Eran los días
De un lindo arco iris
Se iba el invierno
Volvía el sereno
Brillaban tus ojos
De luna y de estrellas
Mientras una mano rozaba tu piel.
Por Fabio Ibarra Valdivia* . Los muchachos teníamos entonces los cabellos largos y una fe inquebrantable en las grandes utopías. El mundo parecía brotar ante nosotros totalmente nuevo. Se encendían las primeras luces de la década de 1970 y mirábamos sin entender mucho, casi nada para ser sinceros, los rescoldos del Mayo francés, la ilusión intacta de la Revolución cubana, el temblor reciente del universo macondiano y la huella todavía fresca de Neil Armstrong en la arena lunar.
San Remo, estrecha relación con Colombia. La televisión, que apenas empezaba a popularizarse en Colombia, venía a decirnos que en San Remo, un pueblo al otro lado del mar, muy lejos de la estrechez de nuestros barrios, florecían poemas convertidos en baladas. Y cuando volvíamos del colegio, al sintonizar las emisoras juveniles, Nicola di Bari nos recordaba que aquellos eran los días de un lindo arcoíris.
El encanto de lo lejano. Para quienes andamos en los sesenta años, un poco más o un poco menos, el mítico Festival de la Canción de San Remo es de vital importancia: sus canciones modelaron en buena medida nuestra sensibilidad musical y amorosa. Es cierto que cantábamos las letras entre esperanzadas y tristes de ídolos latinoamericanos como Enrique Guzmán, Angélica María, el gitano Sandro y Leonardo Favio, además de otras con tinte social. Pero San Remo tenía el encanto de lo lejano, lo inalcanzable; un mundo que brillaba por encima de nuestra imaginación, envuelto en la bruma de cierto misterio y un encendido romanticismo.
Nada Malanima. Estábamos en pleno fervor de la adolescencia, esa edad en la que caminamos en una cuerda floja que bien puede elevarnos al paraíso o lanzarnos al abismo, cuando la sonrisa en blanco y negro de Nada Malanima llegó a nuestras vidas. Esa figura grácil, casi de aire, que se movía con el desenfado de la juventud, nos ayudó a respirar. Asidua estrella de San Remo en sus primeros años, nos regaló en italiano y español el terciopelo de canciones como Ma che freddo fa, Pa’ diglielo a ma, Il re di denari y Il cuore è uno zíngaro.
Gigliola Cinquetti, la reina de San Remo. En una época en que los videos no eran ni siquiera un sueño, nos contentábamos con los afiches y los álbumes con fotos a colores, a veces retocadas toscamente, de nuestros ídolos. Y estaba el cine, por supuesto. En la penumbra del teatro Belalcázar en el barrio Obrero o en el Palermo de San Nicolás de Cali, quizá tomados de la mano con el primer amor, vimos el rostro de Gigliola Cinquetti llenar la pantalla. Recuerdo la escena en un aeropuerto, muy llena de sentimiento, en el instante en que su voz hacía brotar lágrimas mientras cantaba Dio, come ti amo.
Dio come ti amo
Non è possibile
Avere fra le braccia
Tanta felicità
Baciare le tue labbra
Che odorano di vento
Noi due innamorati
Come nessuno al mondo
El Festival de la Canción de San Remo – Festival della Canzone Italiana–. Este evento que ya llega a la versión 70 e inicia este 4 de febrero de 2020, ha escrito una rica historia musical desde los primeros años de 1950, además de evocarnos el perfume de sus playas al noroeste de Italia, grabó en nuestros corazones el talento de Domenico Modugno, Adriano Celentano, Lucio Dalla, Mina, Ricchi e Poveri, Gianni Morandi, Iva Zanicchi, Gabriella Ferri y un sinnúmero de compositores y cantantes que les dieron vuelo a nuestros anhelos con el solo toque de sus notas, sus letras y sus voces. Otras generaciones sentirían algo similar con Laura Pausini o Nek, más cercanos al final del siglo XX.
Hace parte de nuestra geografía emocional. Más allá de las polémicas que lo han sacudido en ciertas épocas, como ocurre con casi todas las empresas humanas, y de horas oscuras como la muerte jamás esclarecida de Luigi Tenco, el autor de la memorable Ho capito che ti amo, San Remo sigue intacto entre nosotros, esos chicos de barriada que cultivábamos la felicidad sentados en las esquinas, construyendo patinetas con retales de madera, haciendo bailar trompos o ahorrando para ir al matiné de los domingos. San Remo todavía nos dice algo. A pesar incluso de que hoy en nuestro medio muy pocos lo mencionen, lo conozcan o lo recuerden. No por casualidad hace parte de nuestra geografía emocional. ¡Casi nada!
*Poeta caleño, apasionado de la literatura y el cine; explorador de nuevas y viejas músicas