Minga para los 200 años del Cementerio Central de Bogotá

La última morada de los muertos más prestigiosos de Colombia se encuentra en el olvido, el abandono y la desidia de sus herederos y del Gobierno Distrital. Estamos a unos poquísimos años de que el camposanto más antiguo de la capital de la República, cumpla doscientos años. Los Galán, los Barco, los López, los Santos, los Gómez y los Pizarro podrían hacer una minga para preservar la memoria histórica de este país.

La última morada de los muertos más prestigiosos de Colombia da “pena ajena”, como decimos por estas tierras.  Presidentes, políticos, militares, empresarios y humanistas se encuentran sepultados en el olvido, el abandono y la desidia de sus herederos y del Gobierno Distrital.

Estamos a unos poquísimos años de que el camposanto más antiguo de la capital de la República, que abrió sus puertas en 1836, en pleno centro, bajo la presidencia de Francisco de Paula Santander, cumpla doscientos años.

Entonces, este sería este el momento justo para que se tocaran los Galán, los Barco, los López, los Santos, los Gómez y los Pizarro, solo para mencionar a algunos de los clanes familiares más influyentes de la vida nacional que tienen ahí a sus progenitores.

Museo al aire libre. Es hora de que hagan un alto en sus diferencias políticas e intereses particulares y armen con el Gobierno Distrital, una minga entre todos, como decimos en este platanal, para que este cementerio que ya es monumento nacional, no solo sea el lugar de enterramiento de los suyos. El Cementerio Central de Bogotá tiene todos los elementos para que se convierta en un museo al aire libre y de esta manera preservar con dignidad y respeto la memoria histórica y política de este país.

Esa élite nacional debería ser coherente con el legado histórico que recibieron y honrar el recuerdo de sus antepasados. Que el prestigio y el apellido no solo les sirvan sobrevivir y mantenerse vigentes en la esfera pública. Este camposanto debería ser visita obligada, estar a la altura de otros como el Pere-Lachaise en París, La Recoleta en Buenos Aires, el Staglieno en Génova y el Highte en Londres, frecuentados permanentemente por residentes y turistas.

El pabellón de los Presidentes. Esto va más allá de un tema religioso o espiritual. Este lugar construido en forma elíptica, posee una valiosa muestra arquitectónica y de arte funerario de los siglos XIX, XX y XXI. Abundan esculturas, bustos, placas, epitafios y lápidas en mármol, bronce, hierro. Ahí están enterrados los despojos de más de 30 jefes de Estado de los Estados Unidos de Colombia y la República de Colombia.  Desde el mismo Santander, hasta Miguel Antonio Caro, Manuel Murillo Toro, Marco Fidel Suárez, Enrique Olaya, Eduardo Santos, los dos López –Pumarejo y Michelsen-; Laureano Gómez, Gustavo Rojas y Virgilio Barco, entre otros.

Los magnicidios. Nuestra historia está llena de crímenes políticos, magnicidios que estremecieron la conciencia colectiva. Ahí están los monumentos deslucidos a muchos de estos personajes, Rafael Uribe, Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez, Jaime Pardo, Carlos Pizarro, el líder sindical José Raquel Mercado.

Domingo de julio, 12 m. Traspasamos la Avenida El Dorado, dejamos atrás el bullicio dominical bogotano y las grandes moles de cemento que acechan al Cementerio Central. Nos adentramos en la búsqueda de la historia de Colombia y de la huella de la italianidad. Caminamos por la calle de las marmolerías, donde artesanos funerarios ofrecen sus trabajos de la talla de lápidas e inscripción para sus seres queridos.

Por una portada imponente, pero descolorida, adornada por la estatua del dios del tiempo, de ese talentoso escultor suizo, de madre italiana, Colombo Ramelli. Chronos, en actitud paciente apoya su brazo sobre un reloj de arena que representa el paso del tiempo, mientras en el otro sostiene una guadaña con la que siega la vida.

Tratamos de ubicarnos, de encontrar algún guía que nos relate historias y anécdotas de aquellos que descansan bajo tierra o en los mausoleos. Ninguno. Solo encontramos el silencio, la tranquilidad y una señalética con la numeración de las tumbas y los nombres, que nos sugiere el camino a seguir entre callejones con diseño circular. Muy pocos, solo unos cuantos en el mismo plan que nosotros, más curiosos que deudos.

Paseamos por pasadizos en los que se cuelan el rastrojo, las flores marchitas, los ramos de plástico, el óxido en la forja y sobre el mármol, las grietas en los sepulcros y criptas, en buena parte sostenidos por palos porque el derrumbe es inminente. No hay jardines ni flores plantadas en el prado. Tampoco bancas para descansar.

Escasa la presencia de mujeres destacadas en esas sepulturas, muchas de ellas anónimas, esposas, madres, hijas. Por mi parte traté de encontrar la tumba de Soledad Acosta. Búsqueda infructuosa. Hombres del pueblo, monumentos a los loteros, a los despresadores de carne, a los sindicalistas. Al ejército. Hombres de letras y del periodismo encontraron ahí el descanso eterno. Germán Arciniegas. León y Otto De Greiff. Son vecinos de tumba los poetas el poeta Rafael Pombo, José Asunción Silva y el escritor José Eustaquio Rivera.

La italianidad en el Cementerio Central. En el pabellón de los Presidentes, de espaldas a la tumba de Alfonso López Michelsen, se levanta imponente la escultura en bronce de La Piedad sobre el mausoleo de un señor llamado Ignacio Lago. Debió ser un personaje importante, ya que su familia encargaría la obra a un escultor de Módena que ya contaba con gran reconocimiento en Italia. Se trata de Ermenegildo Luppi, quien la elaboraría en su taller en Roma en 1928. La escultura está inspirada en la Pietá, donde María toma en brazos a Jesucristo.

Rastreamos la tumba Oreste Sindici, el autor de la música del Himno Nacional. Sabía que había sido restaurada por las autoridades italianas y distritales en medio de la pandemia. O sea que cuando se quiere restaurar el patrimonio cultural sí se puede. Luego de varias vueltas encontramos ese pequeño lugar donde reposa el compositor de Ceccato (1928) quien murió en Bogotá (1904). Unos claveles. Le falta una poda al prado.

Misión cumplida con la historia. Nosotros cumpliríamos con la misión de repasar la historia de nuestro país en el Cementerio Central. Pero siento que hay una deuda con el pueblo colombiano. El Gobierno Distrital y las familias de élite colombiana están en deuda con la historia. Definitivamente somos un país sin memoria histórica.

Edison Fierro con su pluma genial, reivindica el poder de la palabra

Mientras en Italia y no solo, la experimentación con el suero milagroso dividió familias, parentelas enteras dejaron de frecuentarse, amistades de toda una vida y hasta noviazgos se interrumpieron, del otro lado del océano mi universo cultural y humano se enriqueció con ejemplos de resiliencia, fragmentos de poesías, de historias del cotidiano que me permitieron conocer más de la pasión Edison Fierro por la escritura.

Por Irene Garcés Medrano. La llegada del virus Sars-covid19 y la sucesiva aplicación masiva de vacunas para contrarrestarlo, dividió a las personas. De una parte quienes aceptaron someterse a la cura génica experimental convencidos de sus prodigios o quizás aniquilados por el temor a la muerte.  Y aquellos que la rechazaron por principio, luego de interrogarse con mil dudas  sobre la verdad que propagaban los medios de información oficiales. Con el avanzar del proceso de vacunación la grieta entre unos y otros se hizo más profunda.

De esa división reinante nació una simpática conexión entre  Italia y Colombia.  Entre mi curiosidad de emigrante por no perder el contacto con la propia tierra y Edison Fierro, escritor, poeta, comunicador social, licenciado en letras y literatura, radicado en Cali, extremamente interesado en entender e interpretar la realidad y curioso de lo que acontecía en la tierra de Dante Alighieri en tiempos del  virus Covid19. 

Mientras en Italia y no solo,  la experimentación con el suero milagroso dividió familias, enteras parentelas dejaron de frecuentarse, amistades de toda una vida y hasta noviazgos se interrumpieron, del otro lado del océano mi universo cultural y humano se enriqueció con ejemplos de resiliencia, fragmentos de poesías, de historias del cotidiano que me permitieron conocer más de la pasión de este vallecaucano por la escritura.

Esta es la ciudad que amabas/ Que te ofreció los patios/ Las esquinas, los zaguanes/ Que conducían a la noche/ Al delirio/ A las turbias madrugadas,/ A los cuerpos recién abiertos /A podridas escaleras que conducían a distintas muertes/ A laberintos que te cegaban,/ A crímenes que te negabas cometer./ Esta es la ciudad oscura/ Que ha crecido en tu sangre…:  fragmento de “La ciudad y vos”, poema con el que este año, bajo el seudónimo de Martin Orión, obtuvo el primer lugar en el Festival Internacional de Poesía de Cali. 

Es la mirada presente sobre esa ciudad que ha recorrido, transitado, esa ciudad que le ha formado, donde se enamoró, donde todas las cosas esenciales de la vida las ha recreado y experimentado.

Desde los siete años de edad sentía una gran fascinación por las palabras,  fascinación que lo llevó a descubrir el placer de construir y contar historias.  Cuando en los primeros años de escuela presentó un primer intento de poema, la maestra leyéndolo lo posicionó como un futuro poeta. Desde entonces la idea de escribir nunca se borró.  Porqué fue la escritura que le permitió crear un espacio para contar lo que veía, lo que le ocurría,  en casa no tenía muchos libros pero afuera en la calle, habían realidades, cosas que sucedían que a su modo, intentaba plasmar en relatos. 

Edison Fierro,  ganó su primer concurso con un cuento sobre la muerte de Víctor Jara, cantautor chileno.  Impresionado por el relato de un coetáneo recién llegado de Chile, que le contó muchas de las cosas que allí ocurrieron el 11 septiembre 1973, con el golpe de estado que le costó la vida al presidente Salvador Allende a causa de la toma del poder por parte del general Augusto Pinochet.

Cali, hoy en medio de la coyuntura política creada por el Paro Nacional, fruto de toda una crisis profunda que se ha vuelto endémica y que desde hace muchos años sumerge el país, es una ciudad emblemática porqué registró procesos de resistencia en los diferentes sectores de la ciudad. Los desposeídos, los desheredados, se tomaron las calles partiendo del principio de “bueno, nos la jugamos toda por qué no tenemos nada que perder”, era esa la realidad que  se podía leer entre líneas.

Una de las cosas que hizo el Festival Internacional de Poesía 2021, fue  incluir todas esas voces, recuperarlas. Ir a los sectores que estuvieron en conflicto, para organizar poesía dentro del barrio y lograr comunicar, porque hay muchos jóvenes que se están expresando a través del arte, el grafiti, la pintura y la literatura. También ha sido un instrumento para contar sus historias, construyendo su propia identidad.

A raíz del enfoque  dado al  Festival, la directora Betsimar Sepúlveda,  poeta venezolana, recibió amenazas e insultos que en cierta medida la querían excluir por haber convocado un festival inclusivo, que recupera ese tipo de marginalidad, eso es lo que se comentaba en la ciudad.

Maestro en zonas vulnerables  En el ejercicio de la profesión de profesor-comunicador, Edison Fierro, trató de  estimular a sus alumnos para que entendieran el poder que tiene la palabra y el poder que la palabra ha tenido en su propia vida.  Su empeño en sectores vulnerables de Cali como el Distrito de Aguablanc”,  experiencia que describe como hermosa: “Ver a los muchachos que conectados con la  literatura  lograban entender muchas de sus realidades, de sus historias, de cuanto sucedía en sus entornos”.  Aún hoy,  es muy bonito,  -añade- ver estos jóvenes, ya personas adultas,  que todavía recuerdan autores y textos que les compartía, como Andrés Caicedo o la poesía de Álvaro Mutis”.

La salsa como relato. Con los alumnos se creó también una relación con la salsa, “siempre he visto que la música salsa es un gran relato que nos cuenta historias, que nos habla de nosotros mismos, y sobre todo en una ciudad como Cali, en cierto modo, nos cuenta quienes somos. Creo que a través de la salsa nos hemos podido reflejar en  las canciones de Rubén Blades, Héctor Lavoe, Willie Colon, Roberto Roena, historias de la vida, la salsa ha atravesado en gran medida  esa idea.  Los primeros  relatos que construimos,  tenían que  ver con la manera en que nosotros en Cali  escuchamos la cotidianeidad, esa percepción que tenemos de la música en la forma en que hacemos la literatura”.

“La dadiva”, texto que escribió cuando nació su primera hija, 22 páginas a máquina de escribir, fotocopiadas y empacadas en sobres de manila. Todas las tardes, salía con  paquetes a venderlos a la calle, “me encontré con mucha gente, amigos, estudiantes, antiguos profesores como el profesor Boris Salazar que me compró dos, yo feliz! Con  la venta de los libros podíamos en cierta medida sostenernos, comprar la leche de la niña”. Se acercaba a las personas y les decía “soy escritor, estoy vendiendo este relato”, todo en manera artesanal porque los sobres de manila ilustrados con tinta china era labor de Isabel, su compañera. Se trataba de un relato sobre esa época, la lucha entre el hambre, la rebeldía y el deseo de construir un mundo desde la literatura.

Encuentro con otros escritores conoció escritores como a Orietta Lozano, a quien le gustaron algunos de sus textos, pero admite que  ha sido arisco para grupos, reuniones y tertulias, se autodefine un solitario de la escritura, labor que cumple en la marginalidad, en la soledad, donde su primera lectora siempre ha sido Isabel. 

El duro oficio de escribir ha permanecido durante todo el tiempo, por un periodo se ocupó de proyectos educativos que generaban propuestas desde la literatura; la escritura y la lectura, como mediadores de la transformación social y emocional en el ámbito escolar.

 En el 2008 con el cuento “el día que no amaneció”, resultó finalista del primer concurso de literatura infantil de la biblioteca Luis Ángel Arango.  Luego obtuvo una mención de honor de la Universidad de San Buenaventura,  por dos cuentos cortos donde abordó el tema de la  marginalidad: Una  constante en su producción literaria, el personaje oscuro, la cosa no dicha, del protagonista que esta como en el delito o la sensación del delito.

En el ámbito de la Feria de Buga (2011), resultó ganador con “amor fugaz”, un relato que narra lo que representan dichas fiestas, epicentro de alegría, un pequeño carnaval en medio de la cotidianidad de la gente.

Con “agua y viento”, ganó el Primer Premio de Poesía Internacional, Biblioteca Mario Javier Pacheco, de la ciudad de Ocaña, Santander. A partir de allí se consolidó como un nombre más dedicado al oficio de la escritura. 

“Dora se va de vaca”  Cuento infantil con el que en el 2018 ganó el Premio Jorge Isaac.  Es la historia de una cama en casa de una familia suigéneris, decide que tiene que irse de viaje a conocer el mar, porque todos en casa han viajado y ella no, y gracias a la complicidad de uno de los personajes, una pediatra, que ama la literatura infantil, salen a buscar el mar y se encuentran con el mundo real con una serie de situaciones muy lindas. 

 “Margarita y las estrellas”,  es la historia de una niña que sale a descubrir que son las estrellas y al final descubre que el poder de la luz de las estrellas está en sí misma. Ilustrado por Lulo Febri, con la editorial Ilona libros, la edición de 600 libros se agotó.

 Entre sus novelas “yo conocí a Marìa Iribarne”,  inspirado por la presencia  en Cali del maestro Ernesto Sábato.  Quizás, el escritor que más respeta y admira de todos los que ha leído.  Retomando al personaje de Sábato en “El túnel”,  María Iribarne, logra materializarse en Cali, durante la creciente violencia de finales de los años ochenta y comienzo de los noventa.  Describe todo ese maremágnum de violencia que afectó la ciudad y se extendió en todo el país.  Desde la literatura trata de rendirlo poético, creando una metafísica de esa misma violencia que nos lleva y nos trae.

Hoy, en Cali  encuentra un panorama idéntico al de años atrás, con los mismos que escribían, que estaban en los recitales poéticos, ahora, con 30 años más siguen siendo los parámetros a seguir, los modelos, y son los que están en las vitrinas de las presentaciones.

Escribir en Colombia no es fácil porqué siempre hay un centralismo que es Bogotá, que determina una cierta prioridad a escritores de la capital.  Como en toda expresión artística hay que definir dos cosas, de una parte las obras y de otra parte los mercados editoriales. Estos últimos buscan determinadas situaciones,  por ejemplo en Cali, hay un nombre muy grande que es Andrés Caicedo (1951-1977), un escritor que se suicidó muy joven. Cuando se habla de Cali, se habla de “Que viva la música” uno de sus libros.  Es como la referencia que el mercado editorial ha mantenido.

“Era un gran escritor para la edad que tenía,  hace poco leí de nuevo “Noches sin fortuna”.  Pero no se piensa en otros escritores que están aquí en Cali, posteriores a la generación de Andrés Caicedo, y que estamos construyendo y hemos construido también historias.  Igualmente muchos jóvenes entre 30 y 40 años que están escribiendo cosas interesantes, pero ya ese contexto de Andrés Caicedo, que es muy vital para pensar a Cali, no es el filón ni la inspiración de los actuales escritores. Hoy se narran otras historias; la migración en Cali ha hecho que recuperemos historias afro, que haya esa tendencia en recuperar toda esa amalgama que tenemos en el Litoral pacífico que vino a poblar a Cali en los últimos 30 años y que ya tiene una voz literaria que se está construyendo a partir de sus relatos, entonces en Cali convergen nuevas narrativas muy distintas a las que se centraron en Andrés Caicedo.  Es indudable que en lo de Andrés Caicedo hay cosas muy bellas como el sentido de la noche que hay en su obra,  y que es un elemento muy vital para los caleños.  Y a pesar de que soy una generación muy posterior a Andrés Caicedo, el sentido de la noche, también tiene un valor vital en mi obra, en el trabajo y en mi vida  diaria”.

Colombiano aventurero en cacería de Auroras Boreales

El relato y el reportaje gráfico de un aventurero novato tras la captura de Auroras Boreales en diferentes sitios de las Islas de Tromsø, al norte de Noruega, una ciudad ubicada por encima del Círculo Polar Ártico, conocida por ser el mirador directo de este esplendoroso fenómeno natural que ilumina el cielo a su alrededor.

Por Enrique Salinas desde Oslo (Noruega)🇳🇴. Soy colombo-noruego (doble nacionalidad),  he vivido en Noruega 26 años de los 36 que llevo en Europa y de haber salido de mi querida Colombia. Recuerdo que en el colegio me enseñaban en las clases de geografía, aunque sin mucho detalle,  lo que hoy puedo recrear con mi vista y darme la oportunidad de apreciar la naturaleza en todo su esplendor, convirtiéndome en un viajero aventurero.

La pandemia nos cambió la vida en todo su formato, obligándonos a estar permanentemente en el país donde residimos y a viajar al interior y disfrutar los paisajes que te ofrece. Y a eso le he apuntado, a conocer mi país adoptivo, Noruega.

Mi sueño fue conocer el norte, ver el día con el sol las 24 horas, aprender porque sucedía esto, cómo era posible y lo logré, celebré como si fuera el inicio del año nuevo, pero quería más, saber que eran las auroras boreales,  por qué se formaban,  hasta el punto que los visitantes expresaban que les había fascinado ver como bailaban en el firmamento. Sentía que debía en algún momento de mi vida realizar ese viaje, disfrutar lo que el universo me ofrecía, pero que solo podría hacerlo realidad en la estación de invierno y  tenía miedo; si en el sur del país el frío y la nieve son un obstáculo para salir a pasear como cualquier turista parroquiano, no alcanzaba a imaginar cómo sería estar en el norte,  muy cerca del polo,  donde se registran temperaturas por debajo de menos -20º Celsius, con 2 metros de nieve debajo de nuestros pies como mínimo,  era algo totalmente fuera de sentido para un latino calentano como yo!!!

Se dice que, “quien no arriesga un huevo, no saca un pollo” y  yo no podía darme por vencido; he sido muy positivo en mis decisiones y cree mi propio proyecto sobre cuándo y cómo viajar y qué hacer en situaciones climáticas tan extremas como esas. Soy creyente y hace poco pasé por una situación grave, pero Dios me dio otra oportunidad de vida, gracias a mi médico de cabecera quien me operó oportunamente.

Fue entonces que me decidí a viajar. Dios me presentaba este sueño, ver las Auroras Boreales, espectáculo que solo puede ser visto en Tromsø, al norte de Noruega, una ciudad ubicada por encima del Círculo Polar Ártico, conocida por ser el mirador directo de este esplendoroso fenómeno natural que ilumina el cielo a su alrededor.

Invité a acompañarme en esta aventura a mi hijo mayor, Leif Enrique, director fílmico y fotógrafo profesional recién graduado, para él era su primera experiencia de crear una película y viajar al norte de Noruega. Estudiamos todo el pro y el contra y emprendimos camino por carretera. Algunos de nuestros amigos nos decían,  están locos viajar por carretera y nos recomendaban ir en avión, pero no; salimos a la aventura.

Primero llegamos a un punto donde el país se divide en dos, sur-norte (Sørland/Nordland), como si fuera una frontera, sabíamos que debíamos realizar el viaje en tres días lo que  nos llevó  a conducir un promedio entre 8 y 10 horas diarias para llegar a Tromsø, la famosa ciudad mencionada en cada rincón del país en todas partes del mundo, una población turística visitada durante todo el año, pero más en invierno, no solo para apreciar las auroras boreales sino por su historia y su cultura.

Llegamos, llegamos!!! le dije a mi hijo Leif Enrique, nos abrazamos y reímos emocionados, lo logramos, me contestaba. Después de haber pasado la división del país empezamos a ver las altas montañas con sus picos cubiertos de nieve a lado y lado de la carretera, sorprendidos y extasiados de tanta belleza de la naturaleza, nos faltaban manos para manipular nuestros equipos, cámara, celular, go-pro, video-cámara,  queríamos dejar registrado todo lo que nuestros ojos observaban, era como si estuviéramos escalando hacia las montañas del Everest o del Himalaya, nos decíamos impresionados por el paisaje.

Nos ubicamos en nuestra cabaña al pie del fiordo de Tromsø,  frente a una entrada del Mar del Norte y una vista lejana de la ciudad al fondo, pero no había tiempo que perder, descansamos solo 3 horas y salimos a cazar las famosas auroras boreales, de antemano sabíamos cómo se podían ubicar en el cielo y en qué lugar de las tantas islas que tiene Tromsø, sin demora alguna, montamos todos los equipos, trípodes, cámaras y como nos lo habían dicho, para tener éxito es importante tener paciencia, estar relajado, llevar algo caliente para beber y algo que comer porque las noches podrían ser largas y en verdad que  era cierto.

Todos los días nos instalábamos desde las 18h hasta las 03h sin que el clima tuviera clemencia de este par aventureros novatos, primerizos, sentíamos la temperatura a menos -12C o -15C bajo cero, pero que la sensación térmica nos marcaba los -20C o -25C, los dedos se congelaban, las manos se enrojecían como si estuviera a punto de darles hipotermia, cuando teníamos que quitarnos los guantes gruesos de lana para manipular las cámaras y los otros equipos; aunque tuviera 2 pantalones térmicos debajo de mis jeans se penetraba el frío, la noche se tornaba larga, con brisas fuertes, pero con un cielo descubierto mostrándonos un espectáculo de constelaciones en todo su esplendor nunca visto.

Pudimos observar partículas de nuestra galaxia, sí, eso dije, llegamos a observar parte de nuestra galaxia,  era algo sorprendente, ver los meteoritos entrar a nuestro planeta como decíamos de niños la famosa estrella fugaz y pedir un deseo, los satélites transitando en diferentes posiciones a gran velocidad, pero nos llegó la hora del show, con todo su colorido, danzando como en cualquier show de ballet estaban ahí las auroras boreales, no sabíamos si reír o llorar de la emoción quedándonos paralizados, viendo ese cambio de colores, por momentos era como si tuviéramos una lluvia de esmeraldas brillantes derritiéndose en nuestra cara,  aunque veníamos preparados con algo de conocimiento sobre el porqué de su colorido, de su formaciones de acuerdo a la velocidad del viento, porqué se mostraban en ángulos diferentes o porqué a veces aparecían en caída perpendicular con colores violeta, rosado, amarillo, todo este haz de luz es imposible de describirlo en su totalidad,  porque  las auroras boreales llegan en ráfagas por segundos, se suceden una detrás de otra continuamente, tanto y tan rápidas que  mientras mirabas a la izquierda a la derecha  ya había otra función, hay instantes en que  se posesionan en el horizonte del mar dando su resplandor de luz e iluminándolo que se funden en uno solo. 

Con esta aventura, lo que nos ofrece la naturaleza, el universo, es para para aprender querer más nuestro planeta y cuidarlo, fue un sueño hecho realidad y una experiencia que contar  para quienes puedan  hacerlo deben aprovecharlo. 

Proyecto artístico y social: un nuevo ‘Gracias a la Vida’, en medio de la pandemia y por una causa social

Seis voces femeninas internacionales –la mayoría con raíces latinas y un toque colombiano e italiano – se unen a la iniciativa de la cantante canadiense-uruguaya, Gisun, con una versión muy refinada y moderna de Gracias a la Vida, un himno de esperanza y solidaridad en tiempos de pandemia, destinado a recoger fondos para la ong Music Heals, que ofrece programas gratuitos de musicoterapia.

Por Freddy Vélez desde Toronto*. Seis voces femeninas internacionales –la mayoría con raíces latinas– siguen desde Toronto la iniciativa de la cantante canadiense-uruguaya, Gisun, quien busca fondos para Music Heals, ong que ofrece programas gratuitos de musicoterapia.

Una versión muy refinada y moderna de Gracias a la Vida se torna en un himno de esperanza y solidaridad en tiempos de pandemia, con toque colombiano e italiano desde Canadá. La música y su poder sanador con influencia pop y avant-pop, con seis delicadas voces, acompañadas de dos estupendas guitarras.

El Proyecto Gracias a la Vida lanzado éste 10 de febrero en diferentes plataformas de ‘streaming’ se espera que alcance gran impacto internacional dada la participación de artistas de múltiples orígenes y que viven en cinco ciudades del mundo: Toronto, Nueva York, Londres, Montreal, Vancouver y Guayaquil.

A la cabeza está Gisun, quien divide su tiempo entre Toronto y Vancouver. Esta canta-autora canadiense acude a su herencia latina y a su origen uruguayo, para retomar el tema que en 1966 escribiera la chilena Violeta Parra y que se hiciera popular en la voz de la folclorista argentina Mercedes Sosa.

Al reflexionar sobre este último año, creo que, a pesar de la extraña aventura que ha sido, también ha habido mucho que agradecer. El poder de la música nos une y nos ha ayudado a todos en los procesos de sanación. La música es una fuerza que nos acompaña en todas las etapas de la vida...”: dice Gisun, quien quiso enviar un mensaje doble de gratitud y de llamado a la solidaridad.

En este trabajo se destacan las voces de Bianca Muñiz y Joy Morales -residentes en la Gran Manzana y que comparten raíces colombo-puertorriqueñas; al igual que Luz Pinos, de Guayaquil, Ecuador; Ada Lea, residente en Montreal y Sans Soucis, artista ítalo-congolesa. Además de su talento, a estas artistas las une su sensibilidad para participar activamente como voluntarias en apoyo y convocatoria entre sus comunidades.

Acompañan a estas voces con una sutil ejecución musical los guitarristas Stephen Orr y Alper Tuzcu. El video musical que apoya el proyecto, producido por Rodrigo Ferrat, compila las actuaciones independientemente grabadas por cada artista durante la pandemia. Con el ánimo de llegar a una audiencia global y particularmente para conectar con comunidades latinoamericanas, el video musical incluye subtítulos en inglés, francés, italiano y portugués.

Music Heals. Para aportar en un tiempo tan difícil al bien común, lo que se recaude por esta producción irá a esta entidad sin fines de lucro canadiense que ofrece en Vancouver, sesiones de musicoterapia para pacientes en hospitales de niños, centros para adultos mayores, entidades de cuidado paliativo, programas para enfermos con sida/VIH, jóvenes en riesgo, rehabilitación y apoyo en procesos de duelo. Hasta la fecha, Music Heals ha financiado más de 32.000 sesiones de musicoterapia.

Para conocer más sobre Music Heals en las redes sociales @graciasalavidaproject www.gisunmusic.com

Freddy Vélez, periodista colombiano radicado en Toronto

Un par de tiros. Cuento de Sofía García

¨Mi papá bajó el volumen de la música, se escuchó silencio dentro y en la lejanía los ruidos de la calle, me miró a través del retrovisor con preocupación. El hombre se apoyó sobre el techo del carro y miró a mi papá con seriedad¨: cuento de la joven comunicadora caleña, Sofía Sierra.

Los rayos del sol se colaban a través de las ventanas del carro en el que mi papá y yo nos encontrábamos. El manejaba y yo, desde el asiento trasero, miraba lo que se encontraba más allá de las ventanas: un edificio viejo, una señora vendiendo chontaduros y un perrito que pasaba por la calle. Frenó en un semáforo y esperamos.

En la radio se escuchaba la noticia sobre la captura de otro narcotraficante “uno de los principales capos del denominado Cartel del Norte del Valle del Cauca, el rey de la amapola” decía el reportero, “ya estoy cansado de las mismas noticias, que capturaron a este y al otro, pero todo sigue igual” murmuró mi papá para sí mismo, yo aún inocente del mundo que me rodeaba le pregunté quién era ese rey de la amapola, mi papá solo me respondió que un hombre malo y cambió la emisora, ahí sonaba
una canción en italiano.

Mi papá empezó a tararear, adelantándose siempre a la letra “Sai che bevo, sai che fumo, sai che gioco anche con l’amor, sai che sono un egoista, un incosciente, prepotente nella vita come nell’amor (…)”.

Pasó un tiempo y la luz verde del semáforo volvió a prenderse. El carro de adelante, una gran camioneta, no avanzó, mi papá dejó de cantar y pitó dos veces, los carros de atrás lo imitaron, sin embargo la camioneta siguió sin avanzar. La calle era pequeña y la camioneta tapaba la vía casi por completo. Esperamos. Un hombre gordo, con los primeros botones de la
camisa desabrochados, sin pelo en la cabeza pero con un bigote frondoso, empezó a salir con parsimonia del carro, un arma se vislumbraba en su mano y se notaba que no le preocupaba que fuera vista.

Mi papá bajó el volumen de la música, se escuchó silencio dentro y en la
lejanía los ruidos de la calle, me miró a través del retrovisor con preocupación. El hombre se apoyó sobre el techo del carro y miró a mi papá con seriedad. “¿A quién le estás pitando hijueputa?” le preguntó el hombre con brusquedad, “los que están pitando son los de atrás” respondió suave mi papá, evitando mirar al hombre directamente a los ojos. El hombre dejó
de apoyarse en el techo y echó una mirada hacia atrás, luego se subió a su camioneta, siempre con el arma en su mano. Movió la camioneta dejando libre un estrecho tramo de la calle, pero permitiendo el paso de los carros.

Mi padre con rapidez y nervioso pasó por el trecho, se escucharon tiros en medio del silencio, dos. Mi papá volteó a mirarme asustado. Le habían dado a la parte baja del carro. Nunca lo había visto manejar tan rápido y sin parar hasta llegar a casa. El hombre nos había perseguido hasta ahí.

Sofía García: caleña, estudiante de comunicación social. Amante de la naturaleza, la fotografía y la lectura.

¡Recordando a mi Puerto del Alma…!

Hoy el periodista Álvaro Miguel Mina, popularizado como el ‘negro’ Mina, ha querido escribir en estilo costumbrista, la historia de uno de los pueblos negros de Colombia, la de su terruño Puerto Tejada y lo hace como solo él podría plasmarlo mostrándonos las vivencias de su tierra natal pletóricas de jocosidad y picardía: escribe en el prólogo de la obra el músico, compositor, escritor y representante de la Orquesta Guayacán ‘Nino’ Caicedo Córdoba.

Hoy el periodista Álvaro Miguel Mina, popularizado como el ‘negro’ Mina, ha querido escribir en estilo costumbrista, la historia de uno de los pueblos negros de Colombia, la de su terruño Puerto Tejada y lo hace como solo él podría plasmarlo mostrándonos las vivencias de su tierra natal pletóricas de jocosidad y picardía: escribe en el prólogo de la obra el músico, compositor, escritor y representante de la Orquesta Guayacán ‘Nino’ Caicedo Córdoba.

Estos son algunos apartes de los textos escritos por Álvaro Miguel ‘El Negro’ Mina en esta obra editada en 2020 – 2021.

Puerto Tejada (Cauca). Paraíso terrenal bañado por los ríos Palo y Paila, en cuyas caudalosas aguas se hicieron famosas las noches luminosas del río Palo, en el mes de agosto durante las fiestas patronales, que nos congregaban en la Caseta La Tremenda del extinto Pascual Balanta. Este territorio en el año de 1897 es reconocido como corregimiento de Caloto y luego en 1912 como municipio, fundado por el General Manuel Tejada.

Esta es una historia forzada por los negros que a brazo entero, permitían el remo de las ‘balsadas’ repletas de alimentos de nuestra bella tierra bañada por los caudales y la abundancia de nuestros ríos tutelares para luego transportarlas a las plazas de mercado donde igual llegaban las matronas con su rodete en la cabeza llevando los atados de leña y las hierbas del patio de sus casas fincas; básicos para aliñar el tradicional sancocho dominical, de gallina, res, pescado o colita de marrano, acompañado de la tradicional ensalada rusa, a base de ‘papa y mayonesa’, además de la limonada o agua-fresca para alcalinizar el cuerpo.

Imposible no recordar las estaciones obligadas de las madrugadas de bohemia, donde Doña Visitación Lizcano, ‘Lauro’, los fríjoles con huevo donde Doña Ofelia; el pescado frito, las papas aborrajadas de Mabilia y Raquel en la esquina de la ‘Reforma’ con un ají que picaba está vida y la otra, las rellenas de Doña Carmen en el matadero municipal y las de ‘Misia Justina’, en la galería.

Las viandas populares y el mercado. Al igual que las comideras instaladas a orillas del río Palo, entre ellas la ‘Dominicana’, con sus famosas hojaldras y los inigualables mojados de 200 pesos, ‘arroz con guiso’ y tajada de maduro. El consomé y la gallina sudada de ‘La Negra Mery’, y a Doña Virginia, la mamá de Harold ‘Masa’ y Pablo ‘Bajo’, donde los trasnochadores saboreamos el tradicional ‘Diosmío’ que era un crocante bofe ahumado, acompañado de ‘terlenka’ o ‘cachaco’ (plátano). Los domingos cuando se llegaba al mercado en la galería, la primera parada, era con ‘Chilito’ y seguíamos donde ‘Cancha’, de la cual se pensó que era dengue lo que tenía, pero según Álvaro del Castillo (excantante del Grupo Niche) se trataba de un niño que venía en camino, como lo dice en su composición musical.

A pocos metros antes de llegar a los bancos de carne de ‘Fabio Puerca’, Salomón ‘Picahueso’, ‘Caruso’, ‘El Gordo’ Moisés Córdoba, o donde ‘Pollo Ronco’, Carlos Grillo y Ómar ‘Campanita’, había que hidratarse con el champús de maíz pergamino del amigo Toracio y de ‘tas tas’ una ‘cuca’ negra, del canasto de ‘La Coja’ Elodia, de la cual decían las malas lenguas, cargaba su ladrillo para nivelar las pasiones.

Eso sí, en ese recorrido era obligado el encuentro con ‘Las Rucas’, ‘La Simple’ y ‘La Sabrosa’, mujeres de lengua viperina y reservada para el chisme fresco, sobre todo de las muchachas embarazadas del momento y los matrimonios a punto del divorcio, por falta del rastrillo en la cajita de fósforos.

Claro que los lunes eran del bolero y del famoso arroz atolla’o donde ‘Daniel Lenta’, ahí según los ‘gotereros’, encargados de sumar y restar el monto de la cuenta, dicen que ese servicio era con clavija incluida; y el sábado, los inigualables tamales de doble nudo de la señora Eva, sobre la Calle Central del pueblo, sitio en el que también se encontraban los chicharrones de ‘ocho patas’. Vaya el reconocimiento con sonido de “Gong”, para la amiga Narcisa, la mamá de Raúl Bururú, el de la casa de chance, con su humeante sancocho de gallina saraviada con plátano de las Vegas de Padilla comprado a Rosalino Mina, el popular ‘Pujo Gordo’ o donde Rufino Mina Reyes, en la vereda Las Cosechas.

La hora del ‘murrio’. A las once y media de la mañana, sonaba el pito de ‘La Nueva Ola’, en el Parque Central, un furgón rojo, conducido por Don Pedro ‘Huevo’, donde se transportaban los portacomidas y meriendas hasta el Ingenio Bengala, donde laboraba Don Chucho Gómez, esposo de la tía Itsmenia y a quien le llevábamos las apetitosas viandas preparadas con mucho amor. A él, mil gracias por su valioso aporte para alimentos, formación y vestido.

En esas labores, obligado reconocimiento al popularísimo ‘Chichi’, el hombre de ‘La joroba’, encargado del cuidado de los alimentos. Claro que el viejo ‘Chichi’, para certificar la calidad de los lípidos, con carita de gato, de manera ‘esquiniada’ y muy reservada sin que se notará de a mucho, se sacaba de a tajada madura y cocido por vianda… ja-ja-ja-ja. Como no recordar a ‘Las Pan con Hoyo’, a Elvia ‘Culito’ con sus famosas rellenas en hojas de plátano ‘suazadas’ (asadas ligeramente), en un platón sobre su cabeza, a la negra Bertilda, la de rutilantes caderas, entallada con brasieres de copa.

El precursor del viagra. Honores para ‘Danielito’ Balanta, el hombre que se le adelantó al Viagra; según sus clientes con dos copas de la botella curada que preparaba, les permitía salir a hombros al término de las agotadoras, candentes y fogosas faenas de amor con nuestras ‘Dulcineas del Toboso’. Luego había que recargar baterías con los chuzos de carne pecho o de cumbamba de ganado, donde Carlos ‘El Manicero’; y los famosos consomés de menudencias de Yolanda, en ‘El Guadualito’ y del ‘Flaco’ Alejandro, enseguida de la casa de don Arturo Serrano, donde trabajaba Aleida ‘Moñito’.

Mención dorada para ‘La Polola’ y su platón con alcohol, alcanforina y limón en cruz, en el habitáculo # 3 del ‘Montuno’ del ‘Tuerto’ Alirio, camino obligado de los jóvenes porteños ávidos de la certificación testicular y sonrisas amorosas.

Álvaro Miguel Mina es un periodista que ha dejado huella no sólo en el Valle del Cauca sino también en el resto del país, por su alma de reportero y por ser un contador de historias cotidianas que expresa con gran sencillez, en el lenguaje de la clase popular. Es aquella clase que lo acogió como suyo y lo puso en el escalafón del periodista de la gente, reconociéndolo como ‘El Negro Mina’.

Este hombre, nacido en el barrio Las Dos Aguas de Puerto Tejada, Cauca, el 10 de abril de1956, aprendió a plasmar la noticia con el bagaje que le ha aportado el oficio de periodista y su amor por la lectura, pero también de la vida. Con orgullo asegura que su estilo surge de su repentismo, sumados al olfato periodístico y el gran sentido del humor, lo que aprendió de doña Ana, su señora madre.

Por su trasegar y aporte al periodismo colombiano, ha sido exaltado por el Congreso de la República de Colombia; la Gobernación del Valle y el Concejo de Cali. Fue elegido como, el periodista afrodescendiente del año 2017, otorgado por El Espectador y la Fundación Color de Colombia.

El ausente: cuento de Rosa Isabel Zarama

La doctora en historia e investigadora nariñense, Rosa Isabel Zarama Rincón, presenta Cuentos para tardes azules, un libro en el que recopila trece historias entrañables sobre la vida cotidiana aparentemente sencillas, en que la normalidad y los días apacibles irrumpen con el brillo de un descubrimiento. Para los lectores de La Bernardi publicamos El Ausente, obra ganadora del II Concurso Nacional de Cuento Iris (Pereira, 2000).

La doctora en historia e investigadora nariñense, Rosa Isabel Zarama Rincón (*), presenta Cuentos para tardes azules, un libro en el que recopila trece historias entrañables sobre la vida cotidiana aparentemente sencillas, en que la normalidad y los días apacibles irrumpen con el brillo de un descubrimiento. Para los lectores de La Bernardi publicamos El Ausente, obra ganadora del II Concurso Nacional de Cuento Iris (Pereira, 2000).

Mientras el presentador se deshacía en elogios, yo sonreía con cierta complacencia. Por supuesto, eran ciertas sus palabras, a lo largo de veinte años de trabajo profesional había sobresalido como una de las mejores fotógrafas del país. Recibí premios en Colombia y en el exterior. Me casé con un brillante profesional y, por mutuo acuerdo, resolvimos no tener hijos. Aprovechamos el tiempo y el dinero que teníamos disponibles para colaborar con una fundación que ayudaba a niños con problemas cardíacos. Mirando al pasado, me sentía casi plena con mi vida. Cuando el presentador terminó, sentí el cálido aplauso del público, de nuevo sonreí y empecé mi conferencia.

Cuando concluyó la exposición, me senté tranquila en las cómodas sillas del elegante café del aeropuerto. Tenía un tiempo para mí, sin pensar en el trabajo; mis recuerdos vagaban entre uno y otro momento de mi vida. Cuando, de pronto, me acordé de Andrés… Aunque habían pasado más de dieciocho años sin verlo, recordarlo me producía emoción y, al mismo tiempo, rabia. Fue el hombre que tanto quise en mis años de profesional recién egresada, su compañía fue enriquecedora y desafiante. Nos entendíamos bien, por esa razón, nunca comprendí por qué desapareció repentinamente de mi vida. Un jueves se fue de viaje y nunca volví a saber de él. Durante varios meses intenté buscar una respuesta “apropiada” para explicarme su partida, pero no lo logré. Al recordar a Andrés y pensar en su pelo ensortijado, tuve que reconocer que a pesar del tiempo y la distancia aún no lo había perdonado. En ese momento sentí que el corazón se me encogía. Si quiso irse de mi vida, por qué no me lo dijo, qué motivos tuvo para hacerlo.

Estaba tan concentrada en mis pensamientos y mis sentimientos que no me di cuenta que una persona se había parado a mi lado, cuando reparé en su presencia no lo podía creer: era Francisca, la hermana menor de Andrés. Me puse de pie y nos abrazamos, después de tantos años, me produjo una gran felicidad volverla a ver. La invité a sentarse; al hablar con ella y observar su cara y sus gestos, el recuerdo de su hermano volvió nuevamente a mí y sentí indignación. Pero resolví no preguntar. Me contó que estaba de paso por Bogotá, para continuar su viaje a Buenos Aires, ciudad en donde vivía, y que en ese momento se encontraba en el aeropuerto porque la había dejado el avión.

Riéndose me dijo: – ¡Qué bueno encontrarte, no hay mal que por bien no venga! Si mi esposo se entera que llegué tarde a chequearme, me deja de hablar durante una semana. Tendré que inventar una excusa creíble.

Francisca hablaba acerca de su vida en Argentina. De pronto comentó: – En abril de hace dieciocho años llamé a tu hogar, pero nadie contestó. Fui a buscarte a tu casa, nadie me atendió, estaba desocupada. Luego llamé a tu trabajo, pero el conmutador siempre estaba ocupado. – Es cierto, ese fue un período de muchos cambios. – En esos días tenía muchas ganas de hablar contigo, y mi mamá extrañó que no te comunicaras con ella.

Me abstuve de preguntarle para qué querían hablar conmigo. Solo comenté: – En esa época nos mudamos de casa y, efectivamente, el conmutador de la empresa estuvo dañado meses a causa de las fuertes lluvias.

No sé si me escuchó, pues no paraba de hablar. Mientras tomábamos uno y otro café, me contó acerca de su vida, su hogar y su trabajo en Argentina. Continuaba siendo la persona agradable que conocí. Pero mientras la oía, pensaba en Andrés, ¿en dónde viviría?, ¿estaría casado?, ¿y su trabajo? A lo largo de estos años de rabia me extrañó no escuchar su nombre en los medios de comunicación, pues era un profesional con un futuro promisorio.

De repente, Francisca miró su reloj, se puso de pie, tomó su abrigo y su bolso y comentó riéndose: – Me voy. Tengo que ingresar a la sala de espera. No me puedo perder dos vuelos el mismo día. Me encantó verte.

– ¿Qué hay de Andrés? – ¿No sabes nada de él? —preguntó con admiración. – No. – Murió repentinamente hace dieciocho años… Bueno, querida, debo correr a la sala de embarque, chao. La vi desaparecer con pasos apresurados y su pelo largo y ensortijado en movimiento.

Comentarios sobre Cuentos para tardes azules

En Cuentos para tardes azules nos encontramos con la maravilla de lo cotidiano. Estamos ante trece historias aparentemente sencillas, en las que la normalidad y los días apacibles irrumpen con el brillo de un descubrimiento. Rosa Isabel Zarama logra personajes cuyo mundo se estremece con temblores discretos, que reconocemos de inmediato no solo porque los hemos vivido, sino porque su escritura les da una nueva magnitud. En estos cuentos, la pérdida del amor, los seres queridos que se van para nunca volver o el deseo incesante de aferrarnos a la vida, tal y como la conocemos, aparecen insistentemente para recordarnos que siempre podemos asombrarnos con todo lo que damos por sentado: Mariela Guerrero Vélez, gestora cultural, promotora de lectura y librera.

Es un libro que cautiva al lector desde las primeras páginas, no sólo por el interés que suscita en conocer el desenlace de cada relato, sin por la sorprendente facilidad de la autora para revelar esos secretos que rara vez salen a la luz, en medio de la naturalidad en la cual fluye la vida cotidiana. Rosa Isabel Zarama refleja a través de su obra, una aguda sensibilidad para observar y descifrar la naturaleza humana, y plasmar a través de la literatura, su complejidad: Patrizia Castillo, escritora y periodista.

Relatos amenos, lectura sencilla, situaciones cotidianas y experiencias que, precisamente por estar enmarcadas y contempladas desde la mirada reflexiva de lo cotidiano, logran volverse extraordinarias al leerse en una tarde lluviosa, con suave música de fondo y rodeados de la apacible paz que brinda el hogar. Tal es la magia que resguardan las páginas de Cuentos para tardes azules; Juan David Bastidas, escritor.

Rosa Isabel Zarama Rincón (*Pasto, 1967) Doctora en Historia, a lo largo de treinta años de ejercicio profesional investigó, publicó y comunicó sobre la historia colonial y el siglo XIX, principalmente, del territorio del actual departamento de Nariño, desde la perspectiva de la vida cotidiana y la historia cultural; autora de libros, artículos y capítulos de libros.

Ventas. Bogotá: La Librería de Ana, https://www.lalibreriadeana.com/ www.autoreseditores.com WhatsApp: Autora 3118817356. Pasto: Taller Tierra Pastusa y Librerías: Camino a Casa, Shirakaba. Ipiales: Librería Ipiales

El dulce olor de Puerto Perla: la nueva obra de Óscar Seidel

¨Puerto Perla es un pueblo a orillas del mar Pacífico, reconstruido después de un incendio, que sobrevivió a la amenaza de un tsunami, pero no pudo sobrevivir al mal olor. Esa población puede ser Tumaco, el pueblo donde nació el autor del libro, que se formó al vaivén de las olas, sin que nadie lo descubriera ni lo fundara. De pueblo humilde pasa a convertirse en población próspera. Todo debido al auge que toma el cultivo de hoja de coca. Con el crecimiento vive la desgracia…¨: el escritor tumaqueño, Óscar Seidel presenta su nueva obra El dulce olor de Puerta Perla

Puerto Perla es un pueblo a orillas del mar Pacífico, reconstruido después de un incendio, que sobrevivió a la amenaza de un tsunami, pero no pudo sobrevivir al mal olor. Esa población puede ser Tumaco, el pueblo donde nació el autor del libro, que se formó al vaivén de las olas, sin que nadie lo descubriera ni lo fundara. De pueblo humilde pasa a convertirse en población próspera. Todo debido al auge que toma el cultivo de hoja de coca. Con el crecimiento vive la desgracia

El escritor del Pacífico colombiano, Óscar Seidel presenta su nueva obra El dulce olor de Puerto Perla, les compartimos el texto introductorio y su prólogo.

Texto introductorio del escritor y periodista José Miguel Alzate

El epígrafe es tomado de la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Sintetiza el final de un pueblo donde el narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción se suman a un hedor nauseabundo que invade todas las calles, que nadie sabe de dónde viene y que obliga al Gobierno Nacional a buscar la manera de contrarrestarlo. El diálogo de Rulfo que sirve de epígrafe al libro El dulce olor de Puerto Perla, escrito por Oscar Seidel, predice el final que en la novela tiene el pueblo. Un hombre pregunta por qué Comala se ve tan solo, como si hubiera sido abandonado. La respuesta que recibe es: “Así es. Aquí no vive nadie”. Desde ese mismo momento el lector identifica un pueblo que, por los asesinatos y los malos olores, es abandonado por sus habitantes.

Con esto quiere decirle al lector que no obstante la novela no abarcar un universo amplio, muestra en pocas páginas cómo un pueblo del Pacífico colombiano se resiste a convivir con un olor que impregna todo el ambiente. La narración se inicia con el llamado que le hace Jazmín, una vecina del barrio Las Flores, al Personero municipal, para que trate de hacer algo en bien de la comunidad. “Hay un olor en Puerto Perla que nos tiene desesperados”, le dice cuando lo alcanza en la calle antes de llegar a su despacho.

Memo, Fausto y Manolo son tres ancianos que, por su lengua mordaz, en Puerto Perla todos les temen. Jubilados, con más de ochenta años cada uno, se reúnen en el parque para hablar sobre lo que pasa en el pueblo, y para recordar su historia. En los primeros capítulos indagan de dónde viene ese olor que transformó el medio ambiente, que según ellos provocaron cambios en los estados de ánimo de las personas, ocasionó malestares estomacales en los niños y disminuyó el deseo sexual de los hombres. Manolo dice que en el pueblo la gente se acostumbró a convivir con los malos olores. Fausto, por su parte, reconoce que ahí siempre se ha vivido en emergencia sanitaria. Mientras tanto, Memo le echa la culpa de la hedentina a los productos químicos que en el terminal marítimo bajan de los barcos.

¿De dónde viene ese olor que invade las calles de Puerto Perla? El Alcalde dijo en una reunión que podía ser algo arrastrado por un aguacero que había caído esa semana. El Jefe de Sanidad piensa que pudo haber sido ocasionado por una marea alta que se metió a las casas construidas a la orilla del río. Los ancianos del parque dicen que pudo traerlo La Ñoca, una mujer que nunca se bañó, duró diez años sin cepillarse los dientes, y se caracterizaba por sus malos olores. La mujer había desaparecido desde hacía varios años. Pero ese hedor insistente le hace pensar a la gente que ha reaparecido. Fue una mujer a quien una infección le deformó la nariz. Dormía en una banca de la plaza. Debido a los olores que expedía una tarde se la llevó el carro de la basura. Desde ese día nadie volvió a saber de ella.

Para estructurar la historia Oscar Seidel recurre a la oralidad, construyendo el relato a través de diálogos donde los ancianos cuentan cómo fueron esos hedores que por temporadas se despertaron en el pueblo.

En una conversación, el Jefe de Sanidad le recuerda al Alcalde cómo combatieron la peste del mal olor de las axilas que en un tiempo vivió la población. Le recomienda entonces a una mujer, según él, doctorada en aromaterapia, para que les brinde una “asesoría odorífica”. La dama sacaba la hedentina fumigando las casas “con la quema de una mezcla de enebro, tomillo, bálsamo y ámbar”. Contratada por veinticinco millones de pesos, organizó hogueras que fueron encendidas en puntos estratégicos. El olor nauseabundo no se fue. Pero el Alcalde se echó al bolsillo el diez por ciento del contrato.

El mal olor que se mete por las narices de los pobladores de Puerto Perla debe interpretarse en la novela como una metáfora de su realidad. El narrador que esporádicamente aparece en el texto cuenta que, en las noches, las ánimas deambulan por sus calles.

Según lo narra Oscar Seidel en una prosa que, no obstante, la economía narrativa retrata con pincelazos afortunados su ambiente, el último agente viajero en visitar a Puerto Perla se vuelve loco “por el silencio que reina en el lugar”. El hedor que obliga a la gente a abandonar el pueblo lo produce también la corrupción. El Alcalde se enriquece adjudicando contratos a sus amigos sin el lleno de los requisitos legales. Y un fiscal recibe seiscientos millones de pesos para fallar un proceso a favor de un narcotraficante.

Puerto Perla es un pueblo a orillas del mar Pacífico, reconstruido después de un incendio, que sobrevivió a la amenaza de un tsunami, pero no pudo sobrevivir al mal olor. Esa población puede ser Tumaco, el pueblo donde nació el autor del libro, que se formó al vaivén de las olas, sin que nadie lo descubriera ni lo fundara. De pueblo humilde pasa a convertirse en población próspera. Todo debido al auge que toma el cultivo de hoja de coca. Con el crecimiento vive la desgracia. Atraídos por esa bonanza llegan los actores armados. Paramilitares, guerrilla y delincuencia común lo convierten en un escenario de muerte. Chango, un muchacho que jugaba billar, se enrola con la guerrilla, y se convierte en jefe del frente que produce cocaína. El gobierno desplaza mil hombres para darle captura, pero no lo atrapan.

  El dulce olor de Puerto Perla es una novela que narra la desesperación de los habitantes por el mal olor. El único que no siente esos hedores es el Raja-muertos, un hombre que tenía anestesiado el olfato de tanto convivir con los muertos. Durante varios años fue el encargado de realizar las autopsias a las víctimas de la violencia, que enterraba en su propio cementerio, acondicionado en un lote del municipio del cual se apropió. Seidel dice que hasta el Papa se quejó de la hedentina cuando visitó a Puerto Perla. “Estoy muy extrañado con el olor del pueblo”, dijo. Olor que también los ancianos chismosos le adjudican a Merejo, un personaje que un día se encontró una guaca. Tenía en la pierna una llaga purulenta que emanaba un mal olor. Había sido enterrado esa semana en el cementerio del Raja-muertos.

Prólogo de J. Mauricio Chaves Bustos

El dulce olor de Puerto Perla inaugura el estilo en el uso de la economía de la palabra que emplea su autor, atrapando al lector de manera inmediata en la lectura del texto. La trama transcurre en el puerto de Tumaco, conocida también como “La Perla del Pacífico”, lugar donde la ficción toma cuerpo enmarcado dentro de un clásico de la literatura universal, “La náusea” de Sartre, utilizada más como una antinomia, ya que en Puerto Perla todos tienen conciencia de ese mal olor que termina por ahuyentar a todos sus habitantes, contrario a los burgueses descritos por Sartre, ya que estos terminan por no advertir la realidad que los circunda; al igual que en La Peste de Camus, el autor en la trama pone de relieve la carencia de una moral universal, manifiesta en los politicastros que terminan por desconocer el origen del mal olor, desviando recursos, robando lo poco que hay en los erarios públicos, cuando la verdad la pestilencia emana de sus propios cuerpos, una metáfora de la corruptela que ha acompañado a la mayoría de políticos de Tumaco, de Nariño y de Colombia, por no ir más lejos.

El aislamiento también cobra cuerpo dentro de la esencia de la trama de la novela de Seidel, como una actitud autoimpuesta en primer lugar, quizá una crítica a la endogamia de las castas politiqueras de la región Pacífica nariñense, una actitud que luego se extiende y se impone de afuera, por parte de los gobiernos centrales, una crítica también al mal manejo político que se ha hecho con la región desde Pasto y desde Bogotá; esto, no impide acusar a los habitantes de Puerto Perla, cuya culpabilidad la buscan dentro de los mismos habitantes, especialmente de los pordioseros y menesterosos, cuando la peste finalmente la tienen todos, sin excepción alguna.

La realidad y la ficción se entrecruzan en el detenido y austero relato que hace su autor, no es difícil imaginar las críticas que van y vienen detrás de los escenario y los personajes que Seidel maneja con atinado acierto, no en vano en uno de los capítulos se señala que las tres catástrofes que ha padecido Puerta Perla son los incendios, el tsunami y el actual Personero, tres verdades manifiestas dentro del historial para quienes husmeamos y curioseamos los anaqueles del pasado del territorio narrado, donde convergen comerciantes usureros, guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes, sin que se excluyan entre sí, para finalmente quedar las islas desiertas, esperanzados con que el narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción se suman a un hedor nauseabundo.  

Este libro logra un el narcotráfico, el paramilitarismo y la corrupción se suman a un hedor nauseabundo, que realmente da gusto leerlo y releerlo.

Oscar Seidel. Su obra literaria ha sido publicada en El Magazín El Espectador de Bogotá, Periódico El País de Cali, Periódico Occidente de Cali, El Diario de Pereira Sección Las Artes, Revista LETRALIA de Venezuela, los periódicos El Puerto y La Batalla de Buenaventura, y en Academia.es de USA. Tiene una columna de opinión en el periódico virtual PÁGINA10.COM de Pasto. La Fundación César Egido Serrano y el Museo de la Palabra, de Madrid (España) lo nombraron Embajador del idioma español de su país en el mundo, en 2018.Ocupó el cargo de Director Ejecutivo de la Fundación de Escritores del Pacífico colombiano (Fuespacol).

Fotografía de portada: cortesía de Medardo Arias

Alice Shantala Colombo: ´fusión´ terapéutica que une a las mujeres

¨Con el trabajo sobre el cuerpo y la propia expresividad artística puedes abordar cuestiones interiores, que con el solo análisis psicológico o el razonamiento personal no afloran, la danza es terapéutica¨: dice la italiana Alice Shantala, quien hizo parte de la compañía ´Bellydance Evolution´ en 2014 y 2015.

Por Irene Garcés Medrano. Como una premonición, al nacer hace 42 años sus padres la llamaron Alice Shantala. Alice como la protagonista del cuento de Lewis Carrol, nombre en boga en ciertos ambientes alternativos italianos de los años setenta, significa de noble y bello aspecto. Y Shantala, portadora de luz, amor y bienestar. Nombres ideales para enfatizar la pasión, la entrega, la elegancia y el valor artístico de esta bailarina y profesora de danzas Tribal Fusion (TF) y American Tribal Style (ATS).

Esta italiana de Cameri (provincia de Novara), a pocos kilómetros de Milán, debutó a nivel internacional en 2012, en Rennes, Francia, cuando fue seleccionada para danzar en el Palco del Tribal Umrah. Graduada en Lenguas y Literaturas Extranjeras con especialización en Sociología y Demografía de las migraciones, Colombo hizo parte de la compañía ´Bellydance Evolution en 2014 y 2015, con el espectáculo ´Alice in Wonderland´ y participó en una gira por Milán, Roma, Berlín, Hannover, Berna y  Dornbirn (Austria). 

Fotografía: Argun Tekant

En el intervalo de una de sus lecciones on line dialogamos sobre su búsqueda y realización artística a través de la danza.

IG: ¿Una danza-puente con su parte más recóndita? AC: Estudié danza clásica, contemporánea y moderna e hice diez años de gimnasia artística y rítmica a nivel agonístico, pero desde el punto de vista de buscar y crear arte, fue con la danza Tribal Fusión que comencé a trabajar más sobre mí misma porque se volvió una búsqueda interior. Pude encontrarme delante a mí misma e interrogarme sobre aquello que era mi deseo de expresividad a nivel artístico.

¿Todo empezó con la danza del vientre? Empecé con la danza medio-oriental porqué en el gimnasio me aburría, no tenía un estímulo, adelgazar no era un objetivo, mientras que danzar me permitía mejorar y, al mismo tiempo, hacer actividad física. Ahora es un recorrido que se volvió casi psicológico.

Permite danzar a las mujeres de cualquier edad, a redescubrir y apreciar sus propios cuerpos, ellas aprenden con el tiempo a mirarse al espejo y a dejar de juzgarse. A una bailarina, aunque un poco acuerpada, se le admira igual. En nuestra sociedad italiana tenemos los diarios y la televisión que nos hace ver las modelos delgadas, personas con estándares de belleza  inalcanzables. Con la ATS se descubre otro tipo de belleza, el bienestar físico y mental.


Pienso que con el intelecto se puede resolver cualquier tipo de problema, de razonar, mientras que con la Tribal Fusion, a través de la búsqueda artística, se puede preguntar sobre quién eres y qué se quiere expresar. Con el trabajo sobre el cuerpo y sobre la propia expresividad artística puedes abordar cuestiones interiores, que con el solo análisis psicológico o el razonamiento personal no afloran, la danza es terapéutica. Fotografía Marco Sartori

¿Cómo es la Fusion entre mujeres? De una parte nos han educado a no colaborar y al mismo tiempo nos hacen creer que las mujeres vivimos en competición. Lo hermoso es que a través de la ATS, se descubre otra fuerza, una hermandad, solleranza, lo cual no significa que es una danza que excluya a los hombres. Reúne a las mujeres pero también hay hombres, porque es abierta, acogedora, incluyente en términos de género. Nació en San Francisco donde hay una visión muy amplia a toda la comunidad LGBT.

¿Una hermandad para superar complejos? La Tribal Fusion ofrece la oportunidad de encontrase entre mujeres en un lugar protegido, ya que todas las lecciones son creadas en un puesto donde no se juzga a la persona ni se juzgan los propios límites. No existe la palabra no soy capaz, soy una fracasada ni cosas así. Existe la palabra no soy capaz en este momento. Es importante a todos los niveles y a cualquier edad descubrir que las limitaciones son aquellas a las cuales damos espacio en nuestro pensamiento. A través de pequeños pasos, con la presencia en sala, se superan obstáculos y límites que creíamos reales.

Somos una comunidad de más de 200 mil personas, como una pequeña ciudad pero dispersa en todo el mundo. Durante los encuentros, eventos y festivales que se organizan se crea una especie de conexión. Existe esta fuerte solidaridad. Fotografía Argun Tekant.

¿Cuál es idioma les une? La danza American Tribal Style (ATS) nos permite estudiar un lenguaje, como si fuera un vocabulario. En el momento en que vas a Rusia, no conoces el ruso y no hay modo de hablar, pero durante el festival bailas tranquilamente, improvisando con las bailarinas rusas te comunicas a través de la danza, del gesto, los pasos y del espectáculo.

¿También danza sola? Siempre mi parte más introspectiva emerge en mis ´solos´, bailo más como forma expresiva, puede suceder que me salga de los esquemas de la Tribal fusión que deja mucha libertad. La parte coreográfica que requiere de un trabajo artístico y coreográfico-coral, la aplico con mis alumnas y con los proyectos que hemos adelantado con otras bailarinas. 

¿De danza se puede vivir? Es un sueño porqué  en Italia no es fácil, el arte no es absolutamente sostenido, en especial artes como la tribal fusión, que es alternativa. Sería muy lindo pero no existen muchas oportunidades. Se vive de enseñar y danzar, conjugando ambas. Fotograía Andrea Arcidiacono.

¿Ha cumplido algunos sueños? Uno de ellos haber estado entre las 10 seleccionadas para participar en la tournée de la Bellydance Evolution me ha dado siempre tantísima felicidad. Es un grandísimo honor cada vez que  mi profesora actual, Zoe Jakes, me selecciona para cursos más específicos. En 2015 me llamó para ir a San Francisco a participar en un curso intensivo de nivel avanzado, para mí esa fue una alegría inmensa, absoluta!   Fotografía: Mauro Bezzi

¿De la danza del vientre a la ‘American Tribal Fusion’? Existen varios tipos de fusion derivados de la danza del vientre y contaminados con otras danzas. Por ejemplo la American Tribal Style (ATS),  que para eliminar la palabra Tribal le cambiaron el nombre por Fat Chance BellyDance Style FCBDS®️, es una danza de grupo, improvisación, codificada y muy divertida. También existen varios grupos que a partir de allí divergen de la FCBS pero que han mantenido el concepto de la improvisación y del lenguaje codificado.  Algunos utilizan música electrónica más contemporánea a diferencia de la FCBS que utiliza músicas del Magreb, balcánicas y mediterráneas. Y el otro estilo de danza es el del Tribal Fusion que a raíz de los recientes episodios de racismo en Estados Unidos eliminó la palabra Tribal, la reemplazó por Transnational Dance Style, aunque es un vocablo que no gusta a todos porqué evoca poco la danza que tiene tantas ramificaciones, como por ejemplo la gótica, y otras danzas un poco más contemporáneas y la Fusión con las danzas hindúes.

¿Proyectos en vista? Uno es bastante secreto (sonríe mientras me repite  que es algo maravilloso). Continuaré a difundir esta danza porqué creo en sus valores, creo en el hecho de hacer estar bien a las personas,  estoy estudiando para enseñar yoga. Física y mentalmente es la continuación de todo mi trabajo de profesora de danza. Siempre he practicado yoga que es propedéutica a la danza. Ahora me gusta poder profundizar el aspecto más filosófico.  

Para mí es importante permanecer estudiante a vida, en el sentido de que no se termina nunca de aprender. He acumulado tantas horas de estudio y quiero continuar porque es una búsqueda infinita, lo bello de la ‘Fusión’ es que debes encontrar tu voz y luego espaciar libremente, no estás obligado a obedecer a esquemas. Es eso lo que te permite tener una grandísima libertad a nivel artístico. Fotografía: Dennis Comunian

Fotografía de portada: Marie Siego.

Irenegarces1000@gmail.com

Los mares de la luna de Juan Fernando Merino

El escritor colombiano, Juan Fernando Merino, quien obtenido varios premios literarios colombianos, una beca nacional de novela y ganado siete concursos de cuento en España, nos presenta este año su cuarta obra de relatos de la editorial Seix Barral.

Después de veinticinco años de presentar su primer libro cuentos Las visitas ajenas, el escritor caleño, Juan Fernando Merino, lanza su cuarta obra de relatos, en esta ocasión editada por Seix Barral. Este es el texto de presentación de Los mares de la luna.

Prólogo del poeta y cuentista antioqueño Elkin Restrepo

La carta en la que a Juan Fernando Merino le anunciaban hace algunos años que había ganado un premio de cuento en España estuvo viajando seis meses por cinco países, antes de dar con él en Nairobi, Kenia. Era 1983 y en ese entonces Merino combinaba sus recorridos por los países de África del Este con la traducción de manuales agrícolas y el estudio del swahili, un estilo de vida raro, sino extravagante, en cualquier otro escritor diferente a él.

Tales hechos, me parece, lo definen muy bien.

Que desde muy joven, en lugar de quedarse en casa, Merino haya decidido moverse por el mundo, recorriendo Europa, Asia Menor, África y América, de Ohio al Amazonas y de Estambul a Gibraltar, explica cómo el nomadismo y, por supuesto, el cosmopolitismo, se confunden con su vida a partir de cierto momento, y cómo el poliglotismo —Merino habla cinco idiomas— ha sido el benéfico resultado de esa larga errancia.

Leyendo sus cuentos se advierte hasta dónde esta compleja circunstancia influye en su escritura, permitiéndole con la mayor naturalidad, no solo concebir tramas y personajes en geografías y escenarios tan ajenos y distantes como Rusia, Malawi, Brasil, Dar es Salam o Nueva York,  sino también ofrecerles una característica común a todas sus historias.

Quizás por esto, dentro de nuestra todavía provinciana literatura colombiana, Merino sea dueño de un claro y particular sentido de la realidad, que podríamos llamar excéntrico, ajeno a toda pedantería, y que les da un valor aparte, bien significativo, a sus relatos. A sus bellos relatos.

Sus personajes, aunque se parecen a nosotros, son sus oficios y acciones, su actuar en el mundo, lo que de repente los pone a sobrellevar una suerte salida de todo parámetro y a cargar frente a los demás con esa difícil diferencia. Con ese inacostumbrado infierno.

Agreguémosle a esto el placer de una escritura que toma forma sin dificultades, nada ampulosa, que atiende con precisión, fluidez y naturalidad a los presupuestos del relato contemporáneo, sobre todo el norteamericano, del cual —no sobra decirlo— Merino ha traducido al español una selección de los autores más recientes, bajo el título Habrá una vez, un libro imprescindible si se quiere.

Después de vivir diez años en Nueva York ejerciendo el periodismo y la traducción literaria, Merino ha regresado a Cali, su ciudad natal, sumándose al vigoroso grupo de narradores que allí escribe: Tim Keppel, Umberto Valverde, Harold Kremer, José Zuleta, Pilar Quintana, Julio César Londoño, Paola Guevara, Humberto Jarrín, Medardo Arias, Margarita Londoño, etc.

Si bien los relatos están situados en diferentes geografías de Europa, África y las Américas y los personajes son muy variopintos —desde un sexador de pollos hasta un banderillero retirado en un paisaje invernal; desde una excéntrica escritora neoyorquina hasta un atormentado personaje anclado en un enigmático albergue para marineros en tierra— las historias suelen tener como elemento en común momentos cruciales en una relación de familia o de pareja, o bien momentos intensos de comprensión íntima. Estos momentos son de alguna manera reflejos en nuestro microcosmos humano de aquellos tremendos impactos de los meteoritos sobre la superficie de la luna, que causaron los cráteres que los astrónomos de la antigüedad erradamente  tomaron por mares.

Los mares de la luna aparece veinticinco años después de su primer libro de cuentos, Las visitas ajenas, un tiempo lo suficientemente amplio para medir hasta dónde, para bien, la vida ha hecho de su literatura y de él otra clase de escritor. Un escritor único en un país con tantos autores obsesionados por parecerse y jugarse la carta de ser iguales.

Y que ahora nos deleita con esta serie de narraciones inolvidables.