Los mares de la luna de Juan Fernando Merino

El escritor colombiano, Juan Fernando Merino, quien obtenido varios premios literarios colombianos, una beca nacional de novela y ganado siete concursos de cuento en España, nos presenta este año su cuarta obra de relatos de la editorial Seix Barral.

Después de veinticinco años de presentar su primer libro cuentos Las visitas ajenas, el escritor caleño, Juan Fernando Merino, lanza su cuarta obra de relatos, en esta ocasión editada por Seix Barral. Este es el texto de presentación de Los mares de la luna.

Prólogo del poeta y cuentista antioqueño Elkin Restrepo

La carta en la que a Juan Fernando Merino le anunciaban hace algunos años que había ganado un premio de cuento en España estuvo viajando seis meses por cinco países, antes de dar con él en Nairobi, Kenia. Era 1983 y en ese entonces Merino combinaba sus recorridos por los países de África del Este con la traducción de manuales agrícolas y el estudio del swahili, un estilo de vida raro, sino extravagante, en cualquier otro escritor diferente a él.

Tales hechos, me parece, lo definen muy bien.

Que desde muy joven, en lugar de quedarse en casa, Merino haya decidido moverse por el mundo, recorriendo Europa, Asia Menor, África y América, de Ohio al Amazonas y de Estambul a Gibraltar, explica cómo el nomadismo y, por supuesto, el cosmopolitismo, se confunden con su vida a partir de cierto momento, y cómo el poliglotismo —Merino habla cinco idiomas— ha sido el benéfico resultado de esa larga errancia.

Leyendo sus cuentos se advierte hasta dónde esta compleja circunstancia influye en su escritura, permitiéndole con la mayor naturalidad, no solo concebir tramas y personajes en geografías y escenarios tan ajenos y distantes como Rusia, Malawi, Brasil, Dar es Salam o Nueva York,  sino también ofrecerles una característica común a todas sus historias.

Quizás por esto, dentro de nuestra todavía provinciana literatura colombiana, Merino sea dueño de un claro y particular sentido de la realidad, que podríamos llamar excéntrico, ajeno a toda pedantería, y que les da un valor aparte, bien significativo, a sus relatos. A sus bellos relatos.

Sus personajes, aunque se parecen a nosotros, son sus oficios y acciones, su actuar en el mundo, lo que de repente los pone a sobrellevar una suerte salida de todo parámetro y a cargar frente a los demás con esa difícil diferencia. Con ese inacostumbrado infierno.

Agreguémosle a esto el placer de una escritura que toma forma sin dificultades, nada ampulosa, que atiende con precisión, fluidez y naturalidad a los presupuestos del relato contemporáneo, sobre todo el norteamericano, del cual —no sobra decirlo— Merino ha traducido al español una selección de los autores más recientes, bajo el título Habrá una vez, un libro imprescindible si se quiere.

Después de vivir diez años en Nueva York ejerciendo el periodismo y la traducción literaria, Merino ha regresado a Cali, su ciudad natal, sumándose al vigoroso grupo de narradores que allí escribe: Tim Keppel, Umberto Valverde, Harold Kremer, José Zuleta, Pilar Quintana, Julio César Londoño, Paola Guevara, Humberto Jarrín, Medardo Arias, Margarita Londoño, etc.

Si bien los relatos están situados en diferentes geografías de Europa, África y las Américas y los personajes son muy variopintos —desde un sexador de pollos hasta un banderillero retirado en un paisaje invernal; desde una excéntrica escritora neoyorquina hasta un atormentado personaje anclado en un enigmático albergue para marineros en tierra— las historias suelen tener como elemento en común momentos cruciales en una relación de familia o de pareja, o bien momentos intensos de comprensión íntima. Estos momentos son de alguna manera reflejos en nuestro microcosmos humano de aquellos tremendos impactos de los meteoritos sobre la superficie de la luna, que causaron los cráteres que los astrónomos de la antigüedad erradamente  tomaron por mares.

Los mares de la luna aparece veinticinco años después de su primer libro de cuentos, Las visitas ajenas, un tiempo lo suficientemente amplio para medir hasta dónde, para bien, la vida ha hecho de su literatura y de él otra clase de escritor. Un escritor único en un país con tantos autores obsesionados por parecerse y jugarse la carta de ser iguales.

Y que ahora nos deleita con esta serie de narraciones inolvidables.

Mauricio Ramelli Adreani, el gran exponente de la pintura mural del siglo XX en Colombia

El maestro Mauricio Ramelli Adreani, el gran exponente de la pintura mural del siglo XX en Colombia, quien pertenecía a la dinastía artística de los Ramelli, a partir de 1922 dejaría su legado artístico plasmado en muchas edificaciones de Bogotá, Cali, Palmira, Buga, Armenia, Pitalito y Medellín, algunas de ellas monumentos nacionales.

En 1883 la familia Ramelli entraría en contacto con nuestro país, cuando el artista suizo ornamentador, Luigi Ramelli Foglia (Grancia, Cantón italiano del Ticino*1) aplicara al concurso convocado por el Gobierno de los Estados Unidos de Colombia (*4), para dictar la cátedra teórica y práctica de ornamentación a los artistas en Santa Fe de Bogotá, fundar la Escuela Nacional de Bellas Artes y decorar el Teatro de Cristóbal Colón y el Palacio de la Carrera (*5).

Dinastía Ramelli. A sus 32 años el maestro Luigi, formado en la Scuola Professionale delle Arti Decorative Industriali di Firenze y con una trayectoria artística tanto en Suiza como en Italia, ganaría el concurso y obtendría un contrato por cuatro años. Partiría de Saint-Nazaire (Francia) y llegaría a tierras colombianas en 1884, época en la cual los arquitectos y artistas extranjeros eran muy apetecidos para trabajar en la transformación que experimentaba Bogotá al dejar atrás la arquitectura colonial para darle paso a la republicana.

El maestro Mauricio Ramelli en su época de residencia en Cali y Armenia. El también pintaría cuadros paisajísticos y de figura humana, que reposan en poder de la familia. 

Taller Ramelli. Al artista lo seguiría a la capital de la República su esposa italiana, Beatrice Adreani Perruchetti (*2), con su hijo mayor Colombo y, el 15 de noviembre de 1891, nacería Mauricio (*3). El maestro Luigi abriría las puertas de su Taller de Artes Decorativas y Ornamentación, en el barrio Santa Bárbara Central y se convertiría en el pionero del arte ornamental al implantar un estilo novedoso con materiales nobles como el yeso y el cemento. Sería el fundador de una dinastía de artistas, escultores y pintores de varias generaciones entre hijos, nietos y bisnietos, que dejaría un gran legado en diferentes ciudades de Colombia.

Mauricio y su formación italiana. A sus 16 años viajaría a Suiza con parte de su familia e iniciaría su aprendizaje en 1909, en dos centros de altísima calidad de Milán, primero en la Escuela Superior de Artes donde obtuvo medallas por la excelencia de sus obras en arquitectura y pintura; y luego en la Accademia di Belle Arti di Brera, institución reconocida porque posee una de las más importantes pinacotecas de Italia, en esas aulas completaría sus estudios en pintura y decoración de interiores, con formación neoclásica.

Su paso por Florencia. Para perfeccionar sus conocimientos artísticos, lo acogería en su taller de pintura en Florencia, su tío paterno, Bernardo Ramelli y sería en esa ciudad donde Mauricio entraría en contacto con el arte, la historia y la cultura más refinada, en galerías y museos de fama mundial, una mirada que enriquecería su universo creativo.

Un artista al ejército. Las sombras de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) cubrirían esa vida creativa que llevaba el artista en la capital de la Toscana, donde se cerrarían las academias. Ramelli se trasladaría a la casa paterna en Grancia, donde se dedicaría a decorar cielorrasos y muros con pinturas murales, retratos y paisajes. Sin embargo, tanto él como su hermano Helvecio, tomarían la difícil decisión de enrolarse en las filas del ejército suizo para proteger la soberanía nacional.

Los años 20. Fue la década de los cambios en la vida de Mauricio, él se casaría por primera vez con la suiza Hedy Daetwyler Leuman, el 7 de octubre de 1920 y retornaría a Bogotá al año siguiente para instalarse definitivamente en Colombia. Se incorporaría al Taller Ramelli (*6) de arte decorativo, pintura y escenografía en 1922, que estaba cargo de su hermano Colombo, escultor formado en Milán y continuador de las obras de ornamentación en yeso del maestro Luigi.

Obras en Bogotá. La primera obra que Mauricio ejecutaría con el Taller Ramelli sería el mural de la bóveda y la decoración interior de la Capilla La Bordadita (*7) del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Los encargos seguirían llegando y el taller se sumaría al equipo decorador de la Iglesia Nuestra Señora de Egipto (*8) hacia 1922, donde el maestro Mauricio elaboraría seis pinturas murales en el cielo falso con escenas alusivas a la vida de la Virgen María.

El maestro para esa misma época ganaría un concurso público para decorar el plafond del Teatro Municipal de Bogotá.  (*10)

Teatro Faenza. El Taller Ramelli dejaría también su sello en el histórico Teatro Faenza  (*9) que abrió puertas en 1924, con varios trabajos decorativos de los dos hermanos, en la fachada y algunas columnas están las esculturas de Colombo y en muros interiores y el arco de boca, están las pinturas murales de Mauricio.

Ramelli en el Valle del Cauca. El maestro Mauricio se desplazaría a esta región, donde dejaría plasmada su obra en Cali, Palmira y Buga, en cuatro construcciones icónicas. Luego de la restauración de la Iglesia de San Francisco (*11) hacia 1925, Ramelli pintaría los murales en el techo, representando la vida del Santo y en las pechinas, los 4 evangelistas.

Hacia 1927, haría para el Teatro Municipal Enrique Buenaventura (*12)  que era el centro cultural de la capital vallecaucana, una de sus obras más sobresalientes, los frescos del plafónd denominados ´Alegoría de Cali´, en los que representa las alegorías a las artes, con clara influencia de la cultura colombiana, ya que incluye elementos como la mata de plátano.

Ramelli también realizaría trabajos decorativos en la Basílica del Señor de los Milagros (*13) en Buga y se encargaría de pintar a la Virgen de Nuestra Señora del Palmar en el ábside de la Catedral de Palmira (*14), con el oro como elemento decorativo. Para esos años, Mauricio perdería a su esposa Hedy, quien le dejaría una hija, Beatrice.

Armenia, una nueva familia. En ese peregrinaje por ciudades colombianas, el maestro Mauricio escogería a Armenia que estaba en pleno auge con la exportación del café y la llegada del tren, para radicarse e instalar su taller de arquitectura y arte. En enero de 1932, se casaría con Mariela Botero Restrepo, quien provenía de una familia de colonizadores antioqueños de Sonsón, con ella tendría sus otros siete hijos, Hedy, Daniel (*15) y Esther nacerían en Armenia, mientras Ligia, Enrique, Francisco José y Clara Inés llegarían en Medellín. 

El maestro Mauricio Ramelli en Medellín en 1954, con su esposa Mariela, sus 7 hijos y Beatrice, su primera hija con su esposo.

Ramelli y Bernardi. En esta población del eje cafetero, los dos extranjeros se conocerían y trabajarían juntos en varias obras, se destaca su participación en la Estación del Ferrocarril de Armenia (*16), donde la firma ABC del constructor italiano Antonio Bernardi levantaría la estructura en ferro concreto, mientras el arquitecto Ramelli se encargaría de la obra blanca, la decoración y la ornamentación de la fachada (*17).

A Medellín. Hacia 1942 el maestro se trasladaría con su familia a la capital antioqueña, región donde se dedicó a diferentes actividades, entre ellas la elaboración de diversas obras artísticas. En Jericó decoraría con pinturas murales su antigua Catedral y dejaría su  huella en las iglesias de Támesis y La América de Medellín (1898), ciudad donde fallecería el 12 de mayo de 1973. La obra artística de Mauricio Ramelli Adreani lo sobrevive, es considerado como el mayor exponente de la pintura mural religiosa durante el siglo XX, dejaría un legado en edificaciones, muchas de ellas hoy son monumentos nacionales.

 (*15) Este artículo fue realizado a partir del texto elaborado por Daniel Ramelli Botero sobre la vida personal y familiar del maestro Mauricio Ramelli Adreani, agosto. 2020. ramelliprati@hotmail.com

(*1) Luigi Ramelli Foglia: Nació y murió 1851 –1931, en Grancia en el Cantón italiano del Ticino, Distrito de Lugano, Suiza. (*2) La esposa de Luigi y madre de Mauricio Ramelli, Beatrice Adreani Perruchetti, nació en Cunardo, región de Lombardía, Italia. (*3) Mauricio Ramelli Adreani, nació en Bogotá el 15 de noviembre de 1891 y falleció el 12 de mayo de 1973 en Medellín. (*4) El país fue llamado «Estados Unidos de Colombia» el 3 de febrero de 1863 por la Constitución de Rionegro. En 1886, se crea la República de Colombia. (*5) El Palacio de Nariño inaugurado en 1908, se llamaba antiguamente de la Carrera. (*6) El Taller Ramelli fundado por el maestro Luigi y que luego dirigió su hijo mayor Colombo, estaba en la Carrera 6 con Calle 6. Luego estarían al frente del establecimiento sus nietos, Mario, Carlos y Mary Ramelli Cremonini. Hasta su cierre estaría a cargo de Germán Reitz Ramelli. (*7) Capilla La Bordadita, patrimonio cultural, está en la Carrera 12 con Calle 5, La Candelaria. (*8) Iglesia de Nuestra Señora de Egipto, en 1975 declarada Monumento Nacional, por cumplir un papel  importante en el centro histórico de la capital y por ser un “centro de devoción pública que alberga obras gran mérito artístico”.  (*9)Teatro Faenza, declarado monumento nacional en 1975 y en 1997 Bien de Interés Cultural de la Nación. La Universidad Central es la propietaria de este inmueble ubicado en la Calle 22 no. 5-50. (*10) Teatro Municipal de Bogotá se inauguró en 15 de febrero de 1890 y fue demolido hacia los años 50. (*11) Iglesia de San Francisco, hoy BICN, fue construida entre los siglos XVIII y XIX en pleno centro. (*12)Teatro Municipal Enrique Buenaventura, abrió sus puertas el 30 de noviembre de 1930. (*13) La Basílica del Señor de los Milagros de Buga, se inauguró el 2 de agosto de 1907  (*14) Catedral de Nuestra Señora del Rosario del Palmar de Palmira, se inauguró el 9 de febrero de 1929. (*16) Estación del Ferrocarril de Armenia declarada por el Ministerio de Cultura como Bien de Interés de la Nación en 1996. (*17) Antonio Bernardi, los años dorados en Armenia (1930-1938), blog La Bernardi

Documentos de consulta

  • 60 años. Teatro  Municipal Cali. Ed. Printer Colombiana. 1ª. ed. 1987.                                                                     
  • Cuadernos de taller. Pintura mural en Colombia. Universidad Externado de Colombia. Facultad de restauración de bienes muebles. Editorial Panamericana, 2003.  
  • Ramelli, 120 años de arte en Colombia 1884-2004. Exposición, teatro Colón, Bogotá.  Reitz Ramelli Germán. Villegas Ramelli Juan Pablo.  Arango Mónica.  Ramelli de V. Esther.  Delgadillo Hugo.  Torres Maria Clara.  Jácome  Leonor.  De Pombo Amalia. Cantini Jorge Ernesto.  Alzate Beatriz.  Publicación conmemorativa, 2004.Bogotá.                                                                                                  
  • Pietro Cantini. Semblanza de un Arquitecto. Colección Corporación La Candelaria, Alcaldía Mayor de Bogotá. Jorge Ernesto Cantini A. Editorial Proa Ltda.1990.    
  • Colombia Suiza 1908-2018. Edición conmemorativa. Embajada de Suiza, Bogotá.2008.   
  • Teatro Colón. Bogotá. Reapertura. Ministerio de Cultura. Editorial Afán Gráfico.2014.            
  • El  Libro Fragmentos de la Memoria de la ciudad de Armenia Años 30 al 36 del siglo XX – obra de Antonio Bernardi de las arquitectas María Eugenia Beltrán y Laura Ossa Sánchez

Ferragosto: mes de Agusto, el emperador romano y vacaciones en agosto para los italianos

Feria (vacaciones) d’Agosto, es fiesta nacional en Italia el 15 de agosto. La historia de esta estación se remonta a la festividad instituida por el emperador Augusto en el año 18 a.C. y su nombre, Ferroagosto, se deriva de la locución latina Feriae Augusti, vacaciones de Augusto.

Por María Teresa Hurtado*. Beati gli italiani Beati loro! Bendecidos los italianos con la península itálica a su disposición para gozarla a todo momento, con sus mares de fábula y ciudades costeras que enamoraron a los antiguos romanos.

La historia de esta estación se remonta a la festividad instituida por el emperador Augusto en el año 18 a.C. y su nombre, Ferroagosto, se deriva de la locución latina Feriae Augusti,  vacaciones de Augusto.

La reina Teodolinda (c. 570-628), conocida como La Longobarda y quien convirtió al pueblo lombardo al catolicismo, vagaba buscando termales desde San Giuliano, San Maurizio al Lambro y las regiones nórdicas célticas.

Los etruscos dejaban la Etruria, en búsqueda del goce de la época calda de agosto, para llegar hasta las playas de Fregene y Ostia con su puerto y enorme playa para darse un baño.

Feria (vacaciones) d’Agosto, como se denominó «Ferragosto» pagano o no, es Fiesta Nacional en Italia, creada para desplazarse hacia los mares azules de la península, sencillamente se piensa y se va a gozar de esta costumbre milenaria del pobre al rico, del joven al viejo que reservaba la pensione, l’albergo o la casetta al mare o la casetta in montagna con gli amici o famiglia, para gozarse esos días a partir del 15 de agosto.

Es toda una obligación andare al mare a broncearce «e prendere la tintarella d’estate«, una costumbre que hay que gozarla y vivirla después de todas las actividades laborales de mitad de año.

*Desde el Canadá.

Diego ´Chonta´, el Chontasky narrador de Santander de Quilichao

´Kether, Léeme la mano pero no me digas qué va a pasar´, la novela recién lanzada en España de Diego Muñoz Velasco, Chonta, el periodista y escritor colombiano residenciado en Madrid.

Por Irene Garcés Medrano. “Sencillo, casi distraído como siempre, a un paso de cumplir los 53 años, Kether recibió los halagos con cara de sorprendido y solo atinó a decir “gracias, ve”. Luego sintió una lluvia de palmadas en el hombro mientras veía que de la misma manera como se había formado aquel torbellino, este desaparecía bajo el imponente sol de un medio día de mercado…”. Es un párrafo de Kether, la obra recién lanzada en España de Diego Muñoz Velasco, Chonta, con quien charlé en el  aeropuerto Galileo Galilei de Pisa,

Este 2020 ha sido muy fructífero para este periodista y escritor colombiano residenciado en Madrid, la editorial española Doblevía editó dos de sus novelas: Kether, Léeme la mano pero no me digas qué va a pasar y Felipe Doscoronas y la Ciudad de Oro. Pero antes de publicarlas ya se habían interesado por sus guiones, en el caso de Kether está por convertirse en la ópera prima de la periodista Isabel Cuervo de Estados Unidos, a quien le encantó la historia. Además Chonta ya terminó dos obras más, El árbol que florecía de noche y Juepucha… El Lobo ha vuelto (*).

Con un morral pequeño como único equipaje y una cámara fotográfica, este escritor de Santander de Quilichao (Cauca), Clase 1962, me abraza, sonríe y como un niño que se zambulle y al salir del agua te dona un tesoro, me entrega sus dos libros publicados, en los que se firma como Diego Muñoz Velasco Chonta, comencemos por allí.

¨Kether es una historia que se adapta a cualquier país, pueblo o ciudad, porque en todos ellos y en todos los tiempos han existido los magush, personas que se adelantan a las cosas, tienen una visión del futuro, una percepción de lo que va a ocurrir o que de manera simple, han hecho de la magia un negocio que les funciona. ¨

IG: ¿Por qué Chonta? DM: Cuando nos hablaron por primera vez del abuelo paterno (judío ruso), supe que su segundo apellido, después del Roitmann, era algo así como Chontansky. Aunque nunca pude comprobarlo, a mi padre toda la vida sí le dijeron Chonta. También como apócope de Chontaduro, un dúctil de pulpa seca y fibrosa que se come en el Pacífico de Colombia, así que todos nos quedamos Chonta.

Desde cuando estudiaba en la Universidad del Valle, no ha cesado de desempeñarse como reportero y enviado especial de importantes diarios colombianos y españoles como El Espectador, El País de Cali, El Adelantado de Salamanca y CNS News Agency. Fotografía de Chonta, en su época de reportero en Colombia. (Sentado camiseta a rayas)

IG: ¿Escribir es un oficio? DM: Creo que es un arte complicado que se puede aprender y hacer de él un oficio, pero cuesta mucho. Todo el mundo dice que escribir requiere imaginación, pero más que todo, una vasta experiencia vital, haber vivido, para contarlo luego. Y por supuesto, narrar con el manejo acertado del lenguaje. Me gusta escribir sobre lo que siento, he sentido, tocas, hueles. Kether no es solo el relato de un mago, un adivino, sino también del mundo que gira a su alrededor. Una historia de sentimientos, amor, desamor, locura, y de cómo se siente una sociedad que está queriendo cambiar.

IG: ¿Cómo en el Gatopardo, una sociedad que quiere cambiar pero al final no cambia nada? DM: Las sociedades cambian, a veces ni nos damos cuenta. Hay patrones que se imponen y se hacen costumbre y ni siquiera nos enteramos. Hoy, las grandes empresas son los gobiernos y nos imponen casi todo, la forma de vestir, comer, socializar. En la época de Kether los políticos eran los encargados, él fue testigo y actor en uno de esos cambios. Casi todos los intentos fueron promovidos desde la misma sociedad pero se quedaron en intentos, salvo casos como el movimiento femenino y los temas ambientales.

IG: Tiempo y paciencia, ¿dos buenos aliados? DM: Comencé a escribir Kether hace 30 años, lo dejé cuando murió el personaje y luego lo retomé. He sido de escribir, me divierte. Y creo que el tiempo es el mejor aliado. Río, sufro y lloro cuando lo hacen los personajes, me involucro con ellos.

Diego escribe en las mañanas y en las tardes presta servicios para Uber, de esta manera se financia y enriquece su universo creativo con nuevos relatos.

IG: ¿Una necesidad o un estado de ánimo especial? DM: No todas las veces es una necesidad. Como es algo que me encanta, cualquier minuto que me sobra lo aprovecho. Todos los días nacen ideas, estoy en función de vivir y escribir…y bueno, trabajar. Juepucha, el lobo ha vuelto, es la historia de un amor de hace 30 años que se reencuentra antes de la pandemia y que termina allí.

IG: ¿Imaginas un tipo de lector? DM: No escribo para nadie en especial, a veces solo para mí. Escribo con el alma y espero que le guste a mucha gente que pueda identificarse. De hecho, en Juepucha escribía todos los días. No supe que podría ser algo bueno, hasta que ella leyó cada nota en voz alta.

IG: ¿Mezclar la fantasía con hechos reales no es un riesgo para la vida diaria?  DM: Kether es una historia que se adapta a cualquier país, pueblo o ciudad, porque en todos ellos y en todos los tiempos han existido los magush, personas que se adelantan a las cosas, tienen una visión del futuro, una percepción de lo que va a ocurrir o que de manera simple, han hecho de la magia un negocio que les funciona. Lo tomo como personaje central en un universo muy real, aunque he creído que la realidad ha logrado ´distorsionar´ la imaginación, la fantasía. A veces pensamos algo muy descabellado, buscamos en Internet y nos damos cuenta que ya ha ocurrido. El mayor reto de ahora es saber que es lo real.

IG: ¿Los hechos son reales lo demás son opiniones? DM: Siempre veremos los hechos de acuerdo con nuestra educación, con lo aprendido, con nuestras influencias, hábitos y creencias. Cuando describimos un hecho lo hacemos escogiendo palabras y adjetivos. La objetividad sería una descripción imparcial, sin juicios, y creo que es muy difícil de conseguir. Pero es como una luz que hay que seguir, porqué es y será una exigencia moral y de honestidad intelectual y profesional.

IG: ¿Tus años en el exterior han desdibujado la imagen de tu pueblo o han mejorado la percepción? DM: Salí del país hace 21 años, creo que fue la mejor decisión ya que de lo contrario no estaría contando lo que cuento. Pienso que por fuera conocí mejor a mi pueblo, mi país y comprendí más la época en que me había tocado vivir. Pude contemplar desde la distancia, a veces tan necesaria.

IG: Está llegando tu tren ¿proyectos,  próximas publicaciones? DM: Buscando tiempo para escribir Chonstasky, sobre los años de periodismo que me tocó vivir. Sobre Juepucha, me han llamado para publicarlo, pero debo pedir antes una autorización para poder hacerlo.

(*) http://www.labernardi.com/historias-de-hoy/juepucha-el-lobo-ha-vuelto-obra-de-diego-chonta/

Un italiano disparó la primera ametralladora en Colombia

En julio de 1876 estalló en Palmira una de las más sangrientas guerras civiles del siglo XIX, que tuvo un carácter religioso. El 31 de agosto se enfrentaron fuerzas liberales gobiernistas y conservadoras oposicionistas, en el campo de Los Chancos, hoy municipio de San Pedro, Valle del Cauca. Cada bando estrenó la novedosa y temida ametralladora, que fue disparada primera vez en Colombia.

Por Álvaro Gärtner, de la Academia Caldense de Historia.

El siglo XIX fue un periodo turbulento en la historia del país, durante el cual hubo cerca de 58 guerras civiles entre liberales y conservadores, con evidentes tintes religiosos. Después de la de 1863 fue establecido el sistema federal bajo el nombre Estados Unidos de Colombia, regidos por una “Constitución para ángeles”, al decir del famoso escritor francés Víctor Hugo: el liberalismo radical gobernante quiso restar poder a la Iglesia Católica, a través del programa de educación laica y la expropiación de bienes, incluida la expulsión de los jesuitas. El clero se alió con el conservatismo huérfano de poder y era cuestión de tiempo el estallido de una nueva guerra.

El Estado Soberano de Antioquia era el fortín del catolicismo conservador en la oposición y el del Cauca, símbolo del partido dominante, pues los Presidentes de la época provenían casi todos de allá. Ambos estados eran limítrofes, pues sus territorios abarcaban los que hoy son los departamentos de Caldas y Risaralda. La hostilidad entre los bicheros caucanos, llamados así por su afición al plátano, y los maiceros antioqueños, por su gastronomía basada en el maíz, era una confrontación política, religiosa, cultural y racial permanente.

Tal era el ambiente que se vivía cuando un italiano llamado Antonio Vanza, de oficio vendedor de ornamentos litúrgicos, se estableció en Medellín. Las tensiones políticas y sociales no debieron resultarle extrañas, pues acababa de abandonar una Italia que se hallaba en la fase final de su independencia del Imperio Austro-Húngaro y posterior unificación. De hecho, se movió como pez en el agua, porque muy pronto estableció relaciones con las jerarquías eclesiásticas.

Fue así como en 1872, el obispo de Medellín escribió al de Popayán una elogiosa carta sobre el señor “Antonio Panza”, en la cual ponderó su honradez y transparencia mercantil. Lo recomendaba para que éste pudiera ejercer también su oficio en la capital caucana.

Quizás ésta fue la razón que indujo al italiano a establecerse en Riosucio, hoy departamento de Caldas, en ese entonces capital del extenso Municipio de Toro. Además de ser la población más próspera de las que había entre Medellín y Popayán, se hallaba en una zona aurífera productora de grandes riquezas. También era la frontera entre los dos poderosos estados y en ella se desarrollaba una sorda lucha para restar simpatizantes del liberalismo y ganarlos para el conservatismo.

Uno fue Vanza, de quien se puede suponer la filiación al partido del clero, por intereses económicos. En aquel entonces, el norte caucano era el asiento de la colonia europea más grande del país, pues las minas de Marmato, Supía y Riosucio eran explotadas por la Western Andes Minning Company de Londres. A esas poblaciones llegaron a vivir casi 300 extranjeros, entre ingleses, alemanes, franceses, italianos y daneses, muchos de los cuales establecieron familias. Y no pocos de ellos manifestaron sus simpatías políticas, abierta o soterradamente.

El comerciante de ornamentos también quiso probar suerte en la minería y formó una sociedad para explotar la mina La Bolsa, en Riosucio, de la cual tenía el 60% de las acciones. Mismas que le fueron confiscadas por el gobierno, no tanto por su filiación conservadora, ni por haber violado la neutralidad debida a un extranjero, sino por sus acciones bélicas.

La historia es la siguiente: en julio de 1876 estalló en Palmira una de las más sangrientas guerras civiles del siglo XIX, que tuvo un carácter marcadamente religioso. El 31 de agosto se enfrentaron grandes fuerzas liberales gobiernistas y conservadoras oposicionistas, en el campo de Los Chancos, hoy municipio de San Pedro, Valle del Cauca. Cada bando estrenó la novedosa y temida ametralladora, que fue disparada primera vez en Colombia. Los conservadores antioqueños la habían importado unos cuatro años atrás, junto con numerosos fusiles.

Vanza fue el encargado de dispararla. En la novela ‘Tomás’, su autor Rómulo Cuesta incluyó el testimonio de un liberal reclutado a la fuerza por los conservadores: “Avanzamos más allá de la casa de teja, cerca a la cual se apostó la ametralladora que manejaba un godo italiano. ¡Qué máquina tan terrible, patrón! Figúrese usted una rueda de diez cañones manejada con un manubrio, que vomita diez balas en cada vuelta. Y ese italiano la manejaba con tanta destreza, que sobre las filas liberales hacía claros en cada rociada”.

A su vez, Julián, hermano del famoso general Rafael Uribe Uribe, relató en sus ‘Memorias’ que “había cierto sitio en el campo de combate barrido de tal modo por las balas enemigas, que todo soldado que se presentaba allí caía muerto al instante”. Fue un elogio implícito a Vanza.

Si bien el operador de la ametralladora de los liberales fue dado de baja, la que parecía una segura victoria conservadora se transformó en un desastre al atardecer. Vanza y otros fugitivos tomaron la vía de Cartago hacia Riosucio. Para no caer en manos de los macheteros negros caucanos, que causaban terror a los antioqueños, no se detuvieron en Ansermanuevo y siguieron hasta la posada Palogordo, situada en el valle del Risaralda. El italiano y un comerciante riosuceño prefirieron seguir hasta la siguiente, para tomar distancia de sus persecutores. Esta decisión les salvó la vida, pues las avanzadas liberales caminaron durante toda la noche, llegando a Palogordo al amanecer del 1 de septiembre, y al amparo de la oscuridad cayeron sobre sus enemigos agotados, matándolos sin compasión.

De ahí en adelante, no se volvió a saber nada del italiano, hasta su muerte, acaecida en marzo o abril de 1881 en Riosucio. En la Oficina de Registro de Instrumentos públicos está la constancia del testamento de ‘Antonio Panza’.

*Coletilla: otros dos italianos vivieron en Riosucio por ese tiempo. Uno fue Honorato Giuffra, que en la tendencia a españolizar los nombres extranjeros imperante en la época*, figuró como Sisiferra. Era oriundo de un pueblo cercano a Génova y falleció soltero y analfabeto el 20 de mayo de 1876, a la edad de 61 años. Fue su albacea un compatriota llamado Antonio Squitin, en ‘español’ Sehetino o Seheltino. El proceso de sucesión fue largo y complicado.

*NOTA: El inglés William Cock, antepasado del autor de esta nota, figura en su partida matrimonial como Julián Gallo. Y su coterráneo John Quick fue conocido popularmente como Míster Pronto.

Condensado de: GÄRTNER, Álvaro. Guerras civiles en el antiguo Cantón de Supía. Manizales, Universidad de Caldas, 2006. GÄRTNER, Álvaro. Los místeres de las minas. Manizales, Universidad de Caldas, 2005.

Los años dorados en Armenia (1930-1938)

Los treinta serían años tumultuosos a nivel mundial, pero para el joven constructor italiano, Antonio Bernardi, representarían los más prósperos de su carrera profesional, gracias a la creación de ABC, su firma constructora y el traslado a Armenia, donde se metería a transformar urbanística y arquitectónicamente esa villa cafetera de bahareque.

Los treinta serían años tumultuosos a nivel mundial, pero para el joven constructor italiano, Antonio Bernardi (*1), representarían los más prósperos de su carrera profesional, gracias a la creación de ABC, su firma constructora y el traslado a Armenia (*4), donde se metería a transformar urbanística y arquitectónicamente esa villa cafetera de bahareque, fundada por colonizadores antioqueños, que en solo cuatro décadas se había convertido en el enclave de exportación del producto base de la economía colombiana y principal generador de divisas.

Dos continentes. Mientras las noticias registraban la extensión a Europa de la Depresión económica norteamericana y el aire siniestro que se respiraba ante las dictaduras de la Italia fascista y la Alemania de Hitler; los colombianos celebraban con alborozo, el triunfo del primer presidente liberal del siglo, Enrique Olaya Herrera, quien fomentaría la industria nacional y la conectividad del país a través de la línea férrea y las carreteras; e introduciría reformas laborales como el descanso dominical, las vacaciones remuneradas y la jornada de 8 horas.

Los Bernardi Ospina. Para entonces el ingeniero Bernardi se instalaría con su esposa Camila Ospina (*2) y sus pequeñas niñas, Regina y Gladys, en la casona del Parque Uribe (*5), adquirida por $2.500 pesos a don Vicente Girado, el industrial y hombre cívico que lo convenció para asentarse en Armenia, un pueblo caldense ubicado en forma estratégica y que había cobrado gran importancia en la escena nacional por la llegada a su territorio, de dos líneas del ferrocarril: la del Pacífico y la de Caldas.

La firma ABC. El ingeniero Bernardi montaría su sede en la Carrera 6ª entre calles 8 y 9 y su línea telefónica sería una de las primeras instaladas, desde ahí él atendería los múltiples frentes de obras que tenía en la ciudad y tendría como fiador y garante a su  suegro paisa radicado en Manizales, Luis María Ospina (*3).

Nuevas tecnologías. Antonio Bernardi quien se había especializado en la Universidad de Lima en ferro concreto, un novedoso modelo de construcción de edificios de varios pisos que estaba en pleno auge en EE.UU. y Europa, marcaría el rumbo de la innovación en Armenia entre 1929 y 1938, con las obras levantadas – muchas de gran magnitud- a través de este nuevo sistema de estructuras de hierro corrugado y cuerpo de concreto, perdurables en el tiempo y que permitían grandes espacios, sin usar columnas, para usos institucionales, bancarios, industriales, comerciales y culturales.

El angel vengador, obra de la familia Bernardi, regalo de Roberto Henao a Antonio Bernardi cuando hicieron equipo en Armenia.

Con los mejores. Se rodeó de arquitectos, ingenieros y artistas con las mejores cartas de presentación, con quienes erigió obras que pasarían a la historia, dos de ellas son hoy monumentos nacionales, la Estación del Ferrocarril y la Plaza de Mercado (*6). Trabajó con el escultor formado en París, Roberto Henao Buritacá quien acaba de instalar la estatua de bronce del Libertador, en la Plaza de Bolívar de Armenia; el ciudadano colombo suizo con estudios en arte y arquitectura en Milán y Florencia, Mauricio Ramelli Adriani (8*), quien tenía su propio taller; y los arquitectos colombianos Lino y Arcesio Jaramillo.

La Estación del tren. Con la expansión de los ferrocarriles en el país, las poblaciones empezaron a ser dotadas con un conjunto de edificaciones que componían las estaciones para recibir pasajeros y despachar mercancías. En Armenia, con diseño y planos del ingeniero Alfredo Vásquez Cobo, gerente de Ferrocarriles Nacionales, se le encargaría a Antonio Bernardi una de las primeras obras y más simbólicas, la estructura en ferro concreto del edificio central, las bodegas y el gran patio de maniobras. La obra blanca, la decoración y la ornamentación de la fachada de la Estación se la asignarían al taller del arquitecto Mauricio Ramelli.

Polo de desarrollo. El terminal se convertiría en el eje articulador de la economía y centro de acopio de mercaderías y trilla de la región, desde ahí se despacharían el café al exterior, vía el puerto de Buenaventura. Como los industriales del café trasladarían en sus cercanías los depósitos del producto y las trilladoras, contratarían a la firma ABC para levantar varias de esas edificaciones: la Trilladora Colombia de los Aristizábal, la más moderna y sólida; la Trilladora Villegas Hermanos y la Trilladora Espinosa.

Castillo Getsemaní. En una colina desde donde su excéntrico propietario divisaba la Estación para tener el control de sus negocios de café y chocolate, Bernardi construiría para don Domingo Quintero y su familia, el Castillo Getsemaní, residencia con una mezcla de estilos y rica en decorados y ornamentación, ubicada entre las carreras 19 y 20 con calles 28 y 29.

Un italiano en su coupe. La novedosa máquina de cuatro ruedas que con el tren, desplazó a las recuas de mulas para transportar la mercancía y las familias, andaba ya rampante por las carreteras onduladas y calles polvorientas de las jóvenes poblaciones cafeteras del Viejo Caldas. Antonio y Camila serían figuras habituales por esos parajes andinos en su par de Chevrolet importados; él con su corbatín y su sombrero, al mando de su lujoso Coupe 1936 de dos puertas y la joven señora de Manizales, en su hermoso Confederate Convertible Landau 1932, portando la licencia de conducción 01 de Caldas.

Vías y servicios públicos. Armenia como municipio ahora le apostaría al desarrollo vial y la modernización de los servicios públicos de la zona céntrica, con la empresa ABC, la cual ampliaría y pavimentaría en concreto las calles y, bajo ellas, construiría en forma innovadora el sistema de acueducto y alcantarillado, infraestructura que Antonio ya había ejecutado en Manizales años antes (*7).

El edificio VIGIG. La economía cafetera y la llegada del ferrocarril también jalonarían el comercio y la industria. Muchos comerciantes serían los clientes de ABC, entre ellos don Vicente Giraldo, quien contaba con manufacturas de jabones, maquinaria, la fábrica de Maizena, las Industrias y Gráficas Vigig. El empresario le encargaría construir en pleno centro, el edificio VIGIG, con su suite privada para residir en la ciudad y un gran local en los bajos para su almacén de exportación de café y la representación de diversas marcas.

La época de oro. Y mientras la firma constructora atravesaba por una época de bonanza que coincidió con la época de oro de Armenia, la cara del centro se iba transformando con edificaciones de concreto de varios pisos y con diferentes usos, que durante mucho tiempo fueron un referente para la población.

Entre ellos están el edificio del Orfanato al servicio de la comunidad, ubicado en las afueras; el edificio del Colegio de las Bethlemitas, con la zona de clausura y la capilla con su campanario que tenía una campana traída desde España; el Edificio de Rentas de Caldas con influencia art deco, altos pórticos, amplias escaleras de acceso y una gran puerta de hierro forjado; y el Yanuba, primer Pasaje comercial peatonal y teatro de tres pisos en Armenia, inaugurado en 1940 con la película El gran vals (*8).

La familia de Italia y Colombia. Para esos años, el hermano mayor de Antonio, llegaría procedente de una Italia que brindaba escasas oportunidades a la mano de obra del campo, Luigi se sumaría al equipo de ABC durante tres años, él necesitaba laborar para mandar recursos a su esposa y los tres hijos que había dejado en Ponte Nelle Alpi, el terruño de los Bernardi.

1935. Ese sería un año importante para la familia Bernardi Ospina, en enero 18 nacería la tercera hija del matrimonio a quien su padre bautizaría, Italia, en homenaje a su tierra; compraría un terreno en el municipio de Circasia e iniciaría la construcción de su finca La Italia, conocida como La Rústica; y en noviembre, la firma ABC de Antonio Bernardi y su equipo de profesionales, participarían en la licitación de un proyecto muy importante para la ciudad y la empresa, la Plaza de Mercado de Armenia.

Ilustración de portada. Diseñadora Paula Henao.  Fuentes citadas. *Gracias a la narración de mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi Ospina se han reconstruido las vivencias de las familias Bernardi Ospina y Ospina Mejía en esa época. *A la arquitecta María Eugenia Beltrán por la recopilación y visibilización de la obra que ha hecho de Antonio Bernardi en diferentes investigaciones. Archivo fotográfico: familia Bernardi Ospina y arquitecta Beltrán Franco

(1*) Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi y Regina De Fina. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (2*) Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970). (3*)Luis María Ospina  ´papá Luis´, 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá.

(4*) Armenia, fundada en 1889 perteneció al departamento de Caldas hasta 1966, en la actualidad es capital del departamento de Quindío y una de las principales ciudades del eje cafetero colombiano. El nombre proviene del país euroasiático. (5*) Primera casa donde vivieron los Bernardi Ospina en la Carrera 13 Nº 29-37, hoy funciona el Centro de Documentación Musical del Quindío. (*6) Estación del Ferrocarril y la Plaza de Mercado (demolida) de Armenia son inmuebles patrimonio material declarados por el Ministerio de Cultura como Bien de Interés de la Nación en 1996. (*7) Ver Un italiano en tierra cafetera en los años 20 (1 parte) http://www.labernardi.com/antonio-bernardi/un-italiano-en-tierra-cafetera-en-los-anos-20-1-parte/  (8*) Mauricio Ramelli, nació en Bogotá el 15 de noviembre de 1891, hijo de Luigi Ramelli y Beatrice Adreani, era de Lugano, la Suiza italiana, se formó en Milán y Florencia en arte y arquitectura. Tuvo una oficina como arquitecto. Falleció el 12 de mayo de 1973 en Medellín.

Documentos de consulta. El  Libro Fragmentos de la Memoria de la ciudad de Armenia Años 30 al 36 del siglo XX – obra de Antonio Bernardi de las arquitectas María Eugenia Beltrán y Laura Ossa Sánchez, fue el documento base para escribir sobre las obras de Antonio Bernardi en esa ciudad, donde se describe con una ficha técnica, que obras están aún en pie y cuales fueron demolidas por diferentes circunstancias. Armenia enclave exportador de café 1927-1959 de Gonzalo Alberto Valencia, Miguel Ángel Rojas y María Eugenia Beltrán, publicado por el Ministerio de Cultura 2016. Armenia, Pereira y Manizales: reseña histórica de su desarrollo urbano durante el siglo xx del arquitecto Andrés Eduardo Satizabal Villegas.

El Cristo Rey de Cali, la ciudad de los brazos abiertos

Una ciudad de brazos abiertos, así es Santiago de Cali, la llamada Sucursal del Cielo que hoy celebra sus 484 años de existencia, y que tiene en Cristo Rey, la escultura gigantesca de 21 metros realizada por los maestros italianos Adelindo y Alideo Tazzioli, uno de sus monumentos más emblemáticos que desde 1953 vigila a esta urbe desde su parte occidental.

Una ciudad de brazos abiertos, así es Santiago de Cali, la llamada Sucursal del Cielo que hoy celebra sus  484 años de existencia, y que tiene en Cristo Rey, la escultura gigantesca de 21 metros realizada por los maestros italianos Adelindo y Alideo Tazzioli, uno de sus monumentos más emblemáticos que desde 1953 vigila a esta urbe desde su parte occidental.

Se dice que es una de las imágenes a Cristo más hermosas y mejor diseñadas en el mundo, levantada en el Cerro Los Cristales, una loma llena de cuarzos, para conmemorar los 50 años de paz tras el final de la Guerra civil de los Mil Días, que durante cerca de tres años (1899-1902) azotó a Colombia y en la cual cerca de cien mil colombianos perdieron sus vidas. 

El gestor. El religioso jesuita José Arteaga, quien pertenecía a la congregación del Colegio Berchmans, empezó a gestar esta iniciativa hacia 1949, con la idea de entregarle a los caleños una obra majestuosa en honor al Santo patrono de la ciudad, el Cristo Redentor, pero también con el fin de erradicar al demonio de sus calles.

Padre jesuita promotor y gestor de la idea.

Costó $170 mil pesos. En una suma de voluntades, primero con sus estudiantes y luego con las fuerzas vivas de una ciudad que para entonces rondaba por los 60 mil habitantes, se empeñó en recolectar los fondos que hicieran posible esta gran empresa que tuvo un costo total de $170 mil pesos.

Los hermanos Tazzioli. El diseño corrió por cuenta del arquitecto francés Maurice Laurent radicado en Cali y la maqueta inicial se le encargó al artista palmirano Gerardo Navia Carvajal, quien al parecer, abandonó el proyecto en su etapa inicial. Pero el encuentro afortunado del padre Arteaga con los hermanos Tazzioli Fontanini, permitiría llevar a feliz término esta obra.

Adelindo y Alideo. El arquitecto, calculista y distribuidor del mármol de Carrera, Adelindo y el escultor y artista Alideo, originarios de Pietrasanta y egresados de la prestigiosa universidad de Carrara en Italia, estaban radicados en Cali, el primero desde 1930 y el segundo había llegado en 1934. Ellos harían su propia maqueta y empezarían la fundición en un taller de una casona del barrio Granada y la culminarían en un local del barrio San Antonio.

Se dice que esta pareja de hermanos tomó el encargo como propio y hasta de su bolsillo sacaron recursos durante los 4 años que duró su ejecución, para que la obra de arte de hierro y hormigón que pesa 464 toneladas y con una altura de 26 metros, se pudiera finalizar y así, su nombre pasara a la historia de ciudad, donde ellos se radicaron hasta el final de sus días.

La inauguración. Las crónicas de los diarios de la época registraron que la inauguración, el domingo 25 de octubre de 1953,  fue multitudinaria y de alcance nacional. Que más de 30 mil personas asistieron, que desde la 5 de la mañana se inició la romería hacia el monumento y que muchos fieles hicieron el recorrido a pie mientras otros penitentes escalaron de rodillas los últimos metros.

Muchos creyentes y curiosos se movilizaron en buses y automóviles que partieron en desfile, desde el centro de Cali y pagaron 50 centavos por el pasaje, para asistir a la solemne ceremonia de bendición de Cristo Rey que duró 32 minutos.

En este día de fiesta para la ciudad, el evento transmitido por Radio Pacífico, contó en su programación con los soldados del Batallón Pichincha quienes hicieron en honor de Jesucristo, varias salvas de fusilería; la presentación de la Banda Departamental y los coros del Conservatorio Antonio María Valencia.

Hoy, 25 de julio de 2020, desde su gran pedestal del Cerro de los Cristales, la silueta de Cristo Rey con sus brazos extendidos, se erige como símbolo de paz y esperanza en los tiempos difíciles que atraviesa la ciudad.

Archivos de la Biblioteca Departamental Jorge Garcés Borrero, el diario El País y de la señora Florencia Ramos

Alexandra Zabala, misionera del belcanto: un arte a 360°

Reportaje a la soprano lírica colombiana radicada en Italia, Alexandra Zabala: ¨vivo en función de la voz y toda mi vida ha tomado un camino específico precisamente, en función de la voz, es como una misión, la de llevar belleza y felicidad a través de la música¨.

Por Irene Garcés Medrano*. A los 19 años esta bogotana llegó a Italia  a reafirmar su pasión por ‘el bel canto’, dedicó 10 años a formarse en canto lírico y música vocal de cámara en el conservatorio Giuseppe Verdi de Turín. Desde entonces, la  trayectoria profesional de esta artista colombiana evidencia una línea ascendente de retos, sucesos que la han llevado a ser protagonista en diferentes escenarios de la lírica. Gracias a la refinada técnica vocal de su canto, esta  soprano lírica, con quien tuvimos el placer de conversar, figura como una  de los 100 colombianos más sobresalientes en el mundo.

¨Me gustaría volver a mis orígenes, a mi tierra… me encantaría!!!¨, dice la soprano lírica. Foto de la ópera Ernani del Teatro de Pisa.

IG: ¿Cómo fue el debut en escenarios de la lírica italiana? AZ: Mi carrera comenzó con música barroca, con una actividad muy intensa por cerca de diez años ya que me especialicé en un repertorio del siglo Setecientos. Tuve la fortuna de hacer muchísimas producciones en todos los teatros, una de las más destacadas fue Il Mitrídate de Nicola Porpora que presentamos en el Teatro La Fenice de Venecia. También grabé discos muy importantes, como el primer álbum de BMG y Sony junto a  Franco Fagioli, famoso contratenor argentino, un colega maravilloso. Pero sucedió que la voz se fue desarrollando y cambié de repertorio en forma radical.

IG: La Aida, ¿ha sido la cerecita sobre la torta? AZ: Mi debut como Aida, de Giuseppe Verdi en el Teatro Coccia de Novara, ha sido el punto más sobresaliente, uno de los personajes que más he interpretado en estos años, y que determinó un cambio muy fuerte para mi carrera, pues ahora me especializó en el repertorio Verdiano pero cuento con experiencia del repertorio del Setecientos.  La ópera fue grabada por el Canal Skype clásico que hizo un DVD espectacular.

¨Cuando te llega un proyecto es la felicidad más grande, por qué es construir un personaje, mirar su perfil psicológico y ver qué es lo que puedes sacar de bueno y de malo desde tus entrañas para interpretarlo¨: Alexandra.

Foto de Zaneta Nawrot

 IG: ¿Cómo es la Aida que interpretó? AZ: Es uno de los personajes más emblemáticos de la ópera lírica, que sabe el destino que la espera, es una guerrera que lucha hasta el final para estar con el hombre que ama. Es la sublimación del amor a través de la muerte, ella sabe que solo con la muerte será libre, entonces es un papel muy bonito para interpretar por qué no se cae en el romanticismo como cliché sino que es una guerra donde se gana solamente a través de la muerte, fue una lectura extremamente hermosa, trabajé mucho a nivel psicológico porqué fue el paso decisivo para mi carrera.

IG: ¿Por qué? AZ: Pasé del repertorio barroco donde no se expresan los sentimientos a nivel romántico, sino que hay mucho aislamiento en el campo emotivo. El repertorio del 700 se escribió en un periodo donde el iluminismo era prevalente, entonces los sentimientos eran declarados con extrema elegancia, sin demostrar emotividad. En cambio, el repertorio romántico, sobre todo el de la primera parte del Ochocientos, tiene que ser cantado desde las entrañas y llegar al miocardio del público que te escucha. Y bueno, lo que aporto de mi vida a un personaje es precisamente eso, creo que la característica de los personajes que interpreto, cuando pongo algo de mí misma, es las ganas de luchar, lo que he luchado siempre.

 IG: ¿Por ejemplo? AZ: Nunca ha sido fácil competir con las sopranos ‘belcantistas’ y las artistas que hablan perfectamente el italiano. Con muchos esfuerzos logré salir adelante y sigo luchando, cada día me entreno por qué la voz se va, es como una disciplina deportiva. Terminaré de estudiar, cuando me retire.

¨Mi carrera se ha desarrollado más que todo en Europa, en extremo oriente, hice muchísimas producciones en Corea¨.

Foto Zaneta Nawrot

IG: ¿La próxima meta de su carrera? Mi carrera se ha desarrollado más que todo en Europa, en extremo oriente, hice muchísimas producciones en Corea, y bueno, precisamente antes del virus tenía que ir a China y a Japón. -Sonríe, mientras con tono melancólico dice: -así es la vida.

IG: ¿Y América Latina? AZ: He hecho presentaciones pero no muchas. Me gustaría volver a mis orígenes, a mi tierra, aunque la ópera lírica en Colombia es reducida al mínimo. En general no hay muchas oportunidades, allá escogen producciones ya completas, compran paquetes enteros de producciones ya hechas, entonces es muy difícil volver a Colombia, pero me encantaría!!!

La soprano lírica bogotana, Alexandra Zabala, es una de los 100 colombianos más destacados en el exterior, mención otorgada por el presidente Juan Manuel Santos, en febrero de 2015, en el Palacio de Nariño.

IG: ¿Quiénes van a escuchar música lírica pertenecen a una cierta élite? AZ: No sé si usar esa palabra, seguramente es una actividad de élite pero creo que pertenece más al mundo intelectual, digamos así, de aquellas personas que aprecian el arte y la belleza, porqué la música lírica puesta en escena, incluye recitación, canto, música y teatro. Es un arte a 360 grados.

IG: ¿El público con los años ha cambiado? AZ: Hay ahora un público muy joven que aprecia la ópera lírica, y al mismo tiempo, he notado que por influencia de la televisión, las redes sociales y la tecnología ha disminuido el gusto por la música en vivo. Esa es una señal peligrosa; es el indicio de una sociedad que está dejando atrás su propia creatividad y su propia parte emocional para estandarizarse, en un sentimiento que es exageradamente virtual.

IG: ¿Un reto más para los artistas del ‘bel canto’? Nosotros que estudiamos un arte tan supremamente antiguo y tan completo, vemos que hay una crisis real de fortaleza del alma. Somos misioneros que estamos tratando de sacar adelante esta expresión artística y el mensaje que le deja al alma de quien la escucha. Creo que el arte del canto lírico le llega al alma a cualquiera.

IG ¿Misioneros de armonía y belleza pero sin garantías? AZ: Sucede que a nivel de gobiernos los recursos económicos se están yendo para otro lado y la cultura se está dejando a aparte. Lo hemos visto también en este periodo en  el cual, tantos eventos ya previstos fueron anulados. Se ha dado preferencia a otros sectores y no al de la cultura, olvidando que es la riqueza fundamental de un país, y que muchísima gente come y vive gracias a la cultura.

IG: ¿Usted es de las que no se rinde fácilmente? AZ: Estamos en tiempos de una crisis bastante peligrosa, hay que luchar por difundir el arte, no tenemos otra elección. Hay que luchar para las generaciones futuras, porque si se pierde la capacidad de notar la belleza en el arte del pasado tendremos un futuro demasiado árido y triste, y mucha gente no se ha dado cuenta. Espero que las nuevas generaciones, las que van a la ópera, promulguen cada vez más esta necesidad de cultura, de belleza y de arte.

IG: ¿Temores, proyectos o sueños? AZ: Proyectos muchos, sueños algunos cumplidos, algunos por cumplir, temores, infinitos, en el sentido de que vivimos en tiempos de guerra cultural, donde la tecnología viaja muy rápido y el mundo corre a mil. No hay tiempo para dedicar un momento a analizar las cosas, hay que seguir al paso. Repito, la música es una misión para cada uno de nosotros, hay que difundirla. Adoro enseñar, lo hago desde hace 25 años cuando no trabajo y, cuando trabajo, trato de dar todo lo que es mi experiencia, lo que ha sido mi lucha para dejar algún mensaje a quien me escucha. Creo que sea la misión y la satisfacción más grande de un artista.

IG: ¿Italia, el país del ‘bel canto’ que no apoya a sus artistas? AZ: En Italia la última reforma que se hizo para los contratos de cantantes líricos fue en el 1936. Y nos quedamos allí, atrasados en ese tiempo, a diferencia del resto de Europa. Espero que con este gobierno las cosas cambien.  Durante el confinamiento que llevó a la cancelación de eventos, se puso en evidencia la precariedad en cuanto a garantías de quienes trabajamos en el teatro, artistas, electricistas, modistas, maquilladores, escenógrafos y todos los artesanos del espectáculo. Hoy estamos luchando, a través de ASSOLIRICA (Asociación Nacional de Artistas de la Lírica) y presentamos una petición al Parlamento Italiano. Hay que seguir este tipo de actividades porqué nosotros los artistas somos egocéntricos, egoístas y, además, extremamente solos; nosotros pensamos solo en cantar, en hacer música y no pensamos que hay generaciones que van a sufrir con este tema. Entonces, luchar es una forma de contribuir, de poner un granito de arena para que se mejore a nivel administrativo y normativo, vamos a ver qué pasa.

IG: ¿Donde se encontraba al momento del confinamiento? Estaba por debutar en el papel de Lady Macbeth, uno de los papeles más importantes que he interpretado en mi carrera y ensayaba en Dijon, Francia. Faltaban pocos días para el estreno, pero a raíz del confinamiento el teatro se cerró y tuve que permanecer allí hasta que pude regresar a Italia donde tengo mis afectos.

 IG: El bel canto, la búsqueda de la belleza, de la perfección en un mundo cada vez más complejo. ¿Cuál ha sido la clave para no perder la sonrisa? AZ: -Sonríe antes de responder- creo que esa es la lucha cotidiana de quien ama la música, quien elige de seguir esta pasión tiene siempre en la cabeza el canto. Yo 24 horas sobre 24, pienso a cantar, en cuidarme la voz, vivo en función de la voz y toda mi vida ha tomado un camino específico precisamente, en función de la voz, es como una misión, la de llevar belleza y felicidad a través de la música. Es algo que llevas adentro, es una fuerza que hay que alimentar siempre.

En estos meses de confinamiento la crisis fue tremenda, fue un golpe que no logro describir: no tener nada en el horizonte, no ver ningún proyecto futuro, anulados todos los contratos y cerrados todos los teatros. Me sentí vacía, es que en las venas tú llevas música envés de sangre. Es algo que te alimenta continuamente, porque alimentar el alma es más importante que alimentar el cuerpo, se vuelve así cuando empiezas a conocer el arte y a generar arte.

Cuando te llega un proyecto es la felicidad más grande, por qué es construir un personaje, mirar su perfil psicológico y ver qué es lo que puedes sacar de bueno y de malo desde tus entrañas para interpretarlo. Es un trabajo hermoso, me siento afortunada y al mismo tiempo lo necesito, no hubiera podido hacer otra cosa en la vida, así fuera debajo de un puente hubiera sido cantante.

¨Proyectos muchos, sueños algunos cumplidos, algunos por cumplir, temores, infinitos…¨, dice la soprano lírica colombiana.

IG: ¿Una persona importante en su carrera? AZ: Hay muchas. Desde el que fue mi profesor hasta el 2008, Paolo Washington, un bajo de Florencia, quien me enseñó muchísimo, sobre todo en mi cambio de repertorio. Murió ese año y  fue un golpe terrible. Después no he tenido otro profesor, he hecho todo sola, además enseño canto desde hace muchísimos años. Lo que si tengo es un pianista, Carlo Caputo, del Teatro Regio de Turín. Y mis agencias, la Italiana Music Center y la inglesa OWlartist management.

*irenegarces1000@gmail.com

Juepucha…! El lobo ha vuelto

Presentamos apartes de la obra del periodista y escritor colombiano, Diego Chonta, radicado en Madrid.

El periodista, escritor y poeta colombiano de Santander de Quilichao, Diego Chonta, radicado en la capital española hace más de una década, presenta su obra de poemas, editado por Editorial Doblevia de Madrid. Presentamos algunos de sus poemas.

Ciao maestro Ennio Morricone

¨Por último, María (pero no última). A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar.¨ Apartes de la carta del maestro italiano Ennio Morricone al partir. (Roma: 10-11-1928 – 6-7-2020)

¨Yo, Ennio Morricone, he muerto. Lo anuncio así a todos los amigos que siempre me fueron cercanos y también a esos un poco lejanos que despido con gran afecto. Es imposible nombrarlos a todos.

Pero un recuerdo especial es para Peppuccio y Roberta, amigos fraternales muy presentes en los últimos años de nuestra vida.

Solo hay una razón que me impulsa a saludar así a todos y a celebrar un funeral en privado: no quiero molestar.

Saludo con mucho afecto a Inés, Laura, Sara, Enzo y Norbert, por haber compartido conmigo y mi familia gran parte de mi vida.

Quiero recordar con amor a mis hermanas Adriana, María, Franca y a sus seres queridos y hacerles saber cuánto los he amado.

Un saludo pleno, intenso y profundo a mis hijos Marco, Alessandra, Andrea, Giovanni, a mi nuera Mónica y a mis nietos Francesca, Valentina, Francesco y Luca.

Espero que entiendan cuánto los amaba.

Por último, María (pero no última). A ella renuevo el amor extraordinario que nos ha mantenido juntos y que lamento abandonar. Para ella es mi más doloroso adiós.

Con estas sentidas palabras escritas por él, el legendario músico y compositor romano, Ennio Morricone (Roma: 10-11-1928 – 6-7-2020) ​ partió a otra dimensión. En este plano el premio Oscar de la Academia deja como legado su obra como autor de famosas melodías del cine y las bandas sonoras de importantes películas, desde Novento, Madalena, La Misión, Los intocables de Eliot Ness, Por un puñado de dólares, Cinema Paradiso, entre muchas. Ciao Maestro!!!!!

Ilustración de Jorge Restrepo H. Pintor, ilustrador y caricaturista de Sevilla (Octubre 23 de 1972. Valle, Colombia) Es ilustrador de la revista Semana. Publicó en revista SOHO, periódico El Tiempo de Colombia, revista Dinero y diario El País de España.Publicaciones: El Tabloide, El Mercurio y La Variante de la ciudad de Tuluá. Ha ilustrado para las editoriales Grijalbo y Planeta. Libros publicados: Tuluá y el Mundo. 2005; La Gracia que uno tiene. 2008. “Restrepo caricaturas”, 2013. Como Muralista tiene obra en el Concejo Municipal y Casa de la Cultura de Tuluá como en Paraíso Hotel Estudios en Girardot.