Así superé el Coronavirus en Italia

En esta paz he vivido los últimos veinte años de mi vida, en una localidad más pequeña que Cerrito o Guacarí en el Valle del Cauca (Colombia). Ni en mis peores pesadillas habría imaginado ver la locura que estamos viviendo en este momento.

Por Liliana Velásquez Urrego desde Italia*. Fiorenzuola d’Arda es un pequeño pueblo de 15 mil habitantes en la provincia de Piacenza, norte de Italia. Un pueblo que mi madre define como “Muy bello, pero demasiado tranquilo”. Todos se conocen. Los ancianos de ochenta años aún usan la bicicleta y los niños van caminando a la escuela.

En esta paz he vivido los últimos veinte años de mi vida, en una localidad más pequeña que Cerrito o Guacarí en el Valle del Cauca (Colombia). Ni en mis peores pesadillas habría imaginado ver la locura que estamos viviendo en este momento.  

Fiorenzuola d’Arda (provincia de Piacenza)

Nunca nos iba a tocar. La China parecía demasiado lejana y las noticias que llegaban nos hacían creer que el Covid-19 nunca nos iba a tocar. Cuando la información del primer contagio en la población de Codogno, llegó al pueblo, recuerdo que estaba sentada en una pizzería con mi esposo y mi hijo. Todos hablaban de la reciente noticia y comenzó la preocupación, pues Codogno queda a 40 kilómetros de nuestra casa. Estábamos terminando de comer y ya había llegado una comunicación de la escuela de mi hijo con la noticia de la suspensión de clases.

Codogno, zona roja. En ese momento nuestra vida cambió. Habían cerrado Codogno, declarándola zona roja por los casos que empezaron a aparecer. Sin embargo, había en nosotros mucha ignorancia sobre la enfermedad. Pensamos que con esa medida todo se iba a solucionar. Los bares y restaurantes seguían abiertos, al igual que los almacenes y centros comerciales.  

Portadores sanos. La noticia del primer paciente enfermo la recibimos el 21 de febrero. No lo sabía, pero mi esposo Alberto y yo, ya nos habíamos contagiado. Éramos portadores sanos y, seguramente, habíamos contagiado a muchas personas.

Al parecer desde diciembre ya se habían presentado los primeros casos en el norte de Italia. Según datos publicados por el periódico Libertá de Piacenza el 30 de diciembre de 2019,  en una semana  el hospital de esta ciudad  recibió cuarenta  pacientes por una supuesta ´influenza´. Ningún médico pensó en hacer exámenes de laboratorio a los pacientes que se habían presentado a urgencias. ´Casualmente´ todos ancianos. Probablemente el Covid-19 ya andaba silencioso entre nosotros.

La crisis. En menos de una semana empezamos a enfermar. Los síntomas me recordaban un dengue que había tenido hace unos años en Colombia: dolor en todo el cuerpo, fiebre, debilidad, malestar, dolor de cabeza. Mi esposo estaba igual y nosotros seguíamos pensando que teníamos ´influenza´. La preocupación llegó cuando el médico de familia nos dijo que no podíamos ir a su consultorio y, mucho, menos ir directamente al hospital porque teníamos los síntomas del Coronavirus. 

Oficialmente sanos. Noticia confirmada cuando mi esposo empezó a tener problemas respiratorios y terminó en Urgencias. Tuvimos suerte, porque aún había médicos disponibles y tuvo una atención oportuna. Regresó a casa el mismo día con el diagnóstico: pulmonía interstizial de Coronavirus. Fueron días muy duros,  pero ahora estamos bien. Oficialmente sanos. Gracias, además, a medicinas naturales y, sobre todo, actitud positiva. 

Fiorenzuola d’Arda, la pesadilla de un pueblo contagiado. Sin embargo, muchas personas en nuestro pueblo aún no han tenido la suerte nuestra y han fallecido. Hasta el momento 125. Todos esos ataúdes que se ven en las noticias de televisión en fila, llevan amigos nuestros, vecinos, familiares. Llevan al señor que hacía el capuccino en el bar de la Via Emilia, al primo hermano de mi esposo, a la mamá de una de mis amigas más queridas. Muchos de esos muertos tienen una cercanía a nosotros.

Hay quienes han visto partir a sus seres queridos en una ambulancia y quince días después de la muerte no han recibido siquiera sus cenizas.  Otros han tenido que despedir familiares con una video llamada de una enfermera.

Mantener en alto la moral de la familia. Decidí dejar de llorar y agradecer la oportunidad que me está dando la vida, la felicidad de saber que estoy bien y de ver sanos a mi hijo Alexandro y a mi esposo Alberto. Decidí mirar menos noticias y dedicarme a otras actividades en casa. El miedo baja las defensas. Un modo de huir un poco de esta realidad para sobrevivir y mantener en alto la moral de la familia. Me he dedicado a hacer meditación, a hacer ejercicio, a leer, a escribir. Hoy quise escribir estas líneas. Puede ser que alguien las lea, se quede en su casa y salve la vida de muchas personas más.  Puede ser que alguien tome conciencia y evite la pesadilla que nosotros hemos tenido que vivir.

http://www.labernardi.com/historias-de-hoy/
Lea la segunda parte de esta historia

* Comunicadora caleña radicada en el norte de Italia. Amante del arte, la cocina y los viajes.

#EnMarzoRelatosdeMujeres

¿Qué mujer se ha cruzado en tu camino que te haya inspirado con su ejemplo y su mensaje? La historia de una abuela, una escritora, una artista, una lideresa social, una profesora…que por su ejemplo de fuerza, sabiduría y talento merezca ser contada.

En marzo, en el marco de la celebración mundial del Día Internacional de la Mujer, compártenos un relato con fotografía, de una mujer que debe permanecer en nuestra memoria.

Hace 10 años se nos fue Mainardo Bernardi Ospina

Por Juan Antonio Bernardi Madriñán*. Repaso a una vida dedicada al deporte desde diferentes frentes, como basquetbolista de alto rendimiento por el Valle y Colombia, dirigente deportivo de la ciudad que hizo suya e hincha furibundo de la Selección Italia y del Deportivo Cali.

El 28 de enero de 2011, partió a sus 73 años Nano o el Tano, como le decían sus más cercanos familiares y amigos a mi padre, un colombo italiano nacido en Armenia (Quindío) pero hijo adoptivo de Cali, quien fuera una de las grandes figuras de la historia del deporte vallecaucano.

Inicia su carrera deportiva en Cali. El 1 de mayo de 1950, cuando mi abuelo, el constructor italiano Antonio Bernardi Defina, se trasladó a vivir a Cali con toda su familia, Mainardo fue matriculado en uno de los planteles educativos masculinos más tradicionales de la ciudad, el San Luis Gonzaga, donde descubrió su gran talento y habilidad para jugar basquetbol e inició su carrera con la pelota naranja que le dejó tantas satisfacciones y grandes amigos.

Capitán del San Luis Gonzaga. Entre los años 1952 y 1957, se destacó como capitán del equipo de su colegio, fueron campeones departamentales en los Juegos Intercolegiados en diversas ocasiones, y sus grandes rivales, como él recordaba de esa gran época, fueron el Pascual de Andagoya de Buenaventura y el Berchmans de Cali.

Valle campeón nacional en básquet. Siguió su carrera ascendente, portó la camiseta de capitán de la Selección Valle Juvenil y de mayores, representó al departamento y al país en varios campeonatos nacionales e internacionales. Fue uno de los artífices de dos de los triunfos más sonados en básquet del Valle para esos años, el Campeonato Nacional de 1958 y el título en los Juegos Nacionales de 1960.

Triunfo histórico en Sudamericano de Clubes en Quito. Como campeón en 1958, el seleccionado rojo y blanco, se ganó el derecho de ir a jugar como Selección Colombia con el uniforme del Valle, en la cuarta edición del Campeonato Sudamericano de Clubes Campeones en la capital ecuatoriana. Ahí los vallecaucanos, entre los que se encontraba Mainardo, lograron una victoria histórica, vencer por primera vez al equipo San Lorenzo de Almagro, que representaba al seleccionado argentino y que quedó subcampeón.

Mi padre narraba como previo al cotejo con los gauchos, los colombianos habían derrotado a los chilenos por un marcador apretado y habían caído ante el combinado paraguayo por un score estrecho, al tercer compromiso llegaron con la necesidad de triunfar y seguir en carrera en dicho campeonato. Fue un partido de mucha tensión y coraje, el elenco colombiano dirigido técnicamente por Jaime Mendoza y el argentino Juan Rocheteux, se batió con garra y tesón dentro del terreno con jugadores de la talla de Christopher, Luna, Peñaloza, Nemen, Bernardi, Soler, Ochoa, Lema, Hormaza, Reyes y Quezada. Ellos derrotaron a los argentinos ante 7.000 espectadores por marcador de 67 a 64.

Joaquín Marino López, periodista de gran reconocimiento en el país y enviado especial de Cicrodeportes Valle a cubrir el campeonato suramericano, la describió como la “Noche de gloria para Colombia.

El cierre de su carrera. En 1960, Mainardo participó en los VIII Juegos Atléticos Nacionales de Cartagena, donde el seleccionado vallecaucano ganó la medalla de oro. Prácticamente en ese momento y con ese triunfo, cerró su ciclo como deportista de alto rendimiento.

En la dirigencia deportiva del Valle. Ya en la década del setenta, Nano siguió vinculado al deporte, se destacó como dirigente deportivo, llegó a ser miembro de la Liga Vallecaucana y la Federación de Básquetbol. Hizo parte del comité organizador de VI Juegos Panamericanos en 1971 y apoyó con sus ejecutorias para que Cali fuera sede del VII Campeonato Mundial de Baloncesto Femenino en 1975.

El fútbol fue su otra gran pasión, siguió los pasos de la Selección Italia en cada mundial al punto que salía a vacaciones para sentarse a hacerle barra, celebró por todo lo alto la Copa  España 1982 y Alemania 2006.

Por muchas décadas mi papá le entregó su corazón hasta el día de su partida a la institución verde y blanca, primero como dirigente y luego animando y acompañando como cualquier hincha en el estadio, a su equipo de fútbol, el Deportivo Cali.

Con su esposa y compañera de vida, Selima Madriñán, el día de su matrimonio (Capilla de Santa Teresita, Cali 1969)

Hace 9 años partió y dejó un vacío grande entre mi madre Selima, mi hermana Paola y el grupo de la familia Bernardi. Su gran enseñanza fue la entrega y los valores donde siempre estuvo el deporte como prioridad en su vida.

El basquetbol y el fútbol le dejaron grandes amigos, pero ninguno como Daniel Claros que fue su cómplice de aventuras, travesuras y grandes gestas deportivas. Con el ´Negrito´ Claros, su hermano del alma, habían nacido el mismo día y sin saberse se volvieron inseparables desde niños. En la foto durante la celebración conjunta de sus 70 años.

*Cronista deportivo e hijo de Mainardo Bernardi

Los embajadores marítimos de Italia recalaron en Buenaventura (1)

El Donizetti, uno de los barcos bautizados con nombres de grandes músicos, de la segunda generación de la flota Italian Line, con el Verdi y el Rossini, que surcaban los mares desde los años 60 como embajadores marítimos de Italia

Corría el año de 1971 cuando mi padre, Álvaro Prieto, anunció a la familia la visita ese fin de semana a Buenaventura, para conocer el mar y darle la bienvenida a nuestra prima María Teresa Hurtado, quien llegaba en barco proveniente de Italia, donde terminó estudios de ceramista.

En nuestro jeep Land Rover 62 todo terreno, emprendimos ese largo e incómodo viaje por la Carretera al Mar de entonces, que de a poco entre túneles y curvas, nos fue revelando el misterio de la exuberancia del paisaje del Pacífico colombiano.

El arribo a Buenaventura. Al llegar a nuestro destino sentimos el primer golpe de calor húmedo y el bullicio propio de la Isla Cascajal donde se ubican el centro mismo de la Capital del Pacífico colombiano y el principal puerto marítimo del país. Ahí mismo, frente a la bahía de la Buena Ventura como fue bautizada por el licenciado Pascual de Andagoya por “lo tranquilo de sus aguas y lo abrigado del recodo”, se levanta imponente una blanca edificación desde la década del veinte del siglo pasado, el Hotel Estación, construido por la Compañía del Ferrocarril del Pacífico, y donde tuvimos el privilegio de alojarnos.

El Hotel Estación de Buenaventura, inaugurado en 1925.

El Estación, el hotel más bello de Colombia. No más salió el sol, nos preparamos para la primera excursión del día, explorar de arriba abajo, ese que fue llamado el más bello de Colombia por su estilo neoclásico, en ese entonces un poco derruido, pero guardián de época pasadas, de aquellas galas consulares a lo ´gran gatsby´ y fiestas con las mejores orquestas internacionales en sus salones. Pero también, de la memoria de aquellos aventureros que alojó en su última noche antes de abordar, con ilusión o gran tristeza, un barco rumbo a Europa tras un amor o los sueños de una carrera, y de aquellos inmigrantes y refugiados que albergó su primera noche en suelo americano, luego de cruzar el Atlántico para buscar una nueva patria y hacerse un nuevo destino.

La visita al muelle. Nuestra segunda excursión de ese emocionante día, con padres, hermanos y tíos, fue la llegada al muelle, entre un camino atestado del bullicio bonaverense y de familiares de otros pasajeros, que esperaban con ansia el desembarco de los suyos y la posibilidad de subir a bordo del Donizetti, uno de los barcos bautizados con nombres de grandes músicos, de la segunda generación de la flota Italian Line, con el Verdi  y el Rossini, que surcaban los mares desde los años 60 como embajadores marítimos de Italia, transportando a módicos precios y en condiciones bastantes confortables a pasajeros –muchos de ellos españoles exiliados rumbo a Venezuela y ya cada vez menos inmigrantes italianos para Sur América-, y promoviendo la cultura del viejo continente, en su ruta Génova, Nápoles, Cannes Barcelona, Tenerife, La Guaira, Cartagena, Cristóbal, Buenaventura, Manta, Guayaquil, Callao, Arica, Antofagasta y Valparaíso, con la bandera italiana pintada en rojo sobre la chimenea, la proa en blanco y la línea verde sobre las aguas.

El Donizetti. Poco a poco, por la escalerilla, desembarcaron en fila los baúles y las maletas, junto con aquellos viajeros que se quedaban en este puerto, entre ellos divisamos a María Te, la prima que partió de Nápoles y navegó en una travesía durante 19 días a bordo del Donizetti, junto con otros 600 pasajeros, en un servicio que ahora conocemos como los cruceros turísticos o las máquinas de la diversión. La vimos descender cual modelo en la pasarela de Milán, con gafas y pava para fundirse en el abrazo de su familia colombiana.

Siguió para todos nosotros la visita al barco sin mayores controles de seguridad y con el derecho a recorrer la cubierta, y acceder al ´in bond´ a comprar unos cuantos artículos ´made in Italy´ a la tripulación. Para todos fue una experiencia inolvidable, casi comparable a sumergirnos por primera vez en las aguas del Océano Pacífico.

El fin de la era dorada. Para ese momento no sabíamos que éramos testigos del final de una era, faltaban alrededor de tres años para que ante la ofensiva de los vuelos comerciales y el alto costo de los combustibles, se suspendieran los viajes transatlánticos de pasajeros de la Italian Line partiendo de puertos italianos hacia el continente americano. Aquella misma flota que entre cada una de las dos guerras mundiales del siglo XX y hasta mediados de los setenta, operó para satisfacer la demanda de pasajes de las grandes oleadas de inmigrantes italianos y de otras tantas partes de Europa, rumbo a ´La América´. Muchos de ellos se quedaron en el Valle del Cauca.

Página del diario El País de Cali, diciembre 1957

La nostalgia. Al final del día solo quedan los avisos de prensa de esa época dorada como aquel de diciembre de 1957 en el diario El País de Cali, cuando la firma italiana de Carlos Pagnamenta con oficinas en Cali y Buenaventura, promociona las rutas Buenaventura – Chile – Europa para febrero de 1958, en el Antoniotto Usodimare, el Marco Polo y el Amerigo Vespucci; las postales antiguas como último rastro frágil de aquellos colosos de vapor que surcaron los mares para tender un puente entre el viejo y el nuevo continente, como el Donizetti y el Verdi, que se venden a E 3.5 euros en mercado Libre y las fotos del álbum de los Prieto Bernardi en su viejo Land Rover que los transportó hasta el Océano Pacífico.

La travesía de María Teresa Hurtado:

¨Leyendo con tu escrito y relatos de los viajes y travesías de estos grandes transatlánticos de la compañía Italian Line. Mi tiquete lo compré en la empresa Navemar en Roma, que tenía sucursales en toda Latinoamérica. Fue un noviembre de 1971 y puedo dar fe de mis anécdotas, sobre todo siendo una de las protagonistas con los 19 días que duró mi viaje. Gracias por mostrarme como casi una estrella, se pudieran escribir páginas y páginas. Incluyendo alegrías, tristezas y las buenas amistades que hice en este largo viaje.

Eramos casi todos muy jóvenes quienes regresábamos a nuestros países de origen, fuimos testigos de la gran masa de migrantes que venían al sueño dorado de Latinoamérica, especialmente a Venezuela.
Nuestra nave Donizetti era como el arca de Noe, en Barcelona embarcaron cualquier cantidad de perritos y gaticos, casi todos se bajaron en el puerto de la Guayra con sus respectivos amos.
Luego del puerto de Nápoles pasamos por los puertos de Génova, Cannes y Gibraltar, para luego entrar al mar abierto, solo veíamos lo azul que era con un horizonte muy lejano. Finalmente divisamos tierra firme y era la isla bonita de Curazao, bellísima costa de gente amable y alegre, con grandes comercios, detonantes joyerías y su cautivante arquitectura de estilo holandés, para luego seguir de noche en los puertos de rutina, la Guayra, Cartagena, Colón, Buenaventura y de ahí, su recorrido hacia otros puertos del sur del continente.


De las lindas personas que venían conmigo, el caleño danés Rasmussen Lloreda y su esposa española Mercedes Sebastián que venían en su luna de miel; jóvenes fotógrafos profesionales que ya en Cali los vería varias veces cubriendo algunos eventos; luego una linda matrona de Bilbao, madre del dueño de la tradicional panadería Granada con quien nos encontrábamos en la proa para echarnos una conversa.
Otra anécdota que me extrañó fue que mi compañera chilena de cabina que venía de Inglaterra lloraba constantemente, nunca supo lo que fue el aire de mar, escribiendo un diario para su novio de Persia que dejó en Londres sin saber cuándo se volverían a ver.

Otra de tantas anécdotas, con los jóvenes de Chile que llegaron a sus respectivas ciudades nos intercambiamos muchas cartas para luego saber que el régimen del momento los escondió para nunca más saber de ellos.
Otro caleño amigo de infancia del barrio el Peñón, Guillermo Hernandez Castaño, venía de Barcelona, para luego perderse en Cali, y luego yo, que fui muy feliz al ver mi familia, mamá, hermano, sobrinos, tíos, primos y amigos que vinieron hasta el puerto a darme la bienvenida, fue muy emocionante, subieron a conocer un barco de esa magnitud y comprar en el Duty free. Una linda historia que no se volvió a repetir «María Teresa con 4 baúles y 8 maletas» .

Mi tarde en Ponte Nelle Alpi, el terruño de los Bernardi

Por Maritza Camacho * . A finales de septiembre de 2016, mientras Colombia vivía una gran polarización por cuenta de la consulta popular que refrendaría los acuerdos de los Diálogos de Paz con las -FARC- para poner fin a décadas de violencia, me dirigía a Ponte Nelle Alpi, una población alpina de la provincia de Belluno en Italia, lugar donde nació Antonio Bernardi, el abuelo de la autora de este blog, y donde de verdad respiré paz.

La visita a Ponte fue un acuerdo logrado en los diálogos que sostuve con La Bernardi cuando preparaba mi primer viaje a Europa, un sueño aplazado por más de 20 años y que cumplí con su complicidad. Nuestro acuerdo consistió en que nos quedaríamos tres días en Amsterdam y yo la acompañaría a esta población que no figura en los planes turísticos pero que valió la pena conocer.

Así fue como un lunes en la mañana, después de dos días en la ensoñadora Venecia, abordamos un tren que nos conectaría con las raíces de La Bernardi en dos horas, no sin antes detenerse en Conegliano, población de la provincia de Treviso, región del Véneto, conocida por sus vinos secos. Allí estuvimos media hora, la que aprovechamos para salir a conocer los alrededores de la estación y así sumar un lugar más a mi periplo que por poco termina aquí, pues casi me deja el tren.

El encuentro. Llegamos a la estación de Ponte a medio día. Empezamos a recorrer sus calles solitarias bajo un sol de otoño para buscar los únicos referentes que teníamos de los Bernardi, el bar y su Macelleria (carnicería). En el camino nos detuvimos varias veces a contemplar los bellos jardines que engalanan las viviendas de esta localidad que en sus 58 Km2, alberga alrededor de 8.000 habitantes y tiene como vocación empresarial los servicios, la ingeniería y la construcción. De ahí entendí el legado del abuelo Bernardi. No tardamos mucho en encontrar este negocio ubicado en la Viale Dolomiti, pero para nuestra sorpresa estaba cerrado. Aquí los lunes no se trabaja.

Justo cuando La Bernardi había pasado de la emoción de encontrar el local de sus familiares a la desilusión por hallarlo cerrado y terminábamos de hacer las fotos para el recuerdo junto al aviso de la Macelleria, llegó nuestro salvador, el dueño del bar contiguo que perteneció a los sobrinos de don Antonio.

Macelleria Bernardi, un negocio de tradición familiar

Para nuestra felicidad era un amigo de la familia quien, además de atendernos amablemente con paninis, focaccias y un aperol, realizó las llamadas necesarias para hacer posible que yo, después de aterrarme porque en el baño no existía batería sanitaria si no que me tocó sacar mis dotes de equilibrista para apoyarme en unas huellas de zapato y tratar de apuntar directo a un sifón en el piso, fuera testigo del encuentro colombo italiano.

Al poco tiempo aparecieron el primo de la nueva generación, Luigi Bernardi, su esposa y su madre. Pasados los saludos e intercambio de información que confirmaba sus lazos familiares, amablemente se ofrecieron a llevarnos a Paluc, la finca de la que La Bernardi escuchó tantas historias de su abuelo Tony.

Como Heidi en la pradera. Paluc, nos explicó el primo Luigi, significa zona de humedal. Está ubicada a pocos minutos del casco urbano en un recorrido que permite disfrutar de llanuras, de las aguas del histórico río Piave y de las Dolomitas, y es que según su sitio oficial Ponte Nelle Alpi tiene alturas desde 380 a 2.350 m. s. n. m. que privilegian su geografía. La construcción de la casa de los Bernardi se remonta a 1865, tiene gruesos muros en piedra que guardan la historia de esta familia. Los árboles de higos, pinos, el hermoso paisaje de un valle y las Dolomitas que la rodean, conforman una postal que me hicieron sentir como Heidi, la protagonista de una de mis series preferidas de infancia.

Las tías, Nairo, Urán, Juanes y Cuadrado. De regreso a Ponte nos recibieron en su casa la sobrina del abuelo, Liliana Bernardi y su cuñada Pepina, para compartir una simpática tertulia en la que predominó el vino y el ‘itañol’. Ellos tratando de entender nuestro español y nosotras chapoteando el italiano.  Y así en medio de balbuceos y señas, fue muy gratificante saber que ya en otras latitudes los referentes de Colombia son los jóvenes deportistas como Nairo Quintana, Rigoberto Urán, Juan Guillermo Cuadrado y artistas como Shakira y Juanes. La tarde terminaba y debíamos regresar a Venecia para continuar el día siguiente nuestro itinerario. Luigi y su esposa nos acompañaron a la estación. Mientras esperábamos el tren compartimos con ellos un café y hablamos de la tan anhelada paz de Colombia, que después de esta tarde en la que estas personas que sin conocernos generosamente confiaron en nuestra palabra y nos abrieron las puertas de sus hogares sentí que si se podía lograr. Hoy, recordándolos no pierdo la esperanza de que algún día en nuestro país la noticia más violenta sea “Que el gato del vecino se cayó del tejado”, como nos contó Luigi sucedía en Ponte.

En 1963 Antonio Bernardi regresó por primera y única vez a Italia para vivir un año. En la foto con uno de sus sobrinos en Ponte Nelle Alpi.
Antonio Bernardi con su esposa Camila y dos de sus sobrinos, Giovani Bernardi y Amelia en Ponte Nelle Alpi. 1963

* Caleña por adopción, comunicadora y curiosa de conocer el mundo

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Este es un espacio abierto para que los italianos y sus descendientes compartan historias cortas y fotografías de sus antepasados, como también para que relaten su propia experiencia y proyectos actuales, y sus aportes a la cultura y al desarrollo de este país.

Establezcamos un diálogo entre el pasado y el presente y veamos hacia dónde nos lleva este viaje exploratorio de nuestro origen italiano.