El 11 de septiembre de 2001, hacia las 9.30 a.m., mi mamá Graciela Ospina de Moya, sostenía un gran platón en su regazo, preparando la torta de la celebración de su octogésimo cumpleaños, cuando mis hermanos, con voz angustiada, nos advertían de lo que se convertiría en un fatídico día para el mundo occidental, el desplome de las Torres Gemelas.
Por Elsa María Moya Ospina. El 11 de septiembre de 2001, hacia las 9.30 a.m., mi mamá Graciela Ospina de Moya, sostenía un gran platón en su regazo, preparando la torta de la celebración de su octogésimo cumpleaños, cuando mis hermanos, Alejandro y Luis Carlos, con voz angustiada, nos advertían de lo que se convertiría en un fatídico día para el mundo occidental, el desplome de las Torres Gemelas.
En los extras del noticiero, las vimos derrumbarse frente a nosotros tan fácil como los huevos que quebraba y batía mi madre para la gran torta de la celebración familiar. Historias del mundo como ésta y todo tipo de anécdotas familiares girarán alrededor de la preparación de la Torta Negra tradicional y de su preparadora.
Los Ospina Mejía, como buena familia paisa, aprovechaban cada cumpleaños, primera comunión, matrimonio, grado y hasta los Jueves Santos, para convocar al mayor número de parientes y la Torta Negra era el centro de la decoración de la mesa para atender a los invitados y las respectivas fotografías.
Fue así como la receta pasó de las hermanas mayores a mi madre. Más específicamente de mi tía Camila Ospina de Bernardi, Quita, y se convirtió en una tradición, que daba para encuentros alrededor de su preparación, de comentarios sobre el color adquirido y hasta la facilidad de partir la tajada.
La llegada a Cali. Mis padres (1*), el abogado bogotano, Eduardo Moya (2*) y Graciela Ospina (3*), se casarían en Manizales el 18 de agosto de 1956. Luego de vivir en diferentes poblaciones ejerciendo como juez, se establecerían en Cali a los pocos años y fijarían su residencia en 1958 en uno de los apartamentos del Edificio Bernardi construido en el barrio El Peñón, por Antonio Bernardi(3*) (1954), donde él vivía con su esposa Camila Ospina y su familia. En el edificio naceríamos mi hermano Nicolás Alejandro y yo.
Mi tía Quita sería la ´maestra´ de su hermana menor en todo el manejo del hogar y así fue como en el menú de los Moya Ospina se plasmaron sus enseñanzas y su gran legado culinario, entre esas recetas están los espaguetis con carne de cerdo, el arroz con pollo y, por supuesto, la Torta Negra.
Hacer la torta requería de toda una logística y creaba mucha expectativa. Con meses de anticipación, la anfitriona de la fiesta, llamaba a mi mamá para coordinar todos los detalles ya que de acuerdo con el número de invitados definían las libras. Luego mi mamá dictaba los ingredientes y la cantidad y con todo comprado se armaba la “fiesta previa” unos 8 días antes de la celebración. A la batida llegábamos los espectadores a la espera de algo preciado, la taza, ese era nuestro premio por dar apoyo, los deditos sobraban y daban el visto bueno a la mezcla sin hornear. Sin ayuda, mamá llegó a batir a mano hasta seis libras, para que la torta le “subiera”. Asada la torta, todas las noches se mojaba con vino hasta dos días antes de cubrir con el pastillaje, que corría por cuenta de mis primas Italia y Gladys Bernardi Ospina.
El momento de central de la fiesta era la partida y la repartida de la esperada torta, seguida de la pregunta de los comensales, ¿Graciela hizo la Torta? y las sonrisas de satisfacción de la anfitriona y de mi mamá, no se hacían esperar.
Graciela Ospina Mejía nace en Santa Rosa de Cabal el 16 de septiembre de 1921 y muere el 28 de octubre de 2013 en Cali
Les comparto la receta sin secretos, es un homenaje a las mujeres que me dejaron como legado el amor por la culinaria: mi mamá, Graciela Ospina de Moya; mi tía Camila Ospina de Bernardi Quita y mis primas Gladys Bernardi Ospina e Italia Bernardi de Rengifo.
Receta de la Torta Negra de Graciela Ospina de Moya
(2*) Eduardo Moya Tovar nace el 10 de febrero de 1923 en Bogotá y fallece en Cali, el 5 de mayo de 1977. Sería Juez 11 Penal Municipal (30/07/1965 hasta 31/12/1970); 2 Juez de Instrucción (01/01/1970 al 05/05/1977) y su último cargo fue Juez 2 de Instrucción Criminal hasta 1977. (3*) Graciela Ospina Mejía nace en Santa Rosa de Cabal el 16 de septiembre de 1921 y muere el 28 de octubre de 2013 en Cali. (4*) Antonio Bernardi de Fina, constructor italiano nacido en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), casado con Camila Ospina, la hermana de Graciela. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977).
En la tarde del 5 de mayo de 1977, se apagaría la vida del Juez de la República, Eduardo Moya Tovar, a solo unos pocos metros de su casa en el barrio El Refugio. Ese día mientras los caleños salían estremecidos del sopor de la siesta del mediodía ante la noticia y al país se le advertía como se silenciarían a hombres y mujeres encargados de impartir justicia; la vida de su familia cambiaría para siempre.
En la tarde del 5 de mayo de 1977, se apagaría la vida del Juez de la República, Eduardo Moya Tovar (1*), a solo unos pocos metros de su casa en el barrio El Refugio, al sur de Cali. Ese día mientras los caleños salían estremecidos del sopor de la siesta del mediodía ante la noticia y al país se le advertía como se silenciarían a hombres y mujeres encargados de impartir justicia; la vida de su familia cambiaría para siempre, con gran valor su esposa, Graciela Moya de Ospina(2*), seguiría adelante con sus tres jóvenes hijos, Elsa María, Nicolás Alejandro y Luis Carlos.
La impunidad. Durante 25 años el juez Moya ejercería justicia bajo el precepto que los derechos fundamentales del hombre no son negociables y así se lo enseñaría a los suyos, quienes clamarían por justicia a sus compañeros de oficio durante mucho tiempo, justicia que nunca llegaría para esclarecer la muerte de este servidor público. El proceso sería archivado antes de llegar a la verdad y 44 años después reposa en el olvido.
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Eduardo Moya Tovar en diferentes etapas de su vida: 1. con su hermano Hernando en Bogotá. 4. Uno de sus primero trabajos como juez. 5. En Bogotá.
El 9 de abril. La trayectoria de este abogado bogotano defensor de los derechos ciudadanos se remonta a su paso por las aulas de la Universidad Nacional y a su participación activa con un grupo de estudiantes, intelectuales y líderes gaitanistas en la toma de los micrófonos de la Radio Nacional el 9 de abril de 1948, para exigir la renuncia del presidente conservador, Mariano Ospina Pérez, e invitar al pueblo a marchar luego del magnicidio del caudillo liberal, Jorge Eliécer Gaitán.
La llegada a Cali. A inicio de la década del cincuenta, en plena época de la violencia partidista, Eduardo con sus padres, don Carlos Moya y doña Leonor Tovar, y su hermano, Hernando, debieron dejar Bogotá para trasladarse a Cali, sin él aún recibirse de abogado. Al poco tiempo conocería a los vecinos de oficina en el Edificio Hormaza (Carrera 5 con Calle 10), al constructor italiano Antonio Bernardi (3*), quien sería luego su concuñado, y a su hija y secretaria, Gladys Bernardi.
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Eduardo Moya ya en Cali: 6. En 1952 con su novia Graciela Ospina y7. con Álvaro Prieto Díaz, 8. en Circasia.
El noviazgo. La familia Bernardi Ospina sería la facilitadora de la relación que pronto entablarían Eduardo con la señorita Graciela Ospina Mejía, en uno de los tantos paseos de ella al Valle del Cauca, a visitar a Camila y Antonio, su hermana mayor y su cuñado. Desde los pocos meses de nacida, Graciela residía en Manizales desde 1922 cuando sus padres, Luis María y Ana Joaquina (4*), llegaron con sus 11 hijos por esos caminos montañosos a lomo de mula. Graduada de la Normal de Señoritas, ingresaría con el cargo de Secretaria del Gerente a Chocolate Luker (*5), la empresa más prometedora del Viejo Caldas con fábricas en Bogotá y Medellín y oficinas en Neiva y Cali.
Graciela: la libreta en la cual su padre Luis María Ospina apuntó su nacimiento, el 16 de septiembre de 1921. De niña con sus padres en la Hacienda El Bosque en Dosquebradas. De soltera con sus dos sobrinas Regina Bernardi y Aida Ocampo se dirigen a la misa dominical a la Catedral de Manizales. Abajo con sus padres y hermanos. Documento de identidad.
Matrimonio de aventura. Después de un largo cortejo a distancia, Eduardo pediría la mano de la más joven de las 9 hermanas Ospina y contraería nupcias el 18 de agosto de 1956 en Manizales. La pareja emprendería su vida de casados muy ligera de equipaje, con una maleta cada uno, mientras él como juez practicaba investigaciones entre Ubaté y Bogotá. Hacia 1958 ellos se establecerían en Cali y arrendarían el apartamentico del primero piso del Edificio Bernardi, construido por Antonio Bernardi (1954) en el barrio El Peñón, donde el italiano vivía con su esposa Camila Ospina y su familia.
Arriba: Matrimonio el 18 de agosto de 1956 en Manizales. Edificio Bernardi en Cali en los años 60: Graciela, Eduardo con Elsa María y Antonio Bernardi y Camila Ospina, con su hija Italia y sus hijos, y sus sobrinos Elsa María y Alejandro, quienes nacerían allí.
Diligencias peligrosas. Mientras la familia crecía con la llegada de Elsa María (1959) y Nicolás Alejandro Moya Ospina (1960), el juez Moya Tovar residiría por temporadas cortas en zonas ´rojas´ a donde se le destinaba para investigar los delitos y sus autores, como en Caloto (Cauca) y el corregimiento tulueño de Barragán en las montañas del Valle del Cauca.
El caso de Antonio Larrota. Hacia 1961, tendría a su cargo unas de las diligencias más arriesgadas de su carrera, el caso del asesinato de Antonio María Larrota González, considerado por unos como un activo joven líder de izquierda y por otros como un organizador de cuadrillas de bandoleros en Tacueyó (Cauca). Eduardo y la comisión que se desplazaba para el levantamiento del cuerpo, estuvieron a punto de ser emboscados en El Salado, un recóndito paraje del municipio de Corinto.
La calma de la Isla Prisión. Los años pasaban y aunque Eduardo acumulaba experiencia, él no había podido recibirse de abogado ya que su tesis sobre ´El Abuso de Confianza´ era muy extensa y las comisiones encomendadas no le dejaban mucho tiempo.
En 1963 quedaría libre una vacante de juez en la cárcel de máxima seguridad que hacía poco el Gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo construiría en la Isla Gorgona para recluir a los reos más peligrosos de todo el país ya que era casi imposible una fuga de ese territorio inaccesible, entre la selva y un Océano Pacífico infestado de tiburones, a 35 kilómetros de la Costa. Eduardo y Graciela tomarían una decisión trascendental para la carrera de él y para las finanzas de la familia; solicitar el traslado a la penitenciaría.
En 1963 Graciela con sus dos hijos en Gorgona.
Una mujer en la Isla Prisión. Todo el grupo familiar, los esposos con sus dos pequeños hijos y los padres de Eduardo arribarían al muelle de la Isla Prisión y vivirían 18 meses en ese paraíso tropical declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982.
Graciela sería una de las pocas mujeres que habitaría esa isla rodeada de guardianes, funcionarios y el personal de salud y la Armada que llegaba de cuando en vez. Lugar donde Eduardo, además de reivindicar los derechos de los recluidos y trabajar en su tesis de grado, compartiría con su familia dos de sus grandes pasiones, la pesca con anzuelo, actividad que realizaría todas las noches con su esposa, y la natación en los paseos dominicales a la playa donde sus pequeños hijos iniciarían sus primeras experiencias acuáticas.
Diferentes momentos de la vida de casados de Eduardo y Graciela. 1968: Graciela y Eduardo con el presidente Carlos Lleras durante las celebraciones de 20 años de egresado de la Universidad Nacional en Bogotá.Abajo1967: Foto de toda la familia en Primera Comunión de Elsa María y Nicolás Alejandro en el barrio El Refugio.
A Cali. Con el dinero ahorrado, los Moya Ospina comprarían su casa en El Refugio, a unas cuadras de la Calle Quinta; hacia 1966 llegarían a esta urbanización de clase media construida por Fenalco, con su tercer hijo, Luis Carlos. Eduardo ya con su título en mano, sería nombrado Juez 11 Penal Municipal y al final se desempeñaría como Juez 2 de Instrucción Criminal. En 1969, volvería a tener un caso complicado, el secuestro de los ciudadanos suizos Werner Straessle y Hermman Buff, perpetrado en Cali.
Como libre pensador que era, Eduardo con un colectivo de médicos y abogados, participaría en la creación del Colegio Ideas en 1973, con un modelo pedagógico bastante innovador para ese momento.
El retorno a Gorgona. El 4 de enero de 2004, Graciela acompañada de sus dos hijos mayores quienes iban a bucear, retornaría a la Isla Gorgona, cuando ya era un Parque Nacional Natural dedicado a las investigaciones científicas por la riqueza de su biodiversidad. A sus 82 años desembarcaría en el mismo muelle para recorrer los vestigios de la cárcel, contarle a los visitantes múltiples historias sobre la vida en la Gorgona de los años 60 y recordar en el mismo lugar, los años felices con su esposo.
Graciela Ospina seguiría muy unida a su familia de Manizales (ver las dos fotos de arriba). Y en sus últimos años, con sus tres hijos y su sobrina Regina Bernardi y en su celebración de 90 años con su familia en Cali.
Fuentes citadas. *Gracias a la narración de mi prima, la abogada Elsa María Moya Ospina, mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi Ospina se han reconstruido las vivencias de la familia Moya Ospina. Archivo fotográfico de las familias Moya Ospina y Bernardi Ospina.
(1*) Eduardo Moya Tovar nace el 10 de febrero de 1923 en Bogotá y fallece en Cali, el 5 de mayo de 1977. Sería Juez 11 Penal Municipal (30/07/1965 hasta 31/12/1970); 2 Juez de Instrucción (01/01/1970 al 05/05/1977) y su último cargo fue Juez 2 de Instrucción Criminal hasta 1977. (2*) Graciela Ospina Mejía nace en Santa Rosa de Cabal el 16 de septiembre de 1921 y muere el 28 de octubre de 2013 en Cali. (3*) Antonio Bernardi de Fina, constructor italiano nacido en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), casado con Camila Ospina, la hermana de Graciela. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (4*) Luis María Ospina Arcila, ´papá Luis´: 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá y Ana Joaquina Mejía Gutiérrez, ´mamá Anita´: 1877 Pacora – julio 22 de 1963 Manizales.(*5) Chocolate Luker, empresa fundada en la Hacienda La Enea de Manizales en 1906.
Con la Navidad vallecaucana llega el desamargado, uno de los dulces más elaborados a fuego lento de la cocina regional, una tradición heredada de los fogones de leña y las pailas de las matronas españolas y africanas en la tierra de la caña de azúcar y la panela. Esta es la receta de Beatriz Prieto, famosa entre sus más cercanos, por las delicias que preparaba ceñidas a las recetas recibidas de su madre y las monjas vicentinas de la Avenida Roosevelt de Cali.
Con la Navidad vallecaucana llega el desamargado, uno de los dulces más elaborados a fuego lento de la cocina regional, una tradición heredada de los fogones de leña y las pailas de las matronas españolas y africanas en la tierra de la caña de azúcar y la panela.
Por María Teresa Hurtado Prieto y Antonella Lodolo Mullin (*). Navidad 2020 desde Canadá. La historia de esta fabulosa receta en la familia Prieto Díaz se remonta a la bisabuela Teresa Díaz, (Pradera 1888 – Cali 1971) quien elaboraba la galletería, los panes y los dulces tradicionales de la región del Gran Cauca, como el melao, el manjarblanco, el dulce cortado o cabeza de negro, muchos de ellos con la panela del trapiche de la finca del Pitayo, de propiedad de la familia.
Ella traspasó esta tradición de las colaciones a sus hijas, preparaciones que ellas hacían durante el año. En especial, su hija Beatriz(Miranda, abril 8 1919- Cali, mayo 9 de 2006), famosa entre sus más cercanos, por las delicias que preparaba ceñidas a las recetas recibidas de su madre y las monjas vicentinas de la Avenida Roosevelt de Cali, con quienes estudió economía doméstica a 32 años.
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1. Teresa Díaz de Prieto. 2 y 3. Beatriz Prieto de 17 y 22 años. 4. Beatriz con sus hijos Carlos y María Teresa y su nieta Beatriz Elisa Hurtado en el Pitayo (Miranda-Cauca). 5. Las hermanas Prieto Díaz, Silvia, Telesila y Beatriz en Cali (sentada). 6. Antonella Lodolo y María Teresa Hurtado en Toronto (Canadá), la nieta y la hija de Beatriz.
Por sus excelentes habilidades, la directora de la comunidad, sor Joaquina Sardi Garcés, nombró a Beatriz Prieto, profesora de bordado, costura, cocina, comidas y dulcería. Desde este entonces sus recetas eran muy reconocidas durante todo el año y en cada Navidad, pues el dulce no podía faltar en su casa para ofrecer a sus familiares y visitantes, hasta sus últimos años participaba en el proceso, al dirigir su elaboración desde su cama. (*) Historia de su hija y nieta.
Almíbar o calado: el día anterior se prepara con azúcar y agua y debe quedar un poco aguado para añadirlo a cada una de las preparaciones.
Limones en almíbar: en una teja de barro se rayan suavemente los limones enteros, previamente lavados para quitarles la melancolía, o sea el amargo. Luego se parten a la mitad, se cocinan en agua, preferiblemente en una olla esmaltada, y se les agrega una pequeña porción de piedra alumbre (la venden en las farmacias) ya que ayuda a conservar el color verde del limón.
Hay que estar atentos a que no se deshagan los limones. Una vez hervidos, con una cuchara metálica se remueve la fibra con mucha delicadeza. Terminado este proceso, se pasan a una olla esmaltada con agua para comenzar a desamargarlos, constantemente se les cambia el agua, más de 4 veces en el día, y se prueba el amargo sin quitarle el sabor del limón. Se escurren suavemente.
Se incorporan los limones al almíbar, hasta que espese y adquiera una contextura caramelizada y dulce. Esta cocción debe ser muy lenta sin tapar la olla, se le agregan clavos y canela en rajas al gusto. Para determinar el punto del caramelizado, en un vaso de agua hacer la prueba del calado, si hace montanita es porque ya está. Tratar de que quede bien cocido para que no le de hongos y finalizar hasta espesar.
Brevas (higos) en almíbar. Con la teja limpia se rayan las brevas enteras con delicadeza para quitar la pelusa hasta que queden lisas, se lavan, se les hace una cruz en la cabeza y sin partirlas del todo se agregan al almíbar. Se cocinan a fuego bajo en una olla esmaltada, se les va retirando la espuma que sube a la superficie al inicio hasta que el calado quede limpio. Se les agrega una cantidad mínima de piedra lumbre para conservar su color verde e impedir que se vuelvan cafés. También se les echa canela en rajas y clavos al gusto. Para que el sabor sea más intenso y sepa más a breva se cubre con un manto de hojas de brevo y se cocinan conjuntamente con el dulce, al final se retiran. La cosión puede durar hasta 24 horas a fuego lento hasta que las brevas queden brillantes.
Papaya verde (papayuela) o papaya roja siempre viche. Previamente lavada y pelada, la papaya se corta en trozos largos y se incorporan los trozos de la fruta con canela en rajas y clavos al gusto al calado ya hecho, hasta espesar y se va probando hasta alcanzar el punto del acaramelado.
Toronja roja o blanca: se sigue el proceso de los limones, para quitar poco a poco el amargo de la fruta.
Al finalizar dejar enfriar los dulces mientras la sopera se cubre con un paño blanco. Después se retira el paño y se meten a la nevera preferiblemente en envases de vidrio con tapa, se deben conservar en la nevera. Servir en un plato coordinando los colores y a disfrutar este delicioso manjar navideño típico del Valle y de Beatricita!!!!!!!
Nota: Todos estos productos los consigue en la galería Alameda de Cali y si usted no tiene tiempo, también los encuentra ya desamargados en porciones en la plaza de mercado.
Isabella Prieto Bernardi – la editora de La Bernardi fue invitada al programa “Ernestina dalla fine del mondo- storie di migrazioni bellunesi in America” para contar sobre sus orígenes de Ponte Nelle Alpi-Belluno y su abuelo Antonio Bernardi.
Ernestina Dalla Corte Lucio, es una profesora italo argentina, residente en Buenos Aires, quien se ha impuesto la misión de recoger los relatos de vida de los migrantes belluneses y sus descendientes en su programa “Ernestina dalla fine del mondo- storie di migrazioni bellunesi in America” en Radio ABM – voce delle Dolomiti, para mantener vivo el vínculo con Italia, con su cultura y sus tradiciones.
En este programa fue invitada Isabella Prieto Bernardi – la editora de La Bernardi para contar sobre la llegada a Colombia y su vida en este país de su abuelo italiano, el constructor Antonio Bernardi De Fina, quien nació en Ponte Nelle Alpi (Belluno) el 6 de octubre de 1900 y murió en Cali el 25 de marzo de 1977 .
Pese a las dificultades algunos europeos llegaron a Pasto. En julio 1º de 1949 vivían en esa región de Colombia: 50 alemanes, 2 austríacos, 30 españoles, 38 suizos, 6 franceses, 10 ingleses, 1 húngaro, 16 italianos, 1 portugués, 3 polacos y 5 rumanos. Estos son algunos de los italianos que llegaron después de la Primera Guerra Mundial.
Apartes del texto publicado en 2000, por Manuel Zarama Delgado, miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia *.
¨Hasta hace algunos años que difícil era llegar y que difícil era salir de Pasto. Difícil salir porque el comportamiento cordial y generoso de los pastusos subyugaba a los forasteros. Difícil llegar porque la naturaleza lo impedía. Al norte lo obstaculizaba el Patía, que era sinónimo de insolación, paludismo, carencia de agua. Jorge Ricardo Vejarano lo llamó ¨el Valle de la muerte¨ y ¨pestífero e infernal¨.
Cordovez Maure, refiriéndose al camino que unía a Pasto con Popayán dice: ¨las veredas o caminos que debíamos transitar se hallaban en el mismo mal estado en que las dejaron los españoles, con el aditamento de la carencia de víveres y demás recursos indispensables al viajero¨.
Fotografía de portada y Paisajes de Nariño y la Laguna de la Cocha en Nariño de Jorge Idárraga.
Y luego el Juanambú, donde la verticalidad de los abismos los convierte en murallas infranqueables. Al Oriente estaba la montaña del Tábano, con sus lluvias constantes y sus bosques inconquistables. Difícil llegar por el occidente por un bosque tropical húmedo, infestado de culebras y toda clase de alimañas donde el invierno es la única estación que rige todo el año¨.
En julio 1º de 1949 vivían en esta sección de Colombia: 50 alemanes, 2 austríacos, 30 españoles, 38 suizos, 6 franceses, 10 ingleses, 1 húngaro, 16 italianos, 1 portugués, 3 polacos y 5 rumanos. De acuerdo al censo de población levantado en 1951 vivían en Nariño 281 europeos, de los cuales 149 eran hombres y 132 mujeres, discriminados de la siguiente manera: 76 alemanes, 4 austríacos, 39 italianos…
Entre los italianos que llegaron después de la Primera Guerra Mundial, figuran:
Emili Perini Girardi, nació en Lario de Grumes, provincia de Trento el 17 de octubre de 1906. Los estudios secundarios y superiores los realizó en el Instituto Técnico Salesiano de Verona, donde se graduó como ingeniero mecánico. En 1925 llegó a Bogotá por convenio con la comunidad salesiana como profesor del Colegio León XIII. En 1931 llegó a Pasto contratado por gobierno departamental. Algún tiempo después fundó los Talleres Industriales Asea, donde construyó gran cantidad de elementos agrícolas. Igualmente colaboró en la instalación de la hidroeléctrica del río Bobo, para la que fabricó e instaló la tubería de conducción. Se casó en Pasto con doña Laura Rodríguez, de cuyo matrimonio nacieron: Francisco, Ana, Jorge, María Cristina, Carmen, Emilio, Jesús, Gloria, José Luis. Don Emilio fue condecorado por el gobierno de italiano con la Cruz de Caballero de la República de Italia en el año 1960…
Familia de Emilio Perini Giraldi (albúm familiar)
A mediado de los años 30 vivió en Pasto el ingeniero Libio Chavenato; su esposa Adela Sepúlveda afirmaba que era la marquesa de la Cruz de Chavenato. Tenían dos hijas: Teresa y Angelita. Fue profesor de varias materias en la Universidad de Nariño, así como del colegio Javeriano. Diseñó el aula máxima de la Universidad y la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en Catatumbo.
Mariano y Pedro Lugari. Quienes se refieren a los hermanos Lugari, los recuerdan con simpatía. El doctor Mariano dirigió una granja, que en los años treinta tenía el departamento en la hacienda Santa Rosa, en el municipio de Imués. Investigó algunas variedades de trigo, siendo el africano el que logró mayor adaptación y rendimiento en la campiña surcolombiana. Además logró la adaptación del tomate y del comino. Fue Mariano Lugari el primero que en nuestro medio fabricó la salsa de tomate. Su hermano Pedro también vivió en Pasto. Radicados en Popayán se casaron con dos hermanas Castrillón. El director del Centro Experimental Gaviotas, Paolo Lugari, es hijo de don Pedro.
Domenico Barbato. Natural de Nápoles, comerciante; llegó a Pasto en abril de 1930 y a partir del negocio de sombreros logró un buen capital. Estableció la primera fábrica de sombreros que funcionó en Pasto, localizada en La Compuerta, hoy calle 18 con carrera 20. Como técnicos trajo a sus sobrinos Gaetano Barbato, Doménico y Angelo Nocera, que regresaron a Francia de donde habían venido en 1933. Casado con Graciella Yafullo, tuvieron a Angelo que llegó a Colombia en 1946 y siguió los pasos de su padre en el comercio; casado con Rosa Stornaiuolo, tuvieron a Carmen Pía, Rosa, Santina y Angelo que fue cónsul de Italia en Pasto. Otro hijo de Dómenico fue Norberto casado con Sofía Hinestrosa y que tuvieron a Sofía Helena, Ana Isabel, Aura Inés, Mónica Lucía y Norberto José.
Nació en Vevey el 18 de junio de 1905 y murió en Pasto el 11 de septiembre de 1980, Batista Gabusi llegó a Colombia como experto en ferrocarriles. Vivió un tiempo en República Dominicana. Se estableció en Pasto donde se dedicó al comercio y también actuó como árbitro de boxeo. Murió soltero.
Antonio Brando. Por 1910, se estableció en Pasto, este relojero de profesión quien contrajo matrimonio con Isabel Solís y tuvieron por hijos a Paulina, excelente violinista de concierto quien se casó con el músico Eduardo Narváez.
Antes de la Segunda Guerra Mundial, llegó desde Nápoles el técnico en la elaboración de pastas alimenticias, Francisco Sansebiero, luego del conflicto vinieron su esposa Rosa Brigante y su hija Carmelina. En Pasto nacieron: Franco y Rosalba. Años más tarde facilitó la entrada al país de su hermano Rafael, comerciante, y buen señor, ya fallecido.
En marzo de 1953 llegó Andrés Randazzo, oriundo de Sicilia, gracias a su hermano el capuchino Cósimo Randazzo, quien en ese entonces vivía en Pasto. Andrés, al igual que su hermano Antonio, lograron amasar una notable fortuna gracias al comercio. Casado con Anita Córdoba, tuvieron los siguientes hijos: Giuseppe, Giovanni, Liliana, Santina, Álvaro Andrés. Andrés fue miembro del Club Rotario ¨Pasto¨ murió repentinamente en diciembre de 1983, desaparición que fue muy sentida dado el señorío, el civismo y la pulcritud moral que lo caracterizó toda su vida.
Pedro Mario Caseta Ferrari, que nació en Caserta y en Pasto se dedicó al comercio de textiles. Casado con Luz María Vodniza, tuvieron los siguientes hijos: Pedro Mario, casado con Sofía Belalcázar; Vicente casado con Dora Muñoz; Antonio; José; María Luisa, casada con Guillermo Ramos; Ayda, casada con Franco Martínez; Fanny, casada con Franco Martínez; Fanny, casada con Guillermo Centeno; Gloria, casada con Julio Paz. Don Pedro, hombre sencillo y bonachón, murió en 1968.
En los años treinta se estableció en Pasto el comerciante napolitano Vicente Stornaiulo, quien se casó con Jesusita Valencia y tuvo las siguientes hijas: Gloria casada con Jaime Dulce; y Doris soltera.
María Barbato y Cósimo Nocera, llegaron a Pasto poco después de su matrimonio en 1947. Sus hijos son: Josefina casada con Edgar Villareal; Doménico con la quiteña María Sol Jijón; Graciela casada con Edgar Martínez; Damián casado con Beatriz García Montalvo; Sabina casada con el general Guillermo de la Cruz; Ana María Goretti casada con José Manuel Arroyo; Patricia casada con Gerardo Santander.
Cósimo que tenía un gran parecido con el torero Manolete fue persona cordial y buen amigo, falleció en 1978. Facilitó la llegada al país de su hermano Luis, comerciante que llegó en 1954 y murió en 1975. De su matrimonio con Marina Santacruz nacieron: Luis, casado con Carmen Alicia Pérez; Maribel; y Liliana.
En octubre de 1947 llegó Angelo Stornaiulo, personaje popular en Pasto, dedicado al comercio y soltero irreductible. En 1954 llegó a Pasto Pascual Barbato, quien inicialmente se dedicó al comercio y más adelante a la agricultura. En noviembre de 1958 se casó con Marta Zarama Delgado, de cuyo matrimonio nacieron María Annunziata, María Teresa, Andrés y Martha Lucía. Mario Bruschi, de profesión mecánico y más tarde comerciante, arribó a Pasto en 1955. Está casado con Ruth Zarama, y tuvieron dos hijos: Mario ya fallecido y Pier Paolo¨.
*Manual de Historia de Pasto: (Tomo IV, 2000) Estos son algunos apartes del artículo Algunos europeos en Pasto publicado en el año 2000, que además de italianos también informa sobre otros europeos en Nariño, como españoles, franceses, suecos, holandeses, ingleses, rusos, suizos, yugoslavos y alemanes.
Agradecimiento a la familia Zarama Rincón por su autorización para publicar varios de los textos escritos porel doctor Manuel Zarama Delgado (Pasto, 1931-2020).
Fue miembro de Número de la Academia Nariñense de Historia, autor del libro: Nuestros años dorados, Pasto, su historia y sus personajes, (2017) y de numerosos capítulos de libros publicados en los Manuales de Historia de Pasto sobre: El trigo en nuestra comarca (Tomo III, 1999); Algunos europeos en Pasto (Tomo IV, 2000); Algunos europeos en Pasto (Tomo V, 2002); Algunos europeos en Pasto III, parte (Tomo VI, 2003); La carrera 27 o calle de Popayán, I parte, (Tomo VII, 2006); La carrera 27 o calle de Popayán, I parte (Tomo IV, 2006); La carrera 27 o calle de Popayán, II parte (Tomo VIII, 2006); Las guerras del día y el padre Arístides (Tomo X, 2009); La aviación en nuestra comarca (Tomo XIII, 2012); Monseñor Antonio María Pueyo de Val, CMF: obispo constructor de Pasto, (Tomo XVI, 2015); José Félix «El Vate» Castro: Editor, poeta y pastuso, orgulloso de su estirpe (Tomo XX, 2019); y otros capítulos de libros y artículos publicados en diversas revistas de Colombia y Ecuador .
Soy una sobreviviente más de la guerra contra un enemigo invisible, y por ello estaré agradecida con el Universo por el resto de mi vida.
Por Liliana Velásquez Urrego desde Italia. Mientras mi esposo y yo estuvimos contagiados con el Covid 19, un amigo de la familia vino a casa todos los días a traernos el periódico Libertà de Piacenza, provincia donde vivimos. El amigo se llama Fabio y aunque está en edad de disfrutar la pensión, es uno de los pocos que en esta época sigue en actividad, porque trabaja en una empresa de transporte.
Cada día llegaba muy puntual a las 8:45
a.m., protegido con mascarilla blanca y guantes azules, en compañía de su vivaz
y consentido perro Ryan. Dejaba sobre la mesa del antejardín el diario, después
daba a su mascota una vuelta por el jardín externo, y se iba para su oficina. Nosotros lo saludábamos desde la ventana.
Era nuestro casi único contacto con el mundo exterior.
La gratitud, secuela del coronavirus. Siento enorme gratitud por Fabio, pues con traernos el periódico nos demostró afecto. Se comportó como un papá que cuida a sus hijos en momentos difíciles. Fue su modo de decirnos: “Los aprecio y estoy con ustedes”.
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1. Fabio y Ryan antes del Coronavirus 2. Alberto, Fabio y Liliana, 2019.
Boletín de guerra. Después de que nuestro vecino dejaba el periódico, lo leía con ansiedad. Durante los primeros días de la pandemia, parecía un boletín de guerra que solo informaba de contagiados, de urgencias, de muertos. El miedo por lo que sucedía, para lo cual no había explicación, aumentó al saber del fallecimiento de dos amigos el mismo día.
A pesar de lo cual, cada día buscaba un
artículo, una foto, algo que mantuviera viva la esperanza de que las cosas iban
a mejorar. Y fue así como me enteré de que otros dos allegados, residentes en
ciudades diferentes, habían salido de cuidados intensivos y veían cada vez más
cerca el momento de abrazar a sus seres queridos.
Noticias más amables. Poco a poco, empecé a encontrar noticias más amables: la situación va mejorando; hay menos contagios; algunas empresas inician actividades, el gobierno se organiza para enfrentar la crisis. Las familias idean la manera de ayudar a quienes pasan por dificultades y carecen de alimentos.
Por fortuna, mi cuarentena terminó. Después de 50 días de encierro, recibí una carta de la Oficina Sanitaria de Piacenza, en la cual me autorizan a salir por “actividades de absoluta urgencia”, como ir al supermercado o al médico.
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3. Hoy entregué revistas a los ancianos que no pueden salir de casa
Ya el Covid 19 se fue de mi vida y espero no volverlo a ver. Fue un gran maestro que, a través del dolor, me enseñó a tener fortaleza y estar en paz. Después de esta experiencia, siento infinita gratitud con el Universo, por estar viva, por tener a mi hijo Alexandro y a mi esposo Alberto saludables. A pesar del miedo inicial, he logrado conservar la calma, gracias a la meditación y las actividades en casa.
Tener la idea de la muerte tan cercana, hace pasar por diferentes estados emocionales y es uno el llamado a seguir avanzando o quedarse en la negación, las críticas, la ira o el miedo. De uno depende aprender la lección y fortalecerse.
Hace dos semanas, fui examinada para ver
si quedaban rastros del coronavirus. El médico me encontró bien y me remitió al
hospital de Fiorenzuola d’Arda para la prueba clínica final. Mientras esperaba
los resultados, me sentí como una adolescente que no ve la hora de tener las
calificaciones de un examen del colegio.
Aunque ya sabía de mi recuperación, la carta de la Oficina Sanitaria que la declaró oficialmente, me llenó de felicidad. Además de ir al supermercado, son muchas las cosas que puedo hacer de nuevo: donar sangre y, sobre todo, el plasma que ahora se necesita para salvar vidas. Mis anticuerpos los necesitan quienes están hospitalizados y aún no los han desarrollado.
Los afectos. Durante este tiempo he recibido mucho afecto: desde la hija de mi esposo, quien trajo a casa las compras los días que estuve en cama, hasta el médico que dos veces al día llamaba para saber cómo seguía.
Es el momento de agradecer. Ahora puedo trabajar como voluntaria, llevando las compras a las casas de quienes no pueden salir. Puedo dar algo de lo que recibí y, como Fabio, llevar el periódico a alguien que también está encerrado y busca una buena noticia, como yo la busqué durante muchos días.
Soy una sobreviviente más de la guerra contra un enemigo invisible, y por ello estaré agradecida con el Universo por el resto de mi vida.
¨Soy colombiana, mi primer apellido es italiano, y aunque crecí en Colombia, mi trabajo fotográfico me condujo a Italia en busca del origen en 2017. De ahí salió esta serie de imágenes en blanco y negro, impresas en seda, que invita a imaginarnos un mundo de posibilidades detrás de cada puerta o de cada ventana. Un mundo de caminos… Todos solitarios y sin fin… un laberinto.
Las imágenes fueron tomadas en diferentes partes de Italia.
‘Nadie en Italia, Laberinto’ es una investigación sobre la melancolía. Encuentro belleza en los lugares solitarios. Debe ser por eso que me gustan los días de lluvia, tienen la misma sensación de nostalgia que los lugares sin gente. No sé de dónde me viene la necesidad de ver el mundo desde una mirada nostálgica.
Todos preferimos tener sentido de pertenecía a ser de ninguna parte o estar solos. A pesar de esto, el ejercicio que realizo con mis fotografías es explorar la soledad. Investigo la ausencia. Busco lugares solitarios. La composición de mis imágenes está hecha de espacios cotidianos que si no fuera por mi búsqueda de vacío, de pronto, no veríamos¨.
Curadora Irina Rolön: ¨En esta serie Bellini rescata de la indiferencia cotidiana, fachadas con inquietantes elementos y detalles arquitectónicos de calles tradicionales de Italia, cuyo punto de tensión visual se concentra en la aparición de puertas y ventanas cargadas de belleza y misterio.
Una serie de “no lugares”, espacios ideales para el encuentro y la habitación, que ante su lente se muestran desprovistos de personas, cubiertos de nostalgia y melancolía.
Marcela persigue la metáfora detrás de esa ausencia que registra, la misma que refiere a las velocidades y olvidos del mundo contemporáneo retratados en estos cortes de la realidad, en las capturas de estos espacios colmados de vacío que al ser desprovistos de participación humana desaparecen, se desdibujan e invisibilizan ante nuestros ojos.
Las calles y pasajes de Italia se convierten entonces en el principal insumo para su indagación fotográfica, convirtiéndose en protagonistas de esta fascinante búsqueda.
En cada fotografía los caminos expuestos detrás de cada puerta y ventana se comportan como umbrales, como lugares de tránsito hacia otra realidad, hacia otra dimensión; a través de estas aberturas Marcela evoca mundos intrincados y vertiginosos, que dentro de sus armónicas composiciones logra minimizar y hacer pasar por ciertas.
En cada uno de sus recorridos por las calles de Italia, Bellini ejerce el placer de imaginar, de cartografiar la ausencia, de resaltar esa nostalgia que la conmueve e identifica. En esta ocasión, la artista eleva esta fascinación a un segundo estado. Ahora, amplía las nociones de la imaginación jugando con trucos y trampas visuales que compone exquisitamente para invitar al espectador a sumirse en este mundo de fantasía que se inscribe en la mente de la artista al preguntarse cómo sería si estos espacios continuaran infinitamente detrás de cada puerta, ¿a dónde conducirían estas inquietantes aberturas? ¿cómo se verían por dentro cada una de estas edificaciones?, o ¿con qué sería posible encontrarse detrás de estas portadas? Y lo consigue, nos adentra en una interesante experiencia de indagación, imaginación y descubrimiento¨.
Artista y fotógrafaMarcela Bellini. Nací en Cali y tomo fotografías desde la adolescencia. Cuando llegué a la Universidad de los Andes en 1993 sentí que las imágenes que fotografiaba debían tener una conexión más profunda entre estética y contenido. Estudié Filosofía. Luego hice una maestría en literatura y una especialización en periodismo en la misma universidad. @nadiefotografia
La revista INCONTRI, editada por los Misioneros de San Carlos – Scalabrinianos, con sede en Bogotá y dirigida por el padre Angelo Plodari c.s, abre Rúbrica, una nueva sección dedicada a los italianos del exterior.
[…] La revista Incontri tiene como propósito intensificar los lazos del colectivo italiano y, tal vez, aunque sea solo por el momento de la lectura, construir una Comunidad: esta es la idea básica de la revista y por lo tanto, es unir tantas vidas de italianos dispersos para hacer una sola familia.
Con estas palabras p. Angelo Plodari, administrador de la parroquia de Nuestra Señora de Pompeya en Manhattan, Nueva York, presentó el proyecto de la revista que nació a la sombra de un oratorio en la ciudad de Valencia, Venezuela. A partir de este año la publicación da la bienvenida a Rúbrica, una nueva sección dedicada a la comunidad italiana en el mundo para conocer y valorar tantas historias de Italia más allá de Italia.
Desde épocas inmemoriales el hombre siempre ha manifestado interés en trasladarse de un lugar a otro en busca de mejores condiciones de vida. Con el tiempo, ese proceso ha favorecido no solo mutaciones genéticas importantes sino que ha fortalecido la innovación cultural, ya que ha permitido adquirir nuevos conocimientos para la calidad de vida en el planeta.
Las grandes migraciones generadas por factores biológicos y culturales,
han producido efectos muy significativos al interior de las generaciones
individuales y han contribuido a conformar la especie humana en todo el
planeta.
Remontándonos a una historia más reciente, los mayores flujos migratorios ocurrieron durante el siglo XIX, gracias a los primeros desarrollos tecnológicos que permitieron una movilización masiva de personas de un lugar a otro: pensemos en la construcción de las primeras redes ferroviarias y rutas navales destinadas no solo para intercambios comerciales o conquistas. Así se generaron los primeros diálogos interculturales e intercambios genéticos importantes.
Sin embargo, muchos de estos fenómenos migratorios al principio estaban
conectados a factores endémicos, resultado de pandemias o guerras civiles y
desastres naturales (terremotos, inundaciones).
A partir del siglo XIX, más allá de las razones mencionadas, también se han dado por motivaciones culturales: interés por conocer otras culturas, explorar nuevos territorios para desarrollar oportunidades comerciales, buscar oportunidades de trabajo. Por lo tanto, se registraron numerosos flujos migratorios, sobre todo de Europa a otros continentes, como África, Asia, América y, más tarde, a Australia.
Con referencia a la comunidad italiana, las principales rutas migratorias se dirigieron hacia América Latina, tal vez debido a una cierta homogeneidad cultural, no del todo absoluta pero con la cual fue posible una primera integración. Pero con el paso del tiempo, las diferentes identidades nacionales y las especificidades culturales se han vuelto cada vez más evidentes, tanto así que la emigración europea a América Latina y, en particular, la italiana, aunque buscaba el diálogo inmediato, siempre mantuvo sus características distinguiéndose en diversos sectores productivos y culturales.
Aunque necesariamente ha surgido una sociedad multiétnica y
multicultural con el tiempo, la huella
de la raíz italiana en América Latina sigue siendo muy fuerte y ha dejado una herencia cultural de extremo
interés.
Esta sección de Diáspora Italiana en el Mundo busca acercar e
invitar a lectores e investigadores a contribuir con historias familiares o con
investigaciones sobre la emigración italiana a América para reconstruir, todos
juntos, un mosaico extraordinariamente interesante que durante siglos ha unido
al mundo.
En general, todas las migraciones son un fenómeno imponente que afecta a
la totalidad de países y pueblos del mundo; no obstante aún no existe una
sistematización de la herencia cultural que este fenómeno ha dejado en nuestro
planeta.
A través de esta sección Diáspora Italiana en el Mundo, queremos
empezar a construir este mosaico cultural y así dejar un rastro de lo que muchos
italianos y otros han hecho en el mundo para mejorar las condiciones de vida de
toda la humanidad.
Finalmente, esta sección hace parte del proyecto científico ´Diáspora Italiana en el Mundo´ (´Italian Diaspora in the World´), estructurado en 2015 pero que ya ha visto las primeras experiencias de investigación a partir de 2009. Desde este link es posible visualizar el catálogo de libros internos editados y actividades de investigación científica en curso.
Cómo contribuir a la Rúbrica. Esperamos su contribución, consiste en un texto en formato de 4000 caracteres que incluye espacios, también enviando una imagen de alta resolución relacionada con el tema. Con esto queremos dar voz a Italia en el extranjero contando las experiencias realizadas en todos los sectores: educación, economía, religión, política, sector productivo, cultura, etc. Envía tu propuesta a: medios@scalabrinianoscolombia.org – www.scalabrinianoscolombia.org
Responsable de la Rubrica: prof. arch. Olimpia Niglio – Director de INCONTRI: p. Angelo Plodari, C. S. – Edición Misioneros de San Carlos – Scalabrinianos – Te esperamos
Artículo publicado en la revista INCONTRI, edición de marzo – abril de 2020. Traducción del texto, colaboración de Liliana Velásquez.
Hace 72 años, cuando los Bernardi Ospina tomaban un respiro luego de los seis años de zozobra vividos en la Segunda Guerra Mundial ante las medidas adoptadas por el Gobierno Colombiano contra los italianos (1939-1945), se verían envueltos en los sucesos del 9 de abril de 1948, en la noche más larga que dividió la historia del país en dos y que cambió el rumbo de la familia.
Relato familiar. A través de las voces de mi madre Regina y mi tía Italia Bernardi, y de los que partieron pero están presentes en los recuerdos de narraciones escuchadas con mis hermanos y primos, cada vez que se acercaba un aniversario más de ese 9 de abril, intentaré reconstruir cómo transcurrió y los días que siguieron para ellos.
La estructura del Hotel Tocarema de Girardot fue construida por Antonio Bernardi, con el apoyo de su sobrino Teodoro Bernardi.
Mi abuelo, en Girardot. La familia retomaba el control de sus vidas, mi abuelo italiano, Antonio Bernardi (48 años*), ya podía desplazarse libremente sin ser ´tachado´ de enemigo por el Estado, y como constructor que era trabajaba en la estructura del Hotel Tocarema en Girardot, acompañado de su sobrino italiano, Teodoro (27), quien había llegado al país hacia 1939 para no participar en la S.G.M.
Gladys, Antonio y Regina Bernardi en Girardot 1948.
La Bogotá de la década del 40. Era el lugar de residencia del resto de la familia, una capital con más de 350 mil habitantes y aires de progreso que se reflejaban en sus cafés, su vida cultural y los tertuliaderos, como también en una agenda política y una opinión pública muy beligerantes. Mi abuela Camila (43), Quita, regentaba el hogar como buena caldense, con mano estricta y austera, en la casa construida por mi abuelo, en el Bosque Calderón Tejada, que se salvó del despojo del Gobierno a las propiedades de italianos, japoneses y alemanes durante la S.G.M., porque la escritura estaba a su nombre.
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Bogotá. Arriba 1945: Camila e Italia. Al lado, 1947: Sola, Antonio Bernardi, Graciela y Camila Ospina. 1946. (en los extremos) Las hijas Gladys y Regina Bernardi de Camila Ospina (centro) y sus hermanas , Teresa (izq.) y Alicia (derecha) en el barrio Santa Teresita Alto.
Las hijas mayores, Regina (18), mi mamá, había terminado su bachillerato comercial y mi tía Gladys (16)cursaba Arte y Decoración, en la recién abierta Javeriana Femenina. Mi tía Italia (13) estudiaba en el Colegio El Carmelo y mi tío Mainardo (10), en el de La Salle.
Antonio y Camila. Italia y Mainardo Bernardi en Bogotá.
La prensa y la política. La radio tenía gran presencia en los hogares colombianos. Los bogotanos se enteraban de las noticias de luchas obreras, sindicatos y comunismo internacional en los diarios extranjeros y en los nacionales, El Siglo, El Tiempo y El Espectador, seguían los debates de liberales y conservadores. Los Bernardi llevaban una vida alejada de ese bipartidismo, el padre era extranjero y la madre aún no podía votar.
Agasajo de recibimiento a un personaje en la Delegación Italiana, Calle 64 con Carrera 7, Regina, Camila y Antonio. 1946.
Gaitán. La política estaba al rojo vivo, los liberales se retiraron del
gobierno conservador del presidente Mariano Ospina Pérez (1946-1950) y sobresalía
como candidato de un Partido Liberal fraccionado, un hombre del pueblo, Jorge Eliécer Gaitán, penalista
estudiado en Roma, gran orador de plaza pública inspirado en Benito Mussolini y
un caudillo que encarnaba la esperanza popular como lo demostraba en sus
marchas multitudinarias.
IX Conferencia Panamericana. Bogotá se había preparado con obras urbanísticas y arquitectónicas como anfitriona de esta cita continental que sería laantesala de la OEA, con representantes de 21 países, como el líder del Plan para la recuperación de Europa, el general Marshall. Esa primera semana de abril también se realizaba un congreso de estudiantes contra el imperialismo ´yanqui´, con el joven militante Fidel Castro que alcanzó a reunirse con Gaitán, quien había sido excluido de la Conferencia.
Las largas horas del 9 de abril de 19481 p.m. Nada o todo presagiaba lo que estaba a punto de suceder, Bogotá fue sacudida del letargo del medio día, con la noticia del atentado a Gaitán, a la entrada del edificio donde se hallaba su despacho, a manos de Juan Roa, quien murió linchado por la muchedumbre.
2:05 p.m. ¨Mataron a mi padrecito Gaitán”, gritó la empleada de la
casa, así se enteraron mi abuela y mi madre, del hecho que daría paso al
´Bogotazo´. Mi mamá narra que esa mujer campesina, cogió el cuchillo más grande
de la cocina, rompió el tanque del agua caliente que estaba encima de la estufa
de carbón mineral y salió gritando a la calle.
Ella nunca regresó, tal vez escuchó la arenga de aquellos que se
tomaron la Radiodifusora Nacional
para organizar, sin éxito, las fuerzas liberales, y se sumó a esa multitud que
se formó por la Carrera Séptima y avanzó durante una tarde eterna, acabando e
incendiando establecimientos oficiales como particulares, camino al Capitolio Nacional para exigir la renuncia del
presidente Ospina Pérez.
La tía Italia que tenía 13 años, recuerda: ¨a esa hora sonaron las campanas del colegio El Carmelo, en el barrio Chapinero, para avisarnos del asesinato de Gaitán, y notificarnos que no podíamos salir porque Bogotá se había revelado. Por la radio le decían al pueblo que atacara las ferreterías y saliera con machetes a la calle.
La gente asaltó el recién inaugurado Palacio de Justicia con sus archivos y del Ministerio de Comunicaciones colgaban por las ventanas escritorios y sillones.Luego supimos que la casona de la Javeriana Femenina, detrás del palacio presidencial, fue reducida a cenizas, no volvería a abrir sus puertas, por lo que mi hermana Gladys no pudo continuar su carrera. La multitud en ese levantamiento asaltó el comercio, los bares y las licorerías y se emborrachó, ahí perdió sus metas. Se subió a las torres de las iglesias con fusiles, la policía se volteó, le entregó armas al pueblo y se puso en contra del ejército que salió a la calle y no los dejó llegar hasta el Palacio.
7 p.m. Sobre esa hora cayó un aguacero espantoso, como la gente había volteado e incendiado los tranvías, el fuego se propagó por el centro pero no hubo necesidad de que salieran los bomberos, el agua los apagó.
10 p.m.Tuvimos que esperar con mi hermano Mainardo, hasta que nos recogieran a pie mi mamá y mi tío Mario Mirkow, (italiano casado con mi tía Teresa Ospina). Él nos llevó luego con Regina y Gladys, a ver cómo había quedado al centro, era aterrador, los tranvías incendiadoscon las ruedas hacia arriba . Sigo sin entender cómo acabaron el medio más importante de movilización de los bogotanos con la destrucción de los rieles que atravesaban la ciudad de norte a sur y viceversa, eso fue tenaz¨.
10 de abril. Sin noticias de mi abuelo que seguía en Girardot, mi abuela con sus 4 hijos, le hicieron frente a la situación: ¨Bogotá fue un caos, no salimos durante tres meses, no hubo buses y escondieron los taxis. Cerraron plazas de mercado y tiendas de barrio¨, anota Italia, mientras Regina rememora: ¨no se conseguía carne, pollos ni huevos, yo tenía un novio que cada mañana nos traía pan ya que vivía al frente de una panadería y unas cuantas papas, entre los vecinos éramos muy solidarios¨.
Italia cuenta que: ¨en nuestro barrio repartía la leche el general Piedrahíta, el carbón don Julio de Brigard, dueño de Carboneras en Usaquén. Todo sin costo alguno. Mi mamá guardaba un billete de 50 pesos como ahorro, que nunca utilizó pensando que mi papá no fuera a regresar a pesar de la insistencia de mi hermana Gladys¨.
Finales de abril de 1948.Mi abuelo estaba desesperado sin comunicarse con su familia en Girardot, con el transporte intermunicipal suspendido, sin teléfonos ni conexión posible y la violencia bipartidista que se había extendido a otras regiones. Casi al mes llegó en tren a la Estación de la Sabana, con Teodoro y un costal de comida.
Empezaría para entonces la ´Época de la Violencia´, un capítulo largo y sangriento y llegaría la recesión económica para nuestro país . Finaliza la tía Italia este relato: ¨a mi papá se le acabaron los contratos, por tanto era momento de tomar decisiones, resolvió con el visto bueno de mi mamá, vender la casa de Bogotá e irnos a vivir a la finca en Circasia un año. En 1950 nos instalamos en Cali, pero esa será otra historia…¨.
Ilustración de portada. Diseñadora Paula Henao.Fuentes citadas.Gracias a la narración de mi madre y mi tía, Regina e Italia Bernardi, se han reconstruido los hechos vividos por la familia Bernardi Ospina en esa época. Hay fragmentos de un trabajo realizado por Claudia Rengifo Gayerre, para su colegio.Archivo fotográfico: familia Bernardi Ospina.
(1*) Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi y Regina De Fina. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (2*) Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970).
¿Cuánto nos cambiará la vida y por qué no volveremos a ser los mismos? Desde abril el periodista y escritor Víctor Diusabá nos ha ido llevando a través de testimonios diversos, a este viaje sin regreso a la nueva cotidianidad.
Desde hoy el blog La Bernardi cuenta con un columnista y escritor invitado, Víctor Diusabá, quien con su pluma nos vas llevando cada día en estos Viajes sin regreso a la nueva cotidianidad, a preguntarnos ¿Cuánto nos cambiará la vida y por qué no volveremos a ser los mismos?
JUEVES 2 DE ABRIL. “Nos enfermamos mi marido y yo al mismo tiempo más o menos. Empezó con dolor en el cuerpo, dolor de cabeza, como si fuera un dengue.Sin embargo empezó la fiebre y, para resumir, tuvimos 15 días de fiebre…” . Es Conchita Penilla desde el lugar de Francia donde habita con su marido. Espero que vayas mejor y que todo no haya sido más que un susto para ustedes, aunque la otra huella – la mortal que cada vez es más grande en ese país, como lo es en casi toda Europa y en los Estados Unidos -, esa huella, no se borrará jamás…
* * *
MIÉRCOLES 1 DE ABRIL.Como diría mi mamá, terminé rendido. Y eso que no toca planchar. O sí, pero ahora no es necesario. ¿Es acaso el planeta una inmensa fábrica de producir polvo? Y los baños, ¿por qué nunca apreciamos un baño limpio y le damos el valor que merece? ¿Dónde están los secretos guardados del uso de la escoba, que ni siquiera tienen un buen tutorial en la red? Y los espejos, ¿se limpian de arriba hacia abajo o de izquierda a derecha, o todas las anteriores?…
* * *
MARTES 31 DE MARZO. Han pasado 48 horas desde cuando me expuse al ir de compras a un mercado del pueblo donde habito. He cometido varios errores que quizás no me pasen factura porque, hasta donde se sabe y a esta hora, 6 y 29 de la tarde, no hay reporte de contagio en el lugar. Pero valió la pena. No soy el único que tiene miedo, lo cual me lleva a vivir como tonto en el mal de muchos.
Solo que, a la vez, he conocido a Sandra y ella me ha enseñado su rostro del valor, de la valentía. Es una mujer locuaz, tal cual ya me lo había advertido días antes Ómar, desde España, donde vive hoy al lado de parte de su familia la tragedia más grande de ese país desde la Guerra Civil (1936 – 1939) y la posguerra…
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LUNES30 DE MARZO. Dejé a punto muchas cosas ayer, esas que, igual, no voy a terminar hoy. La primera, el largo trecho, sobre el que no escribí, entre el primer confinamiento – decretado en todo el país a instancias de la determinación de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, secundada a regañadientes por el presidente Iván Duque, como parece será de aquí a ¿abril?, ¿mayo’, ¿junio? ¿más allá? de 2022…
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DOMINGO 29 DE MARZO DE 2020. Son las 12 y 16 minutos del mediodía. Más que ser domingo, veo, por el calendario que hay en un mueble de la casa, que es domingo 29 de marzo de 2020. Ayer también parecía ser domingo, aunque era sábado.
En cambio, el viernes no tenía cara de viernes, ni tampoco de sábado; menos, de domingo. El viernes 27 fue anodino, nadie se dio cuenta que era viernes, el mejor día de la semana. Ya veremos cómo amaneceremos mañana, lunes. Porque el lunes de la semana pasada fue festivo y aunque, igual estábamos encerrados a la fuerza, el cerebro mandó órdenes de ‘puente’ al cerebro y nos lo tragamos entero, estuvimos dizque en descanso. ..