Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Una mirada sobre los alcances y los efectos que tuvo el conflicto bélico mundial más sangriento del siglo XX para los inmigrantes italianos que vivían en Colombia, un país que los declaró enemigos y los persiguió junto como otros extranjeros residentes en este territorio para ese momento.
Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Una mirada sobre los alcances y los efectos que tuvo el conflicto bélico mundial más sangriento del siglo XX para los inmigrantes italianos que vivían en Colombia, un país que los declaró enemigos y los persiguió junto como otros extranjeros residentes en este territorio para ese momento.
Conferencia de historia dictada el 10 de abril de 2021, por invitación del Club Campestre de Cali.
Cuentan en mi familia qué a mi bisabuelo, Luis María Ospina Arcila, se le corrió la teja los últimos años, y que sus once hijos sólo se dieron por enterados cuando vieron el edificio que construía en un despeñadero de un paraje en medio de la nada, donde papá Luis literalmente se había dedicado a enterrar el dinero que recogía por la venta del ganado de sus fincas en tierras caldenses.
Cuentan en mi familia qué a mi bisabuelo, Luis María Ospina Arcila (1*), se le corrió la teja los últimos años, y que sus once hijos sólo se dieron por enterados cuando vieron el edificio que construía en un despeñadero de un paraje en medio de la nada, donde papá Luis literalmente se había dedicado a enterrar el dinero que recogía por la venta del ganado de sus fincas en tierras caldenses.
El tratamiento. A inicios de 1943, mamá Anita (2*), mi bisabuela, tomaría le decisión emprender el largo y difícil camino de Manizales a Bogotá con parte de su numerosa prole, para llevar a papá Luis con un galeno recién llegado de Europa, quien se había vuelto famoso por experimentar con sus pacientes una nueva terapia a punto de electrochoques para devolverles la razón con esos terribles sacudones eléctricos en el cerebro.
EnBogotá. Los bisabuelos se hospedarían varios meses con su hija Camila Ospina(3*) y su yerno italiano, el constructor Antonio Bernardi(5*), en su residencia del barrio Bosque Calderón Tejada, donde los nietos, Regina, Gladys, Italia y Mainardo, se encariñarían con ese niño abuelo que los llevaría de caminata al cerro y que sembraría una huerta en esos terrenos baldíos, tal vez con la nostalgia por su campo.
Y así, poco a poco, papá Luis se perdería en los recovecos de su memoria que lo llevarían de una época a otra, cuando huérfano de padre a los doce años saldría de Aranzazú a colonizar la zona de Dosquebradas; cuando adquiría la primera de sus haciendas, El Bosque; cuando se casaría antes de finalizar el siglo XIX, con una de las hijas de la familia de la finca vecina, en 1899; y cuando uno a uno fueron llegando los hijos y las hijas…
La muerte. A los seis meses de estadía en la capital de la República, ese arriero recio y trabajador, exhalaría su último suspiro a los 73 años, el 9 de julio de 1943, en el cuarto de sus nietas, Gladys e Italia Bernardi. Italo Mirkow, su pequeño nieto de 5 años, se encargaría de anunciar “se murió el abuelo” a todo el clan de los Ospina Mejía que había viajado para estar presente en sus últimos días, mientras subía y bajaba las escaleras de la gran casona.
Los gritos y sollozos de esas nueve hijas y los lamentos de esos dos hijos paisas, sacarían de la tranquilidad habitual a ese vecindario bogotano ´estirado, donde a las pocas horas de la muerte, desfilarían parientes y amigos para asistir a la velación de papá Luis en medio de rezos y oraciones y mucho caldo de gallina y tinto para pasar de largo, esa noche.
Entierro en chiva. Pero más aterrados quedarían en el barrio cuando en la fría madrugada, se parquearía una chiva en plena calle, ese colorido bus escalera que solo se veía en las plazas de los pueblos y en los empinados caminos de la geografía nacional para el transporte de campesinos y sus cosechas. Observarían como sus dos vecinos italianos, Antonio Bernardi y Mario Mirkow (6*), acompañados de sus cuñados, Antonio Luis y Lorenzo, sudaban subiendo con lazos y poleas los dos cajones del féretro de papá Luis y lo amarraban al techo.
El clan de los Ospina Mejía: izq. con sus 9 hijas y der. los once hijos de papá Luis y mamá Anita.
A Manizales. El lloroso cortejo fúnebre de las hijas, Carmen Emilia, Benigna, Camila, Pastora, Teresa, Luisa, Emelia, Alicia y Graciela(4*), vestidas de negro riguroso, ocuparía las sillas con trastos y trebejos, incluidas las bacinillas y el fiambre para las paradas técnicas obligatorias de ese triste retorno.
El par de concuñados italianos dirían adiós a sus esposas y a la parentela Ospina, sería uno de los pocos momentos en los que ellos sentirían gran alivio de no poder sumarse a esa penosa misión de conducir el ataúd del suegro hasta Manizales por el confinamiento impuesto por las autoridades en la Capital de la República. Como estaban en plena época de la Segunda Guerra Mundial, a estos dos extranjeros les estaba totalmente prohibido moverse libremente por el territorio colombiano, ya que eran considerados enemigos del Estado Colombiano.
La sociedad manizalita y familiares de Pereira, Armenia, Circasia y Dosquebradas, se movilizarían hasta la morada de los Ospina Mejía en pleno centro, para despedir a ese hombre que había levantado su patrimonio a pulso, que dejaba como herencia seis fincas cafeteras y ganaderas en el Viejo Caldas y varios predios en esa ciudad a donde había arribado con su familia veinte años atrás a lomo de mula para instalar una compra venta de café.
Arriba Papá Luis y mamá Anitarecién casados con la familia Ospina Arcila de Aranzazu. Abajo, las hermanas de papá Luis.
La familia política. Las seis hermanas del difunto llegarían a exigirle a su cuñada, mi bisabuela, abrir el doble cajón sellado con cuatro clavos para despedirse de papá Luis, sin embargo, ella que no sobrepasaba el metro y medio y era una mujer muy dulce, fue la primera vez que impondría su autoridad para impedirlo, porque el formol ya empezaba a perder su efecto de conservación del cuerpo. Mamá Anita despacharía a la familia política con esta frase: “muerto el ahijado acabado el compadrazgo”.
La Velación. Cuentan que fue tanta la gente que subió a la sala principal para la velación por el eterno descanso de mi difunto bisabuelo, qué ante el peso de los visitantes, cedió la segundo planta durante el primer día del Novenario. ¡La casa se desfondó! Una multitud despediría hasta su última morada, una tumba en el Cementerio San Esteban, al patriarca del clan de la familia Ospina Mejía.
*Gracias a la narración de mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi Ospina se han reconstruido las vivencias de la familia Ospina Mejía en esa época.
Familia Ospina Mejía. (1*)Luis María Ospina Arcila, papá Luis´: 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá(2*) Ana Joaquina Mejía Gutiérrez, mamá Anita´: 1877 Pácora – julio 22 de 1963 Manizales. (3*)Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970).Carmen Emilia Ospina de Ocampo: diciembre 1 1900 – abril 3 de 1987 Manizales. María Benigna Ospina de Restrepo: junio 27 de 1903 – abril 3 de 1991 Medellín. Pastora Emilia ´Aporita´ Ospina de Gómez: agosto 11 de 1906 – julio 24 de 1991 Manizales. Teresa Ospina de Mirkow: octubre 7 de 1907 – febrero 14 de 1993 Bogotá.Antonio LuisOspina: diciembre 21 de 1908 – marzo 20 de 2001 Cali. María Luisa Ospina de Lobo, mayo 21 de 1910 – enero 18 de 1987 Bogotá.María Emelia Ospinade Botero: marzo 19 de 1912 – febrero 7 de 1999 Manizales.Alicia Ospinade Villegas: 27 de febrero de 1915 – mayo 20 de 1997 Manizales.Lorenzo de Jesús Ospina: octubre 21 de 1919 – abril 3 de 1984 Pereira. Graciela Ospina de Moya: septiembre 16 de 1921- octubre 28 de 2013 Cali.
(5*) Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi Viller (hijo de Bartolo Bernardi y Yacomina Viller) y Regina De Fina Zitran. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977).(6*)Mario Mirkow: 2 de diciembre de 1903 en Trieste, 1977 en Bogotá.
Sumerjámonos en la Trieste literaria de Stendhal, Freud, Julio Verne, Italo Svevo, Umberto Saba, Claudio Magris, James Joyce, Marisa Madieri, Reverte y Jan Morris. Se dice que Trieste, esa ciudad puerto sobre el Adriático, es el secreto literario mejor guardado de Italia, una ciudad donde se conserva la tradición literaria y que sigue siendo fuente de inspiración en el siglo XXI.
Sumerjámonos en la Trieste literaria de Stendhal, Freud, Julio Verne, Italo Svevo, Umberto Saba, Claudio Magris, James Joyce,Marisa Madieri, Reverte y Jan Morris. Se dice que Trieste, esa ciudad puerto sobre el Adriático de la cual repasamos ya su historia, es el secreto literario mejor guardado de Italia, una ciudad donde se conserva la tradición literaria y que sigue siendo fuente de inspiración en el siglo XXI.
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El Siglo XIX
El escritor francés Stendhal, el de La Cartuja de Parma y Roma, Nápoles y Florencia, que es toda una declaración de amor por Italia, vivió unos cuantos meses como cónsul de Francia en Trieste hacia 1830, en las épocas en las que era el puerto más importante del Imperio Austro Húngaro.
Cuentan que el jovencito austriaco, Sigmund Freud,hacia 1876, pasó un año en la estación de investigación de biología marina de Trieste tratando de resolver cómo se reproducían las anguilas. El padre del sicoanálisis desmembró a más de cuatrocientas anguilas y publicó el artículo –Observaciones sobre la configuración y estructura fina de los órganos lobulados de anguilas descritos como testículos-.
Los seguidores de Julio Verne seguro que se han leído y releído, la que se considera su novela más revolucionara ambientada en la Trieste y la Istria de los Habsburgo y que apareció en francés y por entregas, en el diario Le Temps en 1885. Se trata de Matías Sandorf, en la cual relata las luchas de un conde magiar por la independencia de su patria, Hungría.
En el XX, Trieste sería la cuna de tres de los autores italianos más importantes del siglo pasado, se trata de Italo Svevo, Umberto Saba y Claudio Magris.
Empecemos por uno de los grandes maestros de la literatura triestina, Aron Hector Schmitz, su ascendencia y su vida resumen lo que es la identidad multicultural de los triestinos. Nacería como súbdito del imperio Austro Húngaro en 1861 y moriría como súbdito del reino de Italia en 1928. Adoptó el seudónimo literario de Italo Svevo. Su gran obra literaria es La conciencia de Zeno y Senilidad, en sus páginas le da vida al personaje triestino de ficción más emblemático: Zeno Cosini.
Y en esa época de resistencia cultural en la Trieste italiana de la posguerra de los años 30, se alzó la voz de un poeta y periodista local, Umberto Poli, con su seudónimo Umberto Saba. Hoy en día, muy cerca del café San Marco, se puede visitar la Librería Antiquaria Umberto Saba.
James Joyce, ese bohemio irlandés consideró su segunda patria a Trieste, sobreviviría más de una década dando clases de inglés en la época de esplendor de la ciudad bajo el Imperio Austro Húngaro, entre 1904 y 1916. Allí escribiría Dublineses (1914), Retrato del artista adolescente (1916) y los tres primeros capítulos de Ulises. Hace unos años inauguró el Museo Joyce dedicado a su vida en la ciudad y donde se evidencia la estrecha amistad que tenía con su alumno predilecto, el escritor triestino Italo Svevo. Y si usted camina por el Ponterosso, se cruzará de frente, con la estatua sin pedestal de James.
Algunos autores y algunas escritoras que en el Siglo XXI encontrarían en esta ciudad imperial el material para sus obras.
El triestino pensador y político, Claudio Magris, considerado uno de los mejores ensayistas italianos nacería en 1939, al inicio de la Segunda Guerra mundial y viviría la Trieste ocupada por los aliados y los yugoslavos. En sus ensayos, novelas y relatos de viajes, este intelectual se ha dedicado a difundir en Italia el conocimiento de la cultura centroeuropea y de la literatura del mito de los Habsburgo.
La escritora italiana, Marisa Madieri, representante del éxodo istriano dálmata, por cuenta de la Yugoslavia de Tito después de la Segunda Guerra Mundial, narra en su libro autobiográfico Verde agua, su propia experiencia como exiliada en el campo de Silos de Trieste donde «todos viven con las puertas abiertas para no sentirse tan solos».
La historiadora y escritora de viajes contemporáneos, la galesa Jan Morris, conocida como pionera de la defensa de los derechos transexuales, escribiría Trieste y el significado de ninguna parte (2001), un clásico en su género.
Para cerrar este recorrido literario, les recomiendo la obra publicada el año pasado, en plena pandemia,Suite Italiana: un viaje a Venecia, Trieste y Sicilia, por el periodista y escritor español, Javier Reverte unos meses antes de morir. Este pionero de la literatura de viajes, deambula entre el pasado y el presente de estas tres ciudades italianas y su literatura. Sobre Trieste dirá toda la arquitectura, toda la concepción de la ciudad, incluso parte de su manera de ser, o la manera de ser de sus ciudadanos, es austrohúngara, austriaca. Y sin embargo es Italia, y tiene la luz del Mediterráneo.
Un viaje literario por la ciudad adriática de Trieste, la ciudad italiana cruce de caminos que fue el hogar de muchos y grandes maestros de la literatura universal.
Equipo creativo del pódcast de La Bernardi: editora Isabella Prieto, comunicadoras Sofía García y María José Campo. Escúcha 🔈 cada viernes 𝗟𝗮 𝗕𝗲𝗿𝗻𝗮𝗿𝗱𝗶, una historia entre Colombia e Italia en el programa Café Cultural por Clásica 88.5 FM https://www.clasica885.com Pódcast disponible en www.labernardi.com y en spotify.
Cuando están por cumplirse 67 años del retorno tortuoso de Trieste a Italia, los pasearé hoy por la memoria de esta ciudad fronteriza del noreste italiano, puerto sobre el Adriático, codiciada por imperios y regímenes en los últimos siglos por ser el camino hacia una región muy convulsa, los Balcanes. Esta es la historia poco conocida, de un territorio muy golpeado por las dos guerras mundiales. Su destino fue motivo de gran tensión internacional para la Europa de la posguerra.
Cuando están por cumplirse 67 años del retorno tortuoso de Trieste a Italia, los pasearé hoy por la memoria de esta ciudad fronteriza del noreste italiano, puerto sobre el Adriático, codiciada por imperios y regímenes en los últimos siglos por ser el camino hacia una región muy convulsa, los Balcanes.
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Esta es la historia poco conocida, de un territorio muy golpeado por las dos guerras mundiales. Su destino fue motivo de gran tensión internacional para la Europa de la posguerra.
Trieste, con su herencia romana y veneciana, será la joya del Imperio Austrohúngaro por cinco siglos, el gran puerto comercial e industrial a orillas del Adriático, el lugar por donde los vieneses salían al Mediterráneo. Cuando se alcanza la Unificación italiana, en 1861, Trieste continuarácomo parte del Imperio, pese a la gran cantidad de italianos que habitaban este territorio.
Durante la dinastía de los Habsburgo, esta especie de ciudad estado, vivirá su época de mayor esplendor con la emperatriz María Teresa, será un crisol de las culturas italiana, eslava, germánica y judía. Se vivió la utopía, un modelo de sociedad multicultural, incluyente y tolerante, en sus calles se escuchaba el italiano y el triestino, el alemán, esloveno, serbio y croata. Los vecinos, bien fueran católicos, ortodoxos o judíos practicaban su fe públicamente.
La tormenta que desataría el enfrentamiento de dos países vecinos, Austria e Italia, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), por este rincón oriental de la península, no solo terminó con la desintegración de un Imperio sino con el final de una era para Trieste.
Aunque el mapa del mundo cambiaría y los triestinos obtendrían oficialmente la nacionalidad italiana en 1920, la paz no llegaría para ellos, esta nueva ciudad ya estaba rota por dentro y con el ascenso al poder de Benito Mussolini en 1922, se extremarían las políticas de italianización forzada del fascismo de frontera contra la población de origen no italiano.
Con el ingreso de Italia a la Segunda Guerra Mundial en 1940, la suerte de la provincia de Trieste se complica aún más. Porque primero Italia jugó al lado de los países del Eje junto con los Nazis, pero al ser derrocado Mussolini en 1943, Italia capitula ante los Aliados. Ahí empieza la época más oscura para la población civil al quedar expuesta entre los dos fuegos.
Al finalizar el conflicto mundial en 1945, Trieste quedó herida y fracturada y como si fuera poco, la ciudad fue conquistada como trofeo de guerra por los partisanos comunistas de Tito y el Ejército británico.
Mientras Italia se convirtió en República, en 1946, los dos bandos encontraron una solución muy conveniente para ellos con esta región ocupada y la convierten en 1947, en el Territorio Libre de Trieste, que fue la primera frontera “física” de la Guerra Fría. Winston Churchill le llamaría el puesto fronterizo sureño de la llamada «Cortina de Hierro», ese fue el precio que Italia pagó al perder la Segunda Guerra Mundial.
Diario el Relator de Cali, octubre 7 de 1954: «millares de italianos desfilaron hoy por las calles de Roma, bajo el ojo vigilante de la policía, para celebrar el regreso de Trieste a la patria»
Luego de 8 largos años de gran tensión internacional con nivel alerta roja por la ocupación militar del Reino Unido, Estados Unidos y Yugoslavia, se izóa de nuevo la bandera italiana en Trieste, el 5 de octubre de 1954, por eso se dice que fue la última ciudad en ser italiana.
La elegante y discreta Trieste, hoy capital de la región italiana del Friuli-Venecia Julia, en frontera con Eslovenia y el Adriático, busca de nuevo la convivencia civil entre nacionalidades, culturas e idiomas distintos.
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En la sección Tesoros ocultos del programa de radio Oye Cali les descubro parte de ese legado y la influencia de los italianos en 𝗖𝗮𝗹𝗶, 𝗕𝘂𝗲𝗻𝗮𝘃𝗲𝗻𝘁𝘂𝗿𝗮, 𝗧𝘂𝗹𝘂á, 𝗖𝗮𝗹𝗶𝗺𝗮 – 𝗘𝗹 𝗗𝗮𝗿𝗶é𝗻 𝘆 𝗣𝗼𝗽𝗮𝘆á𝗻. Un colectivo de inmigrantes que llegó en diferentes momentos, a través de los siglos, y que está muy ligado al desarrollo del Valle del Cauca y del suroccidente colombiano por sus aportes en diferentes campos.
En la sección Tesoros ocultos del programa de radio Oye Cali les descubro parte de ese legado y la influencia de los italianos en 𝗖𝗮𝗹𝗶, 𝗕𝘂𝗲𝗻𝗮𝘃𝗲𝗻𝘁𝘂𝗿𝗮, 𝗧𝘂𝗹𝘂á, 𝗖𝗮𝗹𝗶𝗺𝗮 – 𝗘𝗹 𝗗𝗮𝗿𝗶é𝗻 𝘆 𝗣𝗼𝗽𝗮𝘆á𝗻. Un colectivo de inmigrantes que llegó en diferentes momentos, a través de los siglos, y que está muy ligado al desarrollo del Valle del Cauca y del suroccidente colombiano por sus aportes en diferentes campos.
Iniciemos esta travesía por 𝗕𝘂𝗲𝗻𝗮𝘃𝗲𝗻𝘁𝘂𝗿𝗮, población fundada el 14 de julio de 1540, y bautizada así por estar ese día consagrado al santo italiano, San Buenaventura de Fidanza, cardenal y Doctor de la Iglesia. Cuando esta población emergía como el principal puerto marítimo sobre el Pacífico colombiano, Vicente Nasi, arquitecto turinés pionero de la cultura italiana en el extranjero, construiría en 1933 la Estación del Ferrocarril de Buenaventura por encargo de los Ferrocarriles del Pacífico. Hoy es considerado uno de los primeros edificios modernos en el país y es monumento nacional.
En la emisión de Oye Cali del 20 de septiembre de 2021, La Bernardi fue invitada por Julián Arbeláez para relatar en la sección Tesoros Ocultos el legado de los italianos en este territorio.Escuchar el audio hacia 1:06 https://www.facebook.com/OyeCali/videos/2922216351363567/
En 𝗖𝗮𝗹𝗶 la italianidad está presente de muchas maneras, varios hitos urbanos son obra de manos italianas y colombianas:
Desde 1953, Santiago de Cali tiene en Cristo Rey, uno de sus monumentos más emblemáticos en el Cerro Los Cristales, una escultura gigantesca de 21 metros realizada por dos hermanos de Pietrasanta, los maestros Adelindo y Alideo Tazzioli, por invitación del promotor y gestor de la obra, el padre jesuita, José Arteaga, para conmemorar los 50 años de paz tras el final de la Guerra civil de los Mil Días.
Los murales de Mauricio Ramelli Adreani, este maestro de ascendencia suiza e italiana es considerado el gran exponente de la pintura mural del siglo XX en Colombia. Dejaría plasmada su obra en dos construcciones icónicas entre los años 20 y 30: en el interior de la Iglesia de San Francisco,hoy BICN, construida entre los siglos XVIII y XIX. Sus bóvedas y cúpulas fueron decoradas con pinturas sobre la vida de San Francisco de Asís y son ejemplo de ornamentación republicana. Una de las obras más sobresalientes son los frescos del plafónd del Teatro Municipal Enrique Buenaventura,denominados ´Alegoría de Cali´, en los que representa a las artes, con clara influencia de la cultura colombiana, con elementos como el plátano
El Teatro Jorge Isacs, este monumento nacional es obra del negociante alemán Hermann S. Bohmer, quien compraría el terreno en 1930 y le confiaría la construcción de un teatro clásico al joven ingeniero italiano, Gaetano Lignarolo, quien lo haría a la maniera italiana y con una acústica perfecta para presentaciones artísticas de alto nivel. Esta edificación sería una de las más importantes de la ciudad, edificada con los materiales y sistemas de más modernos y haría en honor al escritor caleño, Jorge Isaacs.
Las obras de la firma Borrero-Zamorano-Giovanelli, de los ingenieros colombianos, Fernando Borrero y Alfredo Zamorano de la Universidad Nacional y el italiano, Renato Giovanelli, de la Universidad de Roma. Ellos serían grandes protagonistas en el auge de la arquitectura moderna en Cali entre los años 50 y 60. Se destaca el Banco Cafetero, ganador del primer premio de arquitectura vallecaucana en 1962 por su plataforma abierta al público y la torre que permitió la densificación del centro. Otros edificios de oficinas en el centro como el Banco de Colombia, el Edificio Belmonte y el Edificio Aristi; y el Club Campestre en el sur de la ciudad.
En el centro del Valle destaco dos tesoros, una obra de infraestructura y una edificación educativa.
Hace justamente 60 años, Perini Corporation, la constructora de obras de ingeniería con sede en Boston de descendientes de italianos asentados en Norte América,inició junto con firmas vallecaucanas, la construcción de la Central Hidroeléctrica del río Calima, uno de los embalses más grandes de Colombia, en uno de los parajes naturales y turísticos más cautivadores
El colegio salesiano San Juan Bosco es una de las postales más auténticas de Tuluá. El alma de Italia habita allí desde cuando hace 100 años ¨» él más prolífico diseñador y constructor de edificios religiosos en todo el país durante este periodo», el religioso piamontés, Giovanni Buscaglione, trazó y dirigió esa obra. Allí se han educado muchas generaciones de tulueños.
Hacia al sur, en el Valle de Pubenza, hay muchas obras con influencia italiana, resalto dos obras en Popayán del sacerdote y arquitecto italiano, fray Serafín Barbetti, quien llegaría a Colombia en 1859 con la misión de reemplazar la segunda catedral de Popayán arruinada por los terremotos del siglo XVIII.El estado del Cauca lo contrataría para hacerse cargo de la Catedral Basílica Metropolitana de Nuestra Señora de la Asunciónen el costado sur del Parque Caldas y el Puente del Humilladero, la obra de ingeniería más significativa de Popayán del siglo XIX. Hoy, 148 años después de su apertura, Este hermoso puente de ladrillo y calicanto, de aproximadamente 200 metros y 5 de anchura con barandas laterales, es uno de los sitios más visitados del centro histórico de la ciudad blanca, en el barrio El Callejón.
La activista, reportera y escritora florentina, Oriana Fallaci, partió hace 15 años. Fue un personaje fascinante y provocador. Milán Kundera la calificaría como la precursora del periodismo moderno.
A esta activista, reportera y escritora florentina (29 de junio de 1930), Milán Kundera la calificaría como la precursora del periodismo moderno. Partiría hace 15 años.
Fue un personaje fascinante y provocador, una vida de leyenda como para el cine… amada y odiada al mismo tiempo, crecería en la Italia facista de Mussolini. Con solo 10 años y del lado de la resistencia sería correo humano durante la Segunda Guerra mundial. Agresiva, irreverente e insobornable por su lengua mordaz y áspera a la hora de interpelar a su interlocutor, no se amilanaría frente al poder, siempre lo encaría. Desde los años 50 se pasearía por todos los continentes y pondría en jaque a las personalidades políticas que dominaban al mundo. En los 60 instalaría su cuartel general en Nueva York y publicaría El sexo inútil – Viaje en torno a la mujer, sobre la situación y la condición en Oriente de la mujer, con este escrito iniciaría un largo desencuentro con el islam a lo largo de su vida. Sería corresponsal de guerra en todos los conflictos bélicos de su época, desde Vietnam en llamas y las muertes de Martin Luther King y Robert Kennedy hasta la matanza de Tlateloco en México1968. En los 70 se enamoraría de uno de los líderes de la oposición griega a la Dictadura de los Coroneles, Alekos Panagoulis quien sería su pareja, hasta que falleció en extrañas circunstancias en mayo de 1976.
Su faceta de escritora se consolidaría con dos obras, la primera todo un bet seller, Carta a un niño que nunca nació sobre su embarazo y aborto, y la segunda publicada en 1979, es una novela bellísima pero muy dura que les recomiendo buscar, Un hombre (Un uomo), es la historia de su romance apasionado con Alexandros.
Para esos años publicaría su obra maestra del periodismo, ‘Entrevista con la historia’ dedicada a “todos aquellos que no gustan del poder”; “un testimonio directo sobre 26 personajes políticos de la historia contemporánea… un documento a caballo entre el periodismo y la historia”, diría ella en el prólogo.
Su faceta transgresora y anárquica la dejaría ver en toda su extensión cuando al poco tiempo del triunfo de la Revolución Iraní, Oriana lograría un hit al entrevistar al Ayatolá Jomeini en 1979. Es muy recordado el momento en el que la periodista lo desafía al preguntarle sobre la condición femenina en Irán y se descubre la cabeza en presencia del Ayatolá.
Para el siglo XXI, se quitaría la mordaza auto impuesta por casi una década y arremetería con contra el Islam y Europa, luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Lanzaría la trilogía: ‘La rabia y el orgullo’, ‘La fuerza de la razón’ y Oriana Fallaci se entrevista a sí misma – El apocalipsis, en los que sostendría la tesis de que el islamismo era «el nuevo nazismo” y describiría la realidad de la Guerra Santa.
«Quiero morir en la torre de Mannelli mirando el río Arno desde el Puente Vecchio. Era el cuartel general de los partisanos que gobernaba mi padre, el grupo de “Justicia y Libertad”. Miembros del Partito d’Azione, liberales y socialistas. Cuando era niña iba allí, y mi nombre de batalla era Emilia. Entregaba las bombas de mano a los adultos. Las escondía dentro de la cesta de ensalada».
La libertad no tiene patria. Me desagrada morir, sí, porque la vida es bella, incluso cuando es fea
Equipo creativo del pódcast de La Bernardi: editora Isabella Prieto, comunicadoras Sofía García y María José Campo y editor de audio, Marcio Reyes. Escúcha 🔈 cada viernes 𝗟𝗮 𝗕𝗲𝗿𝗻𝗮𝗿𝗱𝗶, una historia entre Colombia e Italia en el programa Café Cultural por Clásica 88.5 FM https://www.clasica885.com Pódcast disponible en www.labernardi.com y en spotify.
En el aniversario del nacimiento de Vicente Nasi, destacamos el aporte de este arquitecto turinés en la construcción cualitativa de la Bogotá de los años 30, 40 y 70, como también la herencia moderna que dejó con su prolífica obra en otras poblaciones colombianas como Buenaventura, Fusagasugá, Santandercito, Cúcuta y Santa Marta.
En el aniversario del nacimiento de Vicente Nasi, destacamos el aporte de este arquitecto turinés en la construcción cualitativa de la Bogotá de los años 30, 40 y 70, como también la herencia moderna que dejó con su prolífica obra en otras poblaciones colombianas como Buenaventura, Fusagasugá, Santandercito, Cúcuta y Santa Marta.
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Nasi es uno de los profesionales pioneros de la cultura italiana en el extranjero, durante 50 años y en 3 continentes, Europa, América y África, dejaría múltiples construcciones de factura italiana.
Nacería como Vincenzo el 15 de septiembre de 1906, cursaría sus estudios en el Politécnico de Turín y sería ya en Colombia, en 1938, donde recibiría el título de arquitecto en la recién fundada Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, de la que era docente.
En 1928 arribaría a nuestro país en busca de nuevas posibilidades profesionales contratado por Morgante y Da Peppo, una firma italiana que para sorpresa de Vicente a los pocos días se declaría en quiebra. Él empezaría su carrera ascendente con la firma Urigar y Cía. –Uribe y García Álvarez y luego como arquitecto independiente.
Haría el Hipódromo de La Magdalena, la antigua sede del Country Club, y varias residencias en Bogotá. Su huella en el Valle del Cauca aún permanece, en la época en la cual Buenaventura emergía como el principal puerto marítimo sobre el Pacífico colombiano, construiría por encargo de los Ferrocarriles del Pacífico en 1933, la Estación del Ferrocarril de Buenaventura.
Estación del Ferrocarril de Buenaventura considerada uno de los primeros edificios modernos en el país y que hoy es monumento nacional.
En medio del auge de la construcción, este personaje jugaría un papel súper importante en la transición de la Bogotá de los años 30. Levantaría el Colegio de la Presentación, el Monumento a Marconi y el diseño de innumerables residencias individuales en los nuevos barrios de Teusaquillo, Palermo y El Nogal. Era el arquitecto de moda de la élite bogotana al punto que el presidente Olaya Herrera le encomendaría su casa residencial.
En los años 40 Nasi tendría dos momentos cumbres con sus obras. La construcción de la Quinta Mazuera para el señor alcalde de Bogotá, Fernando Mazuera, en Cundinamarca. Esta casa campestre es uno de los emblemas de la modernidad en Colombia, fue reseñada en varias revistas internacionales. Pero lo verdaderamente a resaltar fue el elogio que recibió cuando la visitó uno de los grandes arquitectos y urbanistas del mundo, Le Corbusier, cuando trabajaba en la elaboración del Plan Piloto para Bogotá.
En 1948 terminaría uno de los edificios que es considerado un símbolo arquitectónico por su estructura curvilínea de influencia europea y muy sobrio, el moderno Hotel Continental, por encargo de dos italianos, Sergio Cozza y Aldo Salvino.
El hotel a los pocos días de apertura ya era el centro de la movida social y política capitalina. Aseguran que ese fatídico 9 de abril, Jorge Eliécer Gaitán se dirigía a almorzar al restaurante francés del Continental ya que ahí se hospedaban las delegaciones extranjeras de la IX Conferencia Panamericana. Y luego del asesinato del caudillo liberal el edificio literalmente aguantó las revueltas de ese día, fue uno de los pocos del centro de Bogotá que no fue destruido por la turba en medio del Bogotazo, el hotel siguió funcionando y dicen que hasta se sirvió el té para sus huéspedes a las 5 p.m.
Un año antes de morir, en 1991, Nasi y su familia donarían al Museo de Arquitectura Leopoldo Rother de la sede de Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia, la colección bocetos, planos originales, dibujos, fotografías, documentos personales, memorias, copias y maquetas entre 1930 y 1978. Se trata de lo que constituye al Fondo Vicente Nasi.
En 1992, en Bogotá, la ciudad en la que dejó una huella significativa, moriría el maestro Vicente Nasi, el arquitecto turinés y colombiano por adopción considerado como uno de los grandes pioneros de la arquitectura moderna en esta tierra.
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La historia de nuestro himno nacional y de Oreste Sindici, el italiano que musicalizó el poema patriótico de Rafael Núñez y quien hoy vive en el recuerdo del municipio de Nilo en Cundinamarca y en su tierra natal, Ceccano.
La historia de nuestro himno nacional y de Oreste Sindici, el italiano que musicalizó el poema patriótico de Rafael Núñez y quien hoy vive en el recuerdo del municipio de Nilo en Cundinamarca y en su tierra natal, Ceccano.
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Antes de que se adoptara la actual versión del himno por allá en el siglo XIX, fueron múltiples los intentos de crear una pieza musical con la cual los colombianos nos identifícaramos y nos produjera eso que llama sentimiento patrio.
¿De dónde salió la letra del el himno nacional? De la oda que compondría el que fuera Presidente de Colombia y poeta, Rafael Núñez, para celebrar la independencia de su tierra natal, Cartagena, para 1850, ese Himno patriotico, sería publicado en el periódico “La Democracia”.
Y en que momento entraría en escena Oreste Sindici para componer la melodía? Este músico italiano, quien ya tenía ya un recorrido artístico en diversas compañías de ópera en su país, llega a Colombia hacia 1862, por Cartagena y parte hacia Bogotá por el río Magdalena.
Oreste se radicaría en Bogotá, y de tenor de compañías líricas, pasaría a enseñar música en las escuelas públicas, él hizo parte activa del programa educativo nacional de los gobiernos liberales radicales, algo que la historia le cobraría más adelante.
Acá conocería a su amor, Justina, una jovencita hija de un comerciante francés y con ella se casaría por todo lo alto… en la Catedral Primada de Colombia. Varias veces le tocaron la puerta a Oreste, en el barrio San Victorino, con la solicitud de ponerle la música al poema patriótico de Nuñez y a todas ellas se negó. Dicen que la única que lo convenció hacia 1887, fue Justina…
Oreste, quien pasaba temporadas en su Hacienda «El Prado» en el municipio de Nilo, escogería el parque de esa población cundinamarquesa, para dar a conocer la la composición del Himno Nacional el 24 de julio de 1887, ante sus 300 habitantes y bajo un árbol de tamarindo, después de la misa dominical, a unos 30 grados de temperatura.
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El puente del Humilladero, inaugurado el 31 de julio de 1873, fue la obra de ingeniería más significativa de la Popayán del siglo XIX, construida por el sacerdote y arquitecto Italiano, fray Serafín Barbetti.
“Hoy se ha bendecido y entregado al servicio público el hermoso puente de doce arcos, construido sobre el río Molino”. Erase el 31 de julio de 1873, en Popayán y esa fue la manifestación sobre la inauguración oficial del Puente del Humilladero referenciada en el Papel periódico Ilustrado de Bogotá.
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Este hermoso puente de ladrillo y calicanto, de aproximadamente 200 metros y 5 de anchura con barandas laterales, fue la obra de ingeniería más significativa de Popayán del siglo XIX, eran las épocas del gran Cauca. Hoy, 148 años después de su apertura, es uno de los sitios más visitados del centro histórico de la ciudad blanca, en el barrio El Callejón, muy cerca de la iglesia de San Francisco.
El Puente del Humilladero en Popayán, ubicado en la Carrera 6 entre calles 1 y 2, sobre el río Molino, es un Bien de Interés Cultura de la Nación, según Resolución 1941 del 3 de julio de 2015.
Anécdotas sobre el puente:
Estaba en el camino Real del Portazgo del Norte, de Popayán hacia Cali.
Su construcción sobre el río Molino y una colina empezó el 16 de noviembre de 1868 con la extracción del agua del pozo y duró tres años.
Tenía como objeto mejorar la entrada a la ciudad al suprimir una cuesta muy empinada, y de ahí viene el origen del nombre, ya que la que la zona se encontraba con una inclinación, lo que hacía obligatorio bajar la cabeza.
Este viaducto de mampostería sería la obra más importante del sacerdote y arquitecto italiano, fray Serafín Barbetti, quien llegaría a Colombia en 1859.
Este puente entre el Hospital y el centro, desplazó al que se llama ´el Chiquito´, por el cual pasaban los curas que llevaban a los enfermos al hospital
Fue una de las entradas principales de la ciudad.
Por él ingresaron los ejércitos libertadores durante la gesta de la independencia.
En 1883, en el centenario del nacimiento del Libertador, se le daría el nombre Bolívar pero ese bautizo no prosperó.
Fray Serafín Barbetti
Se dice de este arquitecto franciscano de nacionalidad italiana, que fue el gran constructor de puentes de bóvedas en el suroccidente de Colombia, especialista en la construcción de puentes de arco, calicanto y hormigón. Sus principales obras fueron realizadas en Popayán.
Nacería en Osola, provincia de Novara, en 1800.
A los 24 años, ingresaría al convento de los franciscanos menores de Araceli en Roma y asumiría casi de inmediato el cargo de practicante en el hospital del convento, a la vez que se dedicaría al estudio de la arquitectura teórica y práctica con el fin de reparar parte de ese edificio.
Estuvo en Jerusalén y en Egipto a cargo de varias obras, entre ellas las catedrales de Alejandría y El Cairo.
Vendría con la siguiente misión en el Cauca: reemplazar la segunda catedral de Popayán arruinada por los terremotos del siglo XVIII que obligaron a su demolición hacia 1772.
Simultáneamente atendía la reparación de la bóveda de la iglesia de la Compañía de Jesús.
Este hermano franciscano prestaría muchas veces sur servicios sin ningún honorario. Para venir a este territorio solo solicitaría el pago de su tiquete de barco para devolverse a Italia…
Interrumpidas las labores en la catedral por asuntos financieros, Barbetti contrataría con el Estado Soberano del Cauca algunos trabajos de construcción: el del puente de Juanambú, en el camino de Popayán a Pasto; el del río Palo -de madera- y los de Palacé Alto en la vía a La Plata y Ovejas, entre Cali y Popayán; y un puente sobre el río Amaime que hacía parte del camino entre Palmira y Buga
La llegada de Fray Serafín coincidió con el deseo de dotar al territorio caucano con un sistema de caminos que unieran las poblaciones con los centros de comercio y de la minería.. y los puentes eran pieza fundamental de ese engranaje.
Dirigió la composición de las calles de Popayán, unificó el empedrado, obra iniciada en 1809, pero interrumpida por las guerras de la Independencia
Murió en 1887, aquí en la Ciudad a los ochenta y siete años, casi ciego y lisiado por un accidente sufrido durante la construcción del puente de Juanambú, y fue sepultado a petición suya en el Templo de San Francisco.
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Esta travesía nos conduce hacia la Bahía de la Buena Ventura sobre el Pacífico colombiano y los embajadores marítimos italianos con nombres de músicos, el Verdi, el Donizetti y el Rossini, que recalaban en ella, entre cada una de las dos guerras mundiales y hasta mediados de los años setenta.
Esta travesía entre Colombia e Italia hoy nos conduce hasta Tura, como le dicen sus habitantes, en la semana de su aniversario… hablamos de la bahía de la Buena Ventura como fue bautizada por el licenciado español, Pascual de Andagoya por “lo tranquilo de sus aguas y lo abrigado del recodo”, su descubridor diría que se trataba del “mejor” puerto que había en el mundo, pues podía dar abrigo hasta a mil navíos.
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La ciudad puerto más importante de Colombia situada sobre el Océano Pacífico, hoy esDistrito Especial, Industrial, Portuario, Biodiverso y Ecoturístico. Es el municipio con mayor extensión en el departamento del Valle del Cauca, -6.078 km2.
Fundada por el navegante Juan Ladrilleros el 14 de julio de 1540 y bautizada “Buenaventura”, por estar ese día consagrado al santo italiano, San Buenaventura de Fidanza, cardenal y Doctor de la Iglesia. Su estatua está ubicada a todo el inicio del bulevar, abajo, frente la Catedral.
Hablemos del Verdi, el Donizetti y el Rossini, esos embajadores marítimos de Italia que entre cada una de las dos guerras mundiales y hasta mediados de los años setenta, partieron de sus principales puertos, Génova, Trieste y Nápoles, hacia el continente americano e incluyeron a Buenaventura en su itinerario.
Grandes oleadas de inmigrantes italianos y de otras tantas partes de Europa partirían en los buques italianos de pasajeros de la flota Italian Line con nombres de grandes músicos, que tenían la bandera italiana pintada en rojo sobre la chimenea, la proa en blanco y la línea verde sobre las aguas. El día que recalaban los barcos italianos, era motivo de fiesta para los bonaverenses, con ellos llegaba la cultura del viejo mundo a un puerto del Pacífico…
Diciembre 28 de 1957 diario El País de Cali: los avisos de prensa de la firma italiana de Carlos Pagnamenta promocionaban las rutas Buenaventura – Chile – Europa para febrero de 1958, en el Antoniotto Usodimare, el Marco Polo y el Amerigo Vespucci. Abajo, postal del Donizetti.
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