Adiós al ‘cavalier´ y cónsul Humberto Ascione Zawadzki

La familia Bernardi Ospina amanecería de luto el sábado 26 de marzo de 1977, ese día temprano en la mañana, el representante del Estado italiano en Cali se acercaría hasta el barrio El Peñón, para presentar sus respetos a los deudos y rendir los últimos honores a su compatriota, el constructor Antonio Bernardi De Fina, quien había partido la tarde anterior a sus 76 años.

Ese es el primer recuerdo que tengo siendo una niña del cónsul honorario de Italia en Cali para ese entonces, Humberto Ascione Zawadzki. Un hombre con la estatura y el porte de un diplomático, vistiendo un blazer de terciopelo oscuro y una fina bufanda de seda, subiría muy solemne las escaleras hasta el tercer piso del edificio Bernardi, con el tricolor verde blanco y rojo en sus manos, para arropar con la bandera nacional de su país el féretro de mi abuelo que reposaba en la mitad de la sala acompañado de sus hijos, nietos y amigos.

En la década de los noventa cuando ya ejercía de periodista, me reencontraría al cavalieri Ascione en otra de sus facetas, como chef anfitrión de Casa Ascione, el restaurante que montaría en el tradicional barrio Centenario con el que quiso enseñarles ‘a las buenas y a las malas’ a los caleños la verdadera esencia y el espíritu de la cocina italiana.

 Allí acudíamos regularmente a almorzar con mi jefe, el editor de las páginas editoriales de El País, Gerardo Bedoya Borrero; su primo querido, Hugo Borrero y mi colega Diego Martínez Lloreda. El momento de ordenar, los cuatro obedecíamos sin rechistar, la imposición del chef sobre el plato del día. Y debo decir que Humberto no se equivocaba, nunca salíamos defraudados, solo regañados pero satisfechos.

Luego, cada 20 de marzo, Humberto nos guardaría una mesa en un rincón estratégico de su restaurante para Diego, Hugo y Luis Guillermo Restrepo, ya que en cada aniversario del crimen de Gerardo los cuatros acudíamos a brindar como parte de un ceremonial alrededor de la amistad y en memoria del maestro y del amigo.

De cuando en vez me saludaría con Humberto en diversas actividades culturales en la ciudad donde era un espectador asiduo. La última vez que nos encontraríamos en medio del encierro de la pandemia, sería en una charla virtual que hice sobre el piloto italiano, Ferruccio Guicciardi Romani y los cien años de su hazaña área con el Telégrafo I al pisar tierra caleña. Humberto nos regalaría datos e historias para enriquecer el relato de su paisano.

Adiós a otro caballero italiano.

El entierro del bisabuelo

Cuentan en mi familia qué a mi bisabuelo, Luis María Ospina Arcila, se le corrió la teja los últimos años, y que sus once hijos sólo se dieron por enterados cuando vieron el edificio que construía en un despeñadero de un paraje en medio de la nada, donde papá Luis literalmente se había dedicado a enterrar el dinero que recogía por la venta del ganado de sus fincas en tierras caldenses.

Cuentan en mi familia qué a mi bisabuelo, Luis María Ospina Arcila (1*), se le corrió la teja los últimos años, y que sus once hijos sólo se dieron por enterados cuando vieron el edificio que construía en un despeñadero de un paraje en medio de la nada, donde papá Luis literalmente se había dedicado a enterrar el dinero que recogía por la venta del ganado de sus fincas en tierras caldenses.

El tratamiento. A inicios de 1943, mamá Anita (2*), mi bisabuela, tomaría le decisión emprender el largo y difícil camino de Manizales a Bogotá con parte de su numerosa prole, para llevar a papá Luis con un galeno recién llegado de Europa, quien se había vuelto famoso por experimentar con sus pacientes una nueva terapia a punto de electrochoques para devolverles la razón con esos terribles sacudones eléctricos en el cerebro.

En Bogotá. Los bisabuelos se hospedarían varios meses con su hija Camila Ospina (3*) y su yerno italiano, el constructor Antonio Bernardi (5*), en su residencia del barrio Bosque Calderón Tejada, donde los nietos, Regina, Gladys, Italia y Mainardo, se encariñarían con ese niño abuelo que los llevaría de caminata al cerro y que sembraría una huerta en esos terrenos baldíos, tal vez con la nostalgia por su campo. 

Y así, poco a poco, papá Luis se perdería en los recovecos de su memoria que lo llevarían de una época a otra, cuando huérfano de padre a los doce años saldría de Aranzazú a colonizar la zona de Dosquebradas; cuando adquiría la primera de sus haciendas, El Bosque; cuando se casaría antes de finalizar el siglo XIX, con una de las hijas de la familia de la finca vecina, en 1899; y cuando uno a uno fueron llegando los hijos y las hijas…

La muerte. A los seis meses de estadía en la capital de la República, ese arriero recio y trabajador, exhalaría su último suspiro a los 73 años, el 9 de julio de 1943, en el cuarto de sus nietas, Gladys e Italia Bernardi. Italo Mirkow, su pequeño nieto de 5 años, se encargaría de anunciar “se murió el abuelo” a todo el clan de los Ospina Mejía que había viajado para estar presente en sus últimos días, mientras subía y bajaba las escaleras de la gran casona.

Los gritos y sollozos de esas nueve hijas y los lamentos de esos dos hijos paisas, sacarían de la tranquilidad habitual a ese vecindario bogotano ´estirado, donde a las pocas horas de la muerte, desfilarían parientes y amigos para asistir a la velación de papá Luis en medio de rezos y oraciones y mucho caldo de gallina y tinto para pasar de largo, esa noche.

Entierro en chiva. Pero más aterrados quedarían en el barrio cuando en la fría madrugada, se parquearía una chiva en plena calle, ese colorido bus escalera que solo se veía en las plazas de los pueblos y en los empinados caminos de la geografía nacional para el transporte de campesinos y sus cosechas. Observarían como sus dos vecinos italianos, Antonio Bernardi y Mario Mirkow (6*), acompañados de sus cuñados, Antonio Luis y Lorenzo, sudaban subiendo con lazos y poleas los dos cajones del féretro de papá Luis y lo amarraban al techo.

A Manizales. El lloroso cortejo fúnebre de las hijas, Carmen Emilia, Benigna, Camila, Pastora, Teresa, Luisa, Emelia, Alicia y Graciela (4*), vestidas de negro riguroso, ocuparía las sillas con trastos y trebejos, incluidas las bacinillas y el fiambre para las paradas técnicas obligatorias de ese triste retorno.

El par de concuñados italianos dirían adiós a sus esposas y a la parentela Ospina, sería uno de los pocos momentos en los que ellos sentirían gran alivio de no poder sumarse a esa penosa misión de conducir el ataúd del suegro hasta Manizales por el confinamiento impuesto por las autoridades en la Capital de la República. Como estaban en plena época de la Segunda Guerra Mundial, a estos dos extranjeros les estaba totalmente prohibido moverse libremente por el territorio colombiano, ya que eran considerados enemigos del Estado Colombiano.

La sociedad manizalita y familiares de Pereira, Armenia, Circasia y Dosquebradas, se movilizarían hasta la morada de los Ospina Mejía en pleno centro, para despedir a ese hombre que había levantado su patrimonio a pulso, que dejaba como herencia seis fincas cafeteras y ganaderas en el Viejo Caldas y varios predios en esa ciudad a donde había arribado con su familia veinte años atrás a lomo de mula para instalar una compra venta de café.

La familia política. Las seis hermanas del difunto llegarían a exigirle a su cuñada, mi bisabuela, abrir el doble cajón sellado con cuatro clavos para despedirse de papá Luis, sin embargo, ella que no sobrepasaba el metro y medio y era una mujer muy dulce, fue la primera vez que impondría su autoridad para impedirlo, porque el formol ya empezaba a perder su efecto de conservación del cuerpo. Mamá Anita despacharía a la familia política con esta frase: “muerto el ahijado acabado el compadrazgo”.  

La Velación. Cuentan que fue tanta la gente que subió a la sala principal para la velación por el eterno descanso de mi difunto bisabuelo, qué ante el peso de los visitantes, cedió la segundo planta durante el primer día del Novenario. ¡La casa se desfondó! Una multitud despediría hasta su última morada, una tumba en el Cementerio San Esteban, al patriarca del clan de la familia Ospina Mejía.

*Gracias a la narración de mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi Ospina se han reconstruido las vivencias de la familia Ospina Mejía en esa época.

Familia Ospina Mejía(1*)Luis María Ospina Arcila, papá Luis´: 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá (2*)  Ana Joaquina Mejía Gutiérrez, mamá Anita´: 1877 Pácora – julio 22 de 1963 Manizales. (3*) Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970).  Carmen Emilia Ospina de Ocampo: diciembre 1 1900 – abril 3 de 1987 ManizalesMaría Benigna Ospina de Restrepo: junio 27 de 1903 – abril 3 de 1991 MedellínPastora Emilia ´Aporita´ Ospina de Gómez: agosto 11 de 1906 – julio 24 de 1991 ManizalesTeresa Ospina de Mirkow: octubre 7 de 1907 –  febrero 14 de 1993 Bogotá. Antonio LuisOspina: diciembre 21 de 1908 – marzo 20 de 2001 CaliMaría Luisa Ospina de Lobo, mayo 21 de 1910 – enero 18 de 1987 Bogotá. María Emelia Ospinade Botero: marzo 19 de 1912 – febrero 7 de 1999 Manizales. Alicia Ospinade Villegas: 27 de febrero de 1915 – mayo 20 de 1997 Manizales. Lorenzo de Jesús Ospina: octubre 21 de 1919 – abril 3 de 1984 PereiraGraciela Ospina de Moya: septiembre 16 de 1921- octubre 28 de 2013 Cali.

 (5*) Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi Viller (hijo de Bartolo Bernardi y Yacomina Viller) y Regina De Fina Zitran. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (6*) Mario Mirkow: 2 de diciembre de 1903 en Trieste, 1977 en Bogotá.

En este artículo está la historia de la familia Ospina Mejía.

La historia del constructor inmigrante, Antonio Bernardi, por Rai Italia

En el programa «L’Italia con voi» que destaca a los italianos por el mundo, cuentan la historia de vida de Antonio Bernard🇮🇹, un ingeniero bellunese que llegaría a Colombia🇨🇴 para establecerse en 1926. En esta emisión, Ernestina Dalla Corte destaca su legado urbanístico y arquitectónico, bastante innovador para la época, en varias ciudades colombianas

En el programa «L’Italia con voi» que destaca a los italianos por el mundo, cuentan la historia de vida de Antonio Bernard🇮🇹, un ingeniero bellunese que llegaría a Colombia🇨🇴 para establecerse en 1926. En esta emisión, Ernestina Dalla Corte destaca su legado urbanístico y arquitectónico, bastante innovador para la época, en varias ciudades: Manizales, Armenia, Ibagué, Bogotá, Girardot y Cali. Tres de sus muchas obras fueron declaradas Bien de Interés Cultural de la Nación (BICN), o sea monumentos nacionales: la Estación del Ferrocarril y la Plaza de Mercado de Armenia (demolida) y el Teatro Tolima en Ibagué.

Emisión del 18 de junio de 2021, del programa «L’Italia con voi´de Rai Italia. Hacia los 5 minutos arranca la narración sobre Antonio Bernardi

La presentadora ha descrito a Antonio como un Romeo por las colinas que debía hacer en las empinadas calles de Manizales para poder visitar hacia 1927 a su joven novia, Camila Ospina, con quien se casaría luego de recibir la certificación de soltería del párraco de Ponte Nelle Alpi.

El constructor Antonio Bernardi De Fina, nació en PonteNelle Alpi (Belluno 06-10-1900) y murió en Cali, Valle del Cauca, Colombia (25-03-1977).

Mario Mirkow, un triestino en Colombia

Cuentan que el corazón de Mario Mirkow siempre estaría dividido, entre esa dulce melancolía por la Costa Adriática efecto de las ráfagas del bora y el encanto de la altiplanicie campesina cundiboyacense; entre el afecto hacia su familia colombiana y la nostalgia dolorosa por su madre, su hermano y Trieste, esa ciudad portuaria fronteriza del noreste italiano, codiciada por imperios y estados en los últimos siglos por ser puente y camino hacia los Balcanes.

Cuentan que el corazón de Mario Mirkow siempre estaría dividido, entre esa dulce melancolía por la Costa Adriática efecto de las ráfagas del bora y el encanto de la altiplanicie campesina cundiboyacense; entre el afecto hacia su familia colombiana y la nostalgia dolorosa por su madre, su hermano y Trieste, esa ciudad portuaria fronteriza del noreste italiano, codiciada por imperios y estados en los últimos siglos por ser puente y camino hacia los Balcanes.

Sus raíces. Este triestino de ascendencia rusa y croata, nacería en el hogar de Vittoria Tavagna y Stefano Mirkov (*1), el miércoles 2 de diciembre de 1903, en el gran puerto comercial e industrial del Imperio Austrohúngaro. Momentos históricos vividos durante su infancia y su juventud en esa especie de ciudad estado marcarían para siempre su visión del mundo: él rápidamente comprendería que en el juego del poder de las grandes potencias el único perdedor es el ciudadano del común.

La Trieste del Imperio. Su niñez transcurriría en el esplendor de esa Trieste foco de arte y cultura, con intelectuales que brillaban con luz propia como los triestinos Italo Svevo y Umberto Saba y el irlandés James Joyce, a quien la ciudad adoptaría como a uno de los suyos. Para Mario era habitual en mundo infantil, que sus vecinos hablaran como él en italiano y dialecto triestino, o en alemán, esloveno, serbio y croata o que fueran católicos, ortodoxos o judíos practicantes.

La Gran Guerra. Pronto la tormenta que desataría la Primera Guerra Mundial (1914-1918) en Europa, alcanzaría a ese pequeño territorio y su sociedad multicultural donde residía el jovencito Mario, quien además de los horrores de la contienda, sabría de la falta de pan en la mesa, la inflación que cuadruplicaba los precios y el bloqueo de alimentos en el puerto, mientras recorría las calles con periódicos atados a sus pies.

Mario, un súbdito italiano. Mario presenciaría el enfrentamiento encarnizado de dos vecinos, Austria e Italia, por ese rincón oriental de la península, la desintegración del Imperio y la incorporación de Trieste al Reino de Italia (1920) para completar esa unidad nacional que buscarían los ´irredentistas´ desde el siglo XIX, con territorios de mayoría italiana (*2). El mapa del mundo cambiaría y Mario, su familia y los triestinos obtendrían la nacionalidad italiana.

Fascismo de frontera. En el puerto él se haría maquinista naval, aprendería el entramado mecánico de las estructuras de aquellos gigantes que echaban amarras o zarpaban hacia otros mundos. Y sería su profesión la que le permitiría dejar atrás a esa nueva ciudad rota por dentro, a la cual no le llegaría la paz después de la guerra porque con el ascenso al poder de Benito Mussolini se extremarían las políticas de italianización forzada del fascismo de frontera contra la población de origen no italiano.

Exilio voluntario. Un buen día Mario se despediría de los suyos como muchos triestinos, y partiría hacia la América en un buque mercante de bandera italiana en un destierro voluntario y sin retorno. Tocaría tierra en el puerto de Veracruz (México) y después en la Habana (Cuba), donde obtendría la visa para viajar a Colombia.

Cambio de apellido. Entre la tramitología de la expedición de un nuevo pasaporte y su cédula de extranjería y los sellos de aduanas de ingresos y salidas de varios puertos americanos, Mario Mirkov se convertiría en Mario Mirkow por cuenta de algún escribiente que no entendería la pronunciación de su apellido.

La Bahía de la Buena Ventura. A inicios de los treinta, lo primero que Mario divisaría del territorio colombiano serían el faro y las aguas tranquilas de la Bahía de la Buena Ventura, en el corazón del Pacífico. Desembarcaría con un grupo de paisanos en el muelle de  Buenaventura (*3), una ciudad puerto con poca infraestructura, pero con gran movimiento de mercancías europeas, asiáticas y norteamericanas, el cual se fortalecía gracias a la construcción del Ferrocarril del Pacífico, la ruta de salida de los productos de exportación del país, la quinua, el tabaco y el café del Viejo Caldas (*4). 

La región cafetera. Mario Mirkow se adentraría por los caminos de esa Colombia rural, desde la nueva Estación del Ferrocarril de Buenaventura del arquitecto turinés, Vicente Nasi (*5), para llegar hasta Manizales con parte de ese colectivo de extranjeros que apoyaría a lo largo de una década, las obras de reconstrucción luego de los tres incendios desatados (6*) en los años veinte que destruyeron parte considerable de esta población levantada en bahareque.

Mario quien venía de esa Trieste cosmopolita y de recorrer la vida de los puertos, se encontraría con una élite cafetera muy ´pudiente´ y una sociedad bastante conservadora en esa una pequeña capital regional con alrededor de 60 mil habitantes. Eso sí una población en efervescente desarrollo urbanístico y arquitectónico y con una agitada actividad comercial, agrícola e industrial ante el auge del café en los mercados internacionales y la modernización de los diferentes sistemas de transporte.

Solidaridad austríaca. Sería la madre superiora del convento y del Colegio San Inés, recién abierto sobre la Avenida Cervantes (*7), quien le tendería la mano a Mario, esta religiosa franciscana austriaca le permitiría alojarse en las instalaciones y al conocer su oficio de mecánico, lo nombraría conductor del autobús para realizar el recorrido con las señoritas estudiantes del prestigioso plantel. Pronto él compraría su propio bus y adquiriría más buses para prestar el servicio de transporte entre varias poblaciones de Caldas.

Teresa Ospina. Para esa época este triestino, quien era ya un próspero y reconocido empresario del transporte en la capital caldense, conocería a Teresa (8*), una de las 9 hermanas Ospina que le quitaría el sueño. Esta joven de 27 años era la quinta hija de la gran familia que habían conformado en Dosquebradas y Santa Rosa de Cabal, Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía (9*) , una pareja de origen campesino, descendiente de arrieros antioqueños que hacía pocos años habían trasladado a Manizales su casa familiar y su negocio de compra y venta de café.

El Clan Ospina. Eso sí a Mario no le bastaría con demostrar su decencia y solvencia económica al momento de pedir la mano de Teresa, su suegro le solicitaría el certificado expedido por el párroco de Trieste que demostrará que era soltero. Él debería transitar el mismo camino que habían andado para casarse en 1928, Camila Ospina y el constructor Antonio Bernardi (10*), quien con el humor socarrón que lo caracterizaba, le advertía con sus otros concuñados, Aristides Ocampo y Julio Martín Restrepo, lo que significaría emparentar con este tradicional clan acostumbrado a reunirse en todos los cumpleaños, entierros, vacaciones de verano y fiestas de fin de año.

La familia Mirkow Ospina. Esta pareja italocolombiana se casaría en 1935 en Manizales y allá nacería su primer hijo, el 24 de septiembre de 1937, quien sería bautizado como Italo Mirkow Ospina. Se dice que buena parte de los triestinos llamarían por esos años Italo o Italia a sus hijos e hijas para rearfirmar su italianidad tan cuestionada a lo largo del siglo XX. Mario no sería la excepción.

El derrumbe del patrimonio. Los buenos tiempos para este matrimonio llegarían a su fin.A las 9:24 de la fría noche del 4 de febrero de 1938, cuando las familias Ospina Mejía y Mirkow Ospina se preparaban para conciliar el sueño, se sentiría uno de los tembloresmás fuertes registrados en Manizales, el Sismo del Gran Caldas, que dejaría alrededor de 40 heridos y destruiría y averiaría muchas edificaciones y negociones. El techo de los garajes donde Mario parqueaba los buses intermunicipales se derrumbaría y todos los automotores quedarían destruidos. Así perdería su patrimonio este transportador.

Serían días difíciles para los Mirkow Ospina no solo ante la precariedad de sus finanzas sino porque desde Europa llegarían noticias con un panorama muy sombrío para la familia radicada en Trieste al iniciar la Segunda Guerra Mundial y también para los dos concuñados italianos, Mario Mirkow y su buen amigo Antonio Bernardi, en un país que declaró enemigos de Estado a todos los ciudadanos de los países del Eje radicados en Colombia.

Fuentes citadas. *Gracias a la narración de mi primos Italo y Frank Mirkow, de mi madre y mi tía Regina e Italia Bernardi y de mi prima Iris Lobo se han reconstruido las vivencias Mario Mirkow y la familia Mirkow Ospina en Colombia.Archivo fotográfico de las familias Bernardi Ospina.

(*1) Padres de Mario Mirkow: Vittoria Tavagna y Stefano Mirkov (Nace en 1853, en Split, ciudad que primero le perteneció a Austria y ahora está en Croacia) (2*) Movimiento de opinión activo en Italia a finales del siglo XIX que surgió a raíz de la unificación de Italia y que propendía por la unión de los territorios poblados de mayoría italiana. (3*) Buenaventura, puerto sobre el Oceano Pacífico ubicado en el departamento del Valle del Cauca en Colombia. (4*) Viejo Caldas, departamento de Colombia que existió entre 1905 y 1966. (*5) La antigua Estación del Ferrocarril de Buenaventurafue construida por el arquitecto turinés, Vicente Nasi, hoy es la Escuela Taller de Buenaventura. (*6)  Los tres incendios de Manizales fueron el 19 de julio de 1922, el 3 de julio de 1925 y el 20 de marzo de 1926. (7*) El convento y el Colegio Santa Inés de Manizales fueron fundados por tres hermanas austriacas que llegarían en 1926, empezaría a funcionar el 7 de marzo de 1927 en su sede sobre la Avenida Cervantes, hoy Avenida Santander.

(8*) Teresa Ospina de Mirkow: octubre 7 de 1907 –  febrero 14 de 1993 Bogotá. (9*) Luis María Ospina Arcila, ´papá Luis´: 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá y Ana Joaquina Mejía Gutiérrez, ´mamá Anita´: 1877 Pacora – julio 22 de 1963 Manizales. (10*) Antonio Bernardi de Fina constructor italiano nacido en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno (6-10-1900). Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). Su esposa y hermana de Teresa, Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970).

En este artículo está tambièn la historia y orígenes de la Familia de Teresa Ospina Mejía.

La vida del juez Eduardo Moya y Graciela Ospina

En la tarde del 5 de mayo de 1977, se apagaría la vida del Juez de la República, Eduardo Moya Tovar, a solo unos pocos metros de su casa en el barrio El Refugio. Ese día mientras los caleños salían estremecidos del sopor de la siesta del mediodía ante la noticia y al país se le advertía como se silenciarían a hombres y mujeres encargados de impartir justicia; la vida de su familia cambiaría para siempre.

En la tarde del 5 de mayo de 1977, se apagaría la vida del Juez de la República, Eduardo Moya Tovar (1*), a solo unos pocos metros de su casa en el barrio El Refugio, al sur de Cali. Ese día mientras los caleños salían estremecidos del sopor de la siesta del mediodía ante la noticia y al país se le advertía como se silenciarían a hombres y mujeres encargados de impartir justicia; la vida de su familia cambiaría para siempre, con gran valor su esposa, Graciela Moya de Ospina (2*), seguiría adelante con sus tres jóvenes hijos, Elsa María, Nicolás Alejandro y Luis Carlos.  

La impunidad. Durante 25 años el juez Moya ejercería justicia bajo el precepto que los derechos fundamentales del hombre no son negociables y así se lo enseñaría a los suyos, quienes clamarían por justicia a sus compañeros de oficio durante mucho tiempo, justicia que nunca llegaría para esclarecer la muerte de este servidor público. El proceso sería archivado antes de llegar a la verdad y 44 años después reposa en el olvido.

El 9 de abril. La trayectoria de este abogado bogotano defensor de  los derechos ciudadanos se remonta a su paso por las aulas de la Universidad Nacional y a su participación activa con un grupo de estudiantes, intelectuales y líderes gaitanistas en la toma de los micrófonos de la Radio Nacional el 9 de abril de 1948, para exigir la renuncia del presidente conservador, Mariano Ospina Pérez, e invitar al pueblo a marchar luego del magnicidio del caudillo liberal, Jorge Eliécer Gaitán.

La llegada a Cali. A inicio de la década del cincuenta, en plena época de la violencia partidista, Eduardo con sus padres, don Carlos Moya y doña Leonor Tovar, y su hermano, Hernando, debieron dejar Bogotá para trasladarse a Cali, sin él aún recibirse de abogado. Al poco tiempo conocería a los vecinos de oficina en el Edificio Hormaza (Carrera 5 con Calle 10), al constructor italiano Antonio Bernardi (3*),  quien sería luego su concuñado, y a su hija y secretaria, Gladys Bernardi.

El noviazgo. La familia Bernardi Ospina sería la facilitadora de la relación que pronto entablarían Eduardo con la señorita Graciela Ospina Mejía, en uno de los tantos paseos de ella al Valle del Cauca, a visitar a Camila y Antonio, su hermana mayor y su cuñado. Desde los pocos meses de nacida, Graciela residía en Manizales desde 1922 cuando sus padres, Luis María y Ana Joaquina (4*), llegaron con sus 11 hijos por esos caminos montañosos a lomo de mula. Graduada de la Normal de Señoritas, ingresaría con el cargo de Secretaria del Gerente a Chocolate Luker (*5), la empresa más prometedora del Viejo Caldas con fábricas en Bogotá y Medellín y oficinas en Neiva y Cali.  

Matrimonio de aventura. Después de un largo cortejo a distancia, Eduardo pediría la mano de la más joven de las 9 hermanas Ospina y contraería nupcias el 18 de agosto de 1956 en Manizales. La pareja emprendería su vida de casados muy ligera de equipaje, con una maleta cada uno, mientras él como juez practicaba investigaciones entre Ubaté y Bogotá. Hacia 1958 ellos se establecerían en Cali y arrendarían el apartamentico del primero piso del Edificio Bernardi, construido por Antonio Bernardi (1954) en el barrio El Peñón, donde el italiano vivía con su esposa Camila Ospina y su familia.

Diligencias peligrosas. Mientras la familia crecía con la llegada de Elsa María (1959) y Nicolás Alejandro Moya Ospina (1960), el juez Moya Tovar residiría por temporadas cortas en zonas ´rojas´ a donde se le destinaba para investigar los delitos y sus autores, como en Caloto (Cauca) y el corregimiento tulueño de Barragán en las montañas del Valle del Cauca.

El caso de Antonio Larrota. Hacia 1961, tendría a su cargo unas de las diligencias más arriesgadas de su carrera, el caso del asesinato de Antonio María Larrota González, considerado por unos como un activo joven líder de izquierda y por otros como un organizador de cuadrillas de bandoleros en Tacueyó (Cauca). Eduardo y la comisión que se desplazaba para el levantamiento del cuerpo, estuvieron a punto de ser emboscados en El Salado, un recóndito paraje del municipio de Corinto.

La calma de la Isla Prisión. Los años pasaban y aunque Eduardo acumulaba experiencia, él no había podido recibirse de abogado ya que su tesis sobre ´El Abuso de Confianza´ era muy extensa y las comisiones encomendadas no le dejaban mucho tiempo.

En 1963 quedaría libre una vacante de juez en la cárcel de máxima seguridad que hacía poco el Gobierno del presidente Alberto Lleras Camargo construiría en la Isla Gorgona para recluir a los reos más peligrosos de todo el país ya que era casi imposible una fuga de ese territorio inaccesible, entre la selva y un Océano Pacífico infestado de tiburones, a 35 kilómetros de la Costa. Eduardo y Graciela tomarían una decisión trascendental para la carrera de él y para las finanzas de la familia; solicitar el traslado a la penitenciaría.

En 1963 Graciela con sus dos hijos en Gorgona.

Una mujer en la Isla Prisión. Todo el grupo familiar, los esposos con sus dos pequeños hijos y los padres de Eduardo arribarían al muelle de la Isla Prisión y vivirían 18 meses en ese paraíso tropical declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982.

Graciela sería una de las pocas mujeres que habitaría esa isla rodeada de guardianes, funcionarios y el personal de salud y la Armada que llegaba de cuando en vez. Lugar donde Eduardo, además de reivindicar los derechos de los recluidos y trabajar en su tesis de grado, compartiría con su familia dos de sus grandes pasiones, la pesca con anzuelo, actividad que realizaría todas las noches con su esposa, y  la natación en los paseos dominicales a la playa donde sus pequeños hijos iniciarían sus primeras experiencias acuáticas.

A Cali. Con el dinero ahorrado, los Moya Ospina comprarían su casa en El Refugio, a unas cuadras de la Calle Quinta; hacia 1966 llegarían a esta urbanización de clase media construida por Fenalco, con su tercer hijo, Luis Carlos. Eduardo ya con su título en mano, sería nombrado Juez 11 Penal Municipal y al final se desempeñaría como Juez 2 de Instrucción Criminal. En 1969, volvería a tener un caso complicado, el secuestro de los ciudadanos suizos Werner Straessle y Hermman Buff, perpetrado en Cali.

Como libre pensador que era, Eduardo con un colectivo de médicos y abogados, participaría en la creación del Colegio Ideas en 1973, con un modelo pedagógico bastante innovador para ese momento.

El retorno a Gorgona. El 4 de enero de 2004, Graciela acompañada de sus dos hijos mayores quienes iban a bucear, retornaría a la Isla Gorgona, cuando ya era un Parque Nacional Natural dedicado a las investigaciones científicas por la riqueza de su biodiversidad. A sus 82 años desembarcaría en el mismo muelle para recorrer los vestigios de la cárcel, contarle a los visitantes múltiples historias sobre la vida en la Gorgona de los años 60 y recordar en el mismo lugar, los años felices con su esposo.

Fuentes citadas. *Gracias a la narración de mi prima, la abogada Elsa María Moya Ospina, mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi Ospina se han reconstruido las vivencias de la familia Moya Ospina. Archivo fotográfico de las familias Moya Ospina y Bernardi Ospina.

(1*) Eduardo Moya Tovar nace el 10 de febrero de 1923 en Bogotá y fallece en Cali, el 5 de mayo de 1977. Sería Juez 11 Penal Municipal (30/07/1965 hasta 31/12/1970); 2 Juez de Instrucción (01/01/1970 al 05/05/1977) y su último cargo fue Juez 2 de Instrucción Criminal hasta 1977.  (2*) Graciela Ospina Mejía nace en Santa Rosa de Cabal el 16 de septiembre de 1921 y muere el 28 de octubre de 2013 en Cali.  (3*) Antonio Bernardi de Fina, constructor italiano nacido en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), casado con Camila Ospina, la hermana de Graciela. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (4*) Luis María Ospina Arcila, ´papá Luis´: 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá y Ana Joaquina Mejía Gutiérrez, ´mamá Anita´: 1877 Pacora – julio 22 de 1963 Manizales. (*5) Chocolate Luker, empresa fundada en la Hacienda La Enea de Manizales en 1906.

Un barrio, un colegio, una ciudad: 1954

Éste no sería un año cualquiera, dejaría muchas marcas a su paso: el constructor italiano, Antonio Bernardi, excavaría los cimientos su edificio en el barrio El Peñón donde le daría la bienvenida a su primer nieto y viviría hasta el final de sus días; Cali se consolidaría como Capital Deportiva con la realización de los VII Juegos Atléticos Nacionales y Colombia al fin le concedería el derecho al voto y a ser elegidas a las mujeres y se inauguraría la televisión pública con Rojas Pinilla, una dictadura que ya había empezado a mostrar fracturas ante la opinión pública.

Éste no sería un año cualquiera, dejaría muchas marcas a su paso: el constructor italiano, Antonio Bernardi (*1), excavaría los cimientos su edificio en el barrio El Peñón donde le daría la bienvenida a su primer nieto y viviría hasta el final de sus días; Cali se consolidaría como Capital Deportiva con la realización de los VII Juegos Atléticos Nacionales y Colombia al fin le concedería el derecho al voto y a ser elegidas a las mujeres y se inauguraría la televisión pública con Rojas Pinilla, una dictadura que ya había empezado a mostrar fracturas ante la opinión pública.

El edificio Bernardi. En la margen derecha del río Cali, en los altos del sector de El Peñón (*A), por los lados de la quebrada Los Suspiros, Antonio Bernardi a sus 54 años, compraría un lote para cumplirle a su esposa Camila Ospina (2*), la promesa de volver a tener techo propio. Ese año excavaría los cimientos y echaría plancha con varios obreros quienes lo habían seguido mientras él levantaba edificaciones de diversos usos en varias ciudades de Colombia desde cuando llegó a este país en 1926 (B*).

Con el mismo novedoso sistema de construcción de sus otras obras, el ferroconcreto, Antonio haría el edificio Bernardi, diagonal a la Avenida Circunvalar y a solo tres cuadras de la Avenida Colombia. Cuando los dineros escasearon a finales de 1954, los Bernardi Ospina se trasterían aún en obra negra al tercer piso. Y para terminarlo Antonio solicitaría un préstamo a 20 años con el Banco Central Hipotecario que religiosamente pagaría cada mes en cuotas de $700 pesos, hasta pocos años antes de morir.

Un poco de historia del barrio El Peñón

Antonio y Camila, con tres de sus hijos, Gladys, Italia y Mainardo (*4), llegarían a vivir a su nuevo vecindario del oeste de clase media, un sector que tomó su nombre de una roca gigantesca y con una historia que se remontaba a una hacienda y su casona, propiedad del padre de Jorge Isaac, donde el escritor colombiano terminaría su novela cumbre, María (1867) cuando Cali era apenas un villorio.

En los albores del siglo XX, mucho antes de constituirse en barrio (1964), El Peñón tenía gran movimiento comercial con una trilladora de café, una fábrica de hielo y una planta de bebidas gaseosas y procesamiento de sidra holandesa, conocidas mucho después como Postobón. Además contaba con el Charco del Burro, un balneario natural con chorrera incluida, para el tradicional ´baño de río´ de la muchachada caleña que asistía en masa hasta que desapareció sin ninguna explicación para la ciudad, al desviar el río para alargar la Avenida Colombia en épocas de la dictadura. Luego en esos terrenos se construiría el Museo La Tertulia (1968).

Colegio de la Sagrada Familia. A media cuadra del edificio Bernardi estaría el primer colegio femenino de Cali, creado por dos hermanas belgas de la Providencia, Atanasia Derneden y Fortunata Palome y ocho religiosas ecuatorianas. El plantel primero operaría frente a la iglesia Santa Rosa (1907) cuando esta ciudad no era capital y este departamento no existía; para los años veinte las hermanas trasladarían la institución al bello edificio republicano de tres pisos con capilla, arcos, corredores interiores y su gran patio central que construirían en toda una manzana, a cargo del ingeniero italiano Ruggero Rizzeto.

El ingeniero italiano Ruggero Rizzeto, constructor del Colegio de la Sagrada Familia en el barrio El Peñón de Cali.

El colegio sería el marco perfecto para uno de los costados de la ´Plazuela de El Peñón´, para ese entonces atravesada por 4 calles y el tráfico de la ciudad.

Muchas colegialas caleñas estudiarían en esa sede de El Peñón y serían formadas por las religiosas como “dignas damas de la sociedad y excelentes madres de familia”. En ella se graduaría de Comercio Superior (1953) Italia Bernardi a sus 18 años, para trabajar como secretaria general de Confecciones Hércules y apoyar su familia. Hacia 1959 Adolfo Prieto Bernardi, el primer nieto los Bernardi Ospina, también ingresaría a la Sagrada Familia, al primer kínder mixto que habría para los niños de Cali.

Serían varias las instituciones educativas que funcionarían en ese pequeño barrio, el Colegio Santa Rita del Peñón y la Escuela Isaías Gamboa. Frente al río estaría el Colegio El Amparo (hoy Hotel Intercontinental) de la congregación franciscana, que desde 1914 daría refugio en sus dos plantas a niñas y jovencitas que lo requerían.

Italianos en El Amparo. Ese sería albergue en 1954, para un grupo de inmigrantes italianos de Parma recién llegados y en busca de trabajo. La comunidad italiana apoyaría la integración de sus paisanos a la sociedad vallecaucana de diferentes maneras, con clases de español y con aquellas veladas vespertinas con baile, tarantelas y preparaciones de la madre patria, en la sede del Centro Italiano frente a la iglesia La Merced, donde era común encontrar a la jovencita Italia entablando amistades y aprendiendo palabras de italiano.

En esas calles por las cuales vecinas como Gladys Bernardi y Fica Vidal se movilizarían en los buses Rojo y Crema y Rojo Plateado para ir a sus oficinas en la Plaza de Caycedo, era familiar ver caminando a Antonio Bernardi, quien hacía una parada casi casi que obligatoria y a diario en El Cairo, la tienda sobre la Circunvalar, para tomarse una copa de aguardiente como aperitivo antes del almuerzo, mientras al caer la tarde los fines de semana pasaba acompañado de su esposa Camila, rumbo a la loma de San Antonio.

El vecindario de los Prieto Bernardi. Y a eso de las 5 de la tarde cuando el sol se ocultaba, pasearían los recién casados, Álvaro Prieto (*5) y Regina Bernardi, con su primer bebé, Adolfo y luego con las pequeñitas Maritza y Liliana, por los lados de los tanques y el parque del Acueducto o del estadero el Obelisco para disfrutar la brisa fresca de los Farallones y comer empanadas vallecaucanas a orillas del río.

1954: La Capital deportiva de Colombia

A esa Cali que dormía siesta al medio día después de un buen sancocho de plátano guineo y que la movían la música y el deporte, se la tomaría el frenesí para terminar a tiempo el Coliseo Evangelista Mora y las Piscinas Olímpicas Alberto Galindo Herrera de la Unidad Deportiva y las obras de remodelación del Estadio Pascual Guerrero en el barrio San Fernando, todos ellos escenarios oficiales de los VII Juegos Deportivos Nacionales.

Causaría gran revuelo la llegada de cerca de tres mil deportistas de 25 delegaciones por vía terrestre y en los 38 vuelos que aterrizarían en Calipuerto, el aeropuerto de esa época ubicado sobre la carretera Cali-Candelaria.Entre los 9 mil espectadores que llenaron el estadio ese sábado 17 de julio para la fiesta inaugural, se encontrarían dos parientes, Ricardo Prieto Díaz (*5) y Mainardo Bernardi Ospina(*C), figuras del baloncesto que le dieron grandes triunfos al uniforme rojo y blanco.

Ricardo y Mainardo… y el baloncesto. Ricardo con el seleccionado masculino de mayores le devolvería el título al departamento en el Campeonato Nacional de Básquet de 1950. Y Mainardo, quien se destacaba a sus 16 años en el equipo del Colegio San Luis y luego como capitán de la Selección Valle Juvenil y de mayores, conduciría al departamento a lo más alto del pódium en el Nacional de Básquet de 1958 y los VII Juegos Deportivos Nacionales de 1960.

Desde las graderías los dos concuñados deportistas aplaudirían con emoción la entrada del medallista panamericano portando la llama olímpica, el caleño Jaime Aparicio, y durante el desfile de atletas al gran favorito de las justas, el conjunto vallecaucano. Y con temor durante la pomposa ceremonia de inauguración que nombraría a María Eugenia Rojas como madrina de los juegos, ellos escucharían el discurso del presidente de la República, el teniente general, Gustavo Rojas Pinilla.

La dictadura en su primer año

El país estremecido apenas se reponía de la masacre hacía unas pocas semanas de los 18 estudiantes de la Universidad Nacional que marchaban pacíficamente por la Carrera Séptima de Bogotá a manos de una patrulla militar. En medio de la censura a los medios y la represión a sus contradictores, el Gobierno militar inauguraría la televisión pública el 13 de junio de 1954, a las 9 p.m. como su caja de resonancia ya que Rojas Pinilla había conocido los alcances de esta caja mágica durante una visita a la Alemania Nazi.

El voto femenino. Por motivos más políticos que de igualdad de género, la Asamblea Nacional Constituyente aprobaría el Acto Legislativo N.° 3 del 25 de agosto  de 1954 que le concedería a la mujer el derecho al voto y a ser elegida, aunque las colombianas no saldrían a sufragar sino hasta el plebiscito de 1957, o sea 3 años después. Pero esa es otra historia…

Fuentes citadas. *Agradecimiento a mi madre, Regina, y a mi tía, Italia Bernardi, por compartir sus recuerdos. Archivo fotográfica de las familias Bernardi y Prieto. Fotografías antiguas de diarios de la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero y el Fondo Archivo del Patrimonio Fotográfico y Fílmico del Valle del Cauca.

(*A) Documento de consulta. Historia de Cali en el siglo 20: sociedad, economía, cultura y espacio. Édgar Vásquez Benítez. Universidad del Valle 2001.

 (*1)Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi Viller (hijo de Bartolo Bernardi y Yacomina Viller) y Regina De Fina Zitran. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (*2) Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda, hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970). (*3) Los 4 hermanos Bernardi Ospina: Regina Bernardi de Prieto nació en Manizales el 24 de julio de 1929 y el 19 de diciembre de 1953 se casaría con Álvaro Prieto Díaz, padres de Adolfo, Maritza Fernanda, Liliana, Mauricio e Isabella. Vive en Cali actualmente. Gladys Bernardi nació en Manizales el 11 de mayo de 1931 y murió el 8 de abril de 2002 en Cali. Italia Bernardi nació en Armenia el 18 de enero de 1935, actualmente vive en Cali. Mainardo Bernardi Ospina, nació en Armenia el 19 de febrero de 1938 y falleció en Cali el 28 de enero de 2011. (*4) Álvaro Prieto Díaz, nació el 13 de septiembre de 1925 en Miranda (Cauca) y falleció el 6 septiembre de 1993, en Cali (Valle del Cauca). (*5 ) Ricardo Prieto Díaz, hermano de Álvaro e hijo de Manuel José Prieto y Teresa Díaz, nació el 15 de marzo de 1927 , en Miranda (Cauca) y murió el 12 de febrero de 2017, en Palmira (Valle del Cauca), se casó con Silvia Guzmán el 19 de septiembre de 1964.

(*B) Para conocer sobre las obras de Antonio Bernardi en el territorio colombiano visitar la sección Antonio Bernardi.
(*C)

1951 – 1953: la boda y la dictadura

1951. En un ´agua´elulo´ bailable de esa Cali de poco menos de 300 mil habitantes se ennoviarían Regina Bernardi y Álvaro Prieto, en un Valle del Cauca que emergía como potencia deportiva y de reinas de belleza, con Leonor Navia Orejuela como primera señorita Colombia y en un país revolcado ante la renuncia del presidente Gómez y el primer campeón de la vuelta a Colombia en bicicleta, Efraín Forero.

1951. En un ´agua´elulo´ (*9) bailable de esa Cali de poco menos de 300 mil habitantes se ennoviarían Regina Bernardi y Álvaro Prieto, en un Valle del Cauca que emergía como potencia deportiva y de reinas de belleza, con Leonor Navia Orejuela como primera señorita Colombia y en un país revolcado ante la renuncia del presidente Gómez y el primer campeón de la vuelta a Colombia en bicicleta, Efraín Forero.

Los Bernardi Ospina. La mayor de los hermanos, Regina (*1), llamada así en honor a su abuela paterna italiana (*3), estaba recién desempacada con su familia en esta ciudad (mayo de 1950) que se expandía por los 4 puntos cardinales pero que giraba alrededor del centro, su Plaza de Caicedo, el río Cali y el puente Ortíz, el Hotel Alférez Real, el Teatro Municipal, el Batallón Pichincha y la Ermita. La jovencita de 21 años era dependienta del Centro Singer de Costura (*10) que abría el mercado de las nuevas máquinas de coser para las amas de casa caleñas a través del sistema de cuotas.

Empanadas bailables. Todo empezó cuando Nelly Sanclemente invitara a Regina, su compañera de trabajo, a unas empanadas bailables porque en Cali toda reunión de barrio o fiesta en club social era y sigue siendo con baile. Y en esas vespertinas caseras los muchachos ingerían ron con coca cola y las chicas lulada (*9) y las parejas bailaban en el salón con las radiola y los vinilos (long play), bajo la mirada vigilante de la madre anfitriona quien se acercaba al oído a  las señoritas para advertirles de ¨distancia y categoría¨, ante el acercamiento inapropiado del parejo.

Con porros y cumbias de Lucho Bermúdez y Pacho Galán, boleros y sones de la Sonora Matancera y el ritmo que se tomaba las pistas latinas, el cha cha cha, Regina a sus 21 años conocería a Álvaro Prieto Díaz (*2), un joven de 26 años recién aterrizado de EE.UU. de estudiar Negocios y Economía en la Universidad de Luisiana (LSU), vinculado a Fabre, compañía distribuidora de máquinas de escribir, sumadoras  y calculadoras de última tecnología.

1952. Álvaro demostraría a lo largo de un año sus intenciones respetables como pretendiente de la hija mayor de los Bernardi Ospina, para que doña Camila (*4) le permitiera ingresar a la casa como novio de Regina e invitara a las fincas familiares, ´La Rústica´ en Circasia (Quindío) y El Bosque en Dosquebradas, (Risaralda *6). La suegra, como buena paisa tradicional, también averiguaría entre su red de amigas y parientes en la ciudad la procedencia de la familia Prieto Díaz de Miranda (Cauca) y los negocios del padre, Manuel José Prieto (*7), como hacendado de caña y productor de panela. 

Don Antonio Bernardi (*5), el padre italiano y constructor de profesión y quien se recuperaba del primer infarto a sus 50 años, era mucho más permisivo con las amistades masculinas de las 3 hijas por su personalidad alegre y festiva. Él estaba a cargo de la construcción de la fábrica Celanese y se abría camino con proyectos independientes, como el edificio Magasun (Av. Colombia con Calle 7) del español Mariano Gutiérrez y algunas casas en los barrios del momento, Granada, Versalles y Santa Mónica.

1953. Sin embargo como a doña Camila le preocupaba garantizar a largo plazo la estabilidad económica de la familia, los Bernardi venderían la finca ´La Rústica´ y comprarían un lote en el barrio el Peñón, a tres cuadras de la Avenida Colombia, para que Antonio hiciera un pequeño edificio como vivienda familiar y se rentaran los otros apartamentos.

Golpe de Estado. Colombia vivía en medio de la borrasca política y la persecución a la prensa, el mapa del país estaba ensangrentado por la lucha feroz entre liberales y conservadores y la crisis de gobernabilidad era mayúscula. Mariano Ospina, el primer presidente elegido por sufragio directo, cerraría el Congreso en 1949  y Laureano Gómez asumiría en 1950 pero al año siguiente dejaría su cargo por problemas cardíacos.

El sábado 13 de junio de 1953, el país tendría tres presidentes durante 8 horas: Urdaneta, Gómez y el teniente coronel Gustavo Rojas Pinilla, quien asumiría el poder y sería recibido con las puertas abiertas en el Palacio de la Carrera y gran alborozo por la mayoría de los colombianos cuando a la media noche anunciara por la Radio Difusora Nacional la pacificación del país ya como comandante de las Fuerzas Militares.

Pedida de mano. El 19 de julio de 1953, Álvaro pediría la mano de Regina en una ceremonia simbólica en la cual el cura bendeciría las argollas en este primer encuentro entre los Bernardi y los Prieto. Doña Camila comenzaría los preparativos para la boda con un presupuesto muy medido, entre ella y su hija Gladys, diseñarían y coserían los vestidos y las faldas amplias con enaguas almidonadas del ajuar para que la novia cumpliera con las múltiples invitaciones y despedidas de soltera.

Las tías Ospina Mejía en Manizales aportarían al ajuar de lino para la tercera de las sobrinas que se casaba y confeccionarían manteles bordados en punto de cruz y carpetas tejidas con guardas de crochet, mientras la abuela materna, mamá Anita, calaría delicadamente en su tambora gigante, las sábanas blancas de género marcadas con las iniciales de los novios.

El compromiso y entrega de tarjetas de invitación desencadenaría una apretada agenda a lo largo de cinco meses para los novios y sus hermanos, ya que Gladys e Italia Bernardi harían de chaperonas en compañía de Elías y Ricardo Prieto, para ir a cine, a los ríos Pance y Aguaclara, a comer pandobono en las fuentes de soda, a la finca de los Prieto en Miranda y a bailar a los grilles.

La boda. A las 7.30 a.m. de ese sábado 19 de diciembre, mientras las notas nupciales despertaban a los vecinos de la colina y la pequeña capilla barroca de San Antonio, la más emblemática de la capital vallecaucana, Regina entraría del brazo de don Antonio en su sastre blanco a media pierna y su ramo de orquídeas del Valle. Y saldría de la mano de Álvaro como una mujer casada por esa puerta desde la cual divisaría Cali, hacia la pequeña recepción preparada en la residencia familiar Bernardi, para atender a los invitados con un desayuno elaborado por las mujeres de la familia Bernardi y las tías Ospina.

Finales de 1953. La guerra de Corea había llegado a su fin, la mayoría de los 12 millones de colombianos disfrutaban aún de la  luna de miel en los primeros siete meses de la dictadura de Rojas Pinilla y los recién casados partían a la Costa Atlántica en su viaje de bodas. Álvaro y Regina  fijarían su residencia a orillas del río Cali en esa ciudad vigilada desde hacía dos meses por el monumento a Cristo Rey (*11)  y que se preparaba para ser la sede de los VII Juegos Atléticos Nacionales (1954) para consolidarse como la capital deportiva de Colombia.

Ilustración y animación de portada. Paula Henao. 

Fuentes citadas. * Agradecimiento a Regina e Italia Bernardi, mi madre y tía, por compartir sus recuerdos. Archivo fotográfica de los Bernardi y los Prieto Bernardi.   Fotografías antiguas de diarios de la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero y el Fondo Archivo del Patrimonio Fotográfico y Fílmico del Valle del Cauca.

(*1) Regina Bernardi de Prieto nació en Manizales el 24 de julio de 1929 y el 19 de diciembre de 1953 se casaría con Álvaro Prieto Díaz, padres de Adolfo, Maritza Fernanda, Liliana, Mauricio e Isabella. Vive en Cali actualmente. (*2) Álvaro Prieto Díaz, nació el 13 de septiembre de 1925 en Miranda (Cauca) y falleció el 6 septiembre de 1993, en Cali (Valle del Cauca). (*3) Regina De Fina de Bernardi, nació en 1865 y murió en Ponte Nelle Alpi (Belluno) en 1955.  (*4) Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda, hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970). (5*) Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi Viller (hijo de Bartolo Bernardi y Yacomina Viller) y Regina De Fina Zitran. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (*6) La finca ´La Rústica´ de la familia Bernardi Ospina en Circasia, Quindío, entre 1935 y 1953 y la hacienda El Bosque en Dosquebradas, Risaralda, cuna de los Ospina Mejía, pertenece a los bisnietos de Luis María Ospina, la familia Ocampo Estrada. (*7) Manuel José Prieto, nació el 12 de junio en 1880 y murió en marzo de 1958 en Cali. Su padre era Afanador Sánchez y su madre Avelina Prieto se casó con Teresa Díaz y fueron los padres de Álvaro Prieto. Era el propietario de las fincas de caña el Pitayo, la Cañada y La Primavera.

 (*9) ´Agua´elulo´: en Cali a las fiestas vespertina de barrio se les llamaba así, inspirada en la lulada, la bebida que se prepara con la fruta del lulo. (*10) Centro Singer de Costura (Carrera 9 con Calle 10) (*11) Monumento a Cristo Rey realizada por los maestros italianos Adelindo y Alideo Tazzioli e  inaugurada el domingo 25 de octubre de 1953.

Ver artículos anteriores.

La lasaña a la ´Bernardi´ y el postre de coco de Gina

La pasta llegaría América con cada inmigrante italiano que cruzó los mares y trajo consigo las recetas de su mamma y su nonna. A finales de los años veinte del siglo pasado, llegaría Antonio Bernardi a territorio colombiano y se casaría en Manizales en 1928 con la jovencita de Camila Ospina, y sería ella con las instrucciones de su esposo, quien prepararía los platos tradicionales de la región del Véneto y de la mesa de mamá Regina, en Paluc, la casa familiar de los Bernardi Defina, en Ponte Nelle Alpi (Belluno).

Así como la pasta fue introducida en Italia por los musulmanes del gran imperio turco otomano o por Marco Polo en sus viajes a la China como cuentan las múltiples teorías sobre el origen de este ícono de la cocina italiana, lo cierto es que a América llegaría con cada inmigrante italiano que cruzó los mares y trajo consigo las recetas de su mamma y su nonna.

A finales de los años veinte del siglo pasado, llegaría Antonio Bernardi a territorio colombiano y se casaría en Manizales en 1928 con la jovencita de Camila Ospina, y sería ella con las instrucciones de su esposo, quien prepararía los platos tradicionales de la región del Véneto y de la mesa de mamá Regina, en Paluc, la casa familiar de los Bernardi Defina, en Ponte Nelle Alpi (Belluno).

Cuentan que la abuela Camila tenía una sazón exquisita y reprodujo las fórmulas de su suegra en forma muy acertada, teniendo en cuenta que se abastecía en aquellos mercados locales de las ciudades donde vivieron entre 1930 y 1970. Eran las épocas en que los menú internacionales no hacían parte de las mesas de las familias colombianas, tiempos en los que las Guerras Mundiales y las políticas proteccionistas de la economía en Colombia no permitían la importación de productos.

O sea que con los tomates, los quesos, las carnes y los embutidos que Camila y sus hijas encontraban tenían que preparar polenta al conejo sin conejo sino con pollo; risotto sin arroz arborio sino con arroz común y la lasaña con la pasta que aprendió hacer y que luego se encontraría en los anaqueles de los supermercados.

La tradición y el toque de las ´Bernardi´ pasarían de generación en generación en la familia Bernardi Ospina, primero con Regina, Gladys e Italia, luego con sus hijas y sobrinas, Maritza, Liliana e Isabella Prieto Bernardi y  Paola Bernardi Madriñan, hasta ahora a la cuarta generación con Melina Campo Prieto y Verónica Vallejo Prieto.

La elaboración de la lasaña para cuanta celebración se les ocurriera en una familia bastante festiva, requería de muchas manos para una logística dispendiosa durante un largo día en la cocina para hervir, mantener en cuentos de agua fría y luego secar la pasta de la lasaña, preparar las dos salsas y armar por capas muchas refractarias. Pero eso sí, el éxito del menú siempre está garantizado, los comensales siempre repiten.

Lasaña a la ´Bernardi´

Receta de Maritza Prieto Bernardi.

Ingredientes para 8 personas. 400 g pasta para lasaña, 250 g de queso mozarella tajado, 100 g de queso parmesano y 450 g de jamón. 

Salsa roja: 250 g de tocineta, 125 g de mantequilla, 1 cebolla cabezona grande, 4 dientes de ajo, orégano, albahaca, 1 pizca de pimienta, 1/2 cucharadita de sal, 1 cucharadita azúcar, 400 g de pasta de tomate y 3 tomates maduros. Se corta la tocineta en trocitos y se pone a freír en la mantequilla, se licúan la cebolla y el ajo y se agregan a la sartén donde está la tocineta ya frita, se sofríen en la grasa que soltó la tocineta. Se añaden la pasta de tomate disuelta en 1/2 L de agua, los tomates bien maduros pelados y en trozos, sal, azúcar, orégano, albahaca y pimienta. Se cocina media hora hasta que el color de la salsa se oscurece.

Salsa bechamel: 1 L de leche, 150 g de harina, nuez moscada rallada, cebolla cabezona, dos dientes de ajo y 125 g de mantequilla. Se licúan la cebolla y el ajo y se sofríen en la mantequilla, aparte se calienta 3/4 de la leche y se le agrega el sofrito. Se disuelve la harina en el otro 1/4 de leche al clima y cuando la leche con el sofrito están calientes se le añade a fuego lento y se revuelve hasta que espese. Al final se le echa la pizca de nuez moscada rallada.

Armada de la lasaña. En una refractaria grande se inicia la armada, se unta con mantequilla el fondo y las paredes y con un cucharón se agregan 3 cucharadas de salsa bechamel. En un recipiente con leche se van mojando las hojas de la pasta y se cubre el fondo de la refractaria encima de la salsa bechamel, esta capa de pasta se cubre con una capa de jamón cortado en pedazos, luego va una capa de queso mozarella bañada con la salsa roja y una capa de queso parmesano. Arriba otra capa de pasta remojada en leche capa de jamón y capa de queso mozarella bañada con salsa bechamel y queso parmesano. Encima de toda capa de pasta de lasaña remojada en leche va la capa de queso parmesano. Ya queda lista para hornear y gratinar. Si la lasaña ya armada se guarda en la nevera de un día para otro quedará con mejor sabor.

El postre de coco de Gina

Receta de Liliana Prieto Bernardi

Regina Bernardi de Prieto, Gina para sus nietos, preparaba en cada Navidad para la mesa donde el clan de los Bernadi se juntaba para celebrar, este postre que hoy una de sus hijas, Liliana, nos comparte.

Preparación: se pone en una paila el azúcar y el agua hasta que el almíbar de punto de ojo. Luego se le agrega el coco rallado y 2 rajitas de canela. Aparte se bate la yema con la leche. Y la clara se bate a punto de nieve. Cuando ya va a estar se le incorpora la yema que se bate con la leche previamente, por último se le echa la mitad de la clara de huevo batida. Se revuelve y se echa en un molde refractario con el resto de la clara batida encima y las pasas. Se mete al horno un ratico para dorar la clara.

Nota. Las dos recetas fueron suministradas y preparadas por dos de las nietas de Antonio y Camila, la lasaña por Maritza Prieto Bernardi desde la ciudad de Cali y el postre de coco, por Liliana Prieto Bernardi desde Quito.

Álvaro Prieto: el retorno a casa en la Navidad de 1950

El relato de la familia productora de panela, los Prieto Díaz de Miranda y de Cali, desde el siglo XIX hasta mediados del XX, cuando Álvaro abandona sus estudios universitarios en Atlanta para no pelear en la guerra de Corea y retorna a trabajar a Cali, la ciudad donde se unirían los caminos de dos familias.

Mientras el gobierno conservador colombiano se sumaba con más de mil hombres del Batallón Colombia y los enviaba a 15.000 kilómetros de distancia a pelear en la guerra de Corea, caleños como Álvaro Prieto Díaz (*1) abandonarían sus estudios universitarios en EE.UU. y retornarían para no atender al llamado del ejército norteamericano de participar en la defensa de la ´democracia´ occidental ante la amenaza del comunismo en Asia.

El primer gran conflicto bélico de la Guerra Fría entre EE.UU. y la antigua Unión Soviética estallaría en Corea del Sur y del Norte (1950-1953). Colombia sería el único país latinoamericano que combatiría junto a los norteamericanos contra chinos y norcoreanos. Diarios de la época: El País, Diario del Pacífico, Relator (*A).

Un caleño en Luisiana. Álvaro, el séptimo hijo de los Prieto Díaz y bachiller del San Luis Gonzaga, partiría a sus 20 años con un grupo de compañeros a la Universidad Estatal de Luisiana (LSU) que recibía a suramericanos en su campus. En 1946, él ingresaría a Negocios y Economía mientras otros se matricularían en Agricultura para aplicar sus conocimientos en la agroindustria creciente del departamento y el comercio de una ciudad que iba por la ruta de convertirse en la tercera del país.

Segregación racial. Este joven viviría alrededor de cuatro años a orillas del río Misisipi, en Baton Rouge, la capital de uno de los estados sureños con más población afro y donde la segregación racial bajo el principio de ¨separados pero iguales¨, era una dura realidad en escuelas, espacios y transportes públicos que impresionaría a Álvaro Prieto quien provenía de poblaciones con un alto porcentaje de esta población, Miranda donde había nacido (Cauca) y Cali (Valle del Cauca) donde se había criado.

Los Prieto Díaz de Miranda y Cali

Este relato se remonta al siglo XIX y a mi abuelo paterno, Manuel José Prieto (*2), cuando éste era un país federal llamado Estados Unidos de Colombia (*4). Él nacería en Cali (1880) de una familia de Caloto de la cual heredaría tierras de caña panelera en Miranda. Y de esta manera él estaría vinculado a poblaciones del estado federado más rico y grande de la unión, el Gran Cauca (*5).

Manuel José Prieto. A lo largo de su vida sería testigo de momentos históricos: presenciaría uno de los conflictos civiles más sangrientos, la Guerra de los Mil Días (1899-1902); la separación de Panamá (1903) y la construcción del Canal que uniría dos océanos; la creación del nuevo departamento del Valle del Cauca (16 de abril de 1910) y la fragmentación de la sociedad colombiana durante la Violencia de los 50. Fotografía de 22 años en Panamá.

La huida a Panamá. Al despuntar el siglo XX, cuando se impondría el monopolio departamental al alcohol, Manuel José y su hermano mayor, Federico, quienes tenían alambiques de aguardiente en sus haciendas de caña, El Pitayo y La Cañada, escaparían a lomo de caballo y atravesarían la cordillera Occidental por caminos agrestes hasta el Pacífico, para embarcarse en el puerto de Buenaventura hacia a Panamá.

Su retorno y el casorio. En ese territorio donde Manuel José permanecería tres años, trabajaría de policía, afinaría su olfato comercial y también se cartearía con Teresa Díaz (*3), una jovencita pradereña que lo había prendado en Miranda. A su regreso se casaría con ella e incursionaría en la política como concejal del Partido Liberal por esa población del norte del Cauca aunque el resto de su familia fuera ´goda´ como se les decía a los conservadores.

La familia. Y sería en Miranda (*6), que serviría de escenario de la Revolución de la Manigua durante la Guerra de los Mil Días y que sufriría por los asaltos constantes de las cuadrillas de bandoleros, donde establecerían su primera residencia Manuel José y Teresa. En esa plaza con dos ceibas gigantes y su diseño francés de 7 entradas, se encontraba la casa y la tienda de mercancía importada desde Inglaterra de los Prieto Díaz, donde se vendían telas, cobijas, sombreros, zapatos y muñecas de porcelana.

Ahí recibirían a sus 13 hijos, de los cuales sobrevivirían nueve: Carlos Antonio (1910), Daniel (1912), Telesila (1917), Beatriz 1919), Sixta Tulia (1921), Elías (1923), Álvaro (1925),  Ricardo (1927) y Ana Silvia (1930). Ellos estudiaron en la escuela del pueblo y por turnos, serían enviados a internados en Buga, Palmira y Popayán para continuar con la secundaria.

Alto, ojizarco y vestido de lino blanco y con sombrero, ´papá Manuel´ sería una figura particular por esos parajes hasta el final de sus días, fue concejal, comerciante, cañicultor y productor panelero. En sus tierras poseía caballos y un trapiche de tracción animal, similar a los muchos que operaban en el valle geográfico del río Cauca para producir la panela artesanal, ese dulce marrón que se extrae de la caña antes de que sea refinada.

La panela. En los primeros años los caballos traían las cañas de los campos al molino del trapiche del Pitayo para ser trituradas, luego de obtenerse el guarapo se vertería en pailas de cobre para cocinar este jugo a gran temperatura hasta lograr la espesura ideal de esa miel que se vaciaba en moldes de madera cuadrados y redondos hasta su solidificación. El resultado de ese proceso manual era la panela y algunas otras dulces delicias, como la melcocha, el moscorrofio y el blanquio.

Para supervisar la producción de panela, él recorrería en su montura y luego en una Ford, esos seis kilómetros polvorientos entre Miranda y El Pitayo, ubicado en Santana (Santa Ana), un asentamiento negro que proveía de mano de obra a las fincas de Pradera y Florida y a los primeros ingenios de la zona.

1936: el traslado a Cali. En plenos preparativos para celebrar el IV centenario de la capital del Valle, la mayoría de la familia se mudaría a Cali, al barrio Santa Rosa, por El Calvario (Carrera 10 con Calle 6), donde Manuel José establecería el negocio de comercialización de panela, la Agencia Prieto Díaz Hermanos.

Carlos Antonio y Daniel se quedarían al frente de la hacienda y la venta de panela. Las dos jovencitas, Beatriz y Sixta Tulia quien había sido reina de belleza de Miranda, se casarían muy pronto y conformarían las familias Hurtado Prieto y Olaya Prieto, mientras Elías, Álvaro y Ricardo ingresarían al colegio de los maristas, el San Luis Gonzaga, donde se graduarían y establecerían relaciones permanentes con Cali y Palmira.

Los años 40. Morirá Federico Prieto, solterón y rico y les dejará una buena herencia a sus dos hermanos, Manuel José y Delfín. La Primavera con ganado en sus potreros y La Cañada con su trapiche y la casa del barrio El Peñón (Calle 2 No. 2-19) donde él vivía con mamá Avelina, serían para Manuel José. Los Prieto Díaz se trastearían al oeste de la ciudad, cerca al río Cali hasta los años 50, cuando la propiedad se vendería para modernizar el trapiche de El Pitayo con un motor diésel.

El monocultivo de caña. Si bien es cierto que desde la década del 30 la caña sería un cultivo muy popular, es en los años cincuenta  cuando se promovería la incorporación de tierras al sector azucarero y la transformación de las haciendas de la región que combinaban la ganadería con la caña y el trapiche productor de miel y panela, a terrenos dedicados a la explotación del mercado del azúcar con los primeros ingenios: Manuelita, Providencia, María Luisa y Río Paila. El monocultivo de caña, la producción de azúcar y las exportaciones vendrían en los sesenta cuando Cuba fuera excluida de la cuota del mercado norteamericano.

A mediados del siglo XX, cuando el orden mundial se regía por las dos súper potencias, EE.UU. y la URSS, y el escenario nacional se teñía de rojo y azul por la violencia entre liberales y conservadores, Álvaro llegaría desde Atlanta, a Cali y al barrio El Peñón. Regresaría a trabajar al Valle del Cauca, un departamento próspero que acogía a grupos familiares de diferentes procedencias, como a los Prieto Díaz de Miranda y los italo colombianos, Bernardi Ospina. Dos familias que en Cali unirían sus caminos por medio de dos de sus hijos Álvaro y Regina, a partir de 1951.

Ilustración y animación de portada. Darío Bolívar. 

Fuentes citadas. * Agradecimiento a mi tía Silvia Prieto y los descendientes de la familia Prieto Díaz: María Teresa Hurtado Prieto, Luis Mario y Julio César Solanilla Prieto, Ricardo Prieto Guzmán y Antonella Lodollo Hurtado, por compartir sus recuerdos y apoyar la recopilación fotográfica.  (*A) Fotografías antiguas de diarios, de Cali y del río Cauca de la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero y el Fondo Archivo del Patrimonio Fotográfico y Fílmico del Valle del Cauca.

(*1) Álvaro Prieto Díaz. Nació el 13 de septiembre de 1925 en Miranda (Cauca) y falleció el 6 septiembre de 1993, en Cali (Valle del Cauca) Se casó con Regina Bernardi el 19 de diciembre de 1953 y tuvieron a Adolfo, Maritza Fernanda, Liliana, Mauricio e Isabella. (*2) Manuel José Prieto. Nació el 12 de junio en 1880 y murió en marzo de 1958 en Cali. Su padre era Afanador Sánchez, su madre Avelina Prieto y sus hermanos fueron Federico y Delfín . (*3) Teresa Díaz nació en 1888 en Pradera y murió en 1971 en Cali. Hija de Simeón Barona y Teófila Díaz de Bogotá. Quedó huérfana a los 3 años. Daniel Prieto Díaz, nació el 24 de abril de 1913 y murió en Cali en junio de 1983, con Ana Joaquina tuvo a Adolfo, Guiomar, Aide, Diego y Rubén Darío. Telesila Prieto Díaz, nació el 20 de agosto de 1917 y murió en Cali el 12 de agosto de 2019, se casó con Luis Mario Solanilla y tuvieron a Luis Mario, Julio César y Miguel Ángel. Sixta Tulia nació en 1921 y murió en Cali el 9 de enero de 1995: sus hijos Olmedo, Gladys, Álvaro, Guiomar y Luz Marina Olaya. Elías Prieto Díaz, nació en febrero de 1923 y murió en Cali en julio de 1996. Ricardo Prieto Díaz nació en marzo de 1927 y murió en Palmira en febrero 12 de 2017, con Silvia Guzmán tuvieron a María Mercedes y Ricardo. Ana Silvia, nació en 1930, sus hijos Jorge, Manolo, Silvia Elena y Adriana Gómez.

(*4) Estados Unidos de Colombia fue un Estado federal creado en 1863 y disuelto en 1886, que comprendía a Colombia, Panamá, y algunas porciones de Brasil y Perú. (5*) Estado Soberano del Cauca 1857-1886 pasaría a llamarse Departamento del Cauca. (*6) Miranda (Cauca) fundada el 7 de mayo de 1899 por Julio Fernández Medina, esta población y el caserío de Santana fueron escenario de la Guerra de los Mil Díaz. En 1.903, se convirtió  en cabecera del Municipio con el nombre de Miranda, en homenaje al prócer de la Independencia, Francisco Miranda.

El inicio de una década en la Sultana del Valle

Ese lunes primero de mayo de 1950, mientras el país conmemoraba el Día Internacional de los Trabajadores y en los titulares de la prensa se registraba la violencia entre liberales y conservadores, los Bernardi Ospina abordarían el tren en la Estación de Armenia, con destino a Cali, la capital del Valle del Cauca, que ya sobresalía como polo de desarrollo agro industrial, comercial y financiero.

Ése lunes primero de mayo de 1950, mientras en el país se conmemoraba el Día Internacional de los Trabajadores y se registraba la violencia entre liberales y conservadores en los titulares de la prensa, los Bernardi Ospina abordarían el tren en la Estación de Armenia, -la edificación construida 20 años atrás por Antonio- con destino a Cali, la capital del Valle del Cauca, que ya sobresalía como polo de desarrollo agro industrial, comercial y financiero.

Antonio, Camila, Regina, Gladys, Italia y Mainardo (1*), se despedirán de su familia del Viejo Caldas y de la ciudad habitaron durante doce meses como en otras ocasiones. A modo de bienvenida se colaría por la puerta del vagón  en el que se habían acomodado los seis pasajeros, la primera brisa caliente de ese territorio que bordea el valle geográfico del río Cauca.

Las inundaciones del Cauca.  Ellos descubrirían la belleza paisajística del Valle del Cauca enclavado entre dos cordilleras, la Central y la Occidental, así como también la dulzura de su mecato artesanal entre parada y parada de su travesía en la ruta ferroviaria de la derivación Zarzal – Armenia. Y con el traqueteo de la máquina aparecerían también, los estragos ocasionados por los fuertes temporales del fenómeno climático de La Niña: hectáreas anegadas de cultivos de caña, algodón, maíz, sorgo y cacao; semovientes flotando, y fincas y poblaciones ribereñas cubiertas por las aguas del Cauca y sus afluentes.

Al cabo de unas horas la ruidosa y humeante locomotora de este medio de transporte y de comunicación que se convertiría en el símbolo del progreso y el camino hacia la modernidad del departamento al acercar al interior del país con el puerto de Buenaventura y el Canal de Panamá, irrumpiría con su pito por el norte de Cali como lo había hecho estrepitosamente por primera vez en ese lejano 1915. Los niños que corrían al lado de los rieles anunciarían la parada final para alegría de los Bernardi Ospina.  

La Estación de la 25. Ellos descenderían en la antigua y bastante concurrida Estación del Ferrocarril de la Calle 25, una hermosa construcción donde la algarabía de la multitud de apresurados viajeros, personas con arrumes de maletas, vendedores ambulantes, emboladores y todo tipo de personajes tradicionales del Cali viejo, ofrecían un espectáculo revelador esta ciudad desde la cual el suroccidente colombiano se comunicaba con el mundo y a la cual arribaban 6 nuevos habitantes.  

La casa de arriendo. La familia se alojaría los primeros días en un hotel del centro mientras llegaba la mudanza con sus pertenencias. Rápidamente Camila encontraría para alquilar una vieja casona en la Carrera 9 entre Sexta y Séptima, propiedad del doctor Orozco Micolta y la señora Emma Varela, que se acomodaba a su exiguo presupuesto; y matricularía a a los dos jovencitos de la familia en sus respectivos planteles; a Italia en el Colegio La Sagrada Familia del barrio El Peñón y a Mainardo en el San Luis Gonzaga, en la sede del centro, para iniciar año lectivo en septiembre de 1950.

El constructor en acción. Muy pronto Antonio retomaría su carrera de constructor a sus casi 50 años con la gran experiencia urbanística y arquitectónica en Manizales, Armenia, Ibagué, Girardot y Bogotá que lo respaldaba. Montaría su oficina en el Edificio Hormaza (Carrera 5 con Calle 10) y su hija Gladys se desempeñaría como su secretaria y dibujante; y desde ahí contactaría a su amigo y paisano, el ingeniero romano, Renato Giovannelli, y sería éste calculista estructural quien le abriría las primeras puertas y mandaría los primeros clientes.

Fábrica de Celanese. Al poco tiempo Bernardi ya tendría dos ofrecimientos, construir el Edificio Magun en la Avenida Colombia de Cali y levantar la fábrica de Celanese en Acopi, que recibía ya para ese entonces las plantas de multinacionales que optaban por asentarse en la zona industrial del municipio vecino de Yumbo, por las ventajas competitivas que se ofrecían: exención de impuestos y menores costos de producción y distribución.

Las piezas del engranaje familiar se acomodarían. Antonio, con un sueldo mensual de solo $600 pesos se emplearía en Celanese, luego de trabajar 20 años como constructor independiente. Cada mañana durante 4 años, madrugaría para tomar el bus de la empresa llevando el almuerzo que Camila le preparaba. Ella, por su parte, quien administraba las finanzas familiares, decidiría buscar otras entradas, para ello acudiría a su primo hermano también de Santa Rosa de Cabal, Artemo Franco Mejía, para que por medio de sus buenas relaciones como gerente del Banco de Bogotá, les consiguiera puesto a las dos hijas mayores. Las dos señoritas entrarían a la vida laboral en los almacenes femeninos de más renombre de la ciudad, Regina trabajaría como vendedora del ´Van Realpe` del señor Tafur  y Gladys como cajera de ´Fantasías Femeninas´ en el edificio Zaccour.

Y el 31 de diciembre de 1950, en esa Cali atravesada por un río que con más de 200 mil habitantes se expandía a toda velocidad ante la avalancha del éxodo campesino producto de la Violencia; en esa urbe en la cual se fusionaban diversas culturas y etnias en sus calles, que ya ostentaba el apelativo de Capital Deportiva y en la cual sus noches vibraban al son de un ritmo musical venido de las Antillas; los Bernardi Ospina con el espíritu resiliente de los inmigrantes italianos y arrieros paisas, se acostarían ese fin de año con una certeza, al fin habían llegado a su ciudad.

Nota. Los anteriores artículos de esta serie de la familia Bernardi desde el momento que Antonio salió de Italia, recorrió Suramérica y llegó a Colombia en 1926 para luego recorrer diferentes ciudades del país en momentos coyunturales de la historia, los puede leer en la Categoría Antonio Bernardi de este blog.

Ilustración de portada. Diseñadora Paula Henao. Fuentes citadas. *Gracias a la narración de mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi Ospina se han reconstruido las vivencias de la familias Bernardi Ospina a su llegada a Cali. Archivo fotográfico: familia Bernardi Ospina.

(2*) Fotografías antiguas de diarios, de Cali y del río Cauca de la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero y el Fondo Archivo del Patrimonio Fotográfico y Fílmico del Valle del Cauca.

(1*) Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi y Regina De Fina. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia. Regina Bernardi nació en Manizales el 24 de julio de 1929, actualmente vive en Cali. Gladys Bernardi nació en Manizales el 11 de mayo de 1931 y murió el 8 de abril de 2002 en Cali. Italia Bernardi nació en Armenia el 18 de enero de 1935, actualmente vive en Cali. Mainardo Bernardi Ospina, nació en Armenia el 19 de febrero de 1938 y falleció en Cali el 28 de enero de 2011.