Conferencia ´ Un siglo de Ferruccio Guicciardi y el Telégrafo en Cali´

Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Un relato que une a tres países: Italia – Ecuador – Colombia alrededor de los dos pilotos que cruzaron los Andes hace 100 años, en el Telégrafo I. Se trata de Ferruccio Guicciardi Romani (Modena – Emilia Romaña 1895- Cali 1947) y Elia Antonio Luit Giusti (Pordenone – Friuli Venezia Giulia 1894 – Quito 1952).

Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Un relato que une a tres países: Italia – Ecuador – Colombia alrededor de los dos pilotos que cruzaron los Andes hace 100 años, en el Telégrafo I. Se trata de Ferruccio Guicciardi Romani (Modena – Emilia Romaña  1895- Cali 1947) y Elia Antonio Luit Giusti (Pordenone – Friuli Venezia Giulia 1894 – Quito 1952).

Conferencia de historia dictada en abril de 2021, por invitación del Club Campestre de Cali.

Conferencia ‘La historia oculta de los italianos en Colombia durante la Segunda Guerra Mundial’

Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Una mirada sobre los alcances y los efectos que tuvo el conflicto bélico mundial más sangriento del siglo XX para los inmigrantes italianos que vivían en Colombia, un país que los declaró enemigos y los persiguió junto como otros extranjeros residentes en este territorio para ese momento.

Por Isabella Prieto La Bernardi, periodista y contadora de historias. Una mirada sobre los alcances y los efectos que tuvo el conflicto bélico mundial más sangriento del siglo XX para los inmigrantes italianos que vivían en Colombia, un país que los declaró enemigos y los persiguió junto como otros extranjeros residentes en este territorio para ese momento.

Conferencia de historia dictada el 10 de abril de 2021, por invitación del Club Campestre de Cali.

El entierro del bisabuelo

Cuentan en mi familia qué a mi bisabuelo, Luis María Ospina Arcila, se le corrió la teja los últimos años, y que sus once hijos sólo se dieron por enterados cuando vieron el edificio que construía en un despeñadero de un paraje en medio de la nada, donde papá Luis literalmente se había dedicado a enterrar el dinero que recogía por la venta del ganado de sus fincas en tierras caldenses.

Cuentan en mi familia qué a mi bisabuelo, Luis María Ospina Arcila (1*), se le corrió la teja los últimos años, y que sus once hijos sólo se dieron por enterados cuando vieron el edificio que construía en un despeñadero de un paraje en medio de la nada, donde papá Luis literalmente se había dedicado a enterrar el dinero que recogía por la venta del ganado de sus fincas en tierras caldenses.

El tratamiento. A inicios de 1943, mamá Anita (2*), mi bisabuela, tomaría le decisión emprender el largo y difícil camino de Manizales a Bogotá con parte de su numerosa prole, para llevar a papá Luis con un galeno recién llegado de Europa, quien se había vuelto famoso por experimentar con sus pacientes una nueva terapia a punto de electrochoques para devolverles la razón con esos terribles sacudones eléctricos en el cerebro.

En Bogotá. Los bisabuelos se hospedarían varios meses con su hija Camila Ospina (3*) y su yerno italiano, el constructor Antonio Bernardi (5*), en su residencia del barrio Bosque Calderón Tejada, donde los nietos, Regina, Gladys, Italia y Mainardo, se encariñarían con ese niño abuelo que los llevaría de caminata al cerro y que sembraría una huerta en esos terrenos baldíos, tal vez con la nostalgia por su campo. 

Y así, poco a poco, papá Luis se perdería en los recovecos de su memoria que lo llevarían de una época a otra, cuando huérfano de padre a los doce años saldría de Aranzazú a colonizar la zona de Dosquebradas; cuando adquiría la primera de sus haciendas, El Bosque; cuando se casaría antes de finalizar el siglo XIX, con una de las hijas de la familia de la finca vecina, en 1899; y cuando uno a uno fueron llegando los hijos y las hijas…

La muerte. A los seis meses de estadía en la capital de la República, ese arriero recio y trabajador, exhalaría su último suspiro a los 73 años, el 9 de julio de 1943, en el cuarto de sus nietas, Gladys e Italia Bernardi. Italo Mirkow, su pequeño nieto de 5 años, se encargaría de anunciar “se murió el abuelo” a todo el clan de los Ospina Mejía que había viajado para estar presente en sus últimos días, mientras subía y bajaba las escaleras de la gran casona.

Los gritos y sollozos de esas nueve hijas y los lamentos de esos dos hijos paisas, sacarían de la tranquilidad habitual a ese vecindario bogotano ´estirado, donde a las pocas horas de la muerte, desfilarían parientes y amigos para asistir a la velación de papá Luis en medio de rezos y oraciones y mucho caldo de gallina y tinto para pasar de largo, esa noche.

Entierro en chiva. Pero más aterrados quedarían en el barrio cuando en la fría madrugada, se parquearía una chiva en plena calle, ese colorido bus escalera que solo se veía en las plazas de los pueblos y en los empinados caminos de la geografía nacional para el transporte de campesinos y sus cosechas. Observarían como sus dos vecinos italianos, Antonio Bernardi y Mario Mirkow (6*), acompañados de sus cuñados, Antonio Luis y Lorenzo, sudaban subiendo con lazos y poleas los dos cajones del féretro de papá Luis y lo amarraban al techo.

A Manizales. El lloroso cortejo fúnebre de las hijas, Carmen Emilia, Benigna, Camila, Pastora, Teresa, Luisa, Emelia, Alicia y Graciela (4*), vestidas de negro riguroso, ocuparía las sillas con trastos y trebejos, incluidas las bacinillas y el fiambre para las paradas técnicas obligatorias de ese triste retorno.

El par de concuñados italianos dirían adiós a sus esposas y a la parentela Ospina, sería uno de los pocos momentos en los que ellos sentirían gran alivio de no poder sumarse a esa penosa misión de conducir el ataúd del suegro hasta Manizales por el confinamiento impuesto por las autoridades en la Capital de la República. Como estaban en plena época de la Segunda Guerra Mundial, a estos dos extranjeros les estaba totalmente prohibido moverse libremente por el territorio colombiano, ya que eran considerados enemigos del Estado Colombiano.

La sociedad manizalita y familiares de Pereira, Armenia, Circasia y Dosquebradas, se movilizarían hasta la morada de los Ospina Mejía en pleno centro, para despedir a ese hombre que había levantado su patrimonio a pulso, que dejaba como herencia seis fincas cafeteras y ganaderas en el Viejo Caldas y varios predios en esa ciudad a donde había arribado con su familia veinte años atrás a lomo de mula para instalar una compra venta de café.

La familia política. Las seis hermanas del difunto llegarían a exigirle a su cuñada, mi bisabuela, abrir el doble cajón sellado con cuatro clavos para despedirse de papá Luis, sin embargo, ella que no sobrepasaba el metro y medio y era una mujer muy dulce, fue la primera vez que impondría su autoridad para impedirlo, porque el formol ya empezaba a perder su efecto de conservación del cuerpo. Mamá Anita despacharía a la familia política con esta frase: “muerto el ahijado acabado el compadrazgo”.  

La Velación. Cuentan que fue tanta la gente que subió a la sala principal para la velación por el eterno descanso de mi difunto bisabuelo, qué ante el peso de los visitantes, cedió la segundo planta durante el primer día del Novenario. ¡La casa se desfondó! Una multitud despediría hasta su última morada, una tumba en el Cementerio San Esteban, al patriarca del clan de la familia Ospina Mejía.

*Gracias a la narración de mi madre, Regina y mi tía Italia Bernardi Ospina se han reconstruido las vivencias de la familia Ospina Mejía en esa época.

Familia Ospina Mejía(1*)Luis María Ospina Arcila, papá Luis´: 1870 Aranzazu – julio 9 de 1943 Bogotá (2*)  Ana Joaquina Mejía Gutiérrez, mamá Anita´: 1877 Pácora – julio 22 de 1963 Manizales. (3*) Camila Ospina Mejía, nació (6-04-1905) en Pereira, departamento de Risaralda – hija de Luis María Ospina y Ana Joaquina Mejía. Murió en Cali, Colombia (11-10-1970).  Carmen Emilia Ospina de Ocampo: diciembre 1 1900 – abril 3 de 1987 ManizalesMaría Benigna Ospina de Restrepo: junio 27 de 1903 – abril 3 de 1991 MedellínPastora Emilia ´Aporita´ Ospina de Gómez: agosto 11 de 1906 – julio 24 de 1991 ManizalesTeresa Ospina de Mirkow: octubre 7 de 1907 –  febrero 14 de 1993 Bogotá. Antonio LuisOspina: diciembre 21 de 1908 – marzo 20 de 2001 CaliMaría Luisa Ospina de Lobo, mayo 21 de 1910 – enero 18 de 1987 Bogotá. María Emelia Ospinade Botero: marzo 19 de 1912 – febrero 7 de 1999 Manizales. Alicia Ospinade Villegas: 27 de febrero de 1915 – mayo 20 de 1997 Manizales. Lorenzo de Jesús Ospina: octubre 21 de 1919 – abril 3 de 1984 PereiraGraciela Ospina de Moya: septiembre 16 de 1921- octubre 28 de 2013 Cali.

 (5*) Antonio Bernardi de Fina nació en Ponte Nelle Alpi, provincia de Belluno, Italia (6-10-1900), hijo de Teodoro Bernardi Viller (hijo de Bartolo Bernardi y Yacomina Viller) y Regina De Fina Zitran. Murió en Cali (Colombia) (25-03-1977). (6*) Mario Mirkow: 2 de diciembre de 1903 en Trieste, 1977 en Bogotá.

En este artículo está la historia de la familia Ospina Mejía.

Edison Fierro con su pluma genial, reivindica el poder de la palabra

Mientras en Italia y no solo, la experimentación con el suero milagroso dividió familias, parentelas enteras dejaron de frecuentarse, amistades de toda una vida y hasta noviazgos se interrumpieron, del otro lado del océano mi universo cultural y humano se enriqueció con ejemplos de resiliencia, fragmentos de poesías, de historias del cotidiano que me permitieron conocer más de la pasión Edison Fierro por la escritura.

Por Irene Garcés Medrano. La llegada del virus Sars-covid19 y la sucesiva aplicación masiva de vacunas para contrarrestarlo, dividió a las personas. De una parte quienes aceptaron someterse a la cura génica experimental convencidos de sus prodigios o quizás aniquilados por el temor a la muerte.  Y aquellos que la rechazaron por principio, luego de interrogarse con mil dudas  sobre la verdad que propagaban los medios de información oficiales. Con el avanzar del proceso de vacunación la grieta entre unos y otros se hizo más profunda.

De esa división reinante nació una simpática conexión entre  Italia y Colombia.  Entre mi curiosidad de emigrante por no perder el contacto con la propia tierra y Edison Fierro, escritor, poeta, comunicador social, licenciado en letras y literatura, radicado en Cali, extremamente interesado en entender e interpretar la realidad y curioso de lo que acontecía en la tierra de Dante Alighieri en tiempos del  virus Covid19. 

Mientras en Italia y no solo,  la experimentación con el suero milagroso dividió familias, enteras parentelas dejaron de frecuentarse, amistades de toda una vida y hasta noviazgos se interrumpieron, del otro lado del océano mi universo cultural y humano se enriqueció con ejemplos de resiliencia, fragmentos de poesías, de historias del cotidiano que me permitieron conocer más de la pasión de este vallecaucano por la escritura.

Esta es la ciudad que amabas/ Que te ofreció los patios/ Las esquinas, los zaguanes/ Que conducían a la noche/ Al delirio/ A las turbias madrugadas,/ A los cuerpos recién abiertos /A podridas escaleras que conducían a distintas muertes/ A laberintos que te cegaban,/ A crímenes que te negabas cometer./ Esta es la ciudad oscura/ Que ha crecido en tu sangre…:  fragmento de “La ciudad y vos”, poema con el que este año, bajo el seudónimo de Martin Orión, obtuvo el primer lugar en el Festival Internacional de Poesía de Cali. 

Es la mirada presente sobre esa ciudad que ha recorrido, transitado, esa ciudad que le ha formado, donde se enamoró, donde todas las cosas esenciales de la vida las ha recreado y experimentado.

Desde los siete años de edad sentía una gran fascinación por las palabras,  fascinación que lo llevó a descubrir el placer de construir y contar historias.  Cuando en los primeros años de escuela presentó un primer intento de poema, la maestra leyéndolo lo posicionó como un futuro poeta. Desde entonces la idea de escribir nunca se borró.  Porqué fue la escritura que le permitió crear un espacio para contar lo que veía, lo que le ocurría,  en casa no tenía muchos libros pero afuera en la calle, habían realidades, cosas que sucedían que a su modo, intentaba plasmar en relatos. 

Edison Fierro,  ganó su primer concurso con un cuento sobre la muerte de Víctor Jara, cantautor chileno.  Impresionado por el relato de un coetáneo recién llegado de Chile, que le contó muchas de las cosas que allí ocurrieron el 11 septiembre 1973, con el golpe de estado que le costó la vida al presidente Salvador Allende a causa de la toma del poder por parte del general Augusto Pinochet.

Cali, hoy en medio de la coyuntura política creada por el Paro Nacional, fruto de toda una crisis profunda que se ha vuelto endémica y que desde hace muchos años sumerge el país, es una ciudad emblemática porqué registró procesos de resistencia en los diferentes sectores de la ciudad. Los desposeídos, los desheredados, se tomaron las calles partiendo del principio de “bueno, nos la jugamos toda por qué no tenemos nada que perder”, era esa la realidad que  se podía leer entre líneas.

Una de las cosas que hizo el Festival Internacional de Poesía 2021, fue  incluir todas esas voces, recuperarlas. Ir a los sectores que estuvieron en conflicto, para organizar poesía dentro del barrio y lograr comunicar, porque hay muchos jóvenes que se están expresando a través del arte, el grafiti, la pintura y la literatura. También ha sido un instrumento para contar sus historias, construyendo su propia identidad.

A raíz del enfoque  dado al  Festival, la directora Betsimar Sepúlveda,  poeta venezolana, recibió amenazas e insultos que en cierta medida la querían excluir por haber convocado un festival inclusivo, que recupera ese tipo de marginalidad, eso es lo que se comentaba en la ciudad.

Maestro en zonas vulnerables  En el ejercicio de la profesión de profesor-comunicador, Edison Fierro, trató de  estimular a sus alumnos para que entendieran el poder que tiene la palabra y el poder que la palabra ha tenido en su propia vida.  Su empeño en sectores vulnerables de Cali como el Distrito de Aguablanc”,  experiencia que describe como hermosa: “Ver a los muchachos que conectados con la  literatura  lograban entender muchas de sus realidades, de sus historias, de cuanto sucedía en sus entornos”.  Aún hoy,  es muy bonito,  -añade- ver estos jóvenes, ya personas adultas,  que todavía recuerdan autores y textos que les compartía, como Andrés Caicedo o la poesía de Álvaro Mutis”.

La salsa como relato. Con los alumnos se creó también una relación con la salsa, “siempre he visto que la música salsa es un gran relato que nos cuenta historias, que nos habla de nosotros mismos, y sobre todo en una ciudad como Cali, en cierto modo, nos cuenta quienes somos. Creo que a través de la salsa nos hemos podido reflejar en  las canciones de Rubén Blades, Héctor Lavoe, Willie Colon, Roberto Roena, historias de la vida, la salsa ha atravesado en gran medida  esa idea.  Los primeros  relatos que construimos,  tenían que  ver con la manera en que nosotros en Cali  escuchamos la cotidianeidad, esa percepción que tenemos de la música en la forma en que hacemos la literatura”.

“La dadiva”, texto que escribió cuando nació su primera hija, 22 páginas a máquina de escribir, fotocopiadas y empacadas en sobres de manila. Todas las tardes, salía con  paquetes a venderlos a la calle, “me encontré con mucha gente, amigos, estudiantes, antiguos profesores como el profesor Boris Salazar que me compró dos, yo feliz! Con  la venta de los libros podíamos en cierta medida sostenernos, comprar la leche de la niña”. Se acercaba a las personas y les decía “soy escritor, estoy vendiendo este relato”, todo en manera artesanal porque los sobres de manila ilustrados con tinta china era labor de Isabel, su compañera. Se trataba de un relato sobre esa época, la lucha entre el hambre, la rebeldía y el deseo de construir un mundo desde la literatura.

Encuentro con otros escritores conoció escritores como a Orietta Lozano, a quien le gustaron algunos de sus textos, pero admite que  ha sido arisco para grupos, reuniones y tertulias, se autodefine un solitario de la escritura, labor que cumple en la marginalidad, en la soledad, donde su primera lectora siempre ha sido Isabel. 

El duro oficio de escribir ha permanecido durante todo el tiempo, por un periodo se ocupó de proyectos educativos que generaban propuestas desde la literatura; la escritura y la lectura, como mediadores de la transformación social y emocional en el ámbito escolar.

 En el 2008 con el cuento “el día que no amaneció”, resultó finalista del primer concurso de literatura infantil de la biblioteca Luis Ángel Arango.  Luego obtuvo una mención de honor de la Universidad de San Buenaventura,  por dos cuentos cortos donde abordó el tema de la  marginalidad: Una  constante en su producción literaria, el personaje oscuro, la cosa no dicha, del protagonista que esta como en el delito o la sensación del delito.

En el ámbito de la Feria de Buga (2011), resultó ganador con “amor fugaz”, un relato que narra lo que representan dichas fiestas, epicentro de alegría, un pequeño carnaval en medio de la cotidianidad de la gente.

Con “agua y viento”, ganó el Primer Premio de Poesía Internacional, Biblioteca Mario Javier Pacheco, de la ciudad de Ocaña, Santander. A partir de allí se consolidó como un nombre más dedicado al oficio de la escritura. 

“Dora se va de vaca”  Cuento infantil con el que en el 2018 ganó el Premio Jorge Isaac.  Es la historia de una cama en casa de una familia suigéneris, decide que tiene que irse de viaje a conocer el mar, porque todos en casa han viajado y ella no, y gracias a la complicidad de uno de los personajes, una pediatra, que ama la literatura infantil, salen a buscar el mar y se encuentran con el mundo real con una serie de situaciones muy lindas. 

 “Margarita y las estrellas”,  es la historia de una niña que sale a descubrir que son las estrellas y al final descubre que el poder de la luz de las estrellas está en sí misma. Ilustrado por Lulo Febri, con la editorial Ilona libros, la edición de 600 libros se agotó.

 Entre sus novelas “yo conocí a Marìa Iribarne”,  inspirado por la presencia  en Cali del maestro Ernesto Sábato.  Quizás, el escritor que más respeta y admira de todos los que ha leído.  Retomando al personaje de Sábato en “El túnel”,  María Iribarne, logra materializarse en Cali, durante la creciente violencia de finales de los años ochenta y comienzo de los noventa.  Describe todo ese maremágnum de violencia que afectó la ciudad y se extendió en todo el país.  Desde la literatura trata de rendirlo poético, creando una metafísica de esa misma violencia que nos lleva y nos trae.

Hoy, en Cali  encuentra un panorama idéntico al de años atrás, con los mismos que escribían, que estaban en los recitales poéticos, ahora, con 30 años más siguen siendo los parámetros a seguir, los modelos, y son los que están en las vitrinas de las presentaciones.

Escribir en Colombia no es fácil porqué siempre hay un centralismo que es Bogotá, que determina una cierta prioridad a escritores de la capital.  Como en toda expresión artística hay que definir dos cosas, de una parte las obras y de otra parte los mercados editoriales. Estos últimos buscan determinadas situaciones,  por ejemplo en Cali, hay un nombre muy grande que es Andrés Caicedo (1951-1977), un escritor que se suicidó muy joven. Cuando se habla de Cali, se habla de “Que viva la música” uno de sus libros.  Es como la referencia que el mercado editorial ha mantenido.

“Era un gran escritor para la edad que tenía,  hace poco leí de nuevo “Noches sin fortuna”.  Pero no se piensa en otros escritores que están aquí en Cali, posteriores a la generación de Andrés Caicedo, y que estamos construyendo y hemos construido también historias.  Igualmente muchos jóvenes entre 30 y 40 años que están escribiendo cosas interesantes, pero ya ese contexto de Andrés Caicedo, que es muy vital para pensar a Cali, no es el filón ni la inspiración de los actuales escritores. Hoy se narran otras historias; la migración en Cali ha hecho que recuperemos historias afro, que haya esa tendencia en recuperar toda esa amalgama que tenemos en el Litoral pacífico que vino a poblar a Cali en los últimos 30 años y que ya tiene una voz literaria que se está construyendo a partir de sus relatos, entonces en Cali convergen nuevas narrativas muy distintas a las que se centraron en Andrés Caicedo.  Es indudable que en lo de Andrés Caicedo hay cosas muy bellas como el sentido de la noche que hay en su obra,  y que es un elemento muy vital para los caleños.  Y a pesar de que soy una generación muy posterior a Andrés Caicedo, el sentido de la noche, también tiene un valor vital en mi obra, en el trabajo y en mi vida  diaria”.

Trieste, el secreto literario de Italia

Sumerjámonos en la Trieste literaria de Stendhal, Freud, Julio Verne, Italo Svevo, Umberto Saba, Claudio Magris, James Joyce, Marisa Madieri, Reverte y Jan Morris. Se dice que Trieste, esa ciudad puerto sobre el Adriático, es el secreto literario mejor guardado de Italia, una ciudad donde se conserva la tradición literaria y que sigue siendo fuente de inspiración en el siglo XXI.

Sumerjámonos en la Trieste literaria de Stendhal, Freud, Julio Verne, Italo Svevo, Umberto Saba, Claudio Magris, James Joyce, Marisa Madieri, Reverte y Jan Morris. Se dice que Trieste, esa ciudad puerto sobre el Adriático de la cual repasamos ya su historia, es el secreto literario mejor guardado de Italia, una ciudad donde se conserva la tradición literaria y que sigue siendo fuente de inspiración en el siglo XXI.

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El Siglo XIX

El escritor francés Stendhal, el de La Cartuja de Parma y Roma, Nápoles y Florencia, que es toda una declaración de amor por Italia, vivió unos cuantos meses como cónsul de Francia en Trieste hacia 1830, en las épocas en las que era el puerto más importante del Imperio Austro Húngaro.

Cuentan que el jovencito austriaco, Sigmund Freud, hacia 1876, pasó un año en la estación de investigación de biología marina  de Trieste tratando de resolver cómo se reproducían las anguilas. El padre del sicoanálisis desmembró a más de cuatrocientas anguilas y publicó el artículo –Observaciones sobre la configuración y estructura fina de los órganos lobulados de anguilas descritos como testículos-.

Los seguidores de Julio Verne seguro que se han leído y releído, la que se considera su novela más revolucionara ambientada en la Trieste y la Istria de los Habsburgo y que apareció en francés y por entregas, en el diario Le Temps en 1885. Se trata de Matías Sandorf, en la cual relata las luchas de un conde magiar por la independencia de su patria, Hungría.

En el XX, Trieste sería la cuna de tres de los autores italianos más importantes del siglo pasado, se trata de Italo Svevo, Umberto Saba y Claudio Magris.

Empecemos por uno de los grandes maestros de la literatura triestina, Aron Hector Schmitz, su ascendencia y su vida resumen lo que es la identidad multicultural de los triestinos. Nacería como súbdito del imperio Austro Húngaro en 1861 y moriría como súbdito del reino de Italia en 1928. Adoptó el seudónimo literario de Italo Svevo. Su gran obra literaria es La conciencia de Zeno Senilidad, en sus páginas le da vida al personaje triestino de ficción más emblemático: Zeno Cosini.  

Y en esa época de resistencia cultural en la Trieste italiana de la posguerra de los años 30, se alzó la voz de un poeta y periodista local, Umberto Poli, con su seudónimo Umberto Saba. Hoy en día, muy cerca del café San Marco, se puede visitar la Librería Antiquaria Umberto Saba.

James Joyce, ese bohemio irlandés consideró su segunda patria a Trieste, sobreviviría más de una década dando clases de inglés en la época de esplendor de la ciudad bajo el Imperio Austro Húngaro, entre 1904 y 1916. Allí escribiría Dublineses (1914), Retrato del artista adolescente (1916) y los tres primeros capítulos de Ulises. Hace unos años inauguró el Museo Joyce dedicado a su vida en la ciudad y donde se evidencia la estrecha amistad que tenía con su alumno predilecto, el escritor triestino Italo Svevo. Y si usted camina por el Ponterosso, se cruzará de frente, con la estatua sin pedestal de James.

Algunos autores y algunas escritoras que en el Siglo XXI encontrarían en esta ciudad imperial el material para sus obras.

El triestino pensador y político, Claudio Magris, considerado uno de los mejores ensayistas italianos nacería en 1939, al inicio de la Segunda Guerra mundial y viviría la Trieste ocupada por los aliados y los yugoslavos.  En sus ensayos, novelas y relatos de viajes, este intelectual se ha dedicado a difundir en Italia el conocimiento de la cultura centroeuropea y de la literatura del mito de los Habsburgo.

La escritora italiana, Marisa Madieri, representante del éxodo istriano dálmata, por cuenta de la Yugoslavia de Tito después de la Segunda Guerra Mundial, narra en su libro autobiográfico Verde agua, su propia experiencia como exiliada en el campo de Silos de Trieste donde «todos viven con las puertas abiertas para no sentirse tan solos».

La historiadora y escritora de viajes contemporáneos, la galesa Jan Morris,  conocida como pionera de la defensa de los derechos transexuales, escribiría Trieste y el significado de ninguna parte (2001), un clásico en su género.

Para cerrar este recorrido literario, les recomiendo la obra publicada el año pasado, en plena pandemia, Suite Italiana: un viaje a Venecia, Trieste y Sicilia, por el periodista y escritor español, Javier Reverte unos meses antes de morir. Este pionero de la literatura de viajes, deambula entre el pasado y el presente de estas tres ciudades italianas y su literatura. Sobre Trieste dirá toda la arquitectura, toda la concepción de la ciudad, incluso parte de su manera de ser, o la manera de ser de sus ciudadanos, es austrohúngara, austriaca. Y sin embargo es Italia, y tiene la luz del Mediterráneo.

Un viaje literario por la ciudad adriática de Trieste, la ciudad italiana cruce de caminos que fue el hogar de muchos y grandes maestros de la literatura universal.

Equipo creativo del pódcast de La Bernardi: editora Isabella Prieto, comunicadoras Sofía García y María José Campo. Escúcha 🔈 cada viernes 𝗟𝗮 𝗕𝗲𝗿𝗻𝗮𝗿𝗱𝗶, una historia entre Colombia e Italia en el programa Café Cultural por Clásica 88.5 FM https://www.clasica885.com Pódcast disponible en www.labernardi.com y en spotify.

Trieste la última ciudad en ser italiana I

Cuando están por cumplirse 67 años del retorno tortuoso de Trieste a Italia, los pasearé hoy por la memoria de esta ciudad fronteriza del noreste italiano, puerto sobre el Adriático, codiciada por imperios y regímenes en los últimos siglos por ser el camino hacia una región muy convulsa, los Balcanes. Esta es la historia poco conocida, de un territorio muy golpeado por las dos guerras mundiales. Su destino fue motivo de gran tensión internacional para la Europa de la posguerra.

Cuando están por cumplirse 67 años del retorno tortuoso de Trieste a Italia, los pasearé hoy por la memoria de esta ciudad fronteriza del noreste italiano, puerto sobre el Adriático, codiciada por imperios y regímenes en los últimos siglos por ser el camino hacia una región muy convulsa, los Balcanes.  

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Esta es la historia poco conocida, de un territorio muy golpeado por las dos guerras mundiales. Su destino fue motivo de gran tensión internacional para la Europa de la posguerra.

Trieste, con su herencia romana y veneciana, será la joya del Imperio Austrohúngaro por cinco siglos, el gran puerto comercial e industrial a orillas del Adriático, el lugar por donde los vieneses salían al Mediterráneo. Cuando se alcanza la Unificación italiana, en 1861, Trieste continuará como parte del Imperio, pese a la gran cantidad de italianos que habitaban este territorio.

Durante la dinastía de los Habsburgo, esta especie de ciudad estado, vivirá su época de mayor esplendor con la emperatriz María Teresa, será un crisol de las culturas italiana, eslava, germánica y judía. Se vivió la utopía, un modelo de sociedad multicultural, incluyente y tolerante, en sus calles se escuchaba el italiano y el triestino, el alemán, esloveno, serbio y croata. Los vecinos, bien fueran católicos, ortodoxos o judíos practicaban su fe públicamente.

La tormenta que desataría el enfrentamiento de dos países vecinos, Austria e Italia, durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), por este rincón oriental de la península, no solo terminó con la desintegración de un Imperio sino con el final de una era para Trieste.

Aunque el mapa del mundo cambiaría y los triestinos obtendrían oficialmente la nacionalidad italiana en 1920, la paz no llegaría para ellos, esta nueva ciudad ya estaba rota por dentro y con el ascenso al poder de Benito Mussolini en 1922, se extremarían las políticas de italianización forzada del fascismo de frontera contra la población de origen no italiano.

Con el ingreso de Italia a la Segunda Guerra Mundial en 1940, la suerte de la provincia de Trieste se complica aún más. Porque primero Italia jugó al lado de los países del Eje junto con los Nazis, pero al ser derrocado Mussolini en 1943, Italia capitula ante los Aliados. Ahí empieza la época más oscura para la población civil al quedar expuesta entre los dos fuegos.

Al finalizar el conflicto mundial en 1945, Trieste quedó herida y fracturada y como si fuera poco, la ciudad fue conquistada como trofeo de guerra por los partisanos comunistas de Tito y el Ejército británico.

Mientras Italia se convirtió en República, en 1946, los dos bandos encontraron una solución muy conveniente para ellos con esta región ocupada y la convierten en 1947, en el Territorio Libre de Trieste, que fue la primera frontera “física” de la Guerra Fría. Winston Churchill le llamaría el puesto fronterizo sureño de la llamada «Cortina de Hierro», ese fue el precio que Italia pagó al perder la Segunda Guerra Mundial.

Diario el Relator de Cali, octubre 7 de 1954: «millares de italianos desfilaron hoy por las calles de Roma, bajo el ojo vigilante de la policía, para celebrar el regreso de Trieste a la patria»

Luego de 8 largos años de gran tensión internacional con nivel alerta roja por la ocupación militar del Reino Unido, Estados Unidos y Yugoslavia, se izóa de nuevo la bandera italiana en Trieste, el 5 de octubre de 1954, por eso se dice que fue la última ciudad en ser italiana.

La elegante y discreta Trieste, hoy capital de la región italiana del Friuli-Venecia Julia, en frontera con Eslovenia y el Adriático, busca de nuevo la convivencia civil entre nacionalidades, culturas e idiomas distintos.

Equipo creativo del pódcast de La Bernardi: editora Isabella Prieto, comunicadoras Sofía García y María José Campo. Escúcha 🔈 cada viernes 𝗟𝗮 𝗕𝗲𝗿𝗻𝗮𝗿𝗱𝗶, una historia entre Colombia e Italia en el programa Café Cultural por Clásica 88.5 FM https://www.clasica885.com Pódcast disponible en www.labernardi.com y en spotify.

Tesoros ocultos con sello italiano en el Valle del Cauca

En la sección Tesoros ocultos del programa de radio Oye Cali les descubro parte de ese legado y la influencia de los italianos en 𝗖𝗮𝗹𝗶, 𝗕𝘂𝗲𝗻𝗮𝘃𝗲𝗻𝘁𝘂𝗿𝗮, 𝗧𝘂𝗹𝘂á, 𝗖𝗮𝗹𝗶𝗺𝗮 – 𝗘𝗹 𝗗𝗮𝗿𝗶é𝗻 𝘆 𝗣𝗼𝗽𝗮𝘆á𝗻. Un colectivo de inmigrantes que llegó en diferentes momentos, a través de los siglos, y que está muy ligado al desarrollo del Valle del Cauca y del suroccidente colombiano por sus aportes en diferentes campos.

En la sección Tesoros ocultos del programa de radio Oye Cali les descubro parte de ese legado y la influencia de los italianos en 𝗖𝗮𝗹𝗶, 𝗕𝘂𝗲𝗻𝗮𝘃𝗲𝗻𝘁𝘂𝗿𝗮, 𝗧𝘂𝗹𝘂á, 𝗖𝗮𝗹𝗶𝗺𝗮 – 𝗘𝗹 𝗗𝗮𝗿𝗶é𝗻 𝘆 𝗣𝗼𝗽𝗮𝘆á𝗻. Un colectivo de inmigrantes que llegó en diferentes momentos, a través de los siglos, y que está muy ligado al desarrollo del Valle del Cauca y del suroccidente colombiano por sus aportes en diferentes campos.  

Iniciemos esta travesía por 𝗕𝘂𝗲𝗻𝗮𝘃𝗲𝗻𝘁𝘂𝗿𝗮, población fundada el 14 de julio de 1540, y bautizada así por estar ese día consagrado al santo italiano, San Buenaventura de Fidanza, cardenal y Doctor de la Iglesia. Cuando esta población emergía como el principal puerto marítimo sobre el Pacífico colombiano, Vicente Nasi, arquitecto turinés pionero de la cultura italiana en el extranjero, construiría en 1933 la Estación del Ferrocarril de Buenaventura por encargo de los Ferrocarriles del Pacífico. Hoy es considerado uno de los primeros edificios modernos en el país y es monumento nacional.

En la emisión de Oye Cali del 20 de septiembre de 2021, La Bernardi fue invitada por Julián Arbeláez para relatar en la sección Tesoros Ocultos el legado de los italianos en este territorio. Escuchar el audio hacia 1:06 https://www.facebook.com/OyeCali/videos/2922216351363567/

En 𝗖𝗮𝗹𝗶 la italianidad está presente de muchas maneras, varios hitos urbanos son obra de manos italianas y colombianas:

Desde 1953, Santiago de Cali tiene en Cristo Rey, uno de sus monumentos más emblemáticos en el Cerro Los Cristales, una escultura gigantesca de 21 metros realizada por dos hermanos de Pietrasanta, los maestros Adelindo y Alideo Tazzioli, por invitación del promotor y gestor de la obra, el padre jesuita, José Arteaga, para conmemorar los 50 años de paz tras el final de la Guerra civil de los Mil Días.

Los murales de Mauricio Ramelli Adreani, este maestro de ascendencia suiza e italiana es considerado el gran exponente de la pintura mural del siglo XX en Colombia. Dejaría plasmada su obra en dos construcciones icónicas entre los años 20 y 30: en el interior de la Iglesia de San Francisco, hoy BICN, construida entre los siglos XVIII y XIX. Sus bóvedas y cúpulas fueron decoradas con pinturas sobre la vida de San Francisco de Asís y son ejemplo de ornamentación republicana. Una de las obras más sobresalientes son los frescos del plafónd  del Teatro Municipal Enrique Buenaventura, denominados ´Alegoría de Cali´, en los que representa a las artes, con clara influencia de la cultura colombiana, con elementos como el plátano

El Teatro Jorge Isacs, este monumento nacional es obra del negociante alemán Hermann S. Bohmer, quien compraría el terreno en 1930 y le confiaría la construcción de un teatro clásico al joven ingeniero italiano, Gaetano Lignarolo, quien lo haría a la maniera italiana y con una acústica perfecta para presentaciones artísticas de alto nivel. Esta edificación sería una de las más importantes de la ciudad, edificada con los materiales y sistemas de más modernos y haría en honor al escritor caleño, Jorge Isaacs.

Las obras de la firma Borrero-Zamorano-Giovanelli, de los ingenieros colombianos, Fernando Borrero y Alfredo Zamorano de la Universidad Nacional y el italiano, Renato Giovanelli, de la Universidad de Roma. Ellos serían grandes protagonistas en el auge de la arquitectura moderna en Cali entre los años 50 y 60.  Se destaca el Banco Cafetero, ganador del primer premio de arquitectura vallecaucana en 1962 por su plataforma abierta al público y la torre que permitió la densificación del centro. Otros edificios de oficinas en el centro como el Banco de Colombia, el Edificio Belmonte y el Edificio Aristi; y el Club Campestre en el sur de la ciudad.

En el centro del Valle destaco dos tesoros, una obra de infraestructura y una edificación educativa.

Hace justamente 60 años, Perini Corporation, la constructora de obras de ingeniería con sede en Boston de descendientes de italianos asentados en Norte América, inició junto con firmas vallecaucanas, la construcción de la Central Hidroeléctrica del río Calima, uno de los embalses más grandes de Colombia, en uno de los parajes naturales y turísticos más cautivadores

 El colegio salesiano San Juan Bosco es una de las postales más auténticas de Tuluá. El alma de Italia habita allí desde cuando hace 100 años ¨» él más prolífico diseñador y constructor de edificios religiosos en todo el país durante este periodo», el religioso piamontés, Giovanni Buscaglione, trazó y dirigió esa obra. Allí se han educado muchas generaciones de tulueños.

Hacia al sur, en el Valle de Pubenza, hay muchas obras con influencia italiana, resalto dos obras en Popayán del sacerdote y arquitecto italiano, fray Serafín Barbetti, quien llegaría a Colombia en 1859 con la misión de reemplazar la segunda catedral de Popayán arruinada por los terremotos del siglo XVIII. El estado del Cauca lo contrataría para hacerse cargo de la Catedral Basílica Metropolitana de Nuestra Señora de la Asunción en el costado sur del Parque Caldas y el Puente del Humilladerola obra de ingeniería más significativa de Popayán del siglo XIX. Hoy, 148 años después de su apertura, Este hermoso puente de ladrillo y calicanto, de aproximadamente 200 metros y 5 de anchura con barandas laterales, es uno de los sitios más visitados del centro histórico de la ciudad blanca, en el barrio El Callejón.

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Oriana Fallaci, mito del periodismo moderno

La activista, reportera y escritora florentina, Oriana Fallaci, partió hace 15 años. Fue un personaje fascinante y provocador. Milán Kundera la calificaría como la precursora del periodismo moderno.

A esta activista, reportera y escritora florentina (29 de junio de 1930), Milán Kundera la calificaría como la precursora del periodismo moderno. Partiría hace 15 años.


Fue un personaje fascinante y provocador, una vida de leyenda como para el cine… amada y odiada al mismo tiempo, crecería en la Italia facista de Mussolini. Con solo 10 años y del lado de la resistencia sería correo humano durante la Segunda Guerra mundial.
Agresiva, irreverente e insobornable por su lengua mordaz y áspera a la hora de interpelar a su interlocutor, no se amilanaría frente al poder, siempre lo encaría.
Desde los años 50 se pasearía por todos los continentes y pondría en jaque a las personalidades políticas que dominaban al mundo.
En los 60 instalaría su cuartel general en Nueva York y publicaría El sexo inútil – Viaje en torno a la mujer, sobre la situación y la condición en Oriente de la mujer, con este escrito iniciaría un largo desencuentro con el islam a lo largo de su vida.
Sería corresponsal de guerra en todos los conflictos bélicos de su época, desde Vietnam en llamas y las muertes de Martin Luther King y Robert Kennedy hasta la matanza de Tlateloco en México1968.
En los 70 se enamoraría de uno de los líderes de la oposición griega a la Dictadura de los Coroneles, Alekos Panagoulis quien sería su pareja, hasta que falleció en extrañas circunstancias en mayo de 1976.

Su faceta de escritora se consolidaría con dos obras, la primera todo un bet seller, Carta a un niño que nunca nació sobre su embarazo y aborto, y la segunda publicada en 1979, es una novela bellísima pero muy dura que les recomiendo buscar, Un hombre (Un uomo), es la historia de su romance apasionado con Alexandros.

Para esos años publicaría su obra maestra del periodismo, ‘Entrevista con la historia’ dedicada a “todos aquellos que no gustan del poder”; “un testimonio directo sobre 26 personajes políticos de la historia contemporánea… un documento a caballo entre el periodismo y la historia”, diría ella en el prólogo.

Su faceta transgresora y anárquica la dejaría ver en toda su extensión cuando al poco tiempo del triunfo de la Revolución Iraní, Oriana lograría un hit al entrevistar al Ayatolá Jomeini en 1979. Es muy recordado el momento en el que la periodista lo desafía al preguntarle sobre la condición femenina en Irán y se descubre la cabeza en presencia del Ayatolá.

Para el siglo XXI, se quitaría la mordaza auto impuesta por casi una década y arremetería con contra el Islam y Europa, luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Lanzaría la trilogía: ‘La rabia y el orgullo’, ‘La fuerza de la razón’ y Oriana Fallaci se entrevista a sí misma – El apocalipsis, en los que sostendría la tesis de que el islamismo era «el nuevo nazismo” y describiría la realidad de la Guerra Santa.

«Quiero morir en la torre de Mannelli mirando el río Arno desde el Puente Vecchio. Era el cuartel general de los partisanos que gobernaba mi padre, el grupo de “Justicia y Libertad”. Miembros del Partito d’Azione, liberales y socialistas. Cuando era niña iba allí, y mi nombre de batalla era Emilia. Entregaba las bombas de mano a los adultos. Las escondía dentro de la cesta de ensalada».

La libertad no tiene patria. Me desagrada morir, sí, porque la vida es bella, incluso cuando es fea

Equipo creativo del pódcast de La Bernardi: editora Isabella Prieto, comunicadoras Sofía García y María José Campo y editor de audio, Marcio Reyes. Escúcha 🔈 cada viernes 𝗟𝗮 𝗕𝗲𝗿𝗻𝗮𝗿𝗱𝗶, una historia entre Colombia e Italia en el programa Café Cultural por Clásica 88.5 FM https://www.clasica885.com Pódcast disponible en www.labernardi.com y en spotify.

Vicente Nasi: 50 años de arquitectura

En el aniversario del nacimiento de Vicente Nasi, destacamos el aporte de este arquitecto turinés en la construcción cualitativa de la Bogotá de los años 30, 40 y 70, como también la herencia moderna que dejó con su prolífica obra en otras poblaciones colombianas como Buenaventura, Fusagasugá, Santandercito, Cúcuta y Santa Marta.

En el aniversario del nacimiento de Vicente Nasi, destacamos el aporte de este arquitecto turinés en la construcción cualitativa de la Bogotá de los años 30, 40 y 70, como también la herencia moderna que dejó con su prolífica obra en otras poblaciones colombianas como Buenaventura, Fusagasugá, Santandercito, Cúcuta y Santa Marta.

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Nasi es uno de los profesionales pioneros de la cultura italiana en el extranjero, durante 50 años y en 3 continentes, Europa, América y África, dejaría múltiples construcciones de factura italiana.

Nacería como Vincenzo el 15 de septiembre de 1906, cursaría sus estudios en el Politécnico de Turín y sería ya en Colombia, en 1938, donde recibiría el título de arquitecto en la recién fundada Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, de la que era docente.

En 1928 arribaría a nuestro país en busca de nuevas posibilidades profesionales contratado por Morgante y Da Peppo, una firma italiana que para sorpresa de Vicente a los pocos días se declaría en quiebra. Él empezaría su carrera ascendente con la firma Urigar y Cía. –Uribe y García Álvarez y luego como arquitecto independiente.

Haría el Hipódromo de La Magdalena, la antigua sede del Country Club, y varias residencias en Bogotá. Su huella en el Valle del Cauca aún permanece, en la época en la cual Buenaventura emergía como el principal puerto marítimo sobre el Pacífico colombiano, construiría por encargo de los Ferrocarriles del Pacífico en 1933, la Estación del Ferrocarril de Buenaventura.

Estación del Ferrocarril de Buenaventura considerada uno de los primeros edificios modernos en el país y que hoy es monumento nacional.

En medio del auge de la construcción, este personaje jugaría un papel súper importante en la transición de la Bogotá de los años 30. Levantaría el Colegio de la Presentación, el Monumento a Marconi y el diseño de innumerables residencias individuales en los nuevos barrios de Teusaquillo, Palermo y El Nogal. Era el arquitecto de moda de la élite bogotana al punto que el presidente Olaya Herrera le encomendaría su casa residencial.

En los años 40 Nasi tendría dos momentos cumbres con sus obras.  La construcción de la Quinta Mazuera para el señor alcalde de Bogotá, Fernando Mazuera, en Cundinamarca. Esta casa campestre es uno de los emblemas de la modernidad en Colombia, fue reseñada en varias revistas internacionales. Pero lo verdaderamente a resaltar fue el elogio que recibió cuando la visitó uno de los grandes arquitectos y urbanistas del mundo, Le Corbusier, cuando trabajaba en la elaboración del Plan Piloto para Bogotá.

En 1948 terminaría uno de los edificios que es considerado un símbolo arquitectónico por su estructura curvilínea de influencia europea y muy sobrio, el moderno Hotel Continental, por encargo de dos italianos, Sergio Cozza y Aldo Salvino.  

El hotel a los pocos días de apertura ya era el centro de la movida social y política capitalina. Aseguran que ese fatídico 9 de abril, Jorge Eliécer Gaitán se dirigía a almorzar al restaurante francés del Continental ya que ahí se hospedaban las delegaciones extranjeras de la IX Conferencia Panamericana. Y luego del asesinato del caudillo liberal el edificio literalmente aguantó las revueltas de ese día, fue uno de los pocos del centro de Bogotá que no fue destruido por la turba en medio del Bogotazo, el hotel siguió funcionando y dicen que hasta se sirvió el té para sus huéspedes a las 5 p.m.

Un año antes de morir, en 1991, Nasi y su familia donarían al Museo de Arquitectura Leopoldo Rother de la sede de Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia, la colección bocetos, planos originales, dibujos, fotografías, documentos personales, memorias, copias y maquetas entre 1930 y 1978.  Se trata de lo que constituye al Fondo Vicente Nasi.

En 1992, en Bogotá, la ciudad en la que dejó una huella significativa, moriría el maestro Vicente Nasi, el  arquitecto turinés y colombiano por adopción considerado como uno de los grandes pioneros de la arquitectura moderna en esta tierra.

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El Himno Nacional de Sindici

La historia de nuestro himno nacional y de Oreste Sindici, el italiano que musicalizó el poema patriótico de Rafael Núñez y quien hoy vive en el recuerdo del municipio de Nilo en Cundinamarca y en su tierra natal, Ceccano.

La historia de nuestro himno nacional y de Oreste Sindici, el italiano que musicalizó el poema patriótico de Rafael Núñez y quien hoy vive en el recuerdo del municipio de Nilo en Cundinamarca y en su tierra natal, Ceccano. 

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Antes de que se adoptara la actual versión del himno por allá en el siglo XIX, fueron múltiples los intentos de crear una pieza musical con la cual los colombianos nos identifícaramos y nos produjera eso que llama sentimiento patrio.

¿De dónde salió la letra del el himno nacional? De la oda que compondría el que fuera Presidente de Colombia y poeta, Rafael Núñez, para celebrar la independencia de su tierra natal, Cartagena, para 1850, ese Himno patriotico, sería publicado en el periódico “La Democracia”.

Y en que momento entraría en escena Oreste Sindici para componer la melodía? Este músico italiano, quien ya tenía ya un recorrido artístico en diversas compañías de ópera en su país, llega a Colombia hacia 1862, por Cartagena y parte hacia Bogotá por el río Magdalena.

Oreste se radicaría en Bogotá, y de tenor de compañías líricas, pasaría a enseñar música en las escuelas públicas, él hizo parte activa del programa educativo nacional de los gobiernos liberales radicales, algo que la historia le cobraría más adelante.

Acá conocería a su amor, Justina, una jovencita hija de un comerciante francés y con ella se casaría por todo lo alto… en la Catedral Primada de Colombia. Varias veces le tocaron la puerta a Oreste, en el barrio San Victorino, con la solicitud de ponerle la música al poema patriótico de Nuñez y a todas ellas se negó. Dicen que la única que lo convenció hacia 1887, fue Justina…

Oreste, quien pasaba temporadas en su Hacienda «El Prado» en el municipio de Nilo, escogería el parque de esa población cundinamarquesa, para dar a conocer la la composición del Himno Nacional el 24 de julio de 1887, ante sus 300 habitantes y bajo un árbol de tamarindo, después de la misa dominical, a unos 30 grados de temperatura.  

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