado
cercano a una cantera, con calles de tierra y sin acueducto, pero que con los
años crecería y quedaría ubicado a 20 cuadras del centro y a unas 25 cuadras de
los barrios más cotizados.
Don Reinaldo. Y fue el lugar donde Orlando Rinaldo Cavalet pasó a conocerse como ´don Reinaldo´, famoso por ser gran jugador de bochas en su querido Club Urquiza y donde este picapedrero que andaba en bicicleta y con acento italiano, también haría la fachada de piedra de la casa de su hija Rensa (6*) y su esposo Roberto Noguera, quienes serían los padres de Oscar y Claudio.
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5.Rensa Cavalet Bernardi 6. Américo Cavalet Bernardi. 1946 7. Palmira y Américo.8.Rensa con su marido Roberto y Américo con su esposa Iris
Américo y el Neptunia. Y en ese puerto sobre el Mar Argentino, el joven inmigrante italiano hizo su vida, Américo se casó con Iris Rodríguez en 1953 y tuvieron a Daniel Eduardo y Ricardo Alberto; y ahí montaría su Joyería y Relojería Neptunia: ¨Durante casi toda su vida Neptunia fue su referencia más importante y el logo del negocio fue un buque cruzando el Océano. Ahora valoro la importancia de ese nombre, de ese viaje en la historia de mi padre, a pesar de haber sido tan pequeño cuando llegó a Argentina¨, dice su hijo Daniel Cavalet.
Los nonnos. Aunque a la ´nonna´ Palmira y a don Reinaldo les llegaron los años y cuatro nietos, su aventura amorosa les perduraría toda la vida, una vida dura pero alegre en la casa donde cada noche compartieron una copita de grapa mientras hablaban en el dialecto de su tierra, fieles a sus ancestros. Ellos, como muchos inmigrantes, no volvieron a su lugar de origen, ni a sus afectos primarios y esa sensación de pérdida los acompañaría siempre, pero fueron parte importantísima de la historia argentina. Los sobreviven en Argentina sus cuatro nietos Daniel Eduardo y Ricardo Alberto Cavalet, y Oscar y Claudio Noguera; sus bisnietos Lucía, Julián, Ramona y Joaquín Cavalet, Ariel, Ignacio, Romina, Rocío y Mathías Noguera. Y dos tataranietos, Olivia y Simón.
Don Reinaldo
La nonna Palmira
La casa. Allí tendrían un gallinero y una huerta en un terreno baldío vecino. Él prepararía su vino de uva chinche, de la parra que cubría el patio. Y en esa casona, al lado de su mujer, él moriría por una afección pulmonar relacionada con su profesión antes de los sesenta años.
Américo, Iris, Ricardo y Daniel en la Joyería y Relojería Neptunia.
La nonna Palmira. Ella lo sobrevivió hasta los 90 años, aficionada a escuchar por radio los partidos de fútbol de Estudiantes de la Plata y la Juventus de Italia; a leer libros y ver cine del lejano oeste, a jugar las cartas, el Siete y medio y la brisca, y a cocinar las recetas de su tierra para sus nietos, como aquella Polenta que llevaba en bollos para comer en el camino a la escuela, el conejo y la tortilla de queso.
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9.Periódico italiano ´Voce amica del mio paese´ 1992
Palmira fue feliz en la vida que escogió, su centro fue su familia, la italiana y la argentina, su norte fueron sus dos hijos, Rensa y Américo, y sus 4 nietos serían sus cómplices. Siempre mantuvo los lazos con Ponte Nelle Alpi y su hermana Elide, dos años menor que ella, a través de cartas y un boletín de noticias. Parte importante de red de los afectos de los paisanos, fueron su hermana María y sus sobrinos Tony y Chochi Piai de Mendoza. Ella vivió bien, sobre todo en sus últimos años y siempre con esa nostalgia de la tierra perdida, la hermana que habitaba lejos en su querida Italia; hermana cercana en Mendoza y su hermano en la lejana Colombia.
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10.Palmira y Antonio Bernardi en Mar del Plata.11. María, Antonio y Palmira en Mendoza.
Gran alegría. Una de las más grandes alegrías al final de sus días para los tres hermanos Bernardi, Palmira, María y mi abuelo Antonio, sería su reencuentro en tierras argentinas en enero de 1976, luego de más de 50 años de su despedida en Ponte. Mi tía Italia, lo calificaría como un viaje inolvidable en el que se agotó el vino en las neveras de los primos de Mar del Plata y Mendoza, con eternas sobremesas, llenas de risas, gritos y un afecto que desbordaba cada día compartido… pero ese reencuentro de tres naciones, Italia, Colombia y Argentina, amerita un capítulo aparte, como también la relación de fraternidad que se forjó entre sus descendientes.
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12.Casa de Rensa Cavalet (izq.) y Roberto Noguera, a la vuelta de la casa de la nonna Palmira, junto a Fica Vidal, Gladys y Regina Bernardi. 13 y 14. Grupo familiar Mar del Plata 1976.
Ilustración de portada. Diseñadora Paula Henao. Fuentes citadas. *Gracias a la narración de los dos nietos de Palmira, Oscar Noguera y Daniel Cavalet, como también de algunas anécdotas de mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi, se ha reconstruido esta historia. Con el apoyo de Jorge Alonso Rengifo en la digitalización del archivo fotográfico de la familia. (1*) Palmira Bernardi de Cavalet, nació el 17 de octubre de 1908, en Paluc, la finca familiar en Ponte Nelle Alpi (provincia de Belluno) y murió en su casa del Mar del Plata el 15 de octubre de 1998.(2*) Reynaldo Cavalet, nació en Ponte Nelle Alpi el 27 de diciembre de 1904. Sus padres fueron Antonio Cavalet y Francesca Francech. Murió en Mar del Plata aproximadamente en 1966 (Argentina).
En esta paz he vivido los últimos veinte años de mi vida, en una localidad más pequeña que Cerrito o Guacarí en el Valle del Cauca (Colombia). Ni en mis peores pesadillas habría imaginado ver la locura que estamos viviendo en este momento.
Por Liliana Velásquez Urrego desde Italia*. Fiorenzuola d’Arda es un pequeño pueblo de 15 mil habitantes en la provincia de Piacenza, norte de Italia. Un pueblo que mi madre define como “Muy bello, pero demasiado tranquilo”. Todos se conocen. Los ancianos de ochenta años aún usan la bicicleta y los niños van caminando a la escuela.
En esta paz he vivido los últimos veinte años de mi vida, en una localidad más pequeña que Cerrito o Guacarí en el Valle del Cauca (Colombia). Ni en mis peores pesadillas habría imaginado ver la locura que estamos viviendo en este momento.
Fiorenzuola d’Arda (provincia de Piacenza)
Nunca nos iba a tocar. La China parecía demasiado lejana y las noticias que llegaban nos hacían creer que el Covid-19 nunca nos iba a tocar. Cuando la información del primer contagio en la población de Codogno, llegó al pueblo, recuerdo que estaba sentada en una pizzería con mi esposo y mi hijo. Todos hablaban de la reciente noticia y comenzó la preocupación, pues Codogno queda a 40 kilómetros de nuestra casa. Estábamos terminando de comer y ya había llegado una comunicación de la escuela de mi hijo con la noticia de la suspensión de clases.
Alberto Aliani y Liliana Velásquez
Alexandro Aliani y su mamá Liliana Velásquez
Codogno, zona
roja. En ese momento nuestra vida cambió.
Habían cerrado Codogno, declarándola zona roja por los casos que empezaron a
aparecer. Sin embargo, había en nosotros mucha ignorancia sobre la enfermedad.
Pensamos que con esa medida todo se iba a solucionar. Los bares y restaurantes
seguían abiertos, al igual que los almacenes y centros comerciales.
Portadores sanos. La noticia del primer paciente enfermo la recibimos el 21 de febrero. No lo sabía, pero mi esposo Alberto y yo, ya nos habíamos contagiado. Éramos portadores sanos y, seguramente, habíamos contagiado a muchas personas.
Al parecer desde diciembre ya se habían
presentado los primeros casos en el norte de Italia. Según datos publicados por
el periódico Libertá de Piacenza el
30 de diciembre de 2019, en una
semana el hospital de esta ciudad recibió cuarenta pacientes por una supuesta ´influenza´.
Ningún médico pensó en hacer exámenes de laboratorio a los pacientes que se
habían presentado a urgencias. ´Casualmente´ todos ancianos. Probablemente el
Covid-19 ya andaba silencioso entre nosotros.
La crisis. En menos de una semana empezamos a enfermar. Los
síntomas me recordaban un dengue que había tenido hace unos años en Colombia:
dolor en todo el cuerpo, fiebre, debilidad, malestar, dolor de cabeza. Mi
esposo estaba igual y nosotros seguíamos pensando que teníamos ´influenza´. La
preocupación llegó cuando el médico de familia nos dijo que no podíamos ir a su
consultorio y, mucho, menos ir directamente al hospital porque teníamos los
síntomas del Coronavirus.
Oficialmente
sanos. Noticia confirmada cuando mi esposo
empezó a tener problemas respiratorios y terminó en Urgencias. Tuvimos suerte,
porque aún había médicos disponibles y tuvo una atención oportuna. Regresó a
casa el mismo día con el diagnóstico: pulmonía interstizial de Coronavirus.
Fueron días muy duros, pero ahora estamos bien. Oficialmente sanos.
Gracias, además, a medicinas naturales y, sobre todo, actitud positiva.
Fiorenzuola d’Arda, la pesadilla de un pueblo contagiado. Sin embargo, muchas personas en nuestro pueblo aún no han tenido la suerte nuestra y han fallecido. Hasta el momento 125. Todos esos ataúdes que se ven en las noticias de televisión en fila, llevan amigos nuestros, vecinos, familiares. Llevan al señor que hacía el capuccino en el bar de la Via Emilia, al primo hermano de mi esposo, a la mamá de una de mis amigas más queridas. Muchos de esos muertos tienen una cercanía a nosotros.
Fiorenzuola d’Arda
Fiorenzuola d’Arda
Hay quienes han visto partir a sus
seres queridos en una ambulancia y quince días después de la muerte no han
recibido siquiera sus cenizas. Otros han tenido que despedir familiares
con una video llamada de una enfermera.
Mantener en alto la moral de la familia. Decidí dejar de llorar y agradecer la oportunidad que me está dando la vida, la felicidad de saber que estoy bien y de ver sanos a mi hijo Alexandro y a mi esposo Alberto. Decidí mirar menos noticias y dedicarme a otras actividades en casa. El miedo baja las defensas. Un modo de huir un poco de esta realidad para sobrevivir y mantener en alto la moral de la familia. Me he dedicado a hacer meditación, a hacer ejercicio, a leer, a escribir. Hoy quise escribir estas líneas. Puede ser que alguien las lea, se quede en su casa y salve la vida de muchas personas más. Puede ser que alguien tome conciencia y evite la pesadilla que nosotros hemos tenido que vivir.
http://www.labernardi.com/historias-de-hoy/
Lea la segunda parte de esta historia
* Comunicadora caleña radicada en el norte de Italia. Amante del arte, la cocina y los viajes.
Hoy preparé hojas de albahaca en almíbar, les aseguro que confabularon mis dos herencias e identidades, la italiana y la vallecaucana para que el resultado fuera una delicia con un aroma muy sutil, que sirve como casao con un helado de vainilla, un pedazo de queso de cabra o cuajada, o un yogur griego.
Cuentan que en la edad media y el renacimiento, tanto en Florencia como en Pisa y Padua, descubrieron el inmenso valor curativo y en la cocina de las plantas aromáticas, las cultivaron primero en los monasterios y luego, en los huertos. El Ocimum basilicum, basílico o albahaca, era usada en ese entonces, para los dolores de estómago y las naúseas.
Por
mi lado, les cuento que heredé el gusto por los dulces artesanales de mis tías
Prieto, criadas alrededor de un trapiche de panela y una hacienda de caña de
azúcar en el norte del Cauca, tierra con gran variedad de frutas, en la que se
cruzan tradiciones africanas, hispanas y nativas en los fogones de sus mujeres.
Pierdo la voluntad ante un Desamargado para Nochebuena con cáscaras de cítricos y brevas; un Mielmesabe o dulce de chicharrón con leche fresca cortada; un Cabello de ángel con papaya biche y lechosa; unos cascos de guayaba en almíbar; un melao de panela con cuajada; unas grosellas caladas; una cola de ratón con tomate de árbol o un dulce de mamey, todos ellos son alimento para mi alma y mi espíritu… y ni que decir de mi cuerpo.
Como por esta época tengo en el huerto albahaca en abundancia, coseché las hojas de esta planta mágica, portadora de buenas nuevas, originaria de la India, consagrada a Krishna, el dios del amor, y que está en forma permanente en la mesa de las ´mammas´ italianas, decidí incursionar con algo diferente a un buen pesto genoves. Me lancé a preparar unas hojas de albahaca en almíbar.
Si
quiere prepararlas, tenga en cuenta que para este tipo de dulce no se debe
tener afán ni usar un horno microhondas. En Italia se dice: ¨la calma é la virtù dei forti¨, la calma
es la virtud de los fuertes, un dicho que aplica para la cocina en cualquier
lugar del planeta.
Ingredientes para el almíbar:
1 taza de agua
1 /2 taza de azúcar
Un manojo de
albahaca
1 cucharadita de
zumo de limón
1 rama pequeña de
canela
Elaboración:
En una cacerola al
fuego, ponga el agua, la rama de canela y el azúcar.
Remueva y deje
hervir durante 20 minutos.
Incorpore la
cucharadita de zumo de limón y remueva con cuchara de palo.
Transcurrido el
tiempo de cocinado del almíbar y cuando esté tipo jarabe un poco espeso, incluya
las hojas de albahaca
Retire la cacerola del fuego y deje reposar
Sirva sobre una bola de helado, una loncha de queso o cuajada o con un yogur griego.
Albahaca fresca a la mano, esta planta crece con facilidad en una matera siempre que le dé un rayo sol.
Por Ana Milena Puerta*. La bella Roma es
muchas ciudades, muchas culturas y muchos mundos en una sola y trepidante
ciudad que te envuelve y sorprende. Me sentí abrumada cuando divisé, desde una buseta de transporte público, el
Coliseo Romano y pensé que jamás podría vivir en un lugar donde –mientras voy
al trabajo- me encuentro con tanta historia junta. Imposible.
Entonces caminamos con mi esposo, pasando un puente sobre el río Tíber, hacia el pintoresco barrio del Trastevere (detrás del río Tévere o Tíber) donde es posible no ver turistas, pero si muchos artesanos, paisanos, vendedores, caminantes o personas disfrutando de un buen café o una copa en sus diversos lugarcitos, bares y restaurantes.
Decidimos almorzar en uno de los locales más conocidos y visitados por los romanos en la Piazza Mastai, la Ostería Pucci, con la condición de no comer más pizzas o pastas sino una preparación de la tradicional cocina romana, algo que no conociéramos. Y la encontramos.
Los fundadores en 1947.
La Piazza Mastai
El eslogan de la Ostería Pucci: ¨tradizione, innovazione, eleganza, buon cibo¨
Se trata del Saltimboca, un
plato que se prepara con carne de carnero y prosciutto crudo, se acompaña con patatine
(papas) y una copa de vino blanco.
La siguiente receta, muy fácil y deliciosa, es una reinvención a partir de la original, con ingredientes colombianos. Tiempo de preparación: ½ hora. Ingredientes: 4 filetes delgados de lomo fino de res o ternera / Hojas de salvia / 4 lonchas de prosciutto o jamón serrano, de un tamaño similar a los filetes de carne / 1 y 1/2 vasos de vino blanco / Pimienta, sal / Una cebolla cabezona finamente picada / Dos cucharadas de harina de trigo / Palillos de madera / Aceite de olivas (2 cucharadas) / Mantequilla (2 cucharadas).
La salvia (Salvia officinalis), originaria de la región mediterránea, esta hierba aromática es muy usada en la cocina italiana, especialmente para adobar o condimentar la carne de cerdo o carnero.
Elaboración: en una tabla salpimiente cada filete, luego extienda uno a uno, coloque sobre el lomo unas hojas de salvia, luego una loncha de prosciutto o jamón serrano y asegúrelos con un palillo a cada lado. Pase cada filete listo por harina de trigo y sacuda el exceso. Reserve hasta tenerlos listos todos. Caliente una sartén amplia y vierta el aceite de olivas y la mantequilla, coloque los filetes por la parte donde va el jamón serrano, sofría por un minuto, voltéelos por la otra cara y deje sofreír otros dos minutos. Sáquelos del sartén. Coloque a sofreír en el mismo sartén las cebollas finamente picadas hasta que doren y luego sobre ellas el vino blanco. Reduzca un poco la salsa. Sirva cada filete en platos y vierta sobre ellos la salsa. Puede acompañarse con tajadas finas de papas fritas o papas horneadas y
ensalada verde.
*Caleña, comunicadora, conversadora y escritora de poemas, cuentos y recetas de cocina. Amante de la literatura, la cultura ciudadana y el mar.Coleccionista de atardeceres, aves en vuelo y charlas interminables.