Sábado, 13 de junio. ¿Será que sí cambiamos…?

Guardo la esperanza de que este momento difícil que vivimos nos deje enseñanzas para el presente y futuro de la humanidad. Aunque, lo confieso, soy pesimista

Carlos es un hombre de esos pocos que encarna el equilibrio. Lo saben bien quienes comparten con él las tareas en un ingenio del Valle del Cauca y de eso da testimonio el matriarcado de su casa. Hoy comparte con nosotros este escrito, al que le sacó tiempo del muy poco que, de hecho, le queda. Bienvenido Carlos a este espacio:

Carlos Martínez

La famosa cuarentena necesaria para enfrentar la pandemia del Covid-19, se toma de acuerdo a diferentes variables, de las cuales me atreveré a escribir, más como un ejercicio para plasmar mis pensamientos que un ejercicio con rigor investigativo. 

En su historia, la humanidad ha tenido que enfrentar otras pandemias, como la Peste Negra en el siglo XIV,  propagada en Asia Central, Europa y África, que dejó un número estimado de muertes de entre 75 y 200 millones de personas. 

Para el siglo XVI, encontramos la viruela, que, se estima, acabó con la vida de unos 56 millones de personas. Y más reciente es la «gripe española», propagada  a nivel mundial durante 1918-1919, con una cantidad de muertes estimada al menos en 50 millones a nivel mundial. Al día de hoy, el Covid-19 ha causado la muerte a algo más de 400.000 personas. 

Una variable importante es la edad que, considero, juega un papel importante en la aceptación de los confinamientos obligatorios. En Colombia, el 60% de la población está entre los 15 y los 60 años, con actividades diarias como estudio y trabajo en su mayoría. Muchas de esas personas  viven del trabajo informal y del rebusque diario, por tal motivo ha sido complejo aceptar las disposiciones y protocolos de seguridad. 

El nivel educativo también incide en la aceptación de la situación actual. En Colombia, 56 de cada 100 colombianos no terminan la  secundaria. En un mundo globalizado como el actual, en donde cualquiera, por medio de los diferentes canales de comunicación actual, puede dar opiniones, hay dos tipos de mensajes. Uno, de los profesionales en materia de salud y similares. Y otro, esa gran mayoría que habla fuera de contexto y crea  confusión en las personas, generando además un ruido innecesario que entorpece la labor de las entidades que, gracias a su conocimiento y experiencia,  tienen la capacidad  de enfrentar este tipo de situaciones. O, al menos, la autoridad científica para hacerlo.

Los estratos sociales también cuentan. El 72% de nuestra la población se encuentra en los estratos 1,2 y 3. El  otro 28% en los 4, 5 y 6. En esa misma línea, el promedio de área de vivienda en los estratos bajos está en 33 metros cuadrados, mientras en los estratos más altos está por encima de 75 m2, y si hablamos de los  5 y 6, el área es mucho mayor. Mantener una cuarentena en espacios reducidos genera traumatismos, con afectaciones de tipo sicológico y una convivencia es más compleja. Eso es lo que estamos viviendo. Eso explica muchas muchas cosas.

Existen muchas variables más. Por ejemplo, me decía un amigo que esto es  lo más parecido a una guerra. Estoy de de acuerdo. Aunque si uno hace ese tipo de analogía entre el conflicto armado del país y la pandemia algunos pueden caer en en el error de percibirla como una exageración y rechazar las medidas restrictivas tomadas para combatir la pandemia, esas que, finalmente y así debemos reconocerlo, han ayudado a salvar cientos de miles de vidas. 

Guardo la esperanza de que este momento difícil que vivimos  nos deje enseñanzas para el presente y futuro de la humanidad. Aunque, lo confieso, soy pesimista. La historia dice que hemos pasado por pandemias, desastres, guerras mundiales, etc., y no cambiamos. Todos los días comprobamos cómo es más fuerte la ambición y el egoísmo del ser humano antes que  pensar un poco en los demás.

Cuídense y muchas gracias por leer este texto.

Viernes, 5 de junio. Llegar a casa

Una simple actividad como tomar una foto puede proporcionarnos momentos de esplendor y admiración. Esos pequeños detalles hacen que nos demos cuenta que el oxígeno es muy importante y aún los gobiernos no lo cobran

Como cada uno de nosotros, Weimar mira la actual cuarentena desde su propia perspectiva. Y si nos guiamos por las fotos que comparte, ese ángulo es envidiable. Al fin y al cabo, tener contacto permanente con la naturaleza se ha convertido en lujo. Gracias Weimar por compartir sus reflexiones y cuídese mucho, al lado de los suyos.

Hace poco más de dos meses nuestros días transcurrían incólumes, invadidos por una cotidianidad enquistada bajo la promesa efímera de una renovación que nunca llegaba. Así, venía a casa después de una larga jornada de trabajo, reuniones, audiencias y un cúmulo de ocupaciones diarias que nos distrajeron de esos pequeños detalles que le dan sentido a la vida.  

El arribo no era más que una acción mecanizada y frívola al no advertir los innumerables y maravillosos recursos alrededor de esa llegada que pueden recargarnos de energía y buena vibra al momento de ser recibidos en casa. Quedamos inmersos en lo rutinario, aplazando iniciar ese tan anhelado curso de manualidades, desarrollar el hobby en torno a la lectura, tañer un instrumento y un sin número de cosas que durante toda la vida hemos querido hacer y siempre postergamos. Eso, sin mencionar la gran cantidad de tiempo que nos quita la tecnología al adentrarnos en la visualización de redes sociales y otros, mermando de sobremanera los momentos en familia, los abrazos filiales, los juegos de mesa, hasta llegar al punto que la comunicación tendría que ser por whatsapp.

El aislamiento ante la inmensa inactividad obligatoriamente me llevó a detenerme y hacer una reflexión de por qué siempre aplazaba mi renovación. Fue ahí cuando me detuve en la inmensidad que nos proporciona el universo en el diario vivir, tan solo, llegar a casa y dedicar el tiempo mínimo para advertir los detalles de la naturaleza, la misma que apreciamos en publicaciones ajenas sin darnos cuenta de que la tenemos al alcance de nuestro tacto y mirada.

Me di cuenta que sólo teníamos dos alternativas – regocijarnos o lamentarnos –  fue así, como escogí lo primero y  he dedicado tiempo a hacer las fotografías que les comparto, dándome cuenta lo bendecidos que estamos para afrontar esta calamidad, mientras que la mayoría pasa sus días en apartamentos y hogares que no van más allá de las cuatro paredes, con vista a una jungla de cemento. Nosotros en cambio gozamos de un ambiente natural y desde donde adquiere significado la frase aquella que dice “Felicidad se encuentra en los detalles más pequeños”, haciendo referencia que una simple actividad como tomar una foto puede proporcionarnos momentos de esplendor y admiración. Esos pequeños detalles hacen que nos demos cuenta que el oxígeno es muy importante y aún los gobiernos no lo cobran, y que cada día en el mundo mueren miles de personas por falta del mismo, y otras tantas están conectadas ahora mismo a respiradores artificiales luchando por su vida.

De todo ello concluyo que la cuarentena ha tocado nuestras fibras más sensibles, como también hemos mejorado la comunicación en nuestro entorno. Hay solidaridad, respeto y trabajo mancomunado para mejorar nuestro Conjunto. Por eso, no bajemos la guardia para que el hecho de superar este suceso no converja en devolvernos a las costumbres anteriores, explotemos las once virtudes que según Aristóteles debemos practicar para llegar a la felicidad. Aprovechemos pues este entorno, teniendo en cuenta que la obra maestra de la naturaleza es la familia, dediquemos el tiempo para fortalecer los lazos y demos gracias a Dios por todas las cosas que pone en nuestro camino, siendo más las buenas. Al final verán que saldremos adelante y con paso firme de esta pandemia.

Diario de cuarentena de Víctor Diusabá

¿Cuánto nos cambiará la vida y por qué no volveremos a ser los mismos? Desde abril el periodista y escritor Víctor Diusabá nos ha ido llevando a través de testimonios diversos, a este viaje sin regreso a la nueva cotidianidad.

Desde hoy el blog La Bernardi cuenta con un columnista y escritor invitado, Víctor Diusabá, quien con su pluma nos vas llevando cada día en estos Viajes sin regreso a la nueva cotidianidad, a preguntarnos ¿Cuánto nos cambiará la vida y por qué no volveremos a ser los mismos?

http://www.labernardi.com/invitados/diariodecuarentena/

Estos son algunos apartes del Diario de cuarenta.

JUEVES 2 DE ABRIL. “Nos enfermamos mi marido y yo al mismo tiempo más o menos. Empezó con dolor en el cuerpo, dolor de cabeza, como si fuera un dengue. Sin embargo empezó la fiebre y, para resumir, tuvimos 15 días de fiebre…” . Es Conchita Penilla desde el lugar de Francia donde habita con su marido. Espero que vayas mejor y que todo no haya sido más que un  susto para ustedes, aunque la otra huella – la mortal que cada vez es más grande en ese país, como lo es en casi toda Europa y en los Estados Unidos -, esa huella, no se borrará jamás…

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MIÉRCOLES 1 DE ABRIL. Como diría mi mamá, terminé rendido. Y eso que no toca planchar. O sí, pero ahora no es necesario.
¿Es acaso el planeta una inmensa fábrica de producir polvo? Y los baños, ¿por qué nunca apreciamos un baño limpio y le damos el valor que merece?
¿Dónde están los secretos guardados del uso de la escoba, que ni siquiera tienen un buen tutorial en la red?
Y los espejos, ¿se limpian de arriba hacia abajo o de izquierda a derecha, o todas las anteriores?…

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MARTES 31 DE MARZO. Han pasado 48 horas desde cuando me expuse al ir de compras a un mercado del pueblo donde habito. He cometido varios errores que quizás no me pasen factura porque, hasta donde se sabe y a esta hora, 6 y 29 de la tarde, no hay reporte de contagio en el lugar. Pero valió la pena. No soy el único que tiene miedo, lo cual me lleva a vivir como tonto en el mal de muchos.

Solo que, a la vez, he conocido a Sandra y ella me ha enseñado su rostro del valor, de la valentía. Es una mujer locuaz, tal cual ya me lo había advertido días antes Ómar, desde España, donde vive hoy al lado de parte de su familia la tragedia más grande de ese país desde la Guerra Civil  (1936 – 1939) y la posguerra

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LUNES 30 DE MARZO. Dejé a punto muchas cosas ayer, esas que, igual, no voy a terminar hoy. La primera, el largo trecho, sobre el que no escribí, entre el primer confinamiento – decretado en todo el país a instancias de la determinación de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, secundada a regañadientes por el presidente Iván Duque, como parece será de aquí a ¿abril?, ¿mayo’, ¿junio? ¿más allá? de 2022…

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DOMINGO 29 DE MARZO DE 2020. Son las 12 y 16 minutos del mediodía. Más que ser domingo, veo, por el calendario que hay en un mueble de la casa, que es domingo  29 de marzo de 2020. Ayer también parecía ser domingo, aunque era sábado.

En cambio, el viernes no tenía cara de viernes, ni tampoco de sábado; menos, de domingo. El viernes 27 fue anodino, nadie se dio cuenta que era viernes, el mejor día de la semana. Ya veremos cómo amaneceremos mañana, lunes. Porque el lunes de la semana pasada fue festivo y aunque, igual estábamos encerrados a la fuerza, el cerebro mandó órdenes de ‘puente’ al cerebro y nos lo tragamos entero, estuvimos dizque en descanso. ..