El ausente: cuento de Rosa Isabel Zarama

La doctora en historia e investigadora nariñense, Rosa Isabel Zarama Rincón, presenta Cuentos para tardes azules, un libro en el que recopila trece historias entrañables sobre la vida cotidiana aparentemente sencillas, en que la normalidad y los días apacibles irrumpen con el brillo de un descubrimiento. Para los lectores de La Bernardi publicamos El Ausente, obra ganadora del II Concurso Nacional de Cuento Iris (Pereira, 2000).

La doctora en historia e investigadora nariñense, Rosa Isabel Zarama Rincón (*), presenta Cuentos para tardes azules, un libro en el que recopila trece historias entrañables sobre la vida cotidiana aparentemente sencillas, en que la normalidad y los días apacibles irrumpen con el brillo de un descubrimiento. Para los lectores de La Bernardi publicamos El Ausente, obra ganadora del II Concurso Nacional de Cuento Iris (Pereira, 2000).

Mientras el presentador se deshacía en elogios, yo sonreía con cierta complacencia. Por supuesto, eran ciertas sus palabras, a lo largo de veinte años de trabajo profesional había sobresalido como una de las mejores fotógrafas del país. Recibí premios en Colombia y en el exterior. Me casé con un brillante profesional y, por mutuo acuerdo, resolvimos no tener hijos. Aprovechamos el tiempo y el dinero que teníamos disponibles para colaborar con una fundación que ayudaba a niños con problemas cardíacos. Mirando al pasado, me sentía casi plena con mi vida. Cuando el presentador terminó, sentí el cálido aplauso del público, de nuevo sonreí y empecé mi conferencia.

Cuando concluyó la exposición, me senté tranquila en las cómodas sillas del elegante café del aeropuerto. Tenía un tiempo para mí, sin pensar en el trabajo; mis recuerdos vagaban entre uno y otro momento de mi vida. Cuando, de pronto, me acordé de Andrés… Aunque habían pasado más de dieciocho años sin verlo, recordarlo me producía emoción y, al mismo tiempo, rabia. Fue el hombre que tanto quise en mis años de profesional recién egresada, su compañía fue enriquecedora y desafiante. Nos entendíamos bien, por esa razón, nunca comprendí por qué desapareció repentinamente de mi vida. Un jueves se fue de viaje y nunca volví a saber de él. Durante varios meses intenté buscar una respuesta “apropiada” para explicarme su partida, pero no lo logré. Al recordar a Andrés y pensar en su pelo ensortijado, tuve que reconocer que a pesar del tiempo y la distancia aún no lo había perdonado. En ese momento sentí que el corazón se me encogía. Si quiso irse de mi vida, por qué no me lo dijo, qué motivos tuvo para hacerlo.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos y mis sentimientos que no me di cuenta que una persona se había parado a mi lado, cuando reparé en su presencia no lo podía creer: era Francisca, la hermana menor de Andrés. Me puse de pie y nos abrazamos, después de tantos años, me produjo una gran felicidad volverla a ver. La invité a sentarse; al hablar con ella y observar su cara y sus gestos, el recuerdo de su hermano volvió nuevamente a mí y sentí indignación. Pero resolví no preguntar. Me contó que estaba de paso por Bogotá, para continuar su viaje a Buenos Aires, ciudad en donde vivía, y que en ese momento se encontraba en el aeropuerto porque la había dejado el avión.

Riéndose me dijo: – ¡Qué bueno encontrarte, no hay mal que por bien no venga! Si mi esposo se entera que llegué tarde a chequearme, me deja de hablar durante una semana. Tendré que inventar una excusa creíble.

Francisca hablaba acerca de su vida en Argentina. De pronto comentó: – En abril de hace dieciocho años llamé a tu hogar, pero nadie contestó. Fui a buscarte a tu casa, nadie me atendió, estaba desocupada. Luego llamé a tu trabajo, pero el conmutador siempre estaba ocupado. – Es cierto, ese fue un período de muchos cambios. – En esos días tenía muchas ganas de hablar contigo, y mi mamá extrañó que no te comunicaras con ella.

Me abstuve de preguntarle para qué querían hablar conmigo. Solo comenté: – En esa época nos mudamos de casa y, efectivamente, el conmutador de la empresa estuvo dañado meses a causa de las fuertes lluvias.

No sé si me escuchó, pues no paraba de hablar. Mientras tomábamos uno y otro café, me contó acerca de su vida, su hogar y su trabajo en Argentina. Continuaba siendo la persona agradable que conocí. Pero mientras la oía, pensaba en Andrés, ¿en dónde viviría?, ¿estaría casado?, ¿y su trabajo? A lo largo de estos años de rabia me extrañó no escuchar su nombre en los medios de comunicación, pues era un profesional con un futuro promisorio.

De repente, Francisca miró su reloj, se puso de pie, tomó su abrigo y su bolso y comentó riéndose: – Me voy. Tengo que ingresar a la sala de espera. No me puedo perder dos vuelos el mismo día. Me encantó verte.

– ¿Qué hay de Andrés? – ¿No sabes nada de él? —preguntó con admiración. – No. – Murió repentinamente hace dieciocho años… Bueno, querida, debo correr a la sala de embarque, chao. La vi desaparecer con pasos apresurados y su pelo largo y ensortijado en movimiento.

Comentarios sobre Cuentos para tardes azules

En Cuentos para tardes azules nos encontramos con la maravilla de lo cotidiano. Estamos ante trece historias aparentemente sencillas, en las que la normalidad y los días apacibles irrumpen con el brillo de un descubrimiento. Rosa Isabel Zarama logra personajes cuyo mundo se estremece con temblores discretos, que reconocemos de inmediato no solo porque los hemos vivido, sino porque su escritura les da una nueva magnitud. En estos cuentos, la pérdida del amor, los seres queridos que se van para nunca volver o el deseo incesante de aferrarnos a la vida, tal y como la conocemos, aparecen insistentemente para recordarnos que siempre podemos asombrarnos con todo lo que damos por sentado: Mariela Guerrero Vélez, gestora cultural, promotora de lectura y librera.

Es un libro que cautiva al lector desde las primeras páginas, no sólo por el interés que suscita en conocer el desenlace de cada relato, sin por la sorprendente facilidad de la autora para revelar esos secretos que rara vez salen a la luz, en medio de la naturalidad en la cual fluye la vida cotidiana. Rosa Isabel Zarama refleja a través de su obra, una aguda sensibilidad para observar y descifrar la naturaleza humana, y plasmar a través de la literatura, su complejidad: Patrizia Castillo, escritora y periodista.

Relatos amenos, lectura sencilla, situaciones cotidianas y experiencias que, precisamente por estar enmarcadas y contempladas desde la mirada reflexiva de lo cotidiano, logran volverse extraordinarias al leerse en una tarde lluviosa, con suave música de fondo y rodeados de la apacible paz que brinda el hogar. Tal es la magia que resguardan las páginas de Cuentos para tardes azules; Juan David Bastidas, escritor.

Rosa Isabel Zarama Rincón (*Pasto, 1967) Doctora en Historia, a lo largo de treinta años de ejercicio profesional investigó, publicó y comunicó sobre la historia colonial y el siglo XIX, principalmente, del territorio del actual departamento de Nariño, desde la perspectiva de la vida cotidiana y la historia cultural; autora de libros, artículos y capítulos de libros.

Ventas. Bogotá: La Librería de Ana, https://www.lalibreriadeana.com/ www.autoreseditores.com WhatsApp: Autora 3118817356. Pasto: Taller Tierra Pastusa y Librerías: Camino a Casa, Shirakaba. Ipiales: Librería Ipiales